Vie. 20 Septiembre 2024 Actualizado 6:01 pm

Como papagayo sin rabo

¡Dios ha muerto! [...] ¡Y nosotros le dimos muerte! ¡Cómo consolarnos nosotros, asesinos entre los asesinos! Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo, ha teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha de sangre? ¿Qué agua servirá para purificarnos? [...] La enormidad de este acto, ¿no es demasiado grande para nosotros?

Friedrich Nietzsche

Los esclavos en contradicción, habitantes de esta mina, también en argumentación, no nos afiliamos a esa culpa de las elites europeas, ya que no hemos asesinado a ningún mito. Por tanto, no necesitamos purificarnos, ni lavar sangre cualquiera, porque nunca hemos clavado puñal alguno en ninguna divinidad, y a diferencia de quejarnos, sentirnos solos y culpables como el señor Friedrich Nietzsche, nos alegramos y damos un estímulo al pensamiento que aún no se expresa como idea y menos se hace físico.

Hoy pudiéramos, sin duda, tomando las palabras del señor Nietzsche como aliciente, decir: el pensamiento humanista ha muerto. Salten de alegría las generaciones nuevas y las por venir, porque las ideas y lenguajes no surgen de la nada; es tiempo de comenzar a inventar. Somos la vida en constante desaparecer y nacimiento, pensándose sin dioses ni amos en este territorio caribe.

La especie se encuentra, en este momento de deterioro y muerte del pensamiento humano, como un papagayo sin rabo, dando tumbos en la inercia, porque sufre de la ausencia de un pensamiento que le guíe o coordine en armonía. El desprendimiento de sus partes individuos-ego se torna cancerígeno en su hacer, al pretender que como parte son imprescindibles, cuando es todo lo contrario: lo único indispensable es la vida, y como cuerpo que es, la especie y los individuos afortunadamente somos prescindibles. De otra manera, dejaríamos de existir.

La especie, enferma de humanismo, necesita comprender lo que nos hace ser vida para curarnos de lo detenido, de lo acostumbrado por milenios. Si es necesario, contaminaremos a la muerte misma con la vida para nacer como cuerpo colectivo, reconociéndonos en los otros. Estamos obligados a pensar un nuevo modo de producción donde el conocimiento esté al servicio de la gente y no de las elites dominantes, tal como ocurre en la actualidad.

Nos urge crear un pensamiento basado en la idea de vivir en plenitud, pero mientras estemos defendiendo al pensamiento tradicional, no podemos crear. Ver la existencia de esta especie desde el individuo como su centro es no comprenderla. La especie es un cuerpo, es el todo, donde el individuo es parte prescindible, creyendo que es a la inversa.

El tío Ramón Chacín decía: “Discúlpame, pero perdóname tu ignorancia”. La ventaja que tenemos los esclavos es que no somos sabios, a diferencia de lo existente, que se sostiene en la sabiduría, que solo en contradicción sirve para alertarnos que no debemos repetir la costumbre. Los que saben están dispuestos a entregar su muerte por la muerte misma, y con ello contribuir a destruir la vida en nombre de sostenerse quietos, rumiando sus desgracias.

Cuando un pensamiento ha muerto, sus derivados físicos, institucionales e ideológicos siguen funcionando por inercia, repitiéndose al infinito, hasta que se crea, en el caso de las culturas conceptuales, otro pensamiento que pueda sustituir lo existente. Pero esto no ocurre de manera normal, en tranquilidad, porque la costumbre no acepta lo nuevo, ya que lo ve como su enemigo. Y no hablamos de lo por morir y lo por nacer; se trata de inventar lo distinto que no viene atornillado a ningún moribundo del que se espera su muerte para poder inventar. Nunca la flor germinará en el cadáver.

Los tanques de cerebros que tiene el capitalismo existen para crear mecanismos que puedan defender al poder, pero de tanto repetirse en la academia, así se devanen los sesos, repetirán los mismos panfletos disfrazados como lo nuevo. El problema con los sabios es que ya no necesitan aprender nada, están atragantados de sabiduría, y en política, los sabios sirven solo para decir como era antes, pero no interesan para resolver lo nuevo como tema político, ya que por muy sabios que seamos, no podemos conocer lo nuevo.

