En el contexto del genocidio contra el pueblo palestino, Microsoft se ha consolidado como uno de los pilares tecnológicos del sistema de vigilancia y exterminio desplegado por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Su infraestructura en la nube, su red de ingenieros y su alianza con las unidades de inteligencia israelíes se integran en una maquinaria de control que combina inteligencia artificial, macrodatos y represión militar.
A través de la nube Azure fluye información procedente de drones, cámaras, sistemas biométricos y comunicaciones personales de millones de palestinos, utilizada para elaborar bases de datos de vigilancia y listas de objetivos automatizadas. Esa expansión tecnológica responde a una colaboración estructural entre la compañía estadounidense y la Unidad 8200, el brazo de espionaje cibernético del ejército israelí, que desde hace años opera dentro de la infraestructura corporativa de Microsoft.
La corporación estadounidense actúa como un agente activo en la guerra digital que acompaña la ocupación y el exterminio. Su rol implica diseño, soporte y desarrollo compartido de sistemas que convierten la información civil en munición de precisión.
Esta integración, documentada por MintPress News y otros medios, revela una tendencia más amplia: el desplazamiento del poder militar hacia las corporaciones tecnológicas, donde el código y la inteligencia artificial se transforman en armas de guerra.
Convertir el código en carnicería
En su investigación publicada en MintPress News bajo el título "Holocausto de alta tecnología: cómo Microsoft contribuye al genocidio de Gaza", Alan MacLeod detalla la infraestructura digital de Microsoft y su transformación en un componente esencial de la maquinaria bélica israelí. A partir de fuentes internas, documentos filtrados y reportes de prensa internacionales, el artículo traza un mapa de la integración entre la nube corporativa estadounidense y el aparato de inteligencia militar de Israel. Lo que emerge es un retrato inquietante: una empresa privada que opera como plataforma de guerra en uno de los crímenes más documentados del siglo XXI.
Según los datos recopilados por MacLeod, después del 7 de octubre de 2023, el uso que las Fuerzas de Defensa de Israel hicieron de Microsoft Azure aumentó más de 200 veces. En apenas nueve meses, el volumen de datos almacenados —provenientes de cámaras de vigilancia, drones, controles biométricos, llamadas telefónicas interceptadas y registros personales— alcanzó los 13,6 petabytes, el equivalente a decenas de miles de años de grabaciones de audio. Ese material alimenta una red digital de vigilancia total que, en palabras del jefe de la Unidad 8200, Yossi Sariel, busca "rastrear a todos, todo el tiempo". El propósito, explica el reportaje, es transformar la información civil en inteligencia militar y convertirla en criterio para decidir quién vive y quién muere.
Esa infraestructura —diseñada, alojada y mantenida dentro de Azure— permite procesar con inteligencia artificial millones de llamadas y mensajes en tiempo real. Los algoritmos transcriben, traducen, cruzan datos y asignan puntuaciones a cada individuo, generando listas de objetivos automatizadas. Miles de palestinos, incluyendo mujeres y niños, fueron incorporados a esas bases de datos bajo un sistema de calificación que establecía niveles de sospecha. Bastaba con compartir edificio, conversación o grupo de chat con alguien señalado por el sistema para ser marcado como blanco. Agentes israelíes admitieron que cuando no encontraban una razón "suficientemente buena" para detener a alguien, acudían al "repositorio de vigilancia Azure" para construir la excusa.
Un alto oficial del ejército israelí reconoció que la tecnología en la nube actúa como "un arma en todo el sentido de la palabra". Los datos se convierten en proyectiles invisibles, gestionados desde servidores a miles de kilómetros, y la automatización de la inteligencia elimina incluso los mínimos márgenes de control humano. De acuerdo con los reportes citados, alrededor del 70% de las víctimas en los primeros meses de la ofensiva fueron civiles, la mayoría mujeres y niños, pero el sistema informático permite justificar cada muerte a posteriori, encontrando vínculos o "palabras clave" que retroactivamente etiquetan a las víctimas como amenazas.
Es una ingeniería del exterminio, describe MacLeod, donde el poder militar israelí y el corporativo estadounidense se funden en una misma lógica: la de la guerra como negocio de datos.
"La matanza masiva de palestinos por parte de Israel cuenta con la complicidad de Microsoft, cuya destreza tecnológica ha ayudado a llevar a cabo el primer genocidio del mundo impulsado por inteligencia artificial".
Un complejo industrial de guerra digital
El vínculo de Microsoft con la inteligencia israelí es estructural y se expresa en un flujo constante de personal, conocimiento y capital entre la compañía y el aparato de seguridad del Estado sionista.
Uno de los núcleos de esa interconexión es la Unidad 8200, el brazo de inteligencia electrónica de las Fuerzas de Defensa de Israel, responsable de espionaje y ciberguerra. De esa unidad surgieron tecnologías como Pegasus, el software espía usado para vigilar a líderes políticos, periodistas y activistas en todo el mundo. De allí también proviene buena parte del talento técnico que hoy ocupa puestos clave dentro de Microsoft. Una investigación de MintPress News identificó al menos 166 antiguos agentes de la 8200 empleados por la corporación, muchos de ellos dentro del desarrollo de su plataforma Azure.
