Recientemente, medios de comunicación reportaron que Nike empezó a despedir empleados que no estuvieran vacunados contra el covid-19 en Estados Unidos. Los más incautos dudan de si la medida corresponde a una política para cuidar a sus empleados o la misma busca plegarse a una disimulada agenda corporativa.
Sin embargo, no es la primera empresa que toma una decisión similar. A finales del año pasado, Google tomó la resolución de ejercer presión sobre sus empleados que no estuvieran vacunados contra el coronavirus, incluso llegando a amenazar a sus trabajadores con despedirlos. Hasta ese momento era una medida extrema que ninguna otra empresa tecnológica había tomado para "frenar el avance de la pandemia".
"Creemos firmemente que nuestros requisitos de vacunación son una de las formas más importantes de mantener la seguridad de nuestra plantilla y el funcionamiento de nuestros servicios", señaló un comunicado oficial del gigante tecnológico.
Lo que el año pasado era una simple arenga por parte de los capitalistas para que los trabajadores se vacunaran se ha ido transformando en una obligación, decisión que estuvo amparada por una Orden Ejecutiva de Joe Biden, cuyo mandato es que las empresas privadas que emplean al menos a 100 personas deberán vacunarse o someterse a pruebas semanales para detectar la infección por coronavirus.
¿un nuevo orden?
Sin duda alguna, la aparición de nuevas variantes ha hecho que las empresas encuentren la justificación necesaria para radicalizar ciertas medidas. Pero también hay indicios de que existen intensiones de reajustar la economía, así como el sistema en general, a nuevas dinámicas, procesos que también parecieron acelerarse con la llegada del covid-19. A este plan lo llamaron El Gran Reseteo.
Esto se evidencia en el Foro Económico Mundial, también conocido como el Foro de Davos, que reúne a las élites gobernantes y empresariales del mundo, un evento donde se definen políticas que impactan considerablemente a la población global.
Por eso no es de extrañar que a este foro, pensado para "mejorar el estado del mundo", asistan líderes mundiales, figuras importantes de la ONU, jefes de grandes trasnacionales, así como multimillonarios como George Soros, el exprimer ministro británico Tony Blair, el milmillonario Mark Zuckerberg, entre otros con vocación "altruista".
Sin embargo, hasta el momento no hay indicios de que en dicho encuentro se hayan encontrado, al menos hasta ahora, las soluciones a los problemas estructurales que vive la sociedad. Incluso se ha señalado que son los causantes de la crisis sistémica que atraviesa la humanidad. Un reflejo de ello puede verse en la forma en la que está organizado el foro: donde hay asistentes de alto nivel que no tienen contacto con otros de bajo perfil, es decir, la división de clases a favor del 1% proyectada en dicho evento.
En los últimos años se ha hablado de cambios profundos en la sociedad, cuyos ejes fundamentales van desde la lucha por la igualdad, el cambio climático, hasta nuevas formas en las relaciones laborales.
En diciembre de 2019, justamente cuando aparecían los primeros casos de covid-19 en China, el Foro lanzó el Manifiesto de Davos 2020, cuyos principios se centraron en que las empresas no funcionan únicamente para sus accionistas, sino como una sociedad donde todos sus participantes son importantes; una empresa no es solo una unidad generadora de riqueza; y la misma opera como un gobierno que tiene responsabilidades con sus sociedades.
Básicamente, la premisa del manifiesto no es cuestionar el capitalismo sino reformularlo. De acuerdo a la lógica esperanzada de los multimillonarios que participan en Davos, el mundo va a cambiar estructuralmente porque los empleadores tendrán una relación "más humana" con sus trabajadores y porque trabajan por el medio ambiente. A este modelo de gobernabilidad le fue dado el nombre de "multistakeholder", temática profundizada por un informe del Instituto Samuel Robinson.
Prácticamente ningún componente básico de nuestra existencia colectiva, como la vacunación en tiempos de pandemia, entre otros, escapa de los intereses promotores del esquema multistakeholder.
