Sáb. 23 Noviembre 2024 Actualizado ayer a las 6:34 pm

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Los opositores plantean sus primarias para octubre de 2023 y las encuestadoras, medios y dirigentes intentan romper la apatía de su electorado (Foto: El Pitazo)

El antichavismo lidia con el gran obstáculo de la despolitización

Encuestadoras venezolanas han coincidido en la publicación de datos sobre la apatía política en Venezuela. El denominador común entre las firmas es el resultado de que los electores mayoritariamente no se filian por "ninguno" de los candidatos o se definen como "independientes" o "ni-nís", es decir, ni chavistas ni opositores.

Consultoras de opinión como Hinterlaces, Datanálisis, Delphos y otras han presentado datos desde el año 2020 y han considerado —aunque con variación de cifras— que una mayoría de la población no se siente identificada con las principales ofertas políticas y electorales del país.

Las diferencias estadísticas sobre este segmento "no afiliado" van desde 38% a 56% y en todos los casos se sigue afirmando que representa el grupo político "más grande" del país.

Lo interpretan como un terreno electoral a cautivar que podría ser capitalizado por los sujetos y agrupaciones políticas de distinta índole. La mayoría de ellos proviene del descontento con el chavismo y con la oposición, especialmente con esta última.

Sobre los chavistas desafiliados hay muchas consideraciones, pero una de las más importantes de enunciar es la pérdida de ingresos del Estado —que se registraron en 99% en 2020—, lo que ha significado una caída en la gestión de gobierno, debilitamiento de algunos programas sociales, depauperación de salarios, servicios públicos en crisis y, por ende, descontento.

El registro de una "mayoría" desidentificada se disparó desde el año 2020 y podría considerarse que tiene explicaciones en el auge del bloqueo económico al país, que incidió para que menguara la base de apoyo al chavismo.

Pero 2020 también es el año cuando la expectativa creada desde el "gobierno interino" comenzó a esfumarse de manera estrepitosa. Aunado a ello, el retiro de varios partidos opositores de procesos electorales relevantes —presidenciales de 2018 y parlamentarias de 2020— dejó sin oferta a sus partidarios tradicionales y los empujaron a la desmovilización.

Esto quiere decir que, aunque el electorado desmotivado pueda componerse de integrantes del chavismo y de la oposición, la mayoría de ellos es claramente opositor. Sería un segmento despolitizado fabricado por la misma agenda errática del antichavismo y su excesiva acumulación de fracasos.

Desde el año 2018 comenzó a hablarse en Venezuela de la posibilidad de un outsider para dirigir la oposición venezolana, lo que desde entonces produjo análisis y listas de nombres sin parar. El debate sobre una candidatura de esa naturaleza proviene de los mismos partidos, analistas y medios antichavistas, síntoma de una crisis de liderazgo entre ellos.

Huevos rotos, sin omelet

En términos puramente sociológicos, la deriva política de la oposición venezolana se ha fundado sobre sus intencionadas rupturas del "contrato social".

El registro es muy amplio: Golpe de Estado en 2002, paro patronal y petrolero de 2002 y 2003, guarimbas de 2007, 2014 y 2017, pero además ejecuciones fallidas de violencia paramilitarizada como la Operación Gedeón de 2020, y la más risible de todas: La Operación Libertad de 2019.

Pero en el catálogo también figuran otros elementos claves, como el retiro de elecciones en los años 2010, 2017, 2018 y 2020.

Adicionalmente, la solicitud pública para que recayera un bloqueo económico, político y diplomático sobre el país, que se instrumentó desde 2015 y remontó en los siguientes años.

Todos estos elementos son, en conjunto, un paquete que alentó la disolución del contrato social, eventos inconstitucionales que —en el caso del abstencionismo— despojaron de oferta política a muchos de sus simpatizantes, y se enfilaron en claro sabotaje a las elecciones y, por ende, hacia las instituciones.

