Sáb. 23 Noviembre 2024 Actualizado ayer a las 6:34 pm

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El capitalismo es el sistema responsable del goce de las minorías a costa del sufrimiento de las mayorías (Foto: Sin Permiso)

Sobra en demasía el capitalismo

La única verdad universal del planeta es que si no hay agua, vivienda, comida, calzado y vestido para la mayoría de la especie, es porque sobra en demasía el capitalismo.

Enrredo uno

El capitalismo es igualitario, reparte parejamente la basura entre todos.

El capitalismo, con sus sistemas industriales de guerra, agrocría, drogas, calzados, vestidos, construcción, transporte, comercio, finanzas, espectáculos de todo tipo, arte, educación, produce cada año 270 mil millones de toneladas de basura que se genera del asesinato de todas las formas de la vida en el planeta, ya sean montañas, lagos, lagunas, ríos, océanos, mares, humedales, vegas, sabanas, selvas, bosques, virus, bacterias, gente y otros animales. La buena noticia para los empresarios del reciclaje verde ecológico es que para 2025 se duplicará esta basura del capitalismo.

Si dividimos este volumen entre la cantidad aproximada de habitantes que somos en el planeta, nos daremos cuenta que el capitalismo apabulla a cada persona con 36 toneladas de basura al año, pero lo cumbre es que los muy redomados empresarios dicen que somos nosotros quienes la producimos, como si fuéramos los dueños de las minas, fábricas, industrias, transportes, finanzas, centros comerciales.

Pero tranquilos, no todo es crimen, ya los empresarios verdes y ecológicos inventaron la industria del reciclaje bajo el slogan "Destruya y ensucie que nosotros vamos atrás limpiándole los cachetes", y en pos de ellos, una fila infinita de voluntarios recogebasura en nombre de la ecología y otras estupideces que hacen que el capitalismo produzca más bolsas plásticas y más peroles plásticos y más camiones y más y más y más y más hasta el infinito, en donde todos nos volveremos ecológicamente recogebasura con todo el planeta vuelto un basurero, porque nunca quisimos pensar sino seguir tras una ilusoria paloma que el capitalismo nos pintó como bonita.

El capitalismo produce toda la droga del mundo, es un negocio de adicciones; se adicionan las policías, los bancos, los poderes judiciales, los ejércitos y las otras industrias, sean de armas, ropa, calzado, forraje, combustibles, deportes, educación, artes o espectáculos. Cualquier mal intencionado puede decir que debemos revisar esas acciones, pero sin novedad, ya los industriales del espíritu crearon los centros de recuperación; podemos consumir hasta la sobredosis porque siempre hay alguien que nos sacará de la crisis y podemos seguir consumiendo hasta la feliz muerte.

Si los autobuses, camionetas, camiones o carros emiten humo contaminante la culpa es de quienes manejan por no comprar los aditivos necesarios para evitar la contaminación. Si vamos al mercado y usamos bolsas plásticas para llevar la compra somos culpables por contaminar con plástico. Si usamos ropa somos culpables, si comemos somos culpables, si bebemos lo somos, y si no hacemos nada también lo somos.

Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la humanidad es la causante de todos los males que estamos sufriendo. Para estos sabios, científicos, intelectuales, académicos, el capitalismo no existe, ni existen los dueños que les pagan los informes en donde nosotros somos los culpables y a los gobiernos les toca resolver una vez más el problema sin solución.

Si este informe fuera redactado con honestidad intelectual y rigor científico, entonces lo redactarían de esta forma:

Las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el afán de lucro de los capitalistas dueños de fábricas e industrias que contaminan el espacio medio ambiental en donde habitamos como especie, proceden de las actividades industriales del capitalismo en todo el planeta y son responsables de un calentamiento de aproximadamente 1,1 °C desde 1850-1900, y se prevé que la temperatura mundial promedio durante los próximos 20 años alcanzará o superará un calentamiento de 1,5 ºC.

Asimismo podemos afirmar terminantemente que los cambios en el océano, como el calentamiento y la acidificación del océano, el aumento de la frecuencia de las olas de calor marinas y la reducción de los niveles de oxígeno están claramente relacionados con la acelerada instalación de industrias, edificios, autopistas, que generan las grandes ganancias del capitalismo.

Las acciones de las industrias capitalistas, dígase destrucción de espacios naturales, desvío de ríos, generación de basura, contaminación de todas las aguas, emisión masiva de gases, y todo lo ya conocido, todavía pueden afectar el curso futuro del clima. Hay pruebas claras de que el dióxido de carbono (CO2) es el principal causante del cambio climático, aunque otros gases contaminantes, producidos masivamente por la industria capitalista, pueden afectar aún más al clima.