Ni sabios ni eruditos leen el futuro. Lo nuevo tiene sus propios signos, códigos que no sabrán manejar. Para cuando se estudie el problema de cómo la juventud actual fue contaminada en el mundo de las redes, ya eso habrá pasado, y solo quedará la hediondez de esa muerte habitando los cerebros de los analistas, porque ese es un diseño que corresponde a un plan en marcha con unos intereses predeterminados. Si no estudiamos el origen de las cosas, siempre estaremos asimilando las consecuencias. Las redes jodieron a los chamos, ¿cómo salvamos a los chamos de las redes? La conclusión no es cómo los curamos, porque ahí nos quedaríamos pegados curando gente, mientras enferma más gente y se vuelve un ciclo vicioso.

El jodido, jodido está. Debemos pensar es cómo evitar que sigan contaminando. Eso no se puede curar. Lo que debemos averiguar es cómo desconectarnos si podemos desconectar, o si podemos inventar otras redes o no hacen falta redes, o si se pueden usar esas redes. El análisis tiene que ser ya, porque el problema esencial es que las redes son un arma de guerra, un medio controlador de cerebros, que perfectamente guía a la obligatoriedad del consumo masivo, haciendo imposible desconectar la red capitalista de producción y comercio, la que verdaderamente moldea las conductas de las personas en la vida real. Y no hablamos de las redes como monstruos, sino como armas, usadas por los dueños para mantener y fortalecer sus intereses.

No son nuevas redes, ni contrapeso a las redes, sino que tenemos que inventar un sistema productivo distinto a este. Si los esclavos en contradicción no generamos una idea capaz de entusiasmarnos y comprometernos, que sea por esfuerzo colectivo, que sustituya el actual sistema productivo por uno que podamos controlar nosotros, entonces el poder siempre ganará la guerra. Debemos crear los mecanismos que hagan posible el encuentro y la rehabilitación como cuerpo colectivo, porque los controles del poder capitalista no se encuentran en este territorio.

Maduro tiene el hilo de las cosas, no le vamos a decir nada que él ya no sabe. El problema es a largo plazo. ¿Cuál es la generación política que va sostener todo ese esfuerzo que ha realizado una población entera, dónde están los nuevos cuadros que entienden la política desde esa perspectiva y no sea la política como consumo? Porque allí es donde está el problema más serio: quién sustituye a los grandes políticos. Porque hasta Chávez y Maduro la política se estudiaba en la calle, en la realidad de los hechos. Solo los mágico-religiosos diseñan políticas sobre utopías o esperanzas religiosas.

Saber descifrar cómo se juega en las negociaciones que se dan en la calle, porque al final es malandreo, son mafias con las que hay que negociar aquí y allá; saber con qué cartas jugar, hasta dónde llegas con este, hasta dónde caminas con el otro, y eso no se aprende en un libro, o viendo películas de mafia. Eso se aprende en la calle tanteando, pulseando. Los pranes que dirigen el capitalismo son humanos que nacieron de la guerra, la trampa, el saqueo, el crimen, y aunque los veamos como cacaítas con sus paltós, corbatas y hablar pausado, son rolitranco e malandros.

El chavismo ha creado un método para sortear las dificultades que a diario coloca la costumbre de los dueños. Ese mismo método entendemos debe ser aplicado para ir perfilando el sueño de la construcción del país con raíces profundas. Donde todos entendamos, aprendamos a sembrar un país, pero aprendamos también que la razón de la siembra es un acto político. Para quién sembramos, quiénes comen, quiénes siembran, cuánto durará esta guerra.

Porque si no lo sabemos y estamos creyendo que venceremos a los imperialistas en cinco, diez, veinte años, estamos jodidos. Porque no sabemos qué carajo estamos haciendo, porque no es verdad que vamos a eliminar un sistema de un día para otro. Es un problema que tenemos que discutirlo y analizarlo varias generaciones de políticos, que entendamos la necesidad de concebir país lejos de la perspectiva capitalista, lejos del panfleto de izquierda o derecha, brazos del mismo cuerpo humanista.

El trillado discurso y la gran campaña para que los esclavos, tengamos la edad que sea, no aceptemos la política, sino que la veamos como algo desprestigiado que nos producirá daño, que fastidia, que molesta, sin interés ni incentivo, que no la veamos como una herramienta en el quehacer cotidiano de la vida, ha dado grandes resultados a los dueños del gran capital financiero-especulativo. Es una conseja muy bien orquestada desde los años setenta por todos los medios de difusión de propaganda y desinformación que el capitalismo controla en todo el mundo.

