Sáb. 27 Abril 2024 Actualizado ayer a las 1:44 pm

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El presidente Vladímir Putin junto a generales rusos (Foto: Mikhail Klimentyev / AP)
Ucrania, Latinoamérica, BRICS, EE.UU.

Javier Couso: "Rusia siempre intentó una salida negociada"

Nueva Revolución, sitio español de periodismo alternativo, publicó una entrevista a Javier Couso Permuy, reportero audiovisual y eurodiputado entre 2014 y 2019, realizada por Daniel Seixo, con quien analiza el panorama político internacional. En Misión