Lo que ha ocurrido es una serie de atentados contra el "zoón politikón", un intento de despojo a nuestra naturaleza como "animales políticos". Pretendieron disolver las cartas de navegación de la política venezolana, como la diatriba en los márgenes constitucionales, las elecciones y el buen desarrollo de las contradicciones naturales en el espacio político.

Para desgracia de los asesores y operadores de la oposición, los movimientos dedicados a desmantelar el chavismo de su poder político han fracasado. Pero el altísimo costo debido a las aventuras fallidas sí ha sido consumado. Es lo mismo a quebrar los huevos, pero no hay omelet.

El sociólogo alemán Ulrich Beck alegó en 1998 que el neoliberalismo y toda su arquitectura ideológica construían un complejo menú de instancias "parapolíticas" que reducían el margen de maniobra de la sociedad, y sus grandes mayorías, y sustituían su poder por el de factores y grupos —muchos de ellos fuera de la política— en forma de corporaciones, sociedad civil, actores pagados por las empresas privadas (lobbystas), entre otros.

En la oposición venezolana podríamos considerar que se dio un proceso similar, aunque con otras denominaciones.

Pareciera que una oposición pastoreada por el capital venezolano y extranjero, por burócratas estadounidenses y por políticos que operan como lobbystas de grupos de interés terminaron guiando a sus grandes partidos y a sus seguidores de un laberinto a otro.

Han funcionado como instancias "parapolíticas" privatizadas cuyo comportamiento se orienta claramente en provecho de grupos que han dado la espalda a los intereses de la sociedad en general y a los de sus seguidores en particular. La oposición venezolana está moldeada de materia neoliberal, de ahí que hay plena congruencia con Beck. Son una instancia "parapolítica".

Según este autor existe un fenómeno de "despolitización" de la política. Esta sencillamente deja de serlo y queda reemplazada por criterios de grupos de interés y agendas particulares.

Necesitamos ejemplos para explicarlo. En 2020, según Hinterlaces, 80% de la población rechazaba las sanciones económicas contra el país. En octubre de 2022, Datanálisis refirió el mismo número pero con una cifra de 76% de la población que rechazaba esas medidas. Es evidente que una mayoría nacional de tal magnitud no está compuesta únicamente por chavistas.

Los opositores y los ahora "despolitizados" tienen una postura adversa al bloqueo pero, hasta ahora, la alta dirigencia opositora que lo pidió, aglutinada en la Plataforma Unitaria, no ha exigido públicamente el fin de las medidas pues ello contraviene intereses externos y de grupos de interés, tal como el "gobierno interino" y el llamado "gobierno parlamentario" vía Zoom, el cual cuenta con apoyo del Departamento de Estado estadounidense.

En 2020 66% se declaraba dispuesto a votar en las elecciones parlamentarias de ese año, sin embargo el abstencionismo de los partidos del G4 dejó a la deriva a sus electores, a quienes no les quedó otra opción que postrarse. El resultado fue fatídico para los antichavistas.

La singularidad de la crisis política opositora está en su carácter estructural. La "parapolítica" que la rige atenta constantemente contra el pacto social e inhabilita la misma base de su opinión, sin permitirles hacer valer sus propios sentidos comunes.

Dando por descontado que el resultado ha sido el fracaso, la derivación es lo que ha quedado junto con la frustración.

Hay que intentar situarse en la psiquis de los seguidores de la oposición. Seguramente ellos consideran que el país ha sufrido un saldo monstruoso a cambio de nada. Que sus dirigentes les impusieron a un "interino" y se "sancionó" al país a cambio de nada. Que sus dirigentes se han abstenido en elecciones a cambio de nada.

Dirigentes que no se unen, dirigentes erráticos, dirigentes que cambian de opinión conforme a la variación de sus intereses definitivamente son un factor de decepción y los seguidores de la oposición han tenido que tolerarlos, también a cambio de nada.