El sistema nos tiene arropados y drogados con su política a través de los distintos medios, amalgamados hoy en las redes, explotando los cerebros con la idea del consumo y llevándola a niveles de sobredosis, al punto de usarnos como mercenarios por un mísero sueldo para atentar contra nosotros mismos, por ejemplo, el caso de las elecciones ocurridas el 28 de julio de 2024 en la República Bolivariana de Venezuela.

Si la política no es importante, no es interesante, ¿por qué la burguesía incentiva a sus jóvenes a participar como protagonistas en la política? ¿Por qué a Capriles, María Corina, Guevara, Smolanski, y a toda esa falange, se los llevaron a Estados Unidos, México, Europa, apoyados por las grandes fundaciones sionistas, fascistas, nazis, occidentales, donde los alentaron y formaron para que defendieran sus intereses? La burguesía no invierte dinero en saco roto; invirtieron dinero en esa gente porque tienen claros sus intereses.

Mientras que los esclavos no tenemos claros nuestros intereses, el esclavo no sabe a qué clase pertenece, a qué sector social pertenece, sino que vive en la ilusión de ser dueño. Nosotros los esclavos desconocemos que por primera vez en la historia tenemos un gobierno que nos brinda la oportunidad de participar protagónicamente en la política.

El hijo de esclavo es disciplinado compulsivamente, vía familia, escuela, universidad, cuartel, para trabajar en el cuartel, la iglesia, la fábrica, la oficina, el espectáculo, consumiendo todo lo que le ofrecen las redes. Si el sistema disciplina a los chamos para eso, imaginémonos a esos chamos disciplinados en la política de construir un país desde los oficios, artes, talentos, profesiones y conocimientos; imaginémoslos actuando como políticos. Pero la conseja que corre es que dejemos a los niños tomar sus propias decisiones, como si nacieran en un mundo inventado por ellos.

Chávez, Maduro, Diosdado, los Rodríguez; la mayoría de la dirección política nuestra; descendientes de gente trabajadora; veamos el papel que han jugado, a lo que se han enfrentado, lo que han construido y la tragedia que nos han evitado durante estos largos años de guerra en este país, siendo un grupo pequeño que está haciendo política, política de la grande; no política de la rapiña, no política del entreguismo tradicional, vendepatria, del arrastrado al extranjero, que la practica tanto el de izquierda como el de derecha.

Vislumbremos que el proceso preste atención a la inversión en formación política de la mayoría de los jóvenes esclavos en distintas ramas, que desarrollen la política en los distintos oficios, sea en la cibernética, en la propaganda, la ingeniería, en arquitectura, siembra, cría, construcción, que se formen a los jóvenes con conocimiento de causa de por qué hacen lo que hacen, con visión política de qué es el territorio, quién es él, para qué existe, que eso sería también como las preguntas. Una política bajo cuál concepto, bajo cuál premisa.

Eso nos llevaría a pensar en qué significa hacer política. La política, ese arte maravilloso que solo ha sido usado por el poder en la historia, basado en el método del fin justifica los medios, donde todo se vale, no importa cuánto asesine, cuánto robe, cuánto destruya, con tal y se logre el objetivo. Cómo sería si los jóvenes esclavos desarrollaran políticas en función de no robar o asesinar, no destruir, sino de construir, de formar, de crear, de inventar un país fuera del concepto mina, entonces estaríamos hablando de dos diseños políticos radicalmente distintos, dos tácticas y dos estrategias distintas, que tienen que ver con dos objetivos y planes distintos, y perfectamente los jóvenes pueden afiliarse a eso, porque al final, si la burguesía logra convencer a sus jóvenes de que no anden por ahí dando la patica con la droga, que dejen de andar mariconiando en las discotecas, porque entienden que está en peligro sus intereses, bueno, los esclavos tenemos que entender que nosotros no tenemos más interés que amputar las cadenas.

Pero, además de eso, de cortarnos las cadenas nosotros mismos, podemos construir un país y un pueblo en este territorio que se acepte, que se valore, que se quiera a sí mismo. Son dos diseños políticos distintos, pero hay que invertir en eso y no con panfletos, no con consignismos, no con viejos libros, porque para los tiempos que se avecinan no sirven los viejos libros a los jóvenes. La realidad es el gran libro donde hay que estudiar, es el único libro abierto en donde podemos beber y adquirir conocimiento, pero mejor aún, crear conocimiento y transmitirlo.

