Lun. 12 Mayo 2025 Actualizado 5:32 pm

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El colapso progresivo de EE.UU. parece no encontrar freno (Foto: Archivo / Tektónikos)

La decadencia del imperio americano

Una radiografía de la crisis socioeconómica en Estados Unidos que Trump podría acelerar.

Estados Unidos, hasta ahora la principal potencia económica y militar, aunque en un proceso de acelerado declive geopolítico, enfrenta en los últimos años una serie de crisis interconectadas que fueron debilitando su estructura económica y social. Desde el aumento de la pobreza y la indigencia hasta la epidemia de opioides, pasando por el colapso del sistema de salud pública y el masivo endeudamiento estudiantil, el país vive una etapa de creciente desigualdad y descontento social, el sustrato que explica la polarización política e ideológico-cultural. Trump es un emergente de esa frustración y descontento y, paradójicamente, puede acentuar todos los problemas que atraviesa el tejido social estadounidense, que muestra indicadores más propios de un país en desarrollo que de una potencia.

Pobreza, indigencia y desigualdad

Todavía primera economía del mundo, al menos en términos nominales, Estados Unidos tiene niveles de pobreza más propios de un país en desarrollo. Según el U.S. Census Bureau (2023), hay 38 millones de personas, 11,5% de la población total de ese país, que viven por debajo de la línea de la pobreza. La pobreza infantil llega al 12,5% y afecta a 9 millones de niños. Otros estudios la elevan al 16%, o sea 1 de cada 6 menores de edad (National Center for Children in Poverty, 2023).

Parte del problema se agravó con el proceso de deslocalización de fábricas, tras el avance del libre comercio a partir de la última década del siglo pasado. Desde que entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, conocido como NAFTA, por su sigla en inglés) en enero de 1994, desaparecieron más de 90.000 fábricas en Estados Unidos, o sea unas ocho por día, lo cual provocó cambios sociales significativos que tuvieron su correlato electoral: tanto en las elecciones presidenciales de 2016 como en las de 2024, Donald Trump le arrebató a los demócratas los cruciales estados del "Cinturón del óxido", tradicionalmente azules, lo que le permitió ganar el colegio electoral.

La desigualdad de ingresos sigue en aumento: el 1% más rico posee 32,3% de la riqueza nacional, mientras que el 50% más pobre solo tiene 2,6% (Reserva Federal, 2023). Hay actualmente en Estados Unidos 870 multimillonarios, pero 63% de la población no tienen ahorros suficientes para cubrir un gasto imprevisto de apenas 500 dólares (Benoit Breville, "Otro proteccionismo es posible", Le Monde Diplomatique, Cono Sur, mayo 2025, p. 31).

Estos datos reflejan desafíos estructurales en Estados Unidos, con desigualdad persistente y vulnerabilidad en grupos marginados. La pandemia de COVID-19 exacerbó estas tendencias, con millones de personas perdiendo sus empleos y dependiendo de ayudas estatales temporales que luego se eliminaron.

Crisis habitacional

La crisis de las hipotecas subprime en 2008 puso en primer plano el drama del acceso a la vivienda, que afecta cada vez a más personas. En 2023, se registraron 653.000 homeless, o sea personas que vivían en la calle, 12% más que en 2022 (HUD, Annual Homeless Assessment Report). Ciudades ricas de ambas costas, como Los Ángeles, Nueva York y San Francisco, registran cifras récord, con campamentos de indigentes expandiéndose aceleradamente año a año. El alto costo de la vivienda, sumado al estancamiento del salario mínimo, son una de las causas principales de esta debacle. El precio medio de una vivienda alcanzó los 420.800 dólares en 2024, un aumento de 47% desde 2019 (U.S. Census Bureau, 2024). El alquiler promedio supera los 2.000 dólares mensuales, es decir que consume más de 30% del ingreso en la mayoría de los hogares. El déficit de viviendas supera los 7.3 millones de unidades, de acuerdo a un estudio del National Low Income Housing Coalition (2024).

Violencia y criminalidad

Estados Unidos sigue siendo el país con más armas per cápita y una de las tasas de homicidio más altas del mundo desarrollado. En 2023, se registraron más de 48.000 muertes por armas de fuego (Gun Violence Archive). Los tiroteos masivos (más de 650 en 2023) son una constante. Ciudades como Chicago, Baltimore y St. Louis tienen tasas de homicidio superiores a las de países en guerra.

