Lun. 31 Marzo 2025 Actualizado Viernes, 28. Marzo 2025 - 17:44

El presidente guyanés, Irfaan Ali, a la izquierda, con el secretario de Estado Marco Rubio el jueves en Georgetown, Guyana

El presidente guyanés Irfaan Ali, a la izquierda, con el secretario de Estado Marco Rubio el jueves en Georgetown, Guyana (Foto: Nathan Howard)
Una agenda centrada en provocaciones y conspiración energética

Marco Rubio viaja a Guyana para afianzar el dominio colonial de EE.UU.

El pasado 24 de marzo el Departamento de Estado anunció la visita de Marco Rubio a Jamaica, Guyana y Surinam los días 26 y 27 de marzo, con la justificación de "impulsar las prioridades de política exterior estadounidense del presidente Trump en el Caribe".

Sin embargo, la selección de estos destinos y el contexto actual, marcado por la amenaza de imposición de aranceles secundarios a Venezuela y el interés en lo que denominan "seguridad energética", evidencian que el verdadero foco de la gira está puesto sobre este país.

Eso quedó aun más claro el 25 de marzo cuando la portavoz del Departamento, Tammy Bruce, afirmó que la administración estadounidense busca "reforzar la seguridad energética" y "oponerse a las influencias malignas que amenazan la estabilidad de nuestro hemisferio", un eufemismo que, en el lenguaje geopolítico de Washington, apunta directamente hacia Venezuela.

Pero fue el Enviado Especial para América Latina, Mauricio Claver-Carone, quien dejó al descubierto la verdadera agenda de la gira al referirse al Caribe como "nuestra tercera frontera y, en algunos casos, nuestra primera frontera". Vinculó el itinerario con una estrategia de control sobre las rutas marítimas y los recursos energéticos en la región, tradicionalmente vinculados con la cooperación de Venezuela.

Su declaración más reveladora fue: "Todo eso ha terminado y ha llegado el momento de pasar página", dijo, en alusión a Petrocaribe y a la campaña de intentar sustituir los barriles de crudo y derivados venezolanos en la cuenca.

La insistencia en la "oportunidad histórica para la seguridad energética en el Caribe" no es casual: bajo el pretexto de combatir supuestas "prácticas extorsivas", el verdadero objetivo es desplazar la participación de Caracas y reconfigurar el mapa energético regional a favor de los intereses de Washington.

Esta gira no es un hecho aislado sino parte del entramado sistemático de la obsesiva agenda de presión contra Venezuela que desarrolla el secretario de Estado.

EL PEÓN DE RUBIO

Desde hace años el hoy jefe de los asuntos exteriores de Estados Unidos ha avanzado en convertir Guyana en un puente de embestida contra Venezuela.

Con un Estado débil y una élite política sumisa, la República Cooperativa se ha vuelto un blanco fácil para actores como Rubio, quienes ven en la disputa territorial con el país vecino una plataforma estratégica para impulsar los objetivos geopolíticos del imperio estadounidense.

Su relación con el gobierno guyanés no es nueva. Durante los comicios de 2020 en ese país, el entonces senador presionó activamente a David Granger, promoviendo la "transparencia" del proceso electoral, para asegurar la victoria de Irfaan Ali, quien ganó por un mínimo margen.

Una vez en el poder, el ahora presidente guyanés y su administración no han escatimado en gestos de alineamiento con la política exterior estadounidense, especialmente cuando se trata de Venezuela.

En septiembre de 2024 Rubio sostuvo un encuentro con el mandatario en el que dejó clara la cercanía de sus posturas. Apenas se confirmó su nominación como Secretario de Estado en enero de este año, su primera llamada con Ali ya dejaba entrever la dirección de su política en el continente, enfocada exclusivamente en Venezuela: la Casa Blanca respaldaría "firmemente la integridad territorial de Guyana" ante lo que describió como "acciones belicosas de Nicolás Maduro y sus secuaces".

Las autoridades guyanesas celebraron abiertamente su designación. "Nos complace enormemente que el senador Rubio sea el Secretario de Estado. Esperamos una firme solidaridad de él y del presidente Trump, así como de la administración estadounidense, en la controversia fronteriza entre Guyana y Venezuela", afirmó el vicepresidente Bharrat Jagdeo el 14 de noviembre de 2024.

Asimismo, es oportuno recordar que en un artículo de opinión para el portal "Informe Orwell" de enero 2024 Rubio sostuvo que "si vamos a mantener la fortaleza de Estados Unidos a lo largo del siglo XXI, necesitamos que aliados como Guyana sean libres, que dictadores como Maduro sean disuadidos y que las cadenas de suministro en su totalidad, desde la mina hasta la línea de ensamblaje, sean seguras".

A cambio del respaldo estadounidense, la administración guyanesa ha estado dispuesta a ofrecer hasta lo que no tiene. Por ello, ese territorio se ha convertido en un peón útil en el tablero del ahora Secretario de Estado para agredir Venezuela por cualquier vía posible.

DECLARACIONES EN GUYANA

Rubio participó en la cumbre de la Comunidad del Caribe (Caricom) en Kingston, donde se reunió con las altas autoridades de Haití, Jamaica, Barbados y Trinidad y Tobago. Posteriormente, el 27 de marzo llegó a Georgetown en una visita que coincidió con ejercicios militares conjuntos entre la Armada de Estados Unidos y la Fuerza de Defensa Guyanesa.

Durante su estadía se firmó un memorando de entendimiento para fortalecer la colaboración en seguridad, con énfasis en el intercambio de información, la lucha contra el crimen organizado y la cooperación militar, acciones que buscan incrementar la presencia de Estados Unidos en la región y ejercer provocaciones hacia Venezuela, desconociendo su legítimo reclamo sobre el Esequibo.

En la rueda de prensa junto a Irfaan Ali, apodado "Zelenski del Caribe", Rubio insistió en la "amenaza" que representa Venezuela para la región y dejó abierta la posibilidad de represalias estadounidenses en caso de un conflicto territorial.

El tono del mandatario se alineó con los intereses de Washington, evidentemente, así que agradeció el respaldo ofrecido por ese país en materia de seguridad y afirmó que la reunión sirvió para "definir políticas y consolidar una agenda bilateral" en sectores claves como energía, infraestructura y defensa.

Además, no perdió oportunidad de acusar falsamente a Venezuela de "flagrante violación" de la orden de la Corte Internacional de Justicia y de la Declaración de Argyle.

Cabe destacar que el 13 de marzo, en el marco del foro CERAWeek, Ali se reunió en Houston con el general Randall Reed, jefe del Comando de Transporte de Estados Unidos (Ustranscom, según siglas en inglés), lo cual reforzó la subordinación colonial en términos militares ante Washington en un contexto de creciente tensión en el Esequibo.

Ahora bien, el cubano-estadounidense, fiel a su discurso agresivo, calificó sin pruebas a Venezuela como un "régimen narcotraficante" con "reclamos territoriales ilegítimos" y advirtió que cualquier acción de Caracas contra Guyana o ExxonMobil tendría "graves consecuencias".

Su declaración no es casual: la corporación petrolera es crucial en la explotación ilegal de los yacimientos en la fachada atlántica del Esequibo venezolano, por lo que el interés de la visita de Rubio también estuvo centrado en ofrecer mayores garantías de seguridad a la actividad ilegal de la compañía.

Aunado a ello, la presencia de ExxonMobil en esos espacios no solo persigue intereses económicos sino que forma parte de una estrategia de dominación geopolítica. El secretario lo dejó claro al afirmar que Estados Unidos busca "ser un socio" en la "transformación" del país, una frase que enmascara su injerencia directa en asuntos energéticos y militares.

El acuerdo firmado consolida esta dinámica y transforma la excolonia británica en un territorio bajo control efectivo de Washington, es decir, en su satélite, bajo un patrón de colonización por medios económicos, militares y energéticos.

Continuó agregando más comentarios en su anhelado plan de escalada militar contra Venezuela: "Sería un muy mal día para el régimen venezolano si atacaran Guyana, una muy mala semana, y no terminaría bien para ellos", amenazó abiertamente.

Rubio no dejó espacio para la ambigüedad en sus declaraciones. "No voy a entrar en detalles sobre lo que haríamos, pero creo que todos lo entienden", dijo, en una advertencia velada que sugiere que Estados Unidos ya tiene un aparente plan de acción militar en caso de una escalada en la disputa territorial entre Venezuela y Guyana.

EL PRETEXTO OBVIO: TREN DE ARAGUA

Como era previsible, el exsenador republicano repitió el desgastado guion sobre la criminalización de Venezuela como justificación para empujar el objetivo de una mayor presencia militar en la región.

En la conferencia con periodistas introdujo este punto: "Y por cierto, también queremos deshacernos de los miembros de las pandillas. Venezuela nos ha enviado una cantidad de ellos. Seguro han oído hablar del 'Tren de Aragua', una pandilla terrible, una pandilla viciosa".

Como hemos documentado en Misión Verdad, la narrativa sobre el Tren de Aragua, especialmente tras la operación de bandera falsa en el río Cuyuní, fue útil para construir la imagen de una supuesta amenaza transnacional.

A través de una operación mediática y psicológica meticulosamente orquestada, se intenta captar la atención de la administración estadounidense y ubicar el conflicto como una cuestión prioritaria de "seguridad regional".

Este recurso permite a Washington, en particular al exsenador cubano-estadounidense, justificar no solo sanciones ilegales y presiones diplomáticas sino también una mayor injerencia en el Esequibo.

En este contexto, la firma del memorándum con la cláusula de compartir información abre las compuertas para futuras operaciones de bandera falsa en las que el gobierno guyanés, con la colaboración de Estados Unidos, pueda detener a cualquier venezolano y acusarlo sin pruebas de pertenecer al Tren de Aragua.

Así lo dice Rubio: "Así que creo que si tenemos información de que alguien ha entrado a su país [Guyana] con malas intenciones, queremos poder compartirla con su gobierno. Tenemos información sobre un miembro de la pandilla Tren de Aragua de Venezuela. Queremos asegurarnos de que tengamos colaboración y compartir noticias. Si tenemos información de que algunos narcotraficantes se están estableciendo aquí y han decidido convertir esto en una base de operaciones, lo cual podría generar violencia y guerra, como guerra entre pandillas, queremos compartirla con ustedes".

Esto contribuiría a la construcción del expediente que el Secretario de Estado está agilizando con el objetivo de captar la atención de Trump sobre la situación en Guyana y vincular este escenario con la banda extinta en Venezuela, que ha sido un eje central en la nueva agenda de presión contra el país. En consecuencia, desde el enclave colonial guyanés se seguirá presentando a los migrantes venezolanos como una "amenaza" con el fin de justificar futuras medidas coercitivas y represivas, tanto en Estados Unidos como en la región.

No es un libreto nuevo, la estrategia sigue el mismo patrón que la Casa Blanca ha aplicado en otros escenarios: sobredimensionar problemas de seguridad para justificar intervenciones y ejecutar objetivos geopolíticos.

La securitización del discurso es una herramienta recurrente para transformar disputas estratégicas en supuestas cruzadas contra el crimen, preparando el terreno para acciones más agresivas.

De hecho, Rubio alimenta el discurso con afirmaciones desmesuradas al describir a los migrantes detenidos en El Salvador como "gente realmente mala" y llevar la comparación al extremo equiparándolos con los prisioneros más peligrosos de Guantánamo: "Los marines de Guantánamo dijeron que estas son algunas de las personas más rudas con las que hemos interactuado. Eran peores que los miembros de Al Qaeda que estaban en sus cárceles. Piensen en eso".

Tales declaraciones, pronunciadas con una ligereza alarmante, no solo exageran la situación sino que también buscan generar un estado alarmante que justifique medidas más agresivas.

El reciente acuerdo de "seguridad" entre Estados Unidos y Guyana se inscribe dentro de una maniobra calculada para afianzar la injerencia de Washington en la región y consolidar a Georgetown como un puesto de avanzada en su estrategia geopolítica contra Venezuela.

El secretario cubano-estadounidense, con su incesante fijación en Venezuela, ha encontrado en el Esequibo un frente oportuno para alimentar su plan desestabilizador.

La creciente dominación colonial sobre Guyana, las inversiones en infraestructura securitaria y el discurso insistente sobre una supuesta "amenaza venezolana" responden a un diseño ostensible que busca justificar una mayor presencia estadounidense en la zona y, a la vez, garantizar los intereses de ExxonMobil en las aguas por delimitar.

Finalmente, tal como dijo Claver-Carone en la reciente rueda de prensa sobre este viaje, "el talón de Aquiles en el Caribe ha sido Petrocaribe", una admisión disfrazada de amenaza que confirma lo que Washington ha intentado ocultar durante años: la cooperación energética impulsada por Venezuela ha sido y seguirá siendo un muro de contención frente a los planes hegemónicos de Estados Unidos en la región. 

La agenda injerencista de Washington persiste, ExxonMobil se erige como el brazo corporativo de esta estrategia asegurando que la disputa territorial y las presiones diplomáticas sirvan a sus intereses, pero en conjunto con cada maniobra desesperada por reescribir el mapa energético regional —de lo que se considera la "tercera frontera" de EE.UU. lo único que evidencian es su interés por derribar la plataforma de cooperación energética que construyó Caracas en la región.

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