Jue. 21 Noviembre 2024 Actualizado 4:32 pm

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Ahora, ¿sobre qué base, en cuál idea nos sustentamos para que se genere ese otro maestro colectivo? (Foto: El Cayapo)

Maestro esclavo que forma esclavo

En las antiguas culturas guerreras, los maestros eran esclavos domésticos que se usaban por sus conocimientos para entrenar o enseñar a los hijos de los dueños en las diversas artes y filosofías, en la ética y la moral, e incluso para la guerra.

Según el relato mitológico de la existencia de la cultura occidental, nos refiere que en distintas épocas se destacaron algunos de esos esclavos que la burguesía rescata para fortalecer su mito de cultura sabia y pensante y no la carnicera y cebada maquinaria de robar y asesinar que realmente es.

Desde entonces nos han entregado como maestros a los Aristóteles, Sócrates, Epicuro, y otra larga lista de esclavos clásicos en las distintas ramas del saber poderoso, que justificaron como natural la existencia de la esclavitud y la preeminencia de los dueños como una clase superior por encima de los esclavos, incluyéndose a ellos mismos.

Después, con la imposición de la religión cristiana y el mundo feudal con su monarquía y los señores de la guerra, aparecieron los maestros religiosos, quienes con los conocimientos acumulados de la guerra los aplicaron sutilmente en la formación del nuevo orden burgués que aparecería siglos después. De allí surgieron los Maquiavelo, los Da Vinci, los Rafael, los Spinoza, los Hegel, los Lutero, los Tomás Moro, los Copérnico y una larga lista de sabios, todos esclavos de las coronas que cuando ya no les servían simplemente les asesinaban. Muchos se rebelaron y se afiliaron a las nuevas órdenes que comenzaba a imponer la clase emergente, es decir, la burguesía con su nuevo concepto de humanidad.

Con la imposición de la burguesía en el poder surgieron los maestros científicos, literarios, artísticos, musicales, políticos, pedagogos, guerreros, que no solo eran maestros en sus oficios, sino que se dedicaron a transmitir sus conocimientos pagados por el nuevo régimen burgués, que como urgencia del nuevo modo de producción necesitaba que los esclavos adquirieran otros conocimientos acorde con el nuevo aparato de producción.

En la medida que el nuevo estamento se consolida se hace necesario masificar la enseñanza y los industriales o empresarios acuden a la iglesia, quienes habían acumulado un inmenso conocimiento para disciplinar y hacer obedecer por medio de los métodos de torturas que habían sofisticado y les había convertido en unos verdaderos maestros en esto de que la letra entra con sangre.

Con estos métodos no solo sometieron a los pobres de Europa sino que se regaron por todo el mundo, y así fueron torturadas millones de personas en todo el planeta, a las que al final les torcieron el cuerpo y el cerebro para siempre en nombre del hombre recto y de buen proceder. Desde entonces no existe el niño que le guste la escuela, parafraseando al poeta Carlos Angulo: "Los cráteres del océano están llenos con las lágrimas de los niños camino a la escuela".

Desde entonces la educación, colóquese el nombre que se le coloque, no es más que un método de tortura que busca la humillación del esclavo domesticándolo en cada modo de producción, que se va perfeccionando a lo largo del tiempo y los avances de estos modos de producción, con el objetivo de mantener las ganancias y el poder en manos de los dueños y sus necesidades.

Hay una diferencia abismal entre el método para entrenar esclavos, ya sean gerentes o barrenderos, y los que se usan para formar en el ejercicio del dominio a los sustitutos de dueños para que ejerzan el libre albedrío. Ni son iguales los centros de entrenamientos ni las condiciones en que se entrenan, ya que los conocimientos que se imparten en uno y otro bando son radicalmente distintos. En el caso del dueño es para mandar y predominar en el poder; a los dueños se les educa para que sean dueños, para que entiendan que el don de mando es natural y les pertenece, y que todos los demás, o son la competencia o son los esclavos a los que puede escoger y comprar, para que ejercite y desarrolle su libre albedrío de acuerdo con sus necesidades de ganancia.

