Mié. 24 Septiembre 2025 Actualizado 3:28 pm

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Las políticas de desregulación comercial y logística de Estados Unidos han sido habilitadores clave del tráfico (Foto: Archivo)
Sobre la pureza nociva del neoliberalismo

Fase zombi de la "American way of life" abre las puertas al fentanilo en EE.UU.

Estados Unidos ha trasladado la responsabilidad de distintas facetas de su crisis interna a países o actores extranjeros. Desde febrero pasado, Donald Trump afirmaba que el fentanilo ilegal que se vende en las calles de ese país era una de las principales justificaciones para los amplios aranceles comerciales que terminó imponiendo contra Canadá, China y México.

La guerra comercial desatada por el magnate responde a otros intereses lejanos a las drogas. Además, las peores cifras de 2022 y 2023 se revirtieron con medidas punitivas, las mismas que sirven de cortina de humo para obviar las debilidades estructurales que degradan a una sociedad en la que la adicción es otra ruta de escape y la mercantilización de la vida es una realidad dura de asumir.

La misma receta: El teatro del enemigo externo

En noviembre de 2023, tras un acuerdo bilateral, Beijing prometió restringir la exportación de precursores químicos de distintos opioides. Horas después, el Departamento de Justicia anunciaba ocho nuevas acusaciones contra laboratorios chinos por "proporcionar insumos para fentanilo". El establishment político y mediático de Estados Unidos repitió la receta de siempre: el problema viene de afuera.

Así, la DEA repite ese guion en cada informe anual: "El 98% del fentanilo incautado tiene origen en México y los precursores en China". Pero se ha detectado que, aunque cerca del 90% de las detenciones por tráfico de fentanilo ocurren en las garitas y aduanas, el 86,4% de los procesados son ciudadanos estadounidenses. Para tapar la grieta, Infobae tituló en su momento: "Cárteles mexicanos pagan a estadounidenses para introducir fentanilo a su territorio, demuestra estudio".

Tras ser acusada en 2023 por Andrés Manuel López Obrador de "falta de solidaridad", China, por su parte, respondió a través de su cancillería que "el primer consumidor, el primer productor y el primer lavador de dinero es Estados Unidos". Lo irónico es que el químico N-phenethyl-4-piperidone (NPP), base del fentanilo, todavía se vende libremente en portales y, hasta hace poco, era enviado por correo.

Los controles estadounidenses presentan deficiencias. En el marco de una investigación periodística, Reuters contó hasta 12 precursores y equipo básico para sintetizar fentanilo de un mayorista químico en China, a través de uno de los sitios de compras en línea más populares del mundo. Interactuaron con casi 50 vendedores diferentes que ofrecen desde 100 gramos hasta 50 kg con envío "24-48 h" y pago en criptomoneda. En Estados Unidos y en otros lugares, el comercio de la mayoría de los precursores es legal cuando se adquieren con fines comerciales o de investigación legítimos.

La DEA también insiste en que los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación son los principales distribuidores, pero estos grupos operan en un ecosistema alimentado por la demanda estadounidense, el flujo de armas desde Estados Unidos hacia México y la corrupción transnacional. "Entre el 70% y el 90% de las armas utilizadas para el crimen en México se trafican ilegalmente desde Estados Unidos", declaró Jonathan Lowy, abogado del gobierno mexicano.

Bajo la actual presidencia de México, Claudia Sheinbaum ha intensificado medidas de control contra los cárteles de la droga, así como la cooperación con las autoridades estadounidenses para combatir a los cárteles y sus finanzas. Según la DEA, la cantidad de fentanilo incautado por Estados Unidos en la frontera sur se desplomó aproximadamente un 20% el año pasado, y la potencia de las pastillas de fentanilo también disminuyó drásticamente.

Expertos del programa Sistema de Investigación de Políticas sobre Fentanilo de la Universidad de Stanford señalan que este "juego de culpas" simplifica en exceso un problema complejo y obstaculiza la cooperación internacional necesaria para resolverlo.

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Sin el mercado creado por las farmacéuticas, el dolor creado por la sobrexplotación laboral ni la adicción de millones de ciudadanos, el negocio del fentanilo ilícito no existiría (Foto: Getty Images)

La demanda masiva es exclusivamente estadounidense. Sin el mercado creado por las farmacéuticas y la adicción de millones de ciudadanos, el negocio del fentanilo ilícito no existiría. La externalización de la culpa es un mecanismo para evadir la responsabilidad de haber creado las condiciones sociales y económicas que alimentan la demanda.

Desregulación neoliberal como cómplice

La narrativa de que el fentanilo ingresa exclusivamente por la frontera sur es otra simplificación. Si bien una porción significativa lo hace, las propias políticas de desregulación comercial y logística de Estados Unidos han sido habilitadores clave del tráfico.

Más del 90% del fentanilo ilegal confiscado en Estados Unidos se incauta en puertos de entrada legales, como aeropuertos o cruces fronterizos vigilados, según el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Esto ocurre porque el "libre mercado" ofrece distintas alternativas para que este tráfico sea encubierto bajo figuras legales.