De ahí que toda esta sumatoria solo puede propiciar el cansancio, el hartazgo, la inmovilización y la decepción. La desnaturalización de la política implica estos efectos apáticos y desmoralizantes y las dirigencias antichavistas han construido este saldo de manera continua.

Los opositores podrían apostar a que una población anímicamente oscilante pueda volver al redil político y recuperar el optimismo. En política todo es posible, pero es imposible en los términos actuales borrar la acumulación de saldos.

Nuevas promesas versus escepticismo

La fabricación del clima político outsider es ahora la nueva promesa frente al electorado antichavista. Nótese la articulación de encuestadoras que han publicado sondeos que ubican a María Corina Machado como primera en intención de voto para las primarias opositoras. Datoworld le da 20%, ConsuCampo Consultores 31%, Delphos 37,5%, More Consulting 36%, Datincorp 17% y Meganálisis 16%.

Los mismos sondeos también dan a Benjamín Rausseo, conocido a escala nacional por su personaje de comedia "Er Conde del Guácharo", en segundo lugar, relativamente cerca o lejos —dependiendo de la encuestadora— de la lideresa de Vente Venezuela (VV).

El "consenso generalizado" de las encuestadoras sobre una Machado a la vanguardia en la intención de voto es una forma artificial de proyectar que dicha jerarquización se corresponde con el outsider buscado por el electorado. Que, por su parte, Rausseo esté de segundo lugar en casi todas las consultas refuerza esa premisa fabricada.

Nótese también que la mayoría de estas encuestadoras son "nuevas" o no forman parte del grupo que siempre ha dominado el espectro de la medición —y construcción— de opinión pública como firmas especializadas.

Es probable que se esté desarrollando otro ejercicio de "parapolítica". María Corina Machado ha propuesto privatizar PDVSA y los activos del Estado, lo que constituye una oferta para empresas privadas con vistas a que se unan a su candidatura. También busca con ello el interés del gobierno estadounidense y de las trasnacionales norteamericanas. Aplica aquí la categoría de lobbysmo e interés de grupo. En realidad la "nueva promesa" de la política parece viciada, aunque Machado insista en que ella "es diferente" a los demás opositores.

Sobre Rausseo no hay mucho que decir pues ha presentado como "nueva" la promesa de que crearía escuelas técnicas, aunque estas ya existen en el país desde hace 60 años.

En lo que sí coinciden dirigentes, medios y encuestadoras es en la fabricación de expectativas para promover desde diversos frentes el levantamiento del "ánimo" entre los electores en el marco de las primarias. Se trata de un "aglutinamiento de fuerzas", han dicho.

Pero las nuevas ofertas políticas de los "nuevos nombres" concurren en las primarias opositoras sin una claridad en el horizonte político más allá del 22 de octubre, cuando se realicen esas internas.

Ni Machado ni Rausseo pueden contar hoy con una garantía de que los partidos del G4 apoyen su candidatura luego de esa fecha. En el caso de Machado por su acumulado enfrentamiento duro contra esos partidos; en el caso de Rausseo por ser considerado un paracaidista.

Sin embargo, cualquier candidato opositor tendrá enfrente el imponente muro del escepticismo antichavista, generado por la despolitización estructurada y por el acumulado de fracasos. Demasiados huevos rotos sin omelet.

En este ítem, ni Machado ni Rausseo ni otros sujetos políticos en los primeros puestos de encuestas entre opositores, como Manuel Rosales, Henrique Capriles y Juan Guaidó, pueden revertir el ciclo de frustración y sedimentación orgánica de los partidos.

Además, el antichavismo difícilmente podría vencer el escepticismo entre la base electoral sin renunciar a sus métodos "parapolíticos".

Son grupos de interés con agendas particularizadas y el solo cabildeo de empresarios y estadounidenses no es suficiente para resolver la disputa interna que ha derivado en su crisis organizativa y el saldo creado. Por ahora, parece imposible que ellos puedan renunciar a su propio cuerpo político.

Ahí está su falla de origen y no ha sido resuelta en 23 años.

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