A un mundo trastornado China le ofrece valores de profundas raíces en su historia.
El 28 de septiembre de 2015 el presidente chino Xi Jinping señaló en un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidad que la paz, el desarrollo, la equidad, la justicia, la democracia y la libertad eran "valores comunes de toda la humanidad" (全人类共同价值) y, desde entonces, este concepto se ha convertido en una piedra angular del pensamiento diplomático chino. Dicha idea, sin embargo, ha tenido escasa recepción en nuestra tierra.
Señalar la existencia de "valores comunes" compartidos por toda la humanidad podría parecer contradictorio con el pensamiento chino, que pone énfasis en la diversidad como característica intrínseca de la civilización humana. Asimismo, leída rápidamente, podría expresar un sesgo "universalista" que generalmente el pensamiento chino intenta evitar. Entonces, ¿por qué el pensamiento chino propone ahora la existencia de valores compartidos por todos los seres humanos del planeta? ¿Qué significan cada uno de ellos? ¿Qué impactos trae esta idea en la construcción de un nuevo tipo de relaciones internacionales promovido por China? ¿Cómo se propone China garantizar el cumplimiento de estos "valores comunes"?
Herencia filosófica de los valores comunes
Los valores comunes para toda la humanidad encuentran raíces en la tradición filosófica china, particularmente en el confucianismo y en la idea de "armonía en la diversidad" (和而不同). El pensamiento confuciano enfatiza la convivencia pacífica, la justicia social y el respeto mutuo, principios que han sido fundamentales en la visión de gobernanza china.
Desde la antigüedad, la civilización china ha desarrollado una noción de coexistencia pacífica entre pueblos y culturas, reflejada en el concepto de «Tianxia» (天下), que se ha traducido como «todo bajo el cielo». En este marco, la estabilidad y la cooperación se consideran pilares fundamentales del orden mundial. El énfasis en la armonía y el consenso ha sido una constante en la historia política y diplomática de China, que le ha permitido consolidarse como una civilización resiliente y adaptable a los cambios globales.
Además, la filosofía taoísta también influye en la visión china de los valores comunes. Según el Tao Te Ching de Laozi, la mejor manera de gobernar y vivir en sociedad es mediante el equilibrio y la no imposición. Este principio se refleja en la política exterior china, que prioriza el diálogo y la diplomacia sobre la confrontación y la coerción.
En este sentido, la idea de "valores comunes" o "valores compartidos" —la expresión 共同 suele traducirse de ambas maneras, aunque no signifiquen necesariamente lo mismo— contienen una fuerte carga moral y se vinculan con la idea de virtud mediante la cual el líder debe gobernar un Estado y las personas deben convivir. Los valores comunes de la humanidad hacen referencia a los criterios de valor comunes para la relación entre el ser humano y la naturaleza, el ser humano y la sociedad, y para los seres humanos entre sí.
Valores comunes; ¿valores universales?
El gobierno chino ha hecho especial énfasis en diferenciar el concepto de "valores comunes" del de "valores universales", este último utilizado en la mayor parte de Occidente. Los llamados "valores universales" (libertad, democracia y derechos humanos), según la narrativa china, han servido a la consolidación hegemónica occidental a través del etnocentrismo y el injerencismo, desde una mirada de superioridad ética y moral de Occidente por sobre el resto de las civilizaciones.
Desde la perspectiva china, los supuestos "valores universales" no son realmente tales sino una proyección de valores específicos de la sociedad occidental capitalista y burguesa. Este discurso, según Beijing, es engañoso ya que avala la imposición de un sistema político-institucional específico como el único modelo legítimo —democracia liberal formal capitalista—, invalidando cualquier otra forma de organización institucional o cualquier otro modelo de desarrollo. Las potencias occidentales —y mucho más claramente Estados Unidos mediante su doctrina del Destino Manifiesto— han promovido estos valores mediante la fuerza, organizando y/o apoyando golpes de Estado —duros o blandos—, "revoluciones de colores" y desestabilización en todas partes del mundo. Utilizado narrativas como la "lucha entre la democracia y el autoritarismo" o la supuesta defensa de los derechos humanos para justificar su intervencionismo, Occidente ha instrumentado y legitimado sangrientas intervenciones militares unilaterales que han tenido efectos devastadores en las poblaciones afectadas.
El concepto occidental de libertad, en tanto, está basado en el individualismo y ha generado efectos negativos, según el análisis chino. La supuesta "libertad" en Occidente no es más que la obligación del trabajador en el capitalismo de vender su fuerza de trabajo, ignorando deliberadamente que no puede haber libertad en un contexto de desigualdad estructural. Además, se presenta la "libertad individual" como opuesto a la "libertad colectiva", lo que oculta el hecho de que no hay posibilidad de un "individuo libre" en una comunidad subyugada. La visión china de la libertad, en cambio, enfatiza la armonía entre la libertad individual, comunitaria y global, apuntando a un estado de existencia más elevado y colectivo.