Hay que estudiar y actuar, todo está sobre la mesa. Las clases, el sistema de producción, las ideologías, los medios de control y sometimiento, los instrumentos políticos e ideológicos, que hacen posible que los jóvenes esclavos se afilien a la ilusión de que pueden ser burgueses. Nada está fuera, todo se puede hurgar, diseccionar, desechar o absorber, para construir lo distinto. Ya es tiempo de abandonar esas ilusiones de que el territorio todos podemos saquearlo, como siempre nos han dicho los dueños; que a todos nos pertenece, de que Venezuela es el país grande, de las mujeres hermosas, el alma llanera y todas las demás estupideces que nos dicen, para ocultar la gran mina que a diario se chupan las corporaciones, desde el petróleo, el agua y sobre todo la gente. Con ese discurso confuso de que todos tenemos derecho a las riquezas, nos ocultan que en el capitalismo ningún esclavo tiene derechos, sino a morir trabajando para las corporaciones extranjeras.

Se trata es de intereses en un mismo territorio, donde debemos decidir si se pertenece o nos pertenece, y desde esa comprensión tomar una decisión política con los intereses claramente delimitados. No se trata de un problema de división, se trata de un problema de intereses. Cuáles son los intereses de los esclavos y cuáles son los intereses de los amos. Si el esclavo piensa de la misma manera que piensa el amo, está en función de los intereses del amo; si aspira a vivir como el amo, si desea tener lo que tiene el amo, si desea viajar como el amo, si desea vestir como el amo, tener el ultimo teléfono del amo, entonces él es un esclavo con visión de amo; en todo caso, con ilusión y esperanza de amo, porque amo no será jamás; así trabaje y se declare pro-gobierno, él, siempre, en su íntimo ético, defenderá su ilusión de ser amo y llegará el momento en que él no vea coronada su ilusión en el gobierno y rápidamente reaccione en su contra. ¿O es que acaso ya no ha sucedido con Ramírez, Luisa Ortega, Tareck El Aissami, Navarro, Barreto…?

Hay que estudiar, como Chávez, Maduro, Diosdado, los Rodríguez, que se formaron e hicieron política, y no hablamos de estudiar para repetir a Chávez, Diosdado o Maduro, sino para entender que juntos debemos formarnos hoy, en las condiciones de hoy, regidos por el ejemplo de ellos.

Chávez y Maduro se autoformaron de alguna manera. Está el ejemplo de Chávez y la abuela, que son datos intraculturales, pero también están los datos de la academia militar. Pero es que la abuela no le forma para ser presidente, la academia militar no le forma para ser presidente, sino servir como un soldado a la patria, que significa servir a los intereses de los amos. La pregunta es de anteojito: ¿Cómo ese tipo se autoforma en un ejército, quebrando de paso los principios de ese ejército invasor? ¿Cómo el tipo se salió de la cadena productiva? Porque así es cómo termina haciendo política: violando los preceptos de ese ejército, que le negaba la posibilidad de hacer política al soldado, sea general o lo que fuera. Incluso para ascender él tenía que rendirle pleitesía a los mafiosos del Senado para el ascenso, y enfrentar eso que dice Orlando Urdaneta en un video, “los militares son putas, son nuestras putas”, y ese pendejo no es más que un actor de segunda categoría, que en su ilusión de esclavo, ansioso de ser amo, se mete en el papel de dueño, abrogándose el derecho de latiguear la mesa.

¿Cómo hace Chávez para violentar todas esas reglas en su cerebro, cómo se confronta en su contradicción de esclavo para abandonar la ilusión de las mieles del poder? Porque las violenta en su cerebro, porque él sigue diciendo “a la orden, mande”, él sigue comportándose como un militar al servicio del gran poder capitalista imperial, aunque crea que está al servicio de la patria, hasta que construye una decisión política, toma una decisión política y se insurrecciona. Los tiempos han cambiado y ya no se puede esperar que surjan Chávez, Maduros y Diosdados, los Padrinos o Rodríguez. En aquel entonces todavía la política tenía sentido para algunos jóvenes esclavos, pero en este momento no tiene ningún sentido. Entonces equivocarse, en creer que con un discurso panfletario se convencerá a los jóvenes esclavos de que deben hacer política, es vana ilusión. Hay que invertir en construir políticas, así como la burguesía está invirtiendo para llevar adelante sus políticas.