Mientras que a los esclavos se les forma como aspirantes: es una educación basada en la obediencia a ciegas y la disciplina militar, en competencia con los otros esclavos para desarrollar capacidades de servidumbre que les permitan mayores salarios, pero fundamentalmente se nos enseña que el sistema es inmutable, que no se debe cambiar, que sin él es imposible la existencia. Y, en el caso del esclavo, es para que acepte su sometimiento y lo crea natural. En la actualidad, cuando hablamos de esclavos, no hacemos referencia a señores andrajosos, cargados de látigos y cicatrices, sino que hablamos de profesionales, artistas, académicos, carpinteros, herreros, albañiles, gerentes, deportistas, misses, ministriles de todo tipo, profesionales mediáticos, en fin, de todos aquellos que recibimos un salario, sea de la cifra que sea.

Ahora bien, habitamos este territorio en pleno siglo veintiuno, las condiciones de esclavitud no han variado sino en la forma, porque los esclavos lo seguimos siendo de generación en generación, de modo de producción en modo de producción, de esclavista a terrateniente, de terrateniente a capitalista-humanista, y los maestros siguen siendo los mismos, llámense religiosos, pedagogos, docentes, profesores, licenciados, doctores, rodriguianos, lancasterianos, libertarios o freireanos.

En el sistema actual, el maestro solo será un esclavo formador de esclavos

La única diferencia es que en la antigüedad vivían en casa de los amos y enseñaban a los señoritos, hoy deben pagar por entrenarse para ser maestros (aunque los Estados faciliten algunas condiciones), casa, ropa, libros, cuadernos, lápices, transporte, comida y otras necesidades básicas. Después de graduados pasan a ganar salarios de esclavos, pero en la creencia frustrada de que ellos son más importantes que los demás esclavos. Por supuesto, lo que se tenía en el cerebro es estudiar medicina, derecho, ingeniería; un médico es muy respetado, vive en urbanizaciones caché, la imagen del médico en los campesinos es el tipo que vive en una tremenda casa, hijo de familia acomodada o un pobre iluminado que logró salir de abajo, pulcro, bien vestido, hablar pausado, bien educado, esa bata blanca generaba mucho poder; en cambio el maestro vive en cualquier urbanización obrera, no impone ningún poder más allá del que genera someter a cuarenta niños en la clase, su único control, su dictadura, está en ese salón de clase abarrotado de futuros esclavos.

En las universidades se generó un filtro, porque no se requerían tantos médicos como maestros, y la gran mayoría aspiraba a médico, ingeniero, abogado, pero cuando se solicitaba cupo para estas carreras llamadas prestigiosas, la universidad pintaba una gran paloma sin ser Picasso; pero quedaba el premio de consolación, la educación. Entonces los frustrados se apretujaban en los salones de educación, los que no pudieron ser ingenieros, médicos, contadores, administradores, relacionista industrial, terminaron frustradamente en educación.

Sin querer, quienes instruyen y educan aspiraban a prestigios, alabanzas, posición social, reconocimiento, estatus, y lo que obtuvimos fue educadores, médicos, ingenieros, contadores, administradores, arquitectos, poetas, artistas para una mina, según las necesidades del capital extranjero, asentado con sus inmensos pitillos succionando este territorio.

A ese maestro le enseñaron fue fórmulas y a repetir palabras y números que para él o el alumno nada decían, como el famoso pluscuamperfecto y los quiebracabeza de los quebrados. Si la escuela es militar, es cristiana o liberadora, al final los maestros son repetición permanente construyendo esclavos para el capitalismo en su inmensa mayoría, sin saberlo, creyendo el viejo cuento de "al maestro con cariño", pero pasan la vida de protesta en protesta, de huelga en huelga, exigiendo que se les pague de acuerdo con su condición de maestros, profesores, docentes, licenciados, pedagogos, doctores sin lograr comprender que los salarios son directamente proporcionales a la cantidad de plusvalía que el trabajador produce, y el maestro que es contratado por millones en el planeta no es menos esclavo que un carpintero, un albañil, un herrero, incluso uno de estos oficios puede reportar mayores ganancias si el trabajador se especializa, es decir, que por aprendizaje llega a ser un doctor en carpintería o herrería o albañilería, termina ganando por encima del promedio de los salarios de maestros en sus diferentes escalafones.

