La campaña para la reelección del presidente Nicolás Maduro, bautizada "Venezuela Nuestra", se ha centrado en la movilización sostenida. Una decisión que no solo ha sido visible durante las tres semanas oficiales de la campaña (del 4 al 25 de julio), sino que ha tenido un carácter anticipado y sostenido, desde la misma convocatoria electoral.
El abordaje de la movilización pudiera fácilmente catalogarse de épico por la intensidad que significó recorrer más de 250 ciudades en los 24 estados del país.
El adjetivo "épico" cobra especial relevancia al considerar el titánico desafío que supuso para Maduro encabezar una campaña electoral tan atípica, marcada por la constante amenaza de conspiraciones y los reiterados intentos de asesinato en su contra durante los últimos seis años. Es importante recordar que el Departamento de Estado de Estados Unidos llegó a ofrecer una recompensa de 15 millones de dólares por su captura, lo que intensifica aun más la dimensión heroica de su gesta.
Este nivel de movilización y organicidad nos habla de una maquinaria política bien articulada, que pone de manifiesto la profunda politización y la fuerte motivación de este sector de la población venezolana.
Obligatoriamente, trasciende los límites de Caracas y se extiende por todos los rincones del país.
Esta presencia territorial ha ofrecido una verdad incuestionablemente registrada audiovisualmente: la del chavismo como fuerza política a lo largo de la geografía nacional. La de un movimiento político que existe y va a contrapelo de lo que muchos portavoces nacionales y extraterritoriales quisieron convertir en eje de su discurso, fallando. Hay chavismo en todas las calles y veredas del país.
La intensidad de la dinámica se acentúa con la apretada agenda gubernamental del presidente Maduro, quien ha mantenido un ritmo abrumador de encuentros con sectores productivos, en actos de inauguración de obras de importancia decisiva, como ambulatorios, hospitales y escuelas.
Desde la Guajira zuliana hasta Upata en el estado Bolívar, pasando incluso por lugares como Cumanacoa, área afectada por las lluvias, intercalando el calendario de campaña con la respuesta a esa emergencia hasta el fronterizo estado Táchira, la movilización abarcó todo el territorio nacional.
Las comunidades rurales se han sumado a la dinámica: el movimiento abarca la diversidad geográfica del país, la raigalidad chavista es la diversidad de las realidades de todo su territorio.
Otro aspecto notable son las múltiples figuras que lideran las movilizaciones. Si bien la presencia del presidente Maduro ha sido sorprendentemente constante en las últimas semanas, otros actores del directorio han tomado un papel central en la dinámica del movimiento. La dirigencia ha impulsado la movilización en diferentes puntos del país. Evidencia del carácter colectivo de la campaña.
En esta dinámica, hay que decirlo, también operan los rasgos principales del labrado consenso nacional del momento, que se extiende más allá de los límites del partido e involucra alianzas con diversas organizaciones políticas y movimientos sociales, alcanzando, incluso, a dirigentes electos que de la oposición pasaron a denominarse independientes y se suman al movimiento encabezado por el Gallo Pinto.
Independientemente de quien tome la palabra, el discurso puede girar en torno a la recuperación económica de la nación, puede enfatizar el cómo se ha superado y revertido el cúmulo letal de efectos que en años anteriores habían provocado las sanciones y la desestabilización general. El control de la inflación, la estabilidad del tipo de cambio y el crecimiento económico son los pilares de estos mensajes, pero todos, en su conjunto, se convierten en significantes de algo mayor: el plan más destructivo que se le impuso a Venezuela fue derrotado. La campaña "Venezuela Nuestra" es la de la paz y la estabilidad, nunca más preciadas que ahora.
La estructura del chavismo como centro dinamizador, forjada a través de años de trabajo político, contención, resistencia y creatividad en la urgencia y con tan poco —luego de tanto que fue quitado, robado, usurpado— ha vuelto a demostrar su capacidad de movilizar sus bases, y más allá de ellas, en todas las regiones del país. Un factor clave que ha espantado las sombras del discurso que se ha querido imponer sobre la realidad del país.
Resulta evidente que, tanto a escala nacional como internacional, en los medios de siempre y en las plataformas digitales de ahora, esquemática y robóticamente se intenta opacar la magnitud de la fuerza del chavismo. Se busca minimizar el impacto de su participación y el respaldo que ha logrado consolidar.
La imposición de una narrativa mendazmente triunfalista que pretenden imponer desde la candidatura de Edmundo González Urrutia, con la finalidad de cuestionar los resultados electorales y desacreditarlos con infundadas acusaciones de fraude electoral, sufre de exposición al contrastarla con lo que se ha registrado desde el campo de la Revolución.
La realidad es irrefutable. La movilización, y el apoyo explícito y sin matices a la opción de la patria, hacen retroceder las certezas artificiales que son el eje de la campaña de Machado-González Urrutia.
El abordaje de la movilización pudiera fácilmente catalogarse de épico por la intensidad que significó recorrer más de 250 ciudades en los 24 estados del país.
El adjetivo "épico" cobra especial relevancia al considerar la magnitud de lo que se ha venido enfrentando y del peligro al que se ha expuesto el presidente Maduro al encabezar de cerca, hombro a hombro en la calle, en contacto directo, una campaña electoral tan atípica, marcada por amenazas físicas e intentos de asesinato.
La demostración de confianza en la población, en el chavismo de todos los días, en la cercanía y la pertenencia mutua de una prolongada guerra que fue domada por el hecho de que existir es resistir, es el poderoso valor agregado.
Sin duda, la imagen que queda de estos 21 días de campaña contrasta con lo que se ha querido proyectar sobre el apoyo a la reelección del candidato presidente: la falacia de un líder sin respaldo popular o la inexistencia del chavismo como fuerza política. Los números, las imágenes y la energía son el contrarrelato perfecto. La Revolución Bolivariana, con Nicolás Maduro al frente, una vez más desconcierta a sus autodeclarados enemigos, y energiza a quienes saben que no hay más rumbo seguro y en paz que este, el del Comandante Chávez y su sucesor en el legado.
Una vez más Venezuela demuestra que se niega a aceptar lo que desde afuera le quieren imponer. Una vez más ganará la paz y la estabilidad. Una vez más ganará la vida.