Dom. 22 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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El coronavirus ha sido aprovechado por las élites para socavar el Estado-nación (Foto: El Independiente)

Coronavirus es consecuencia, y aunque vista de tucusito chivo se queda

Este estado de locura también llamado alienación, o enajenación, manifestado por toda la especie, no es más que un alto grado de ideologización impuesto por el aparato de producción capitalista y sus medios de transmisión de ilusiones, quimeras, esperanzas o utopías que trastocan la mente y el cuerpo, manteniéndonos en las fábricas como mercancía productora de riqueza y consumidora de drogas y forrajes, deambulando como zombis, sin percatarnos todo lo separados que estamos de la realidad.

El terrorismo aplicado por el humanismo está llegando a su grado más excelso, su grandeza no podrá ser superada ni parangonada con sus más bellas obras de arte, sus espectáculos rimbombantes, sus más imponentes obras de ingeniería o sus espectaculares y brillantes armas de guerra.

Oigan, vean y sientan bien, señoras y señores. En el siglo XXI, cuando los nigromantes, astrólogos, numerólogos, leedores de cartas, manos y aguas, sabios, ignorantes, izquierdistas, derechosos y religiosos salva pobres, transmutados en antisistema, incluidos nosotros, habíamos pronosticado su muerte, el señor humanismo, como el más grande de los magos, saca de su blanca suprema y reluciente manga exclusivista el terror de los terrores como sistema de guerra, aupado por todos sus medios de ideologización, mal llamados medios de información, o en su exquisitez irónica e hipócrita medios de comunicación, sus centros científicos, sus aparatos de guerra, sus preescolares, sus escuelas, sus liceos, sus vetustas y polvorientas academias, sus cadavéricas universidades, sus museos, casas de cultura, ateneos, grupos culturales y demás miserias del arte, todos absolutamente todos, estamos al servicio de la gran maquinaria terrorífica que sistema alguno en el trágico devenir de esta especie haya puesto en marcha para salvar a la fábrica, la gran fábrica, la gran topa, la descomunal aplanadora, la caga plástico, la estornuda monóxido, la esterilizante de océanos, la desuela vida, la construye desiertos, la consume especie, la traga bosques, la ejecuta vida, todo ello para glorificar la muerte.

Sí, señores y señoras, incrédulos y creyentes de todos los tiempos, el sistema está funcionando al mil por ciento, no tiene ninguna disposición a dejarse joder y para ello usará todo lo que esté a su alcance y tiene milenios acumulando y sistematizando experiencias de todas las formas inimaginables de sometimiento que le permitirá, de no generarse otra opción, mantenerse en el control.

Hoy asistimos a la implementación en conjunto de todos los medios del terror como jamás se había visto. Desde el año 2000, cuando los poderosos anunciaron la guerra contra el terrorismo, realmente estaban anunciando la aplicación del terror por todos los medios al planeta.

Desde entonces asistimos al más descarado uso del terror contra la especie que no sólo se manifiesta en la creación de diversas organizaciones y cárceles clandestinas y públicas que se usan para el asesinato y la tortura de miles de seres, sino que se invade, destruye y roba los recursos de diversos países, asesinando de manera pública, previo sometimiento al escarnio público, a los líderes de esas naciones.

Podemos nombrar algunos: Libia, Irak, Siria, Palestina, Yemen, Sudán, y no se detiene la lista, pero esta guerra del terror también se manifiesta en el campo financiero, económico, judicial, propagandístico, con "sanciones", bloqueos, robo de recursos y todos los otros medios que son públicos y notorios, sometiendo a los pueblos del planeta, incluidos los llamados desarrollados, a grandes penurias.

En esa vorágine sangrienta es de destacar lo que le está ocurriendo a países como Colombia, Brasil, Ecuador, México, Perú, Bolivia, El Salvador, Honduras, Guatemala, Estados Unidos, Europa, Japón, todos sometidos al plan de destrucción masiva de sus Estados-naciones. Podemos conversar sobre tres de ellos.

Brasil, el más extenso territorio de Sudamérica, con grandes recursos en selva, agua y otros de gran importancia para la sobrevivencia del sistema, a este Estado en primer lugar le destruyeron sus grandes corporaciones transnacionales: hablamos de Embraer, la industria cárnica, Odebrecht y Petrobras, impidiéndole absorber plusvalía de otros países, obligando a la depauperación del valor de la mano de obra de Brasil con todas las consecuencias que comporta. Logrado este paso, arremeten contra el debilitado Estado brasileño, y como guinda del pastel usan la pandemia del coranavirus para destruir al Estado y aterrorizar a toda su población, pero aún más, ayuda a mantener en ascuas a los Estados fronterizos. Para esta tarea están usando a un grupo de hombres escrupulosamente criminales y ladrones, encabezados en Brasil por Jair Bolsonaro.

El otro caso es Colombia, donde las transnacionales se han repartido todo el territorio colombiano y por la vía del desplazamiento, las bases militares gringas, las masacres y los asesinatos selectivos, han logrado aterrorizar al pueblo colombiano, colocando todo ese territorio y los retazos de Estado que aún quedan al servicio de los planes ya mencionados.

