Vie. 29 Marzo 2024 Actualizado ayer a las 6:48 pm

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Una caricatura del Wall Street Journal presenta a Estados Unidos como víctima de la "amenaza china" simbolizando a Beijing como un dragón furioso (Foto: The Wall Street Journal)

Algunos frentes de ataque en la guerra de propaganda contra China

Se encuentra en proceso una Nueva Guerra Fría que involucra a Occidente, más precisamente al bloque imperialista encabezado por Estados Unidos y la OTAN, y al eje conformado por China y Rusia junto a una serie de países que no responden de manera complaciente a las presiones ejercidas por la alianza y sus satélites.

En particular, el relato de la "amenaza china" viene ascendiendo mientras se calienta el escenario militar en torno al mar territorial y el espacio aéreo del país asiático a causa de intromisiones británicas y estadounidenses.

No es nueva la narrativa en contra de China, la sinofobia es un fenómeno de larga data en Estados Unidos, sin embargo antes de finalizar su gestión la administración Trump ya había roto las relaciones normales con el gigante asiático sancionando a funcionarios del Partido Comunista Chino, prohibió empresas tecnológicas chinas como TikTok y Huawei, interrogó y vigiló a estudiantes y científicos chinos y hasta forzó el cierre del consulado chino en Houston.

Hasta donde pudo, y cómodo en su retórica supremacista, Donald Trump logró surfear en 2020 el mal manejo de la pandemia generada por el virus SARS-CoV-2 calificándolo de "virus chino". Al introducir dicho componente racista en el debate político, logró intensificar reacciones de rechazo y xenofobia en contra del país asiático y sus ciudadanos.

Se trata del mismo país que, durante la Segunda Guerra Mundial y tras lo ocurrido en Pearl Harbor, internó a 120 mil japoneses-estadounidenses en campos de concentración, mientras los alemanes-estadounidenses no eran molestados.

Más sofisticada que instalaciones alambradas donde impera la ley de fuga ha sido la guerra de propaganda desatada a lo largo de este año por su sucesor Joe Biden, se ha intensificado el mensaje que hace ver a los chinos como comunistas totalitarios empeñados en la dominación del mundo y se ha azuzado a un gran segmento del electorado estadounidense, pero también se ha replicado en otros países a la misma velocidad de las redes sociales.

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Publicidad de 1886. La sinofobia es de larga data en Estados Unidos, su conexión con la propaganda de guerra es directa y orgánica hoy en día (Foto: Twitter / @RealPepeEscobar)

Un estudio de octubre de 2020 del Pew Research Center reportó que, tras el inicio de la presidencia de Trump, las opiniones contra China aumentaron en un 20% en Estados Unidos. En sus principales ciudades aumentaron casi un 150% los informes de violencia y acoso contra las comunidades asiáticas e isleñas del Pacífico desde el inicio de la pandemia.

Son múltiples los frentes de ataques narrativos en los que Occidente actúa como bloque, aunque cada país cuida a lo que se expone debido al ascenso de la influencia de China en la economía global.

Aún así, Washington está difundiendo activamente su propaganda prebélica entre sus aliados, en particular dentro de la Unión Europea (UE) de la cual muchos Estados miembros forman parte también de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), dirigida por Estados Unidos.

Fake paper sobre el origen del coronavirus

En 2020, cuando se batían récords de muertes diarias en muchos estados, los carteles mediáticos estadounidenses encabezados por Fox News afirmaban tener un testimonio de Li-Meng Yan, una "científica" que había "desertado" de China a Occidente después de exponer "un encubrimiento de la covid-19" por parte de las autoridades del país. Según su versión, trabajaba en la Universidad de Hong Kong (HKU, por sus siglas en inglés) y había realizado varias entrevistas con estos medios afirmando que su objetivo era llevar la "verdad de la covid-19" al mundo.

Se trató de un artículo en el que Li-Meng Yan y otros tres científicos rechazan la hipótesis de que el coronavirus SARS-CoV-2 se originó en ecosistemas silvestres y señalan que fue creado en un laboratorio. Su título es "Características inusuales del genoma del SARS-CoV-2 que sugieren una modificación sofisticada en el laboratorio en lugar de la evolución natural y la delineación de su probable ruta sintética", pero no ha sido publicado en ninguna revista científica y expertos señalan la falta de evidencias aportadas y de información nueva, numerosas afirmaciones sin fundamento y caso científico débil.

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La propaganda y politización sobre el origen del SARS-CoV-2 ha impedido el avance de su estudio en todo el mundo, el tráfico de información falsa busca reforzar el relato de la "amenaza china" (Foto: Global Times)

Una declaración de la HKU dice que Yan "nunca realizó ninguna investigación sobre la transmisión de persona a persona del nuevo coronavirus en HKU durante diciembre de 2019 y enero de 2020" y que "además observamos que lo que ella pudo haber enfatizado en la entrevista reportada no tiene base científica, pero se asemeja a rumores".

