Lun. 18 Agosto 2025 Actualizado 1:59 pm

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La ausencia electoral de Evo Morales distorsionó las ofertas al punto de producirse fenómenos inéditos en las presidenciales del 17 de agosto (Foto: EFE)
Resultado trágico, mas no sorprendente

Fin de un ciclo político: análisis especial sobre las elecciones en Bolivia

Las elecciones presidenciales y parlamentarias en Bolivia han tenido como resultado un revés sustancial y total en la política del país andino.

El senador Rodrigo Paz Pereira y el expresidente Jorge "Tuto" Quiroga se disputarán la presidencia de Bolivia en la segunda vuelta el 19 de octubre.

De igual manera, los resultados para el Senado y la Cámara Baja del Congreso del Estado Plurinacional sugieren un importante giro en la correlación de fuerzas electorales, considerando que el partido gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) ha perdido todos los escaños del Senado y apenas ha alcanzado un curul en la Cámara de Diputados.

Este resultado, como el extenso proceso político que le ha precedido, merece un análisis amplio que incluya diversas aristas.

SOBRE LOS RESULTADOS ELECTORALES

Paz y Quiroga fueron los candidatos más votados en las elecciones presidenciales de este domingo 17 de agosto.

Rodrigo Paz (Partido Demócrata Cristiano) obtuvo más de 1.561.000 votos, un 32,08%. Mientras que Quiroga (Alianza Libre) superó los 1.311.000, un 26,94%, según los resultados preliminares emitidos por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) con más del 90% de votos escrutados.

Por detrás quedaron el empresario Samuel Doria Medina -quien, según las encuestas, partía como favorito- con el 19,93%.

Por su lado, el principal aspirante de la izquierda y presidente saliente del Senado, Andrónico Rodríguez, alcanzó el cuarto puesto con el 8,15%. Mientras que el candidato oficialista (MAS) Eduardo del Castillo obtuvo un 3,16%.

Sin embargo, las cuestiones más importantes, y de igual manera sintomáticas, sobre la elección yacen en los otros datos generales que arrojaron estos comicios.

Esta contienda marcaría un quiebre en la dinámica política de los últimos 20 años en el país, en las que el partido ganador aseguraba su victoria con una amplia mayoría en primera vuelta.

La Constitución boliviana establece que un candidato puede ganar la presidencia en primera vuelta si obtiene más del 50% de los votos válidos, o al menos el 40% con una diferencia de diez puntos porcentuales sobre el segundo. Es la primera vez que esto no ocurre desde la existencia de la segunda vuelta por las presidenciales.

Otro dato significativo es que Bolivia es un país con elecciones de voto obligatorio y no acudir a las urnas puede acarrear multas.

En estas elecciones, se reportó una participación de 88,8% del padrón electoral y es la primera vez que esto ocurre en una elección presidencial en más de dos décadas.

Otro dato relevante es el del voto nulo, de 1.252.449, y 158.270 votos en blanco. En conjunto, estos equivalen a 1.410.719 votos.

En este punto es importante aclarar que el expresidente Evo Morales llamó al voto nulo y al voto en blanco, y que el candidato ganador en la primera vuelta, Rodrigo Paz, alcanzó 1.625.882 sufragios.

Lo que sugieren las cifras es que, en términos puramente políticos (y no electorales), el llamado de Morales se convirtió en la segunda fuerza política electoral, pues superan el 1.356.370 que consiguió Quiroga.

Los datos reflejan una atomización de todos los espectros de la política boliviana, de manera diametral, de izquierda a derecha.

Pero también es apreciable un desencanto general por la política nacional. Ninguna fuerza política es lo suficientemente fuerte por sí sola, y los liderazgos elegibles fueron estructuralmente débiles frente al conglomerado de fuerzas y actores.

Rodrigo Paz, nacido en España a causa del exilio de su padre, ha tenido un extenso recorrido en organizaciones políticas de su país, pasando desde el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) hasta Comunidad Ciudadana (partido conservador, de Carlos Mesa).

