Es multidimensional el impacto de las sanciones ilegales que la Unión Europea (UE) ha impuesto contra Rusia, sin embargo ya sobran evidencias de quién es el mayor perjudicado. Luego de que el Kremlin decidiera ejecutar una operación militar especial en Ucrania para combatir el nazismo a cargo del gobierno patrocinado por la OTAN, las medidas coercitivas unilaterales del eje euroatlántico han generado una inflación desbocada de la energía en detrimento de la industria europea, cuyos actores claves como BASF están considerando reducir su tamaño, mientras otros, como los productores de productos químicos, se están mudando a Estados Unidos.
En el sector alimentario de Estados Unidos, como en otros sectores, los expertos señalan que, mientras las utilidades corporativas explican el 11% del aumento de precios en un periodo de tiempo de 40 años, desde 1979 a 2019; actualmente son la explicación para un 53,9%.
Se rompe la cadena de valor… y la normalidad europea
Ante la agresión continuada de la UE contra Rusia y Bielorrusia, ambos países decidieron actuar en consecuencia y han cortado las exportaciones de fertilizantes a Europa, aun cuando los burócratas europeos digan que dichas materias no están sancionadas.
El viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Vershinin, declaró recientemente que las sanciones ilegales contra Moscú causaron la caída de un 38% anual de las exportaciones rusas de fertilizantes entre marzo y septiembre. Los países importadores no recibieron 8 millones de toneladas de fertilizantes, una cantidad suficiente para producir 25 millones de toneladas de alimentos para alimentar a 105 millones de personas.
Agregó el funcionario que los productores y suministradores de Rusia siguen haciendo frente a los obstáculos y a las condiciones que prohíben el seguro, el flete y la realización de pagos bancarios.
Bielorrusia ha estado bajo sanciones criminales de la UE desde 2021 por acusaciones de derechos humanos y, a diferencia de Rusia, ha visto a su industria de fertilizantes en el punto de mira de estas medidas.
Los siguientes datos permiten imaginar sus consecuencias:
- Según cifras del Instituto de Política Agrícola y Comercial, Rusia representa 45% del suministro mundial de nitrato de amonio (NH4NO3).
- También representa 18% del suministro de potasa (sales que contienen potasio que son uno de los principales ingredientes de los fertilizantes) y 14% de las exportaciones de fosfato.
- Bielorrusia también es un importante exportador de fertilizantes, especialmente potasa.
Un informe reciente de las autoridades rusas señala que la UE mantiene retenidas más de 280 mil toneladas de fertilizantes minerales rusos que habrían sido negociados con países socios de todo el mundo, principalmente África, impidiendo que sean redirigidos para la producción de alimentos.
Los principales medios hegemónicos califican la ausencia de materias primas agrícolas en los países emergentes como un "crimen ruso", mientras ignoran que es la UE la que detiene ilegalmente las mercancías en sus puertos y aumenta el hambre en el mundo.
El director ejecutivo de Yara International de Noruega, una importante transnacional de fertilizantes, declaró a Financial Times algunas apreciaciones respecto a las sanciones ilegales y la crisis en proceso:
"Las cadenas de valor estaban increíblemente integradas", agregando que "cuando miras el mapa, dónde está Europa, dónde está Rusia, dónde están las ubicaciones de los recursos naturales, estas cadenas se han creado durante décadas. Incluso durante las partes más frías de la guerra fría, estos productos siguieron fluyendo para que el negocio funcionara. Y todo eso cambió radicalmente en el transcurso de unos pocos días".
Dice la periodista Irina Slav que la UE ha comenzado a buscar suministros alternativos de fertilizantes con otros proveedores como Euractiv Marruecos. Ese país africano ya suministra alrededor de 40% del fosfato de Europa, con potencial a más. Otra opción es Asia Central: Uzbekistán exporta fertilizantes principalmente a Asia y algunos países del Medio Oriente en este momento.
Un sistema adicto a los combustibles fósiles
Son muchas las voces que han concluido que el mundo es "adicto" a los fertilizantes químicos. Cerca de un tercio de la demanda mundial total de energía se explica por el sistema alimentario, por lo que cualquier variación en los precios de la energía tiene un impacto en el precio de los alimentos, tarde o temprano.
El sistema alimentario bajo control de la agroindustria es más adicto a los combustibles fósiles como fuente de energía que otros sectores debido a las enormes cantidades de gas natural que se requieren para producir fertilizantes nitrogenados. Los combustibles fósiles también se usan en grandes volúmenes en el manejo de cultivos, en el procesamiento de los alimentos, el empaque, el transporte y la venta minorista.
Un informe del Instituto de Política Agrícola y Comercial, citado por Slav, dice que los fertilizantes se están volviendo bastante costosos:
"Las naciones del G20 pagaron casi el doble por las importaciones de fertilizantes clave en 2021 en comparación con 2020 y están en camino de gastar tres veces más en 2022, un costo adicional de al menos 21 mil 800 millones de dólares. Por ejemplo, el Reino Unido pagó 144 millones de dólares adicionales por importaciones de fertilizantes en 2021 y 2022, y Brasil pagó 3 mil 500 millones adicionales".