Además, la supuesta investigación se realizó en parte de la región administrativa especial, distinta de China continental y lejos de la fuente original del brote en Wuhan, por científicos afiliados a la Rule of Law Society. Se trata de un grupo no conocido por su trabajo sobre enfermedades infecciosas pero sí por haber sido fundado en la ciudad de Nueva York por Stephen K. Bannon, el exasesor de Trump acusado por el FBI de fraude, y el promotor inmobiliario chino Guo Wengui, quien tuvo que abandonar China en 2015 tras ser acusado de 14 delitos como violación, secuestro, lavado de dinero, soborno o fraude. Algunos de sus supuestos cómplices llegaron a ser detenidos por el gobierno chino, al que Guo acusa de corrupción.

La Rule of Law Society fue fundada por ambos para "recibir y exponer información sobre la corrupción, la brutalidad, las detenciones ilegales, las condenas excesivas, el hostigamiento y la falta de humanidad omnipresentes en los sistemas políticos, jurídicos, comerciales y financieros de China" mientras que Bannon, quien dirigió la campaña presidencial de Trump en 2016 y trabajó como estratega jefe de Trump en la Casa Blanca, ha culpado durante años a China de dañar la economía de Estados Unidos a través de prácticas comerciales desleales y el robo de propiedad intelectual.

Fue así como el artículo apareció el 14 de septiembre en Zenodo, un sitio web para que científicos y académicos carguen su trabajo antes de que haya pasado por cualquier proceso formal de revisión por pares y medios cartelizados como el New York Post, que vociferaron que el virus que causa la Covid-19 fue potencialmente creado artificialmente en una instalación china.

Además de servir como testigo clave de Bannon sobre el tema del coronavirus en China, Yan también adoptó posiciones alineadas a medios y líderes conservadores como Trump o Bolsonaro promoviendo la hidroxicloroquina como efectiva contra la covid-19, a pesar de la amplia evidencia científica en contra de esa afirmación. El sitio web G News, respaldado por Bannon y Guo, publicó sus comentarios sobre la droga.

La infaltable narrativa de los derechos humanos

Otro de los numerosos frentes de ataque narrativo tiene que ver con lo geopolítico, se ancla en un "nuevo consenso" que considera que la mejor manera de que Estados Unidos debilite a China es hacer que "el mundo se enfrente a China" desde una lucha de valores entre democracia y autoritarismo en la que la democracia liberal estadounidense es el paradigma a seguir por el resto del mundo.

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Comparaciones estéticas entre la propaganda nazi y la propaganda antichina encabezada por carteles políticos y mediáticos estadounidenses (Foto: Twitter / @RodericDay)

Dicha lucha se ha derretido en el transcurso de los últimos años debido a que el paradigma se ha hecho difuso y vacío hasta ser reemplazado por un mercantilismo crudo en el que sus socios europeos, por ejemplo, necesitan más a China de lo que China necesita a Europa. Por eso cuidan lo que exponen en dicha lucha.

Sin embargo, Estados Unidos ha tratado de aislar a China diplomática y militarmente, presentándose como el supuesto defensor de una población uigur "oprimida" mientras aumenta su presencia militar en torno a las fronteras de China.

En la comparsa han participado como siempre los medios de comunicación occidentales difundiendo una historia sobre el supuesto genocidio de la población uigur por parte de China, se trata de una etnia asentada en la extensa y estratégica región autónoma de Xinjiang al noroeste de China.

Se atribuye el origen de dicha matriz mediática a un informe del Instituto Newton de Política Estratégica y a un propagandista alemán que trabaja para una organización marcadamente antichina con sede en Estados Unidos. Según afirman, el presidente Xi habría lanzado una campaña contra los uigures musulmanes en la que los hombres iban a ser acorralados y las mujeres iban a ser esterilizadas a la fuerza para eliminar la viabilidad de la población uigur musulmana.

Además el gobierno estadounidense financia a "activistas de derechos humanos" que forman parte de la Asociación Estadounidense Uigur (UAA) quienes se asocian con legisladores de extrema derecha y operan un club de armas conocido como Altay Defense. Practican técnicas de combate avanzadas con exmiembros de las fuerzas especiales, entrenan a mercenarios privados y miembros del servicio activo de Estados Unidos, también defienden la política pro-Trump y el resentimiento antiinmigrante.

El pasado 21 de marzo fueron captados en video interrumpiendo una reunión contra el racismo anti-asiático en Washington DC, enarbolaban banderas estadounidenses y del "Turkestán Oriental", conducían vehículos con letreros adornados con lemas como "We Love USA", "Boicot a China" y "El PCCh mató a 80 millones de chinos" mientras gritaba insultos como "¡Eliminen a China!" y "¡Que se joda China!".