Podemos certificar como conclusión que la única manera de resolver este problema no es culpando a la gente o a los gobiernos, sino responsabilizando directamente al sistema capitalista y todos sus agregados de todos los desastres medioambientales, por tanto toda la gente debemos ponernos de acuerdo para de una vez por todas empezar a pensar en la mejor forma de deshacernos de este sistema, que desde su creación ha empobrecido la vida en el planeta, con el objetivo de generar placer a las minorías sin tomar en cuenta los grandes sufrimientos de las mayorías.

¿Cómo los pobres creamos un plan de vida si no somos conscientes de nuestra esclavitud?

Este, ni ningún otro gobierno, tiene la capacidad de resolverle el problema de consumo y servicio a la gente, es decir, la ilusión que nos vende el capitalismo, el gran teléfono, el gran carro, la gran piscina, la tipa con todos los juguetes, el tipo con todos los juguetes, la gran bebida, el gran espacio de diversión inventado, porque no es que vamos a bañarnos a un río o a una playa tranquilamente, caminar una montaña: esos no son espacios de diversión, ni de conocimientos, ni de nada, nadie cree que eso es una diversión: ir a un río, a una playa; cuando nos hablan de playa entendemos la caja de cerveza, la cocaína, el ron, la rumba: no es la playa, es lo que ocurre allí como consumo, eso es lo que entendemos como diversión, no la playa misma, no la conexión con ella.

A veces observamos, frente al mar, hileras de grandes camionetas muy costosas cargadas de periquitos e inmensos aparatos de sonidos, taladrando a todo lo que da, compitiendo a ver cuál de todos es el que más suena. Estos son niveles de consumo demasiado altos que no se pueden sostener, a menos que estemos en el acto del robo de plusvalía.

Ningún gobierno tiene la capacidad de cumplir el ofrecimiento ilusorio del capitalismo a las personas, ningún gobierno le puede satisfacer esa hambre, esa ansiedad a la gente, ese estado de drogadicción, de sobredosis de consumo. Ya no comemos la arepa por el hambre, nos la comemos por la marca, por la propaganda de la harina con que se hace. Consumimos porque lo que tenemos en el cerebro es mucho más grande que el consumo elemental que realmente requerimos.

El capitalismo ha convertido todo el consumo en una sola droga, en donde las agencias, sean de alimentación, salud, deporte, educación, diversión o lo que sea, que dependen del financiamiento del capitalismo, llámense ONU, OEA, oenegés, gobiernos y sus derivados, dedicados a cada tema, todos sus sabios, expertos, profesionales, actúan en función de que, mientras más trabajemos y consumamos, nos irá mejor.

Y cuando nos enfermamos de sobredosis entonces aparecen las agencias de recuperación de adictos en todas las ramas del consumo, vemos centros de recuperación, sean de alcohólicos, obesos, acumuladores compulsivos, mariguaneros, opiómanos, cocainómanos, carrómanos, telefómanos y etceterómanos, que como zombis deambulamos por todo el planeta en una angustia y ansiedad infinita, absolutamente insatisfechos, que nos conduce a las manos de profesionales estafadores como siquiatras, sicólogos, promotores de drogas de diversos tipos, con las que experimentan con nosotros sin decirnos la verdad y mantienen la floreciente industria de legales laboratorios, productores de drogas de alta peligrosidad para la vida de la especie.

Todo esto ocurre en medio de la propaganda que invade todos los sentidos, los órganos, hasta los más recónditos, disfrazando todo el ofrecimiento con salud, alimentación, diversión, conocimiento, crecimiento personal, placer y felicidad permanentes para cada uno.

Para ello colocan a los gobiernos como responsables de satisfacer hasta el último deseo de consumo en su máxima expresión, pero la realidad es que ningún gobierno lo puede satisfacer, sean los gobiernos del signo que sean. Porque los gobiernos solo son apagafuegos de los desmanes y desastres que va dejando el capitalismo a su paso, y una de esas desgracias es la insaciabilidad de la gente, promovida por los aparatos de propaganda del imperio industrial capitalista.

En la historia, los intentos de gobiernos o las intenciones de instaurar el socialismo en el planeta han caído en esa trampa de creer que ellos deben resolver las calamidades generadas por el capitalismo. Se creen culpables del pasado, de que no tengamos carro, casa, comida, salud, empleo, diversión, al extremo en que lo ha ofrecido el capitalismo, y los gobiernos socialistas tratan de suplir esas carencias elevando la producción, desarrollando al máximo las fuerzas productivas e intentando repartir equitativamente las riquezas, todo ello sin percatarse que esas fuerzas productivas son capitalistas y que esas riquezas por tanto también lo son.

Peor aún, en la medida en que crece la productividad también aumenta la pobreza, porque esa riqueza generada trae como consecuencia el empobrecimiento acelerado de los productores que necesita el capital para poder existir.

A estos intentos de gobiernos socialistas los motiva ese deseo religioso de salvar a la gente de la maldad, de que la gente coma, estudie, esté bien, sin entender que eso no es natural, que existe un sistema que nos convierte en pobres con todas las consecuencias que eso acarrea y conocemos de sobra.