Según Grain:
"(...) para producir una tonelada de cereal, las fincas del Norte Global usan cerca de 2,5 veces la cantidad de energía que usan las fincas en el Sur Global y más de tres veces de energía por hectárea. La desigualdad es aún mayor cuando se analiza en términos de personas que trabajan en la agricultura. Tomando como base a una persona individual, una finca en el Norte Global usa 33 veces la energía de una finca del Sur Global".
La agroindustria estadounidense consume una cantidad de energía equivalente al gasto energético total de India o a todo el gasto energético de todas las naciones africanas en conjunto, y más de un cuarto de toda la energía consumida en Europa es destinada al cultivo, procesamiento, empaque y venta minorista de los alimentos.
Sin un acceso barato y abundante a los combustibles fósiles, como lo venden Rusia y Bielorrusia, el sistema alimentario europeo va directo al colapso, más si se toma en cuenta que la producción local de fertilizantes ha sido diezmada por los altísimos costos de la energía.
Agrega Grain que este invierno muchos hogares europeos tendrán que elegir entre calefacción o alimentación, ya que los precios de ambos rubros están aumentando demasiado y el crecimiento real de los salarios no ocurre al mismo ritmo. Los expertos pronostican que el próximo año la situación solo empeorará.
Estados Unidos y el desvalijamiento de La UE: reputación en juego
Rusia continúa suministrando fertilizantes a los países africanos porque estos no le han impuesto paquetes sancionatorios a Moscú, entretanto Europa se encuentra en un escenario crítico porque no puede revertir sus medidas coercitivas y perder lo que le queda de reputación.
Decisiones abruptas de llevar al mínimo el uso de los fertilizantes implican un nuevo concepto del modelo agroalimentario. Ya Países Bajos y Sri Lanka experimentaron un tremendo costo social que ha agravado las cosas antes que mejorarlas. La evidencia de que Europa es dependiente de las importaciones y vulnerable a crisis alimentarias seguirá en vitrina por un buen tiempo porque no parece haber una solución inmediata al problema, y puede que no la haya sin una previa desmercantilización del derecho a la alimentación.
Aun cuando Europa encuentre suficientes reemplazos para todas las importaciones de fertilizantes de Rusia y Bielorrusia, su factura aumentará de manera similar a su factura de gas cuando cambió del gasoducto ruso al gas natural licuado (GNL) de Estados Unidos, lo que le llevaría a una espiral inflacionaria mucho más violenta.
Por su parte, Estados Unidos amenaza con llevar la actividad industrial al otro lado del Atlántico apuntalando con subvenciones basadas en la Ley de Reducción de la Inflación propuesta por el presidente Joe Biden. El plan incluye 400 mil millones de dólares en ayudas a la energía, la industria y el transporte, e incluye también disposiciones acerca de la fabricación en Estados Unidos mientras Europa insiste en mantener las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre el libre comercio.
The Economist ha informado que empresas como Northvolt, una compañía sueca de baterías, quiere ampliar su producción en Estados Unidos a la vez que la energética española Iberdrola está invirtiendo en ese país el doble que en la UE. Analistas advierten que la combinación de energía cara y subvenciones estadounidenses hace que Europa corra el riesgo de sufrir una desindustrialización masiva.
Europa se debilita económicamente por la pérdida de inversiones. Desde antes de la pandemia global indicadores como el PIB muestran cómo, de las 100 compañías más valiosas del mundo, solo 14 son europeas. El apoyo financiero y militar de Estados Unidos a Ucrania supera ampliamente el de Europa; y en Washington persiste la molestia (viva desde la administración Trump) por que la mayoría de los miembros de la OTAN ha incumplido el objetivo de dedicar el 2% del PIB en defensa.
Medios como The Economist acusan a Biden de proteccionista y de "vaciar a Europa de vitalidad, incluso mientras Estados Unidos apuntala el ejército ucraniano y las flotas de buques gaseros cruzan el Atlántico para suministrar energía a Europa". Señala que "el principal objetivo de 'bidenomía' es impedir que China domine sectores fundamentales: Estados Unidos no tiene ningún interés estratégico en apoderarse de la inversión europea".
Los europeos, por su parte, no están entusiasmados con lo que consideran un creciente proteccionismo estadounidense y un desprecio por las soluciones multilaterales. Reinhard Bütikofer, firme defensor de la cooperación transatlántica en el Parlamento Europeo, advirtió la semana pasada que las relaciones comerciales entre Estados Unidos y la UE corrían el riesgo de entrar en crisis debido a una larga lista de políticas estadounidenses, como la Ley de Reducción de la Inflación de la administración Biden y su búsqueda de acuerdos plurilaterales como el Marco Económico Indo-Pacífico y la Alianza Chip 4.
Encontrar una salida a esta "policrisis" le exige a Europa una autonomía que no tiene; también una profunda transformación de cómo se producen y distribuyen la energía y los alimentos, con acciones que cuestionen frontalmente al control corporativo. Visto así el escenario, la puerta de salida de dicha crisis está lejos.