Por otra parte, las estadísticas oficiales muestran que la población de los uigures ha aumentado en los últimos 40 años de 5 millones 500 mil a 12 millones 800 mil y la esperanza de vida media había aumentado de 30 a 72 años. Solo desde 2010 la población ha crecido un 25% mientras la población Han, que representa el grupo dominante de China, solo aumentó un 2% en el mismo periodo.

Las variables socioeconómicas de Xinjiang han mejorado, entre 2014 y 2019 el crecimiento económico medio aumentó a un ritmo del 7,2% anual y la tasa de escolarización en la enseñanza primaria es del 99,91%, lo que la sitúa como la más alta del mundo.

Mientras los medios difundían que Canadá (donde recientemente fueron hallados 250 cadáveres de niños indígenas en una escuela católica) encabezaba a un grupo de 40 países que emitió una declaración condenatoria a los supuestos malos tratos de China a su población uigur; obviaban que 90 naciones publicaron una declaración apoyando a China y condenando tanto la fabricación de estadísticas de supuesto genocidio como los intentos occidentales de interferir descaradamente en los asuntos internos del país asiático.

La explicación a este frente de ataque narrativo está en la existencia de 30 mil millones de metros cúbicos de petróleo, 10 mil millones de gas natural y varios metales no ferrosos tanto en la región como en sus áreas de influencia, esto incluye cobre y oro. Además Xinjiang limita con Mongolia, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán e India, ello le confiere una posición única para concretar una influencia deseada por Occidente desde hace tiempo, aun más luego de su estruendosa derrota en Afganistán, de donde Estados Unidos se ha retirado.

No se duda de lo importante que son para la plutocracia norteamericana tanto el 80% del suministro mundial de amapola dejado en Afganistán como los 10 mil mercenarios que forman parte del jugoso negocio de la guerra eterna emprendido desde Washington.

Tácticas, racismo y negocios en países satélites

La retórica bélica, junto a las "sanciones" y la subversión, son fundamentales en el esquema de guerra eterna que ha decidido aplicar Estados Unidos y con el cual pretende dominar a países no alineados a su visión unipolar.

Son ya tradicionales sus campañas de propaganda previas a la guerra para centrarse en "enemigos externos" y cada vez aparecen en su órbita política menos personajes que lo denuncien. Recientemente el periodista independiente Ben Norton analizó las tácticas de "guerra cognitiva" utilizadas por Occidente, se trata de "nuevos modos de guerra híbrida contra sus autodeclarados adversarios, como la guerra económica, la ciberguerra, la guerra de la información y la guerra psicológica" con los que la alianza militar está discutiendo un nuevo nivel para convertir a todo el mundo en un arma.

Así lo explica un estudio patrocinado por la OTAN en 2020 sobre esta nueva forma de guerra en el que se explica cómo la alianza está desarrollando tácticas ofensivas y se afirma que "el ser humano es muy a menudo la principal vulnerabilidad y debe ser reconocido para proteger el capital humano de la OTAN, pero también para poder beneficiarse de las vulnerabilidades de nuestros adversarios".

Es así como la propaganda de guerra opera desde los intereses de las empresas armamentistas y las élites políticas que manejan al Pentágono, aun cuando el gobierno de China ha declarado explícitamente su deseo de una relación pacífica y cooperativa con Estados Unidos, sus poderes fácticos insisten en el relato de la "amenaza china" insuflando una Nueva Guerra Fría que en realidad es una escalada unilateral de otro negocio enmascarando al conflicto.

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El diario Le Figaro titula en su portada: "Interferencia, manipulación, desinformación: la infiltración de China amenaza a Occidente", y completa con una encuesta: "¿Cuán asustado estás por la infiltración a Occidente por parte de China?" (Foto: Archivo)

Dicho negocio cuenta con el financiamiento de los Estados occidentales, los multimillonarios fabricantes de armas y grupos conservadores de presión que inundan los medios de comunicación con mensajes que intenta convencer a la opinión pública de que una Nueva Guerra Fría contra China es de su interés. Esta escena no ha variado ni un poco con Biden, antes se ha profundizado.

Dos países satélites de Estados Unidos funcionan como antenas repetidoras de estas tácticas: Australia y Canadá.

Desde Australia, que ha entrado a formar parte del llamado AUKUS, un grupo de presión llamado Instituto Australiano de Política Estratégica (Australian Strategic Policy Institute – ASPI) utiliza una variedad de supuestos problemas para promover su llamado a un reforzamiento militar contra China.