La diferencia entre los valores universales occidentales y los valores comunes propuestos por China radica, fundamentalmente, en su relación con la historia y la cultura. Mientras que los valores occidentales modernos se basan en una racionalidad especulativa y abstracta, desconectada de la realidad, los valores comunes enfatizan un desarrollo enraizado en las condiciones históricas, culturales y geográficas de cada nación. Mientras que los valores occidentales son esencialmente ahistóricos y abstractos, el pensamiento chino prioriza la materialidad concreta y situada en búsqueda de un equilibrio entre racionalidad y experiencia histórica.
Desde la óptica china, la racionalidad práctica y el pensamiento basado en la experiencia histórica superan la abstracción teórica occidental. El humanismo occidental, centrado en el "hombre racional", ha impulsado un modelo de justicia basado en reglas universales, que ignora las particularidades históricas, culturales y geográficas de cada sociedad. Por el contrario, los valores comunes para toda la humanidad buscan una armonización entre libertad, justicia y bienestar colectivo, sin imponer un modelo único.
Valores comunes, marxismo y socialismo
Si bien existe una fuerte influencia de la tradición milenaria china, los valores comunes para toda la humanidad encuentran una base ideológica en el marxismo adaptado a las particularidades de China y su modelo socialista. Estos valores reflejan la perspectiva marxista sobre la evolución de la sociedad y la necesidad de una transformación global basada en la justicia social y la cooperación entre los pueblos.
Según la perspectiva marxista, la historia humana está marcada por la lucha de clases y la búsqueda de una sociedad sin explotación. En este sentido, los valores comunes para la humanidad pueden entenderse como una extensión de los principios socialistas, al promover un orden global más justo y equitativo en el cual el ser humano pueda desarrollar toda su capacidad creativa de forma libre. En lugar de fomentar la competencia y el individualismo exacerbado, esta perspectiva enfatiza la cooperación, el aprendizaje mutuo entre civilizaciones y la construcción de un futuro en el que la equidad y la justicia social sean el eje central de la gobernanza global.
Los valores comunes para toda la humanidad, a su vez, están estrechamente vinculados con el socialismo con características chinas. El modelo socialista chino ha demostrado ser eficaz en la reducción de la pobreza y el impulso del desarrollo económico: por ejemplo, en las últimas décadas, China ha logrado sacar a más de 800 millones de personas de la pobreza extrema, un logro sin precedentes en la historia moderna. A su vez, el modelo socialista con particularidades chinas ha logrado aumentar exponencialmente la esperanza de vida —superando en este ítem a Estados Unidos— o la mortalidad infantil e, incluso, en los últimos años ha descendido la desigualdad —hoy en día, según Naciones Unidas, la sociedad china es más igualitaria que la estadounidense—. Esto refuerza la idea de que el desarrollo económico y la justicia social son elementos claves de los valores comunes promovidos por China, guiados por una ética de la prosperidad común en la cual el bienestar material y espiritual de la población está ubicado en el centro de cualquier política de desarrollo.
En la visión china, a su vez, la democracia no es una estructura única sino un sistema en el que cada país debe encontrar su propio modelo de participación popular. China ha desarrollado un sistema de democracia socialista consultiva que difiere del modelo occidental basado en elecciones multipartidistas. Mientras que en Occidente se pondera un modelo de democracia representativa, en el que la legitimidad está puesta en el procedimiento más que en los resultados, el sistema chino de democracia popular se enfoca en la representación a través de mecanismos de consulta y participación dentro y fuera del Partido Comunista de China y otras organizaciones sociales, enfatizando la estabilidad y el desarrollo a largo plazo.
Valores comunes: significados en construcción
Según la visión china, si bien existen valores comunes para toda la humanidad, los mismos son específicos, históricos y evolutivos en cada sociedad. En distintos países y épocas, incluso los mismos valores pueden adquirir significados y formas de expresión diferentes. La historicidad y la particularidad de los valores comunes indican que existe una relación dialéctica entre lo específico de cada sociedad y los valores comunes de la humanidad. Lo particular encarna lo general, y lo general se manifiesta en lo particular.
Como señaló Xi Jinping, a pesar de las diferencias en historia, cultura, sistemas y niveles de desarrollo, las personas de todos los países comparten aspiraciones comunes: la búsqueda de la paz, el desarrollo, la equidad, la justicia y la democracia. En este sentido, y en un contexto de crisis sistémica y civilizatoria de agudización de las tensiones internacionales, China considera que es fundamental asumir una actitud proactiva hacia el futuro de la humanidad promoviendo los valores compartidos, respetando las particularidades de cada civilización y comprendiendo sus propias concepciones y valores.
En este sentido, la noción de valores comunes de la humanidad se basa en el reconocimiento de la diversidad civilizatoria. No hay civilizaciones superiores o inferiores, mejores o peores; todas poseen características propias y enriquecen el acervo cultural global a través del intercambio y el aprendizaje mutuo. Así, los valores comunes de la humanidad no buscan homogeneizar las civilizaciones ni imponer modelos únicos sino fomentar el respeto y la cooperación entre diferentes tradiciones culturales.