Entre ellos se encuentran nombres como Michael Bargury, antiguo jefe de inteligencia de la unidad, hoy arquitecto sénior de Azure, y Shlomi Haba, exoficial convertido en gerente de ingeniería de software.Los algoritmos de vigilancia y análisis de datos que operaban sobre la población palestina son los mismos que hoy optimizan la seguridad, el reconocimiento biométrico o la gestión de información en las aplicaciones civiles de Microsoft.
La alianza se refuerza a través de programas conjuntos con el Ministerio de Defensa israelí, algunos de ellos el proyecto "De combatientes a expertos en alta tecnología" y los cursos de ciberseguridad gratuitos para veteranos de las FDI. Bajo la apariencia de iniciativas académicas, se consolidan canales institucionales de transferencia tecnológica entre el sector militar israelí y la corporación estadounidense.
Paradójicamente, esta simbiosis corporativo-militar no siempre ha sido unidireccional. La propia Unidad 8200 ha desarrollado malware destinado a vulnerar productos de Microsoft, como el sistema operativo Windows, en operaciones contra países como Irán. Aun así, la empresa mantuvo su colaboración intacta, evidenciando que el vínculo no depende de confianza sino de intereses compartidos dentro de la economía global de la guerra.
Sionismo corporativo: columna digital de la seguridad israelí
La integración de Microsoft en la infraestructura estatal israel es el resultado de tres décadas de arraigo institucional. La compañía abrió su primera oficina en Israel en 1989 y, dos años después, instaló en Herzliya su primer centro de I+D fuera de Estados Unidos, hoy con unos 2 mil 700 empleados. Ese anclaje se consolidó a lo largo de los 90 y los 2000 con acuerdos crecientes con agencias públicas y empresas.
Para la década de 2010, Microsoft ya operaba como pieza del aparato de seguridad: en 2017 firmó un contrato en la nube con el Servicio Penitenciario Israelí, responsable de detenciones masivas de palestinos sin juicio, y mantiene más de 600 suscripciones activas con las FDI.
El despliegue corporativo acompaña una estrategia de adquisiciones que alimenta el ecosistema militar-tecnológico local.
Al menos 21 firmas israelíes fueron absorbidas, entre ellas Hexadite (ciberseguridad, comprada por 100 millones de dólares en 2017) y Oribi (analítica web, fundada por un exagente de inteligencia). A este circuito se suman los canales políticos de alto nivel: todos los directores ejecutivos de Microsoft han viajado a Israel para reunirse con Benjamin Netanyahu; Bill Gates celebró en 2016 que la seguridad israelí de alta tecnología "estaba mejorando el mundo", mientras el propio Netanyahu describió la alianza con Microsoft como "una unión perfecta".
El sector high-tech ya aporta alrededor de 20% del PIB israelí y más de la mitad de sus exportaciones, y Microsoft actúa como plataforma neurálgica de ese modelo.
El impacto trasciende el balance corporativo. Azure sostiene servicios de ministerios y fuerzas armadas, por lo que los centros de datos se han convertido en objetivos estratégicos. En junio, un misil iraní impactó un complejo de Microsoft en Beerseba; la Guardia Revolucionaria justificó el ataque por la cooperación directa de la empresa con el estamento militar y su papel dentro del sistema de agresión israelí.
Sobre el terreno, la alianza público-privada se expresa en programas de formación para veteranos de las FDI (ciberseguridad gratuita, talleres con el Ministerio de Defensa) que reclutan y reciclan talento militar hacia la nube comercial, cerrando el circuito de transferencia tecnológica.
La geopolítica del algoritmo
Lo que muestra MacLeod en su artículo es la unión entre dinero, tecnología y guerra en un nuevo orden digital donde el poder se mide por la capacidad de procesar información.
Microsoft forma parte del sistema de poder que sostiene la ocupación y la violencia, mientras que el papel central de Azure en el sistema militar israelí demuestra que la tecnología civil de Occidente está directamente conectada con los conflictos internacionales.
Como señala MacLeod, "el papel de Microsoft en Gaza va mucho más allá del bloqueo de correos electrónicos se ha convertido en una pieza fundamental del sistema de opresión".
El panorama que se dibuja es el de un nuevo complejo militar-tecnológico, donde las grandes empresas de Estados Unidos reemplazan las bases y los tanques con centros de datos y algoritmos. Israel es el laboratorio, y corporaciones como Microsoft, Amazon o Palantir son los contratistas modernos de la guerra.
Gaza es solo la cara visible de un conflicto mayor, el del control total de la información y de las personas, en una alianza entre gobiernos, empresas y tecnología que cambia la forma misma de hacer la guerra