Y, peor aún, las empresas privadas de educación pagan menores salarios a los maestros, quienes no gozan de las prerrogativas del maestro asalariado por el Estado, a quien los dueños le impusieron el papel de maestro mayor, responsable de la educación, Estado docente, y los dirigentes del Estado se vuelven magos tratando de resolver un dilema sin solución. Desde que se institucionalizó la educación formal en manos del Estado, este siempre ha arrastrado una deuda impagable con los maestros, y como es una carga bastante grande, todos los gobiernos se ven obligados al ejercicio de ofrecer sin cumplir. Por cierto, la única vez que se le ha pagado deuda impagable al sector educación fue con el gobierno del Comandante Chávez y el petróleo sobre 100. La realidad es que esa escuela, y hablamos no solo de su forma carcelaria sino de su contenido, tal y como está, no sirve para construir el país-niño que necesitamos. El gobierno puede pagar los 10 mil dólares mensuales, puede pintarla, puede dar uniforme, comida a todos los alumnos, a los maestros, aumentarle al sueldo a los bedeles, a los directores y no va a funcionar, sino para lo que está destinada: para formar esclavos. En todos los países-mina, el maestro nunca superará su condición de esclavo, a menos que ejercite la política y la use para robar, pero siempre estará al servicio de quien le permitió el robo. De todas maneras ¡agapito! El maestro solo será un esclavo formador de esclavos.

Recapacitamos: el maestro sí puede salir de su condición de esclavo por medio de la política, porque si bien puede dedicarse al robo, también puede convertirse en esclavo contradictorio, es decir, que puede comenzar a cuestionar su labor, su ética, su moral y descubrir que ninguna le pertenece, y que solo es una necesidad de los dueños mantenerlo esclavo, y a partir de allí puede abrir puertas y ventanas desconocidas desde donde mirar la realidad de la cual ha sido alienado y comprender la necesidad de construir un país sin las condiciones-mina en que este territorio Venezuela ha sido convertido desde hace quinientos años, y entonces comenzar a separarse del capitalismo desde el ámbito mental y comenzar a producir junto a los otros la idea que nos conduzca colectivamente a fundarnos, a sembrarnos como pueblo y país con raíz fuerte.

Porque este maestro contradictorio es necesario, lo necesitamos para instruir políticamente a los niños, para que no sean más los sustitutos de sus padres en el proceso productivo capitalista y así no reproducir la esclavitud.

Ahora, ¿sobre qué base, en cuál idea nos sustentamos para que se genere ese otro maestro, que con entusiasmo y conocimiento, de la importancia de su trabajo, se dedique, se consagre a construir el niño-país necesario, para que todos vivamos para todos?

Necesitamos sustituir la condición de imitadores por la de creadores

¿Qué significa educar a este hijo-país? ¿Simboliza que el maestro debe pertenecer al hijo-país, pero en su contradicción, él debe saber que lo engendra, pero que también aprende con él a ser maestro, porque tiene que aprender qué es un niño, su psicología, cómo funciona, cultivar la paciencia, el método de enseñanza a diseñar? No solo que la cultiven en el oficio, sino que la deben cultivar en la construcción del niño, en la educación del niño, en la instrucción del niño-país, que a la vez es su propia instrucción, porque en ese acto político el niño será adulto, igual que lo será el maestro; es un acto político educar, instruir a un niño, porque el niño va a vivir en comunidad y se deberá a esa comunidad, no como estúpidamente se dice que el niño se debe a sí mismo, no. El niño se debe a una comunidad porque él no come solo, no se viste solo, no calza solo y todo es un acto político, y el niño y el maestro contradictorio deben saber de dónde se origina, cómo se origina y a través de qué se origina ese acto político.

En la actualidad también es un acto político, solo que ese acto tributa a las ganancias de los dueños y remacha la esclavitud de los oprimidos. El maestro contradictorio se quedará solo y necesitará de la compañía de ese niño-país, que también estará solo en ese largo proceso de constituirse, de hacerse territorio sin dueño. El niño-país y el contradictorio deben decidir si exigirse más allá de lo que sus cuerpos entregan con fervor.