Según el Colectivo Qiao, el ASPI ha pedido la restricción en la concesión de visados a los estudiantes y científicos chinos, acusan a China de poseer un programa secreto de armas biológicas y afirman que China está explotando la Antártida con fines militares. Ha saturado todo el espectro político-mediático cartelizado estadounidense, desde Breitbart y Fox News hasta CNN y el New York Times de matrices creadas o exageradas contra la República Popular.

Aun cuando se hace ver como una entidad imparcial, dicho instituto recibe un importante financiamiento del ejército australiano y de contratistas de armas estadounidenses como Lockheed Martin, Northrop Grumman y Raytheon, también de las embajadas de Israel y Japón, los Departamentos de Defensa y de Estado de Estados Unidos y del Centro de Comunicaciones Estratégicas de la OTAN.

En dicha trama, que Qiao ha denominado Sinophobia Inc., cada reportaje dramático sobre la "amenaza china" implica más buques de guerra en el Mar de China Meridional, más aviones de reconocimiento enviados al espacio aéreo chino y más estaciones de misiles y antimisiles instaladas en los países "aliados" de Estados Unidos y sus Estados clientes en Asia y el Pacífico. Así fluyen miles de millones de dólares desde los contribuyentes de esos países hacia los fabricantes de armas estadounidenses, que financian discretamente las "investigaciones" que justifican el aumento de la escalada militar contra China.

Por otra parte, el gobierno de Canadá se alineó a Trump en su guerra comercial contra China. En 2018 dicho gobierno detuvo a Meng Wanzhou, directora financiera de la empresa china Huawei, ello detonó una crisis no solo diplomática sino una campaña antiasiática que ha visto efectos claros.

El pasado mes de junio, una encuesta del Instituto Angus Reid reveló que más de la mitad de los canadienses de origen asiático habían experimentado personalmente el racismo antiasiático en el último año. Un senador canadiense llamado Yuen Pau Woo (de ascendencia asiática) compartió en las redes sociales una columna del periódico Toronto Star, que parafraseaba al diplomático estadounidense retirado Chas Freeman al decir que "Estados Unidos, con la ayuda de Canadá, tomó como rehén a Meng (Wanzhou) en primer lugar como parte de su guerra comercial y tecnológica con China".

El resultado fue un aluvión de racismo antiasiático contra el senador, desde exigencias de "lealtad" hasta calificaciones de "espía chino". Aun cuando funcionarios canadienses de alto nivel llegaron a argumentar que el caso de Meng era claramente de naturaleza política.

Cuando Woo y otros 32 senadores votaron en contra de una moción que pretendía condenar a China por la supuesta discriminación de los uigures en Xinjiang, también enfrentó a la retórica de odio y a los mensajes racistas hasta ser instado a "volver a casa".

El comercio entre China y Australia no solo está en un nivel récord, sino que no ha dejado de crecer desde la pandemia y parece que, en medio del discurso bélico, seguirá haciéndolo. Desde 2015 existe un acuerdo de libre comercio entre ambos países y, según datos del gobierno australiano, el comercio es sólido y está mejorando, a pesar de alguna que otra disputa.

Por su parte, el comercio entre China y Canadá creció un 19,9% desde principios de 2020 hasta comienzos de 2021. Las importaciones de Canadá desde China, y sus exportaciones a China, habían crecido ambas en dos dígitos en solo un año. Así lo informó el embajador de China en Canadá, Cong Peiwu, en un reciente artículo de opinión publicado en la revista de noticias Business In Vancouver.

Con todo contra China

La campaña de guerra psicológica contra Beijing incluye el patrocinio de autores y artistas para crear propaganda antichina, veremos productos de "entretenimiento" enfilados a hacer esa labor a la vez que Estados Unidos se reequipa para una posible guerra intercontinental contra China o Rusia.

Como se ha dicho, Biden ha mostrado su disposición a ser tan agresivo como Trump con respecto a las naciones consideradas como adversarias de Estados Unidos, esto a pesar de que durante la campaña presidencial presentó sistemáticamente a Trump como un títere del Kremlin y blando con China.

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La política de Biden hacia China no se diferencia mucho de la aplicada por Trump (Foto: Global Times)

Muchos son los analistas y think-tanks que consideran que "el intento de China de dominar Asia es la amenaza más importante del siglo XXI", exhortan a que la política estadounidense "se organice para negar a Beijing la hegemonía regional y disuadir cualquier aventurerismo militar, en primer lugar y sobre todo, mediante un mayor compromiso con la defensa de la isla de Taiwán": así lo dijo Elbridge Colby en su libro La estrategia de la negación: La defensa estadounidense en la era de los conflictos entre grandes potencias. El autor estuvo en el Pentágono de Trump ayudando a diseñar su estrategia de defensa nacional.

Los eventos siguen un curso que puede hacer girar al mundo a escenarios más críticos, es posible que ni sus provocadores estén preparados.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<