El otro Estado es el mexicano, que en nombre de la industria de las drogas ilegales está atado al igual que el colombiano, a la carreta de los planes del caos controlado o destrucción de los Estados-nación que está en marcha en todo el planeta.

De Estados Unidos, Europa y Japón, diremos que son Estados asentados en territorios totalmente arruinados, que si bien acumulan mucha riqueza, están incapacitados para superar por sus propios medios la condición de arruinados, siendo presas fáciles de los planes en marcha.

Como cosa nada extraña, es en estos territorios en donde la pandemia hace estragos, en los cual sus dirigentes se prestan para que la misma se sostenga y expanda, en los que se experimenta con la población, vacunas, medicinas de dudosa procedencia y los grandes laboratorios hacen su agosto imponiendo y acaparando medicamentos.

Mientras estos planes están en marcha el aparato de propaganda e ideologización de estos centros de poder descargan todas sus baterías contra otros centros de poder, amenazando con la gran guerra, condenando liderazgos, intentando imponer condiciones para obligar el sometimiento.

La mesa del terror está servida, no se podrá detener con las concebidas fórmulas de los acuerdos por debajo de la mesa, las vías diplomáticas están desenmascaradas, ninguna de sus organizaciones, sean nacionales, bilaterales, multi o internacionales, podrán mostrar sus caras de hipócrita imparcialidad, la ONU y todas sus derivadas siglas, la OEA y sus similares. No podrán ocultar al servicio de cuáles dueños están.

La modalidad de guerra que estalló en los años setenta está en su plenitud. Hoy presenciamos sus horrores. La población mundial está aterrorizada, los grandes medios de ideologización la están sirviendo en caldo de ñame al gran capital, y exceptuando al chavismo como viva expresión de la especie en movimiento, intentando dejar de ser lo que somos, ningún otro enunciado de los ya conocidos intenta dar respuestas a lo que está ocurriendo, porque ninguno pasa del grito destemplado de que nos están matando o nos van a matar a todos, otros solicitan soluciones mágicas, o condenan como siempre al gobierno de turno, otros acuden al sacrificio colectivo como la gran solución, sin saber que eso al final hará más fuerte a lo que decidimos combatir, ninguno entiende que el problema no es simple, que su solución requiere de otros métodos, de otros usos, costumbres, que aún no existen y que deben ser creadas.

El humanismo hoy se está tragando a las futuras generaciones en la medida en que se consume los recursos finitos que existen en el planeta. O inventamos otro modo de producción o los niveles de condiciones de vida, de la vida de la especie en el planeta, serán ya no escasos sino algo más que precarios. Seguir pensando en crecimiento, desarrollo, progreso, es definitivamente atarnos al recogeloco del capitalismo y su pensamiento maniqueo.

No es fácil comprender en medio del proceso que vivimos qué es lo que verdaderamente nos está aconteciendo. Para algunos es una debacle, para otros es una crisis, una temporalidad necesaria que nos llevará a saltos superiores. Todas estas apreciaciones están signadas por un marco ideológico que no se pregunta sino que tiene respuestas y sobre esa perspectiva emite opiniones, construye salidas; en ambos casos lo que se haga es simplemente una lotería, porque lo que está ocurriendo obedece a un plan estructurado por los dueños, es un plan absolutamente político, que obedece a intereses de corporaciones que luchan encarnizadamente por el control del poder en todo el planeta, transnacionales que están de acuerdo en que el mundo debe ser así, es así y ha sido así, y de ello nos han convencido. Es por esta razón que en ausencia del conocimiento real o el conocimiento poderoso, damos respuestas aprendidas a cuestiones nuevas que parecen muy viejas.

¿Es esto una fatalidad, un hasta aquí llegamos como especie? Sí y no, si en tanto no se reaccione superando el miedo, el hambre y la ignorancia que siempre se coloca de manifiesto en estas circunstancias; se condiciona a que en la continuidad dinámica del sistema nos mantengamos en un presente infinito de deterioro, a la espera de soluciones mágicas, mientras la tragedia se perpetúa a la espera ilusoria de un futuro que jamás se planifica. El no también se condiciona a la posibilidad absolutamente cierta de poder concebir el futuro, lo que nos permitiría dar un salto y sobreponernos al presente trágico.

La solución que proponemos no podrá satisfacer a los muertos que somos, pero en todo caso tenemos seguro que los muertos no aplaudiremos al futuro, aunque diseñemos el destino de los otros que no seremos, sino como vida.

Aquí usaremos la barajita requeteusada de los jóvenes, y no hablamos de los que ya piensan como viejos acumuladores, o aspiradores de riquezas: hablamos de lo joven como fuerza perenne de la especie, en capacidad de pensar y experimentar su trascendencia sustancial, cuando se nombra y nombra en el espacio-tiempo que ha de soñar y en la vida que ha de heredar en su continuidad de ser, ser de la vida, en continua existencia.