La arquitectura de las casas, herramientas, instrumentos de trabajo, modales, uso del lenguaje, de la palabra, de las matemáticas, de la física, de la química, de la biología, del arte, de la historia, de la geografía, de la política y la filosofía, eso debe enseñarlo el maestro colectivo del futuro, porque en definitiva la formación debe ser comunitaria y eso es lo que ha de significar el título de maestro, una comunidad en la que se debe confiar a ciegas, pero no solo en su oficio, en su conducta, en su comportamiento, en su ética, en su moral: debe ser referente para la cultura. Por tanto, todos los días esta comunidad-niño-país debe esforzarse por hacer bien las cosas que hace; eso en esencia es lo que es un maestro para un país-niño.

Enseña la existencia de un país, de un territorio y ama el trabajo que hace, lo quiere, lo aprecia, le ve muchísima importancia. Sin eso, él sabe que un país no puede existir sin gente formada, educada, preparada, instruida. Ese maestro no está enseñando formas, que también las enseña, pero enseña fundamentalmente contenidos; que contiene, que sustancia es el territorio, la gente y el trabajo, que significa trabajar sobre la realidad, que significa hacer arquitectura de un territorio y de la gente en el territorio, que significa crear herramientas, que significa crear maquinarias, que significa sembrar, que significa pescar, que significa llevar adelante un proceso de construcción de un territorio para eliminar la mina y ser un país: sobre esas cosas debe enseñar un maestro; necesitamos pénsum de estudios originales para construir un país-niño original y necesitamos maestros originales, no importa que no sepan leer ni escribir, pero que sean originales en su oficio, en su conducta, en su ética, y a leer y escribir en esos mapas que nos tracen como país.

No es que hay que traer maestros de Europa o Estados Unidos, aquí tenemos que resolver el problema, porque estamos creando bodrios. Cada día los niños están peores y peores y peores y peores en su campo instructivo, en su campo educativo, en su campo ético-moral, en sus conceptos de arte, en sus conceptos de poesía, en sus conceptos de música, en absolutamente todo. Ya el niño es vallenato, es reguetón, es raspaculo, cualquier pendejada, pero no tiene una construcción y una constitución ética-moral, es imitador, un imitador masivo de súperhéroes, consumidor compulsivo no solo de imaginarios sino de objetos.

Entonces, las preguntas son: ¿Cuál país queremos y cómo lo queremos? ¿El actualmente mina o el país-niño posible? ¿Cuál maestro necesita entonces ese país? ¿Lo discutiremos o no? ¿Metemos el problema bajo la alfombra? Porque así le paguemos 10 millones de dólares a cada maestro repetirá el mismo niño analfabeta disciplinado y obediente que tenemos desde los 1960 en este país. Profesores que dan clases en las universidades con la famosa tres hojitas de una tesis y durante veinticinco años no estudiaron nunca más, y ahora con la inteligencia artificial sí es verdad que se acabó lo que se daba como mentira educativa.

La contradicción a resolver en el tiempo en que está planteándose el país como un dato de independencia, de soberanía, es que no requiere de nosotros como imitadores, aplaudidores, apoyadores, consumidores. Requiere de nosotros como creadores, inventores, diseñadores, arquitectos, ingenieros, maestros, médicos colectivos, porque se nos sigue repitiendo el mismo médico de la bata blanca que domina y tiene poder en el consultorio, en el quirófano, pero esa medicina que se requiere colectiva para curar a un territorio transmutado en mina por la ambición capitalista desde hace quinientos años no nos sirve a nosotros los esclavos.

Por eso necesitamos curarnos para ser un país; maestros, profesores, médicos, ingenieros, abogados, técnicos, poetas, músicos, pintores, carpinteros, campesinos, herreros, albañiles, pescadores, mecánicos: necesitamos absolutamente todos curarnos, sustituir la condición de imitadores por la condición de creadores, condición vital para poder existir como país, como gente, en un territorio al cual pertenecer y por tanto independiente de cualquier potencia o poder fuera del territorio.

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