Las muertes por armas de fuego en Estados Unidos rompieron un récord histórico en 2021. Desde 2020, son la principal causa de muerte en niños y adolescentes de entre uno y 19 años, por arriba de las muertes por accidentes de tránsito, cáncer y sobredosis por drogas o envenenamiento. Por cada millón de personas de entre uno y 19 años, se registraron 36,4 muertes por armas en Estados Unidos, contra 0,3 en Japón y 0,5 en el Reino Unido 0,5. “La tasa de mortalidad por armas de fuego es 11,4 veces mayor en Estados Unidos que en otros 28 países de ingresos altos, lo que convierte esta cuestión en un problema particularmente estadounidense” (BBC Mundo, 27 de junio de 2024).

El flagelo denunciado por Michael Moore en Bowling for Columbine, su aclamado filme que ganó el Óscar al Mejor Documental en 2003, en el que exploraba las causas de la masacre en la escuela secundaria de Columbine (1999) y la cultura de las armas en Estados Unidos -y el poderoso lobby de la Asociación Nacional del Rifle-, sigue plenamente vigente.

Crisis de salud pública y epidemia de opioides y fentanilo

El sistema de salud estadounidense, el más caro del mundo, continúa siendo inaccesible para amplios sectores de la población: 30 millones de personas (9,2% de la población) no tienen seguro médico. Quienes tienen cobertura enfrentan altos costos: 66,5% de las bancarrotas personales se deben a deudas médicas (American Journal of Public Health). La esperanza de vida viene cayendo en la última década. Para 2023, se estimó en 77,5 años, aún por debajo del pico de 78,9 años en 2014 (CDC, 2024). Entre las causas, se encuentran la pandemia del COVID-19; la crisis de salud provocada por la sobredosis de consumo de drogas, principalmente por opioides sintéticos; las enfermedades crónicas (hubo un aumento de muertes por enfermedades cardíacas, diabetes y obesidad) y los suicidios y la violencia: la tasa de suicidios fue de 14,3 por cada 100.000 habitantes, la más alta desde 1941 (CDC, 2023).

La crisis por el consumo problemático de drogas es una de las peores catástrofes de salud pública en la historia de Estados Unidos. Más de 107.000 muertes por sobredosis en 2023 (en 2008 fueron 36.000 víctimas fatales). Se triplicaron las muertes por esa causa en solo 15 años. El fentanilo, 50 veces más potente que la heroína, es ahora la principal causa de muerte en adultos jóvenes (18-45 años).

Endeudamiento estudiantil

La educación superior en Estados Unidos es una trampa financiera para millones. La deuda estudiantil supera 1,7 billones de dólares (Reserva Federal, 2023). Más de 45 millones de estadounidenses deben préstamos estudiantiles, con pagos que se extienden por décadas. Los graduados de 2022 deben en promedio 37.650 dólares (College Board, 2023). Uno de cada 5 adultos entre 25 y 34 años tiene deuda estudiantil (Pew Research Center, 2023). Según un informe de 2024 del Departamento de Educación, el 10% de los préstamos estudiantiles están en mora o impagos. Los prestatarios afroamericanos e hispanos tienen más dificultades para pagar, con tasas de impago más altas. Estas deudas contraídas para hacer frente a la costosísima educación universitaria retrasan la compra de viviendas, el ahorro para jubilación y la formación de familias. El gobierno ha condonado 167 mil millones de dólares en deudas desde 2021, pero el problema persiste. El plan de alivio de deuda de Biden solo ha beneficiado parcialmente a unos 3,4 millones de personas, menos del 10% de los afectados, dejando el problema sin resolver.

Crisis migratoria e ilegalidad

En las últimas décadas, los cambios demográficos en Estados Unidos vienen provocando crecientes tensiones políticas, sociales, ideológicas y culturales, que Trump explotó electoralmente como nadie. Existen hoy en Estados Unidos entre 11 y 12 millones de inmigrantes indocumentados, mayoría de México y América Central y el Caribe, que se transformaron en uno de los tópicos centrales del discurso de las campañas de Trump. Claro que hay una cuota enorme de hipocresía. Se alienta la inmigración ilegal, para superexplotar a quienes trabajan sin estar registrados, y que son fundamentales para sectores clave de la economía como servicios, agro o la construcción. Pero, al mismo tiempo, se promueve una actitud racista y xenófoba, culpando a los hispanos de promover el crimen y la violencia, y de robar los puestos de trabajo de los estadounidenses. Este discurso, que tan bien encarna Trump, pero que tiene una larga tradición, es funcional a quebrar la unidad y solidaridad de los trabajadores en Estados Unidos.