Si bien cada civilización es única, existen puntos de convergencia en sus principios éticos y morales. Los valores compartidos representan el círculo concéntrico más amplio en el que distintas culturas pueden encontrar reconocimiento mutuo. En este sentido, la búsqueda de puntos en común y la convivencia armónica en la diversidad son esenciales para el desarrollo de una comunidad global más justa y equilibrada.
La paz y el desarrollo, según la narrativa china, son aspiraciones compartidas por todos los pueblos del mundo. La paz garantiza la estabilidad y la continuidad de la sociedad humana, mientras que el desarrollo mejora las condiciones de vida y promueve el bienestar colectivo. Ambos principios se retroalimentan y constituyen las bases de una convivencia global equitativa. La imbricación entre paz y desarrollo está presente claramente en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que promueve relaciones de cooperación de beneficio mutuo y no imposición, a la par que promueve el desarrollo de los países del Sur Global.
La justicia, en tanto, es entendida como parte esencial de los valores comunes de la humanidad; no solo implica la defensa del sistema internacional basado en la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional, sino también el compromiso con la equidad y la solidaridad. Esto se traduce en el apoyo a las naciones en desarrollo y en la promoción de relaciones internacionales más justas y equilibradas.
Por último, la libertad dentro de este marco no se restringe a un concepto individualista sino que abarca el derecho de cada nación a definir su propio sistema social y modelo de desarrollo, en función de su historia y realidad social. La verdadera libertad consiste en garantizar que todas las sociedades puedan avanzar según sus propios valores y aspiraciones, sin injerencias externas ni imposiciones.
Valores comunes y Comunidad de destino compartido
La elaboración del concepto de "valores comunes" no es casual sino que responde a un contexto de crisis sistémica y transición hegemónica en el orden internacional en el cual China ha decidido adoptar una actitud mucho más proactiva, abandonando la estrategia de perfil bajo que caracterizó su "ascenso" durante la década de los ’90 y principios de los 2000. En este marco, China señala que la globalización ha traído consigo avances en la interconectividad y el desarrollo económico, pero también ha exacerbado las desigualdades y los conflictos entre naciones.
La narrativa china se propone ofrecer un modelo de globalización incluyente y cooperativa que permita a los países desarrollarse según sus propias condiciones y necesidades, sin imposiciones externas. En este punto, el concepto de "valores comunes" se entrelaza con otra propuesta de Xi Jinping: la de "comunidad de destino compartido para la humanidad".
Construir una comunidad con un destino compartido para la humanidad es esforzarse por construir un mundo pacífico, un mundo libre de pobreza y con prosperidad común, un mundo inclusivo e interconectado y un mundo donde el ser humano pueda convivir en armonía con la naturaleza. En este sentido, los valores comunes de toda la humanidad son la base ideológica y la piedra angular teórica para promover la construcción de una comunidad de destino compartido para la humanidad.
Esta visión ha sido promovida en iniciativas como la de la Franja y la Ruta o las Iniciativas para el Desarrollo, la Seguridad y la Civilización globales, mediante las cuales China ha presentado tanto una hoja de ruta como una propuesta práctica para construir un nuevo tipo de relaciones internacionales que recupere los principios de coexistencia pacífica. Además, la comunidad de destino compartido implica la construcción de un sistema de gobernanza global más inclusivo, donde todas las naciones participen en la toma de decisiones de manera equitativa. En este sentido, China ha impulsado la reforma de organismos multilaterales como la ONU y el FMI para garantizar una representación más justa de los países en desarrollo. Asimismo, ha promovido foros de diálogo como la Organización de Cooperación de Shanghái y el Brics, que ofrecen alternativas al modelo de gobernanza dominado por Occidente.
Hacia un nuevo paradigma ético para la humanidad
En un contexto internacional marcado por tensiones y conflictos crecientes, los valores comunes para toda la humanidad propuestos por China presentan una alternativa a las narrativas dominantes impulsadas por Occidente.
A diferencia de la visión occidental de valores universales, utilizada como justificación para intervenciones unilaterales, el enfoque chino resalta la autodeterminación de los países y la importancia de la diversidad cultural, sin perder de vista los objetivos comunes que tiene el ser humano de vivir en paz y con dignidad.
La propuesta china de valores comunes para la humanidad invita a repensar las dinámicas internacionales desde una perspectiva más inclusiva y cooperativa. En un mundo que enfrenta crisis sanitarias, económicas y ambientales, la construcción de una comunidad de destino compartido se presenta como una respuesta interesante para construir un futuro más estable y armonioso para todas las naciones. Este paradigma no solo desafía la hegemonía de Occidente sino que también abre el camino para un mundo donde la diversidad y la equidad sean los principios rectores del desarrollo global.
Este artículo fue publicado originalmente en el medio Tektónikos el 14 de febrero de 2025.