Varios análisis sugieren que Paz habría aglutinado el voto de opositores tradicionales, desafiliados políticos (grupos descontentos con la izquierda y la derecha tradicionales) e, incluso, antiguos seguidores del MAS y de Evo Morales que rechazaban a Andrónico Rodríguez.

CUESTIONES DE PROFUNDIDAD DETRÁS DE LOS RESULTADOS

La elección del domingo tiene un gran significado por traducirse en el fin de una era política en Bolivia. Sea Paz o Quiroga, el próximo presidente de Bolivia será un político de derecha. La pérdida del poder y las instancias de representación por parte del oficialismo saliente y las fuerzas históricas que le apoyaron son indiscutibles y graves.

Desde el auge del MAS como partido de gobierno, el país tomó la forma de Estado Plurinacional. Evo Morales impulsó este ciclo, hasta ver truncada su reelección en el año 2019 con un golpe de Estado.

Tal como ha sido ampliamente registrado, ha ocurrido una pugna política que surgió desde el ascenso de Luis Arce, quien confrontó a Morales hasta su judicialización.

Una lectura fácil -pero incompleta, y por ende errónea- de los resultados electorales podría concluir que la división entre actores del antiguo MAS es en esencia la causa de los resultados. Pero hay muchos otros elementos sobre la mesa.

Luego de que a Evo Morales no se le permitiera la inscripción como candidato, este llamó a un boicot electoral clamando por el voto nulo. El voto nulo y blanco representaron el 21,8% de la participación electoral.

Mientras tanto, el voto de Rodríguez y Del Castillo representaron en conjunto un 11,38%. En suma, el espectro de las fuerzas que anteriormente constituyeron el proceso político boliviano representa un 33,18% de la participación en las presidenciales. Este dato, en términos reales, es holgadamente superior si se toma en cuenta que el porcentaje de apoyo que obtuvo Paz (32,08%) se calcula sobre la base de votos nulos.

Estas cifras sugieren que las fuerzas que alguna vez estuvieron unidas en el marco de la revolución plurinacional siguen siendo el mayor conjunto de la política boliviana.

Se trata de un sector más grande que el que votó por Rodrigo Paz. Y es una fuerza político-social que podría ser considerablemente mayor, tomando en cuenta que 12% de los electores registrados no se presentó a las urnas a riesgo de multas.

Los datos sugieren que, a pesar del gran periodo de agotamiento de su imagen, criminalización, persecución y estigmatización a su mandato y allegados políticos, Evo Morales será en los próximos meses el principal referente de la oposición de izquierda en Bolivia.

Por politología básica, se entiende que el conglomerado de votantes tradicionales del MAS y del proceso político de Bolivia otorgó la razón o se inclinó más por Morales en el desenlace del largo historial de la diatriba interna.

El candidato de Arce, Eduardo del Castillo, habría cosechado uno de los peores resultados -quizá el peor- jamás obtenido por un partido en el gobierno en toda la historia electoral en el mundo. El rechazo al gobierno de Arce es el único gran consenso que hay en la política boliviana.

Mientras que, en el caso de Rodríguez, este ha tenido un resultado sumamente pobre, pese a ser un antiguo referente juvenil del MAS, una figura fresca y presidente del Senado.

Un ángulo de análisis podría concluir que Rodríguez no pasó a la segunda vuelta a causa de la falta del apoyo de Morales. El problema real podría ser que Rodríguez no representó las aspiraciones de Morales ni del conglomerado original del masismo y la revolución multicultural.

Más bien, Rodríguez se representó a sí mismo tratando de disputar un espacio con la creación de una oferta política de izquierda, pero con una campaña débil, con orgánicas territoriales y sectoriales desarticuladas, con un discurso moderado, centrista, intentando encantar electores de "centro-izquierda". Su estrategia fue absolutamente fallida.

Los datos sugieren que, en efecto, hubo un gran sector de electores sin representación política, sin abanderado electoral. Esto alude directamente a Morales, quien fue truncado a participar y con ello se explicarían elementos inéditos que ha dejado esta elección, como la segunda vuelta presidencial, la alta abstención, el gran número de votos nulos y la sedimentación orgánica y estratégica de la oferta electoral de la izquierda.