Siga el enlace para descargar el informe en PDF https://t.co/TkPxKFUQJj pic.twitter.com/oidXHQJDgq— Instituto Samuel Robinson (@isrobinson_) November 19, 2021
La agenda de 2021 estuvo marcada por la "búsqueda de confianza" y las sesiones se centraron en cuestiones críticas como los programas de vacunación contra el covid-19, la creación de empleo y el cambio climático.
Renovación del capitalismo
"En el contexto de la pandemia de covid-19, la necesidad de reajustar las prioridades y la urgencia de reformar los sistemas han ido creciendo en todo el mundo", dijo Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro.
Según las políticas concretas y con visión de futuro para 2021 el programa quedó organizado de esta manera:
- Diseñar sistemas económicos cohesivos, sostenibles y resilientes.
- Impulsar la transformación y el crecimiento responsable de la industria.
- Mejorar la gestión del patrimonio mundial.
- Aprovechar las tecnologías de la cuarta revolución industrial.
- Avanzar en la cooperación global y regional.
Sobre el cuarto ítem vale mencionar que los despidos podrían tener resonancia con este hecho en particular. El contexto pandémico, que impuso el aislamiento social y el trabajo remoto, puede ser un acelerador para aplicar la llamada Cuarta Revolución Industrial (o su basamento en la esfera práctica del trabajo), signada por la confluencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas que ya están cambiando el mundo tal como lo conocemos.
Un mundo cada vez más virtual, en el que la mano de obra es sustituida por robots y donde prevalezca la inteligencia artificial como organizador de la producción, puede ser un escenario futurista atractivo para muchos. Pero en realidad se llevaría a cabo en detrimento de una enorme masa laboral que quedaría desprotegida, eso que Karl Marx denominó "ejército industrial de reserva".
"Hay tres razones por las que las transformaciones actuales no representan una prolongación de la tercera revolución industrial, sino la llegada de una distinta: la velocidad, el alcance y el impacto en los sistemas. La velocidad de los avances actuales no tiene precedentes en la historia… Y está interfiriendo en casi todas las industrias de todos los países", dijo Klaus Schwab.
El Foro de Davos de 2021 sirvió como una gran sala donde se expuso nanotecnologías, neurotecnologías, robots, inteligencia artificial, biotecnología, sistemas de almacenamiento de energía, drones e impresoras 3D, tecnología que puede dejar sin empleo a unas 5 millones de personas en los países más industrializados.
En este contexto aparece el Metaverso, impulsado por Mark Zuckerberg, quien estuvo acusado de proporcionar información de los usuarios de Facebook, que proyecta un escenario futurista en el que para 2025 se podrá visitar un supermercado, hacer reuniones, asistir a fiestas, viajar por el mundo, entre otros, sin salir de la comodidad de la casa y sin necesidad de gastar dinero.
Asimismo, argumentan que la mayoría de los empleos serán en el Metaverso y por eso las empresas no necesitarán espacios físicos para operar. Incluso se habla de implantes de nanotecnología, por lo que no será necesario el uso de la actual tecnología para sumergirse en esa realidad.
Por otra parte, la actual carrera espacial, llevada a cabo por varios de los que participan en el Foro de Davos, contradice el discurso del cuidado al medio ambiente. Por ejemplo, el lanzamiento de un cohete emite 100 veces más dióxido de carbono que un vuelo comercial. Sin embargo, esto no es impedimento para la proyección de un turismo espacial, al que solo podrán tener acceso algunos multimillonarios.
Lo cierto es que el Foro de Davos plantea una realidad que no está al alcance de todos. Mientras se proyectan escenarios virtuales y futuristas, siguen los mismos problemas estructurales de la sociedad capitalista global sin que se vislumbre una pronta salida de la crisis sino su reciclaje en forma de burbuja.
En el umbral de este momento encontramos que existen mecanismos de control social y de una especie de Apartheid 2.0 en relación a la población no vacunada en los países del capitalismo central, que sirven a la agenda corporativa en desarrollo mientras en la periferia (sobre todo en África y otros países de América Latina y el Caribe) aún existen dificultades para tener acceso a la inoculación antipandémica.