El resultado a largo plazo de esas acciones es la desilusión. La gente, como desconoce las razones de sus sinsabores, termina creyendo en la vieja conseja de que son los gobiernos quienes tienen que resolver los problemas y no sus actos conjuntos precedidos del conocimiento de cuáles son las reales causas de las desventuras de la especie, porque al final son las tradiciones, la fuerza de la costumbre, la magia de la ilusión, la esperanza en el ser superior, que nos hace creer que por esa vía se resuelven los problemas y terminamos en esas falsas creencias, tomando equivocadas decisiones contra nosotros mismos, convirtiendo por esa vía en enemigo al gobierno, en este caso el de Venezuela, único amigo que hemos tenido en la guerra que el capitalismo sostiene contra nosotros.

Los luchadores, los pensadores, los activistas sociales, estamos obligados a juntarnos para pensar cómo nos separamos del capitalismo, cómo valorarnos, cómo nombrarnos, cómo sustituir al capitalismo. No podemos seguir estirando las migajas que de vez en vez nos deja caer el capitalismo, y creyendo que mientras más las estiramos solicitándole derechos al capitalismo, dejaremos de ser pobres.

Enrredo 2

¡Que nadie lloriquee!

Veinte años después de que se promulgaran las leyes habilitantes y el capitalismo nos declarara la guerra, en 2021 se ha logrado que nos reconozcan como país independiente en el concierto de las naciones. Es un triunfo descomunal, como pueblo volvemos a escribir una nueva página para la posteridad. Hoy como ayer, hemos derrotado en batalla al imperialismo más poderoso que es el capitalismo, cumpliéndose así el sueño de Bolívar y del Comandante.

Después de veinte años de duras luchas, el imperio capitalista no pudo obligar al gobierno chavista a salirse de los moldes de la Constitución, estrategia que aplicaron para lograr el objetivo de llevarnos a los venezolanos a una guerra civil. Nuestra fuerza, bajo la sabia dirección del equipo político militar, conducido inicialmente por el comandante Chávez y después por el presidente Maduro nos llevó a sortear el camino minado que nos alfombró el capitalismo.

Durante estos veinte años hemos sufrido pérdidas irreparables en vidas, incluidas la del Comandante y otros líderes, traiciones, saboteos, asesinatos, robo de recursos, pero también se han desbaratado los quinta columnas y se ha fortalecido el conocimiento, hemos combatido y confiado en nuestra dirección político militar que, a su vez, ha confiado en nosotros.

Las fuerzas enemigas en la República Bolivariana de Venezuela hoy están desbaratadas y dispersas. Esto no quiere decir que nos debemos confiar y subestimarlas, por el contrario debemos estar atentos porque lo que hemos ganado es una batalla muy importante, no así la guerra.

En las negociaciones de México ya todos sabemos quiénes son los verdaderos enemigos, sabemos que no son los títeres del Grupo de Lima, que no es el roñoso de Almagro, que no son los narcotraficantes de Uribe y Duque ni mucho menos la asesina oligarquía colombiana, todos ellos marionetas al igual que Piñera, Moreno, Macri, Bolsonaro. Pero menos aún la mal llamada oposición venezolana, avergonzados de sí mismos y admiradores de quienes nos invadieron, porque siempre han odiado el territorio que los vio nacer y a la gente que han ayudado a esclavizar durante siglos. Oposición que por mendrugos se arrastraron a los pies de los dueños negándose hasta lo indecible.

Hoy sabemos que los que estaban y están detrás del tinglado son los dueños y sus seguidores de los capitales asentados en Europa y Estados Unidos, que aun derrotados por ahora, pretenden imponer condiciones que muy a la altura ha respondido nuestro canciller: "Las sanciones criminales de Estados Unidos provocan sufrimiento al pueblo venezolano y han bloqueado el diálogo político, no son concesiones imperiales, deben ser eliminadas por su ilegalidad y perversidad, el chantaje y las presiones deben cesar".

Hemos ganado, aunque nunca nos levanten las "sanciones", porque más allá de la lucha política hemos ganado en conocimiento y capacidad de reflexionar. Esta batalla es una demostración más de que cuando los pueblos se disponen a luchar, no hay imperio que por poderoso que sea los pueda derrotar. Pero esta lección no basta y menos hoy, cuando existe un imperio que lo domina todo, como lo es el imperio capitalista, que no respeta patria o nación, sino que entiende al planeta como territorio mina para saquear.

Como pueblo debemos prepararnos para sustituir al capitalismo por otro medio de producción que genere otra cultura que no le permita regenerarse, que le corte de raíz su modo de vivir.

La especie no tiene nada que perder y sí todo por ganar. La hora de pensar colectivamente está a la orden del día, no la desperdiciemos en el envanecimiento de la batalla ganada.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<