Mientras el número de muertos en Gaza se acerca a los 53.000, la mayoría de ellos mujeres y niños, a la par que sus hospitales, escuelas y campos de refugiados yacen en ruinas, el mundo asiste a una catástrofe que desafía el lenguaje convencional de la guerra. No se trata de una guerra librada por territorio u objetivos militares. Es algo más sistemático, más siniestro. Es necropolítica en su forma más cruda: el gobierno calculado de la muerte.
"Se trata de un intento de borrar no solo la vida palestina, sino también las pruebas de su existencia", declaró el Dr. Ghassan Abu Sitta, médico y humanitario británico-palestino de renombre, que trabajó en los hospitales de Gaza durante las primeras semanas del genocidio israelí en curso.
Acuñada por el filósofo camerunés Achille Mbembe, la necropolítica amplía el concepto de biopolítica de Michel Foucault, el poder de regular la vida, centrándose en el poder del Estado para determinar quién puede morir. Mbembe escribió sobre los "mundos de la muerte": espacios donde las poblaciones se convierten en desechables. Gaza se ha convertido en un caso de manual. Lo que "Israel" enmarca como una necesidad militar es, de hecho, una arquitectura del desamparo. Los ataques contra hospitales, líneas de combustible y los llamados "corredores seguros" no son daños colaterales, sino una política.
"La inanición se ha convertido en una estrategia de Estado", ha declarado Mustapha Ibrahim, presidente del Consejo de Administración de la Fundación Al-Dameer para los Derechos Humanos. "Y el silencio del mundo lo hace cómplice de un exterminio lento y deliberado".
El asedio de Gaza, que dura ya casi dos décadas, ha transformado la franja en un laboratorio de precariedad artificial. En un preocupante alarde de cálculo necropolítico, las autoridades israelíes han hablado abiertamente de hacer que la franja sea "inhabitable". Cuando se bombardean escuelas gestionadas por la ONU y se desmantelan deliberadamente las infraestructuras de electricidad y agua, la soberanía no se declara mediante la gobernanza, sino la supresión.
"Pan y balas": El humanitarismo como espectáculo
La pretensión del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de "desarraigar" a los palestinos por su seguridad mientras sigue ocupando sus tierras, no es humanitarismo; es la militarización del desplazamiento. Como le dijo a Al Mayadeen English el Dr. Mohammad Sweidan, académico y escritor en asuntos internacionales: "Esto es necropolítica en forma del siglo XXI: la circulación simultánea de pan y balas".
Esta contradicción performativa queda aún más al descubierto por las mismas potencias occidentales que envían armas a "Israel" una semana y abren "corredores humanitarios" la siguiente. Esto no es diplomacia. Es una coreografía de vida o muerte.
Estados Unidos, la Unión Europea y otros gobiernos occidentales no son meros espectadores. Son facilitadores, arman a "Israel", lo protegen de la rendición de cuentas y permiten que el derecho internacional se convierta en una herramienta de gobierno por asedio.
Ni siquiera el enfoque transaccional del presidente estadounidense Donald Trump, eludiendo a Palestina mientras cortejaba a los regímenes del Golfo, desafió esta lógica necropolítica. La reafirmó. "Las vidas palestinas siguen siendo moneda de cambio; prueba de la tesis de Mbembe de que la soberanía se ejerce ahora a través de gradaciones de lo desechable", observó Sweidan.
Desplazamiento forzoso como estrategia, hambruna como política
La propia narrativa humanitaria se ha convertido en un teatro. El espectáculo mediático en torno a la liberación de un cautivo israelí-estadounidense, mientras medio millón de habitantes de Gaza se acercan a la hambruna, no es compasión. Es desviación. "Resaltas una sola vida", dijo Sweiden a Al Mayadeen English, "para ocultar a una población encerrada en zonas de muerte".
El desplazamiento masivo en Gaza no es fortuito. Es estratégico. "Fragmenta la sociedad palestina y crea un vacío territorial más fácil de controlar para las fuerzas israelíes", afirma Sweiden. La necropolítica convierte a pueblos enteros en sujetos móviles y precarios, borrados de un mapa y redibujados como amenazas en otro.
La brutalidad no es aleatoria. Es burocrática. "Mapas de evacuación actualizados cada hora; cuotas de calorías calculadas al gramo", señaló Sweiden. "Esto no es caos, es control".
"Israel" contra la vida misma
En abril de 2024, una tragedia silenciosa pero devastadora se desató entre los escombros de Gaza. Un ataque aéreo israelí contra el Centro de Fecundación In Vitro Al Basma, la mayor clínica de fertilidad de la Franja, destruyó cinco tanques criogénicos que almacenaban más de 4.000 embriones y otros 1.000 materiales genéticos. Los tanques, que dependen del nitrógeno líquido para preservar estos frágiles comienzos de la vida, se rompieron al bombardear la unidad de embriología del centro. Las tapas saltaron por los aires y el futuro se disipó en humo.