Dicho de otra forma: truncar a Morales -mediante una posible componenda entre Luis Arce y el Poder Judicial- distorsionó todas las dinámicas y, en consecuencia, los resultados de la elección.

Otro de los grandes componentes fue la política económica y social, errática y fallida, del gobierno de Arce. Desde que acentuó su persecución a Morales, el gobierno perdió el apoyo de parlamentarios, limitando su maniobra para realizar políticas.

Sin embargo, la política económica colapsó sistemáticamente a causa de medidas diferidas, otras acciones mal implementadas y una acumulación sostenida de la pérdida de base material del Estado.

El malestar social, la pérdida de condiciones elementales de vida y el deterioro económico pasaron a ser un elector transversal, dando forma al desencanto y a la desafiliación que se ha impuesto en todos los espectros políticos. Pero esto recayó de manera más perjudicial sobre todas las fuerzas asociadas al masismo hasta 2019. Rodríguez y Del Castillo resultaron perjudicados por el extenso acumulado económico del gobierno saliente.

EL FUTURO BOLIVIANO

El nuevo gobierno boliviano será de corte neoliberal y de derecha conservadora. Bolivia es un enclave crucial de materias primas claves como el litio. Como es sabido, la agenda regional de Estados Unidos ante sus competidores estratégicos como China y Rusia tiene un énfasis especial en la nación altiplana.

Se espera que el nuevo gobierno aplique medidas drásticas en materia concesionaria, a riesgo de una importante pérdida de soberanía del país sobre sus recursos naturales.

En cuanto a políticas económicas domésticas, también se espera un importante ajuste cambiario así como de los precios de combustibles, reducción del Estado, fin de ciertos subsidios y un ajuste general de precios al consumidor en muchos bienes.

El futuro de los actores políticos como Evo Morales y otros pertenecientes a movimientos sociales y cocaleros queda en entredicho, considerando quien asuma el mandato entre Paz y Quiroga. Pero la situación de Morales está en manos del Poder Judicial y es probable que sea encarcelado.

Tanto Paz como Quiroga han prometido desmantelar 20 años de políticas, acciones de gobierno, progresividad de derechos sociales, orgánicas y formas de liderazgo de la izquierda boliviana, lo cual supone el surgimiento de viejos factores de poder que han conformado corrientes golpistas y neofascistas en el país alentando la persecución política y la reproducción de conmociones de agitación social.

Pero las fuerzas de derecha de Bolivia mantienen divisiones estructurales y extendidas, lo cual también sugiere obstáculos para la gobernanza del nuevo próximo mandatario, el cual, sea quien sea, tendrá una legtimidad endeble. Este va a encarar un contexto de crispación política, deslegitimación de las instancias de representación y un indudable malestar social que vendrá con las próximas medidas de ajuste.

Un elemento importante sobre este país es que las dinámicas territoriales y sectoriales que antiguamente conformaron el piso de apoyo de Morales, si bien se han dividido y debilitado, no han sido suprimidas. Ahora, este conglomerado de actores podría tomar una nueva forma, aupado por los nuevos rasgos del ejercicio de poder de un gobierno neoliberal, con absoluta mayoría parlamentaria.

El contexto va a sugerir condiciones clave para una reorganización y una recomposición de las fuerzas que otrora han dado forma al Estado Plurinacional, y hasta es posible considerar que las nuevas circunstancias permitan una reunificación estratégica entre algunos actores, descartando a Arce. De igual manera, las condiciones sugieren el surgimiento de nuevos referentes y actores.

El resultado electoral es trágico, pero no sorprendente. Tal vez la revolución plurinacional se sabía perdida en términos fácticos desde 2019, pero es ahora que se conjugarán las condiciones reales que permitan la reorganización estratégica entre las fuerzas que refundaron esta nación hace casi 20 años. Todo está por verse.

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