El señalamiento de la inmigración como un peligro y un flagelo que amenaza a la sociedad es un emergente de la ofensiva ideológica neoconservadora estadounidense. Para el capital es útil disponer de un mercado de trabajo fragmentado, segmentado y competitivo, lo cual dificulta la organización unificada de la fuerza de trabajo. A través de ese discurso, se alienta la competencia entre trabajadores (legales o ilegales, nacionales o extranjeros) para dificultar la solidaridad y la consolidación de una conciencia de clase. El objetivo es desplazar las tensiones y contradicciones verticales, entre clases sociales, hacia conflictos horizontales, ya sea étnicos, raciales o nacionales.

Frustración social, triunfo de Trump y actual descontento

Trump fue hábil para canalizar a su favor el descontento político, vinculado a las fracturas sociales expuestas más arriba. En las elecciones de noviembre pasado, el actual presidente mejoró mucho los índices de aprobación entre los hispanos, a pesar de su discurso xenófobo y anti inmigratorio, que estigmatizó a los puertorriqueños y haitianos en varias oportunidades. Los más de 60 millones de habitantes de origen hispano no son un grupo homogéneo y muchos ya son tercera o cuarta generación en Estados Unidos. Votan por razones económicas, de género o ideológicas, y no necesariamente por su identidad étnico-racial, aunque ese sea un tema de peso en la sociedad estadounidense. Algo similar puede decirse de los afroamericanos. En ambas minorías se impusieron los demócratas, pero por índices mucho menores que hace cuatro años. Entre la población de origen árabe y entre los jóvenes progresistas, el tema del apoyo de la Casa Blanca al gobierno de Israel, en medio del genocidio en Gaza, puede haber resentido la inclinación a votar por la fórmula oficialista, más allá del rechazo a Trump. El gobierno de Biden-Harris tenía índices de apoyo bajísimos (las encuestas mostraban el descontento por el rumbo del gobierno), pese a la recuperación económica, el bajo desempleo y la actual disminución de la inflación, que no llegaba al 3% anual. La suba del precio de la nafta y del costo de vida en los últimos años, la creciente desigualdad económica y el estancamiento del salario mínimo pesaron más que otras cuestiones.

En síntesis, la narrativa de Trump volvió a ser efectiva. Pese a haber sido ya gobierno, y a estar apoyado por Elon Musk, el hombre más rico y más poderoso de Estados Unidos, logró volver a presentarse como un outsider atacado por las elites ilustradas. Su prédica antiestatal y antiprogresista sirvió para convencer a millones de que volvieran a votarlo. La elección de J. D. Vance como compañero de fórmula, que expresa una línea anti elitista mucho más dura, pareciera haber rendido sus frutos, teniendo en cuenta el apoyo sostenido que mantuvo en áreas rurales.

Estados Unidos enfrenta una crisis multidimensional: económica, social y política. La combinación de pobreza, violencia, adicciones, deuda y un sistema de salud colapsado refleja un modelo que beneficia a una minoría mientras deja atrás a millones. Sin reformas estructurales profundas, estas tensiones podrían llevar a un mayor deterioro de la cohesión social y a conflictos aún más graves en el futuro cercano. Mientras enfrenta la guerra comercial iniciada por Trump, China observa cómo las fracturas internas en el país norteamericano están horadando su capacidad de liderazgo global: "Estados Unidos está afectado por una guerra civil silenciosa -analizaba un documento publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores chino en 2023-. Los republicanos y los demócratas dirigen dos comunidades diametralmente opuestas que, en realidad, funcionan como confederaciones bajo un mismo gobierno" (citado en Le Monde Diplomatique, Cono Sur, mayo 2025, p. 23).

Sin embargo, las políticas de ajuste de Trump sólo van a agravar la actual crisis social, aumentar la desigualdad y dificultar aún más el acceso a la vivienda, la salud y la educación a millones de estadounidenses. En apenas 100 días de gobierno, sus índices de aprobación cayeron a mínimos históricos y hace semanas que crecen las resistencias en muchos estados, incluso con actos multitudinarios encabezados por Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez. Es probable que, en los próximos meses, ante la falta de resultados, se licúe el apoyo electoral que supo cosechar Trump. Descartada la posibilidad estructural de reconstituir el sueño americano, las tensiones sociales llegaron para quedarse.


Este artículo fue publicado originalmente en el medio Tektónikos el 11 de mayo de 2025.

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