La única manera de superar esta condición enfermiza es, en primer término, alejarnos de este modo de producción y comenzar a pensar, diseñar, experimentar otro, que nos ubique en un centro vital al que colectivamente podamos heredarle los afectos nombrándolo y nombrándonos como gente que se pertenece, no como individualidad, sino como una compleja forma de la vida que decide su destino o futuro como un todo en armónica contradicción.

Conversar la posibilidad de construir lo distinto, con el cerebro ideológico edificado en el complejo transitar del sistema poderoso, no es la mejor manera de hacerlo; a todos se nos están destruyendo mitos, tarimas, edificios y catedrales que se tienen como verdades que no dan respuestas a los problemas planteados, porque no se trata de resolverlos o solucionarlos, porque ellos son una consecuencia, no una causa: son hechos que corresponden a la dinámica de un sistema que los hace posible para poder subsistir.

Pero no conseguimos explicar lo que está pasando, porque nos tropezamos con el marco de las ideologías, de las verdades absolutas que terminan siendo mentiras absolutas. Los problemas creados por un sistema son sus causas y consecuencias, la única manera de superar esa situación es creando otro sistema, que contenga en sí mismo su aparato reproductor en todos los sentidos, desde la producción como aparato cultural hasta el marco teórico que lo explica y permite crear su propia memoria sustancialmente trascendente.

Este pensamiento no tiene la intención de convencer a los muertos que somos, de la necesidad de cambiar, ya que no es para el tiempo que estamos viviendo, es para la posibilidad de concebir el futuro que definitivamente sustituya al presente prolongado, que nos ha vendido esperanzas, utopías, quimeras de mundos nuevos, que en la realidad sólo es la continuación del mismo presente. Se trata de entender que el futuro no es para resolver los problemas del presente, es para concebir otro presente donde la vida sea lo siempre y podamos sustituir el mundo de la muerte, de lo estacionado, de lo repetido, en miles de años.

Siempre debemos insistir en que sólo la especie sometida tiene la capacidad y podemos crear este pensamiento, claro está, que esto depende de la decisión de ser y entendernos como especie, con la intención de dejar de ser la horda atravesada del hambre, el miedo y la ignorancia que nos ha hecho presa fácil de las élites, una especie que debe crear las condiciones materiales y subjetivas que permita que sus miembros se puedan educar para la gran tarea de crear este pensamiento, de sistematizarlo y de volverlo físico en el territorio donde habitemos.

En la actualidad sólo existe en el planeta la cultura de la carencia, aunque se disfrace con idiomas, ropas, calzados, arquitecturas, de cercanas o lejanas geografías, de cercanos o lejanos climas, de extremadas o benignas estaciones. Aunque se brinde con penca, caña, uva, papa, arroz, aunque salud se diga en venezolano, ruso, chino, europeo, indio o japonés, lo predominante es la explotación de la vida en todos los idiomas, arquitecturas, ropas o calzados; en todos los tragos, en todos los poemas, en todas las canciones, en todas las pinturas, en todos los teatros, en todos los cines, en todas las redes. En cualquier rincón de este planeta, por muy inhóspito o lejano que parezca, allí está sometiendo a la vida el humanismo.

Si la especie en el marco de esa gran rendija que abre este proceso que vivimos como humanismo, no creamos otro pensamiento que genere otra verdad física, entonces tendremos que atenernos a las consecuencias de mantenernos esclavos en este eterno presente que nos depara la existencia de la burguesía y sus constantes vaivenes destructores de la vida.

Durante mucho tiempo los filósofos, los académicos, los profesionales, los artistas, han intentado crear mundos que cambien, reformen, transformen, hagan más vivible al presente, pero como sus deseos consisten en acomodar el existente, no sustituirlo, han creado bodrios intelectuales, tratando de hacer creer a la gente que es posible vivir en el presente, justificado en un mundo más justo, más amable, más solidario, mas vivible, más igual, más libre, más tolerante, dando por sentado que este ya lo es. Cuando repetimos estos panfletos, nadie se pregunta si ya es amable, es justo o es solidario. ¿Para qué más justicia, más amabilidad, más solidaridad, más igualdad, más libertad, si ya existen?

Pero supongamos que los pensadores fueran acorde con lo que están diciendo. De todas maneras hay una imposibilidad física de que eso sobrevenga, nosotros no podemos ser lo que estamos diciendo, porque nosotros somos culturalmente burgueses, entonces no podemos ser otra cosa que no existe, no podemos ser el sueño que nos proponemos, y mucho menos si ese sueño no tiene un piso certero, cierto, preciso, objetivo. No existe un modo de producción que sustente esa idea, entonces lo que tenemos es que decir, gritar, vomitar, lo que tenemos por pensar, pero lo que no podemos es decir que somos eso que pensamos, que soñamos, eso no debemos decirlo, porque no lo somos, porque es un problema ético.

Gente: el coronavirus es consecuencia, y aunque vista de tucusito chivo se queda.

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