Sus últimos gobiernos, incluido el de Trump, han desmantelado sistemáticamente los controles aduaneros y portuarios en nombre de la eficiencia económica y el libre comercio. Las leyes que facilitan el envío de paquetes pequeños, como la de minimis ("sobre las cosas pequeñas" en latín), permitían que miles de envíos de menos de 800 dólares entraran sin inspección.

Esta brecha legal fue explotada hasta que Trump aplicó aranceles a los minoristas que utilizan plataformas de comercio electrónico como Temu y Shein, fundadas en China, y enviaban productos sin mucho papeleo. Entre ellos, precursores químicos etiquetados como "productos para aromaterapia" o "productos industriales", directamente a las puertas de los compradores.

Es que muchos de los mismos productos químicos utilizados para fabricar fentanilo también son cruciales para industrias legales, desde perfumes y productos farmacéuticos hasta caucho y tintes. Restringirlos estrictamente a todos trastocaría el comercio global.

Además, en octubre de 2024, el Departamento de Justicia suspendió los registros exhaustivos de la DEA en aeropuertos internos, argumentando "riesgo para la privacidad del viajero". La medida llegó tras años de presión de Amazon, FedEx y UPS, cuyos lobbyistas gastaron millones de dólares para excluir del escrutinio los paquetes menores de 2 kg. El resultado: el 90% del fentanilo que llega por correo no pasaba por rayos X.

El esquema se repite en los puertos marítimos. Un operativo reciente a los puertos de Los Ángeles y Long Beach, por donde ingresan más de 20 millones de contenedores al año, incautó maquinaria para procesar 160 mil pastillas diarias de fentanilo, entre otros bienes.

Además, la química avanza. Los carteles ya no solo trafican fentanilo; las nitazinas –o nitazenos– a veces son hasta 100 veces más potentes que este opioide y 2 mil veces más potentes que la heroína. Las pastillas parecen un medicamento legítimo de venta con receta, como la oxicodona, así que la mayoría de las personas no saben lo que están ingiriendo.

Fórmula perfecta: Las arquitecturas del lavado

Otra narrativa, la de los "cárteles mexicanos", oculta que la mayor parte de las ganancias generadas por el tráfico de opioides sintéticos se concentran en Estados Unidos, donde los grupos de delincuencia organizada se benefician de la venta local de opioides como el fentanilo o el tramadol.

El Grupo de Acción Financiera (GAFI, o FATF por sus siglas en inglés) reveló en 2023 que "el lavado de dinero asociado al tráfico de fentanilo utiliza redes complejas de criptomonedas, empresas pantalla y servicios postales internacionales".

Los lavadores de dinero profesionales buscan facilitar la transferencia de valor para sus clientes; rara vez participan en las actividades ilegales generadoras de ingresos, solo disfrazan de manera "profesional" la naturaleza, fuente, ubicación, propiedad, el control de origen y/o el destino de los fondos a fin de evitar su detección. Aunque el informe los nombra someramente, es claro que habla de bancos y otras entidades financieras.

Además, las empresas fachada instaladas en Estados Unidos no diferencian entre narcotraficantes, defraudadores, traficantes de seres humanos o cualquier otro delincuente con necesidad de transferir u ocultar ganancias ilegalmente habidas. Se dedican al lavado de dinero sofisticado y a gran escala en nombre de cárteles de la droga, bandas de motociclistas y organizaciones tradicionales de delincuencia organizada.

La desregulación neoliberal permite el ingreso de drogas y legitima un mercado paralelo donde la muerte se convierte en mercancía. Las empresas de logística, los bancos que procesan transacciones sospechosas y las plataformas digitales que permiten la publicidad de químicos peligrosos operan con impunidad. Mientras tanto, los controles en puertos como Los Ángeles siguen siendo insuficientes frente al volumen de mercancías baratas que sostienen el "American way of life".

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Las muertes por sobredosis de fentanilo y otros opioides aumentaron al ritmo del número de envíos a través de la regla "de minimis", estos aumentaron alrededor de 1.000 millones de dólares al año desde aproximadamente 140 millones al año hace una década (Foto: BBC)

Son precisamente los metabolismos económicos que generan las drogas los que sostienen la decadente hegemonía de Estados Unidos sobre el mundo. Ha sido el desmantelamiento del Estado el que ha facilitado el flujo del fentanilo y sus precursores; es la precarización laboral la que la ha convertido en una sociedad del dolor. Es la sobreproducción de armamento y de logística militar la causante de que los cárteles controlen rutas y procesos claves para una narcoeconomía; son los fondos lavados los que dinamizan la economía estadounidense adicta a la deuda.

Estados Unidos no puede limitar la demanda de drogas y es por eso que busca controlar a su favor —nunca reducir— la oferta a través de la guerra comercial y la militarización, cuyo fracaso está ampliamente demostrado. Su estamento político y sus patrocinantes necesitan una sociedad drogada; esta siempre será más rentable para las élites que invertir en salud pública, educación, cultura —no consumista—, casas para los sin techo o en recuperar programas sociales destrozados por el neoliberalismo.

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