Hay gente que dice: la educación gringa es una mierda, sí, generalizado: es una mierda. Pero cuando analizamos, las universidades están diseñadas única y exclusivamente para captar en específico a los que tienen que captar para su política y de ahí salen los demócratas, los republicanos que sostienen el sistema político, y salen los de la NASA, los que van a mandar a los que barren. Esa es una política, estemos de acuerdo o no. Pero ¿cuál es la nuestra como esclavos? Necesitamos como esclavos formarnos en un proceso contradictorio para dejar de ser esclavos y convertirnos en políticos, con conocimiento de la causa por la cual luchamos, que no es una ideologizada, que no es un guiado. Tenemos que crear espacios e invertir en eso, porque la escuela tradicional, el liceo, la universidad y la fábrica nos forman como esclavos, pero no como políticos que entiendan que este país hay que construirlo exactamente desde la realidad.

No debemos escribir para los jóvenes como seres borregos a los que se les mastican las ideas, sino para personas pensantes, que les guste usar el cerebro no solo para consumir sino para retarse, para interrogarse en colectivo, sintiéndose perteneciente a un cuerpo maravilloso que es la especie. ¿Quiénes somos, qué hacemos, qué debemos hacer en este territorio, qué es verdad, qué es realidad, qué es ilusión, qué es espejismo, quién nos controla, cuáles sus intereses? Que se puedan analizar desde diversas aristas fuera de la burbuja de consumo en que nos mantiene el capitalismo. Gente que pueda cuestionarse su condición de esclavo y vincular cada pregunta a producción, economía, historia, geografía, ingeniería, arte, siembra, comida, calzado, vestido, territorio, dónde habitamos, porque todos son temas por estudiar para un diseño político de país, entendiendo que nada puede escapar a la política.

Si a los esclavos que somos, zombificados en las redes, se nos habla por la calle del medio, sin panfletos baratos, sin ofrecimientos demagógicos, estamos seguros que podemos entender que hay la posibilidad de otro mundo, que no es el mundo que nos venden por las redes. Toda la conversa debe ser planteada sin condena; hablemos sobre cosas reales, posibles de construir, de hacer juntos. Plantea también un método para el tema formativo y el método no puede ser “el fin justifica los medios”. Debe cambiar radicalmente el diseño de la formación política y de la adquisición del método político para realizar las cosas que hay que realizar de ahora en adelante.

Si hacemos un balance de la guerra impuesta a Venezuela por el imperio capitalista, desde hace veinticinco años, nos daremos cuenta que los dueños han aplicado todas las formas de lucha, legales e ilegales, clandestinas y semis-clandestinas, políticas, militares, cubiertas, encubiertas y abiertas, todas combinadas o por separado. Han usado todo tipo de organizaciones, ya sean partidos de izquierdas o derechas, ONG, fundaciones, sindicatos, células terroristas como los Comanditos. Nos han atacado con todo tipo de armas, ya sea la intelectual con la academia, la ciencia y la tecnología en todas sus formas y maneras; con la propaganda, la publicidad y la ideología, todo ello usando los medios de idiotización, ya sean periódicos, redes, TV, radio, por separado y combinados; estos medios han sido usados para la afectación de la mente, las religiones, la sicología, y todo tipo de superchería científica, que les sirve para remachar su imaginario contra la República Bolivariana de Venezuela.

No ha quedado en el mundo santo en su pedestal, todos han sido lanzados a la arena para enfrentarnos; llámense académicos, científicos, profesionales, payasos, ministriles, influyentes, obispos, dignatarios, progres, comunistas, socialistas, sionistas, fascistas, nazis, presidentes y expresidentes borregos, estafadores de alta factura, todos ellos pagados por las corporaciones del capital financiero-especulativo para, en cambote, mantener asediada a la República Bolivariana de Venezuela.

Podemos ganar muchas batallas y ya se ha demostrado, pero la guerra definitivamente no la ganaremos con panfletos ni cerebros prestados o preclaros de individuos; la ganaremos cuando una importante mayoría de esclavos nos dediquemos a pensar organizadamente en otra manera de vivir, que no sea la conocida.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<