El pasado 23 de agosto el embajador Samuel Moncada presentó la conferencia titulada "La intervención de Estados Unidos en nuestro sistema electoral como técnica de golpe de Estado en 2024".
Durante su intervención mostró los hallazgos de su investigación sobre la agenda diseñada por Estados Unidos, que abarcó diversos frentes y que tuvo como objetivo desestabilizar el proceso electoral venezolano.
Moncada expuso cómo esta estrategia no solo buscaba frustrar los comicios sino que, en palabras del propio embajador, se trató de "una agenda de derrocamiento del Consejo Nacional Electoral".
En su disertación hizo hincapié en un aspecto clave: el papel de las operaciones encubiertas de Washington, concebidas como parte de una estrategia más amplia que se despliega en múltiples frentes contra Venezuela.
"Las medidas coercitivas son abiertas y públicas, pero por debajo tienen un lado encubierto. Toda operación abierta tiene un aspecto encubierto porque es una agresión", afirmó, dejando claro que esa dualidad constituye en sí misma una agresión calculada.
Operaciones encubiertas como institución
Las operaciones encubiertas, según el Diccionario de Términos Militares y Asociados del Departamento de Defensa de Estados Unidos, se caracterizan por su planificación y ejecución diseñadas para ocultar la identidad del patrocinador o permitir una negación plausible de su participación.
Esta definición se encuentra detallada en la Directiva 10/2 del Consejo de Seguridad Nacional en Washington, establecida en 1948, que las describe como actividades secretas contra Estados o grupos extranjeros, "y que, si se descubren, el gobierno de Estados Unidos puede negar de manera plausible cualquier responsabilidad por ellas".
Estas operaciones abarcan un amplio espectro de acciones, incluidas actividades políticas, paramilitares, guerra psicológica y económica, con la posibilidad de expandirse a nuevos campos como las operaciones cibernéticas, reflejo de los avances tecnológicos actuales.
Asimismo, la directiva establece que la Agencia Central de Inteligencia (CIA), creada en 1947 bajo la Ley de Seguridad Nacional, es la entidad responsable de llevar a cabo dichas operaciones. De esta forma, se marcó un punto de inflexión en la política exterior estadounidense al institucionalizar las acciones encubiertas en el período de posguerra.
En definitiva, aquella ley dejó plasmado en su literal (e) que
"el término 'covert action' significa una actividad o actividades del gobierno de Estados Unidos para influir en las condiciones políticas, económicas o militares en el extranjero, donde se pretende que el papel del gobierno de Estados Unidos no sea evidente o reconocido públicamente".
Así, se estableció un marco normativo que no solo definió estas operaciones sino que reorganizó la estructura de la inteligencia y la diplomacia secreta de Estados Unidos, como forma adaptativa a las nuevas realidades geopolíticas de la época con vistas a sostener sus intereses estratégicos.
Precedentes comprobados
El uso de operaciones encubiertas ha sido justificado en varias ocasiones con el pretexto de proteger los intereses nacionales de Estados Unidos y promover la "estabilidad global". Durante la Guerra Fría este tipo de misiones fueron utilizadas para contener la expansión de la Unión Soviética.
Los ejemplos históricos clásicos y originarios incluyen el derrocamiento del primer ministro iraní, Mohammad Mosaddeq, en 1953 (Operación Ajax) y el golpe de Estado en Guatemala contra Jacobo Árbenz en 1954 (Operación PBSUCCESS).
Tales hechos demuestran que ese tipo de operaciones ocultas suelen ser una opción que la Casa Blanca considera cuando otros métodos, como la diplomacia, las sanciones económicas o la influencia política no han logrado alcanzar los objetivos determinados, incluido el otro extremo: una intervención militar. Es decir, navegan en el medio de la diplomacia fallida y la intervención militar directa.
En la Operación Ajax en Irán, la administración Eisenhower recurrió a métodos encubiertos para derrocar al primer ministro Mosaddeq después de que fracasaran las negociaciones diplomáticas para proteger los intereses petroleros estadounidenses y británicos.
La operación incluyó la manipulación de medios de comunicación, sobornos a oficiales militares y la creación de disturbios civiles, lo que resultó en la reinstalación del Shah de Irán, un aliado de Occidente.
Más cerca, en América Latina, campo fértil para esta clase de operaciones, la CIA organizó una operación con el objetivo de derrocar a Jacobo Árbenz por sus políticas de reforma agraria que amenazaban los intereses de la United Fruit Company y, por extensión, a Estados Unidos.
La CIA involucró la formación y apoyo de una fuerza militar dentro del propio ejército guatemalteco que finalmente derrocó a Árbenz, y así pasó a instalar un régimen militar favorable a sus intereses. Este caso es emblemático porque marcó el inicio de una serie de intervenciones en la región que buscaban asegurar el control de Estados Unidos sobre el continente.
Una impronta que será la base que evolucionará en el tiempo, reuniendo más elementos y recursos técnicos hasta nuestros días.
Al revisar ambos hechos y otros registros, se aclara parte de la metodología que en esencia mantienen las agencias estadounidenses. Sin embargo, al pasar el tiempo y con los cambios en las condiciones geopolíticas, el manual se va adaptando a los fines de moldear el método para sofisticarlo.
Así varíen las tácticas dentro del plan elaborado contra un determinado país, el denominador común permanece:
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Apoyo a grupos insurgentes o paramilitares.
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Propaganda y desinformación.
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Operaciones cibernéticas.
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Sabotaje interno a infraestructura nacional.
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Apoyo a grupos políticos en elecciones.
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Extorsión económica.
Sobre el último, si las sanciones económicas no logran el cambio deseado, las operaciones encubiertas son empleadas para desestabilizar el país o apoyar la oposición interna, cuestión que ha quedado demostrada con la agenda de desestabilización sobre el Estado venezolano, como dejó ver Moncada anteriormente.
En cuanto a los procesos electorales en otros países, Estados Unidos ha intervenido en financiamiento de campañas y en lobbies con representantes de diferentes nodos económicos y de poder. En las elecciones de Chile en 1964, la CIA lanzó una campaña de propaganda masiva contra Salvador Allende y en apoyo a su rival, Eduardo Frei Montalva, quien representaba una opción más alineada con los intereses estadounidenses.
La operación, que incluyó el financiamiento de medios de comunicación, la distribución de folletos y la creación de una narrativa forzadamente anticomunista, logró nutrir la victoria de Frei.
Las operaciones encubiertas de Estados Unidos, lejos de ser anécdotas, continúan siendo una realidad en el tablero geopolítico actual.
Caso elecciones en Venezuela
Se comentó que el método muta según las circunstancias y, por supuesto, los avances tecnológicos. En la era digital las operaciones encubiertas se han extrapolado al complejo espectro cibernético, que es un vehículo ideal para estas acciones.
Los avances tecnológicos han proporcionado a los actores estatales y no estatales nuevas herramientas para llevar a cabo acciones encubiertas con un nivel de sofisticación y alcance sin precedentes. Estas operaciones cibernéticas encubiertas pueden ahora dirigirse contra instituciones gubernamentales o hacia sistemas de infraestructura vital de un país.
En el caso específico de Venezuela, la amenaza va más allá del régimen de sanciones impuesto. Existe una agenda oculta que, de acuerdo las revelaciones del embajador Moncada, ha llegado incluso al sistema electoral del país.
Moncada logró identificar los múltiples reportes e investigaciones hechos en Washington por los think tank y agencias gubernamentales que demuestran la agenda de golpe de Estado desarrollada "desde el año 2002 hasta hoy en el 2024. La estrategia consiste en una operación de influencia que explota el proceso electoral con sus agentes locales para destruir la fuente de legitimidad de las autoridades", refiere el embajador en sus conclusiones.
El plan, según Moncada, ha empleado una combinación de tácticas que involucra operaciones de información y psicológicas, sanciones, ataques cibernéticos e, incluso, la implementación de un sistema paralelo de tabulación de votos. El fin último de estas acciones sería sustituir el CNE, con lo cual se comprometería la integridad del proceso democrático del país.
La amenaza que enfrenta Venezuela no es nueva, pero sí más compleja, pues más allá del paraguas de las operaciones encubiertas tradicionales ahora se incluye el gran caudal del ciberespacio.