Jue. 12 Junio 2025 Actualizado 4:53 pm

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g, en el discurso previo a su embarque rumbo a Gaza, frustrado por fuerzas militares israelíes en aguas internacionales (Foto: Fabrizio Villa / Getty Images)

En defensa de Greta Thunberg

El desenlace era más o menos predecible. Más o menos, porque era incierto el nivel de violencia armada de los israelíes si se toma el precedente del Mavi Marmara en 2010.

También en ese caso era una flotilla de verdad, mayor número de gente, una voluntad autodefensiva con un alto costo y el cerco sobre Gaza era brutal, pero no este capítulo que deja corto a lo infernal.

Un solo velero de 15 metros de eslora, el Madleen, con una tripulación de 12, cuyo principal peso, francamente, no era el activismo, sino el capital social a bordo.

Comenzando por la insoportable Greta Thunberg, de largo la figura más visible, mas no la de mayor peso político formal y específico.

El canal de Telegram de Misión Verdad republicó un análisis severo de Ana Qtella sobre la composición liberaloide de buena parte de los integrantes de la flotilla. En particular de Thunberg.

Está claro que la matriz de la multiagenda de la muchacha sueca concentra en una abultada dimensión activista que raya en lo ridículo y lo pedante.

Ahora es Palestina y el genocidio en Gaza, pero antes, ya sabemos, lo fue el ambientalismo elitista, el apoyo a operaciones de color en países-objetivo de los poderes transatlánticos y el muy reconocibe etcétera de siempre.

Esta "acción directa" estaba plagada de hype y alharaca. Y el único motivo por el cual tuvo ese alcance en medios era la presencia de la propia micro-diva y sus amigos.

El activismo, tal como se entiende, me resulta cursi e inefectivo por lo general. Performativo y para dopaminómanos que perpetúan el Dunning-Krueger militantoso hasta para cambiarse de ropa.

No solo quienes me conocen, sino que públicamente hasta Jorge Gestoso, unos casi cinco años atrás, entre otras razones me regañó en vivo por Telesur por, precisamente, decir que lo de la Thunberg era un caso de abuso infantil de manual; también dije otras barbaridades que lo condujo al bullying. Pero volviendo al tema.

El gran periodista Matt Kennard tuiteó días antes de ser asaltado por fuerzas israelíes que la flotilla era, palabras más, palabras menos, "el último cartucho de la humanidad".

No me joda nadie. Semejante afirmación, de alguien incuestionablemente brillante, deja filtrar en ese envión un lapsus tremendista. Es eso porque son ellos quienes lo están haciendo.

Y no dudo que más de una persona sensibilizada sobre Gaza recientemente así lo creyera. Y en eso, paradójicamente, yace la clave.

Porque por más "insurgentes" que se crean, por más performativo —el adjetivo es de Francesca Albanese— que haya sido el acto, por más en rebelión, ellos también son el establishment.

Y esa facción no-institucional del ídem realiza este acto de revuelta dentro del propio establishment.

En sintonía, además, con ciertos virajes en medios y círculos políticos respecto a la posición sobre Gaza y sobre la defensa a Israel que han sostenido por más de 20 meses de holocausto.

Y eso es centralmente lo que importa, y no lo que crea alguien, como uno, que escribe desde el extramuro de los círculos "civilizados".

Lo recordaba el profe Mohammad Marandi en una conversación aquí: en este momento pesa mucho menos lo que los gobiernos de Venezuela e Irán hagan.

La batalla por la percepción no se está jugando en este lado de la cancha, sino en aquel. Y esto moviliza externa e internamente a quienes antes o no les importaba o encontraban cualquier excusa para el proverbial "es complicado" mientras rechazaban el derecho a la defensa armada, por fuchi y por no respetar las normas del buen hablante y el buen oyente.

El peso de esta acción, por supuesto, es simbólico. Doce personas con una carga exigua de ayuda humanitaria difícilmente iban a romper el cerco o aliviar sustancialmente los males incontables en la Franja.

Pero, por acumulación, suma bastante sobre el cómo se sigue viendo el régimen de ocupación y apartheid, si se le pueden conceder esos atributos a la maquinaria de la muerte que no se apaga y no cesa de balbucear la misma fraseología miserable.

Que quiere mantener cualquier testimonio foráneo, medios o de otro tipo, fuera de Gaza para que se mantenga a oscuras y se ocupa de los periodistas palestinos que siguen cubriendo la matanza high tech.

Que los clips de la devastación y las fotos indecibles del infanticidio no salgan. Y que, de paso, sea avalado y defendido como todavía lo está siendo, así se vayan manifestando expresiones muy tímidas de condena o disenso allá y no acá.

Como también dijo Francesca Albanese, una voz excepcional que sostenidamente ha nombrado las cosas por su nombre como relatora de la ONU para los Territorios Ocupados, la flotilla hizo lo que los gobiernos, lo que a nivel de Estados, debió hacerse hace ya bastante tiempo, si de verdad ejercieran lo que tibia y cómodamente predican sobre derechos humanos o el valor de la vida como algo absolutamente sagrado.

Esto lo hará más difícil, cuando la criatura que promovieron, celebraron, posicionaron (vaya palabra de mierda) como una adalid inofensiva del ecosistema se les sale un poco de control y toma la decisión moral que ellos, con poder real, todavía no lo hacen.

Hay una razón por la que, a pesar de hostilidades y llamados a cambio de régimen light contra ellos, los medios iraníes han seguido muy de cerca independientemente de todo.

Y eso es lo esencial.

"Gaza es un mal negocio para los mercaderes y, por lo tanto, es un tesoro moral incomparable para los árabes", escribía, explosivamente, Mahmud Darwish en 1973.

Gaza es un mal negocio para los activistas asépticos y para cierta casta profesional que, igual frente a los hechos, han tomado la decisión de perder aunque sea una parte de sus sinecuras, o incluso más de eso.

Thunberg y otros tres fueron liberados, pero ocho más permanecen detenidos en el centro de detención de Ramleh, de acuerdo a otro de los deportados, el corresponsal de Al Jazeera Omar Faiad. Todos denunciaron que fueron obligados a firmar documentos cuya naturaleza desconocen. 

Además, la europarlamentaria francesa Rina Hassan, entre los ocho detenidos, según las denuncias ha sido objeto de privación de sueño, amenazas verbales y otros tratamientos denigrantes. El brasileño Thiago Ávila ha permanecido en huelga de hambre. 

Uno ya siente que todo es absolutamente irreparable en Gaza, y en consecuencia para la humanidad.

Esto sigue exponiendo de manera inesquivable la tiniebla no solo de Netanyahu, sino de casi la totalidad israelí que aprueba el exterminio, la limpieza étnica o "el derecho a defenderse" de bebés que no han cumplido ni el año, que nacieron bajo los misiles y los drones.

Greta Thunberg es insoportable, pero está haciendo lo que ni siquiera los países vecinos han hecho.

Antes de que zarpara el Madleen, otra embarcación, el Conscience, fue atacada con drones en aguas internacionales a pocos kilómetros de Malta el 1 de mayo.

Mientras sale esta nota, una caravana que salió desde Túnez cruza la frontera libia para romper el cerco, por tierra, entrando por Rafá.

Y es probable que no tengan el tratamiento de los tripulantes del Madleen, como es igual de improbable que lo rompan, pero, de nuevo, están haciendo lo que debería ser tarea de Estado.

Y todo esto socava y refuerza la constatación de que se está perpetrando el genocidio que está rebasando hasta la propia noción de genocidio.

Así no salven vidas, contribuyen a que la percepción de lo que es Israel. Y por más desesperante frente a la velocidad de los hechos, no es una batalla menor.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<