"Fue una masacre de vidas potenciales", afirmó el Dr. Bahaeldeen Ghalayini, ginecólogo formado en Cambridge que fundó la clínica en 1997. "Sabemos profundamente lo que estas 5.000 vidas, o vidas potenciales, significaban para los padres, tanto para el futuro como para el pasado".
Para muchas parejas palestinas, los embriones y el material reproductivo almacenado eran la única oportunidad que les quedaba de tener hijos, especialmente en una población cada vez más marcada por la infertilidad, los desplazamientos y los traumas relacionados con la guerra. "Mi corazón está dividido en un millón de pedazos", añadió Ghalayini.
La corresponsal palestina Nadra El Tibi declaró a Al Mayadeen English: "Cuando la soberanía del Estado se transforma en el derecho a distribuir la muerte, las clínicas de fertilidad de un territorio asediado se convierten en testimonio de una lógica necropolítica que mide la fuerza no por la construcción, sino por la capacidad de destruir".
Este ataque deliberado o colateral al que quizá sea el ámbito más íntimo y frágil de la vida y la reproducción humana exige algo más que una terminología militar estéril. Nos obliga a enfrentarnos a un cálculo más oscuro. De nuevo, se trata de necropolítica: el poder de determinar no sólo quién puede vivir o morir, sino a quién se permite nacer en primer lugar.
Cuando un actor ejerce esta forma de control, su estrategia bélica se extiende más allá de los objetivos del campo de batalla y entra en el dominio de la existencia biológica. Los embriones destruidos no eran combatientes ni, mucho menos, amenazas. Eran esperanzas congeladas, futuros planeados por parejas que ya navegaban lo imposible. Su eliminación no sólo representa una pérdida de vida, sino un ataque sistemático a la capacidad de generar vida.
Así pues, la guerra de "Israel" contra Gaza ya no se limita a la tierra, el agua o las infraestructuras. Ahora es una guerra contra la reproducción misma, un genocidio silencioso de posibilidades. Es existencial.
En el cálculo de la necropolítica, las víctimas no son solo los muertos, sino también aquellos a los que nunca se les permitió nacer.
En opinión de El Tibi, "en Gaza no sólo se atenta contra el cuerpo vivo, sino que incluso se bombardean los embriones congelados en clínicas de fertilidad, como si la ocupación intentara borrar el futuro antes de que nazca".
El colapso de los derechos humanos
El último informe de la CIP advierte de que la hambruna en Gaza es ahora "cada vez más probable". En respuesta, Oxfam ha emitido una declaración condenatoria: "La hambruna de Gaza no es fortuita, es deliberada, totalmente diseñada, y ahora ha creado la mayor población que se enfrenta a la hambruna en cualquier parte del mundo".
Miles de camiones de ayuda permanecen inactivos en las fronteras de Gaza, mientras comunidades enteras mueren de hambre.
"El personal y los socios de Oxfam están siendo testigos de escenas que desafían cualquier creencia: familias que se consumen de hambre, niños desnutridos demasiado débiles para llorar y comunidades enteras que sobreviven sin alimentos ni agua potable. En un campo de desplazados. Sólo a cinco de 500 familias les quedaba harina para hacer pan", afirmó Mahmoud Al Saqqa, coordinador de Seguridad Alimentaria de Oxfam en Gaza.
La militarización de la ayuda, una violación flagrante del derecho internacional humanitario, es ahora una herramienta de guerra. Oxfam hace un llamamiento a la comunidad internacional para que exija un alto el fuego permanente, un acceso humanitario sin restricciones y la rendición de cuentas por el uso del hambre como arma.
Comentando este asunto, Ibrahim dijo a Al Mayadeen English: "Gaza es el único lugar de la Tierra donde las bombas entran libremente, pero la leche está bloqueada en la frontera".
Lo que estamos presenciando no es la niebla de la guerra. Es su arquitectura, meticulosamente diseñada por una entidad que ha convertido la ocupación en doctrina, el asedio en normalidad y el humanitarismo en espectáculo. Gaza no es solo una crisis humanitaria, es una crisis necropolítica: un lugar donde la soberanía no se expresa mediante la diplomacia, sino mediante la negación deliberada del aliento.
Si el mundo sigue aceptando esta lógica, Gaza dejará de ser la excepción. Se convertirá en el modelo.
Rasha Reslan es periodista y traductora libanesa. Trabaja para Al Mayadeen.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Al Mayadeen English el 15 de mayo de 2025 y fue traducido para Misión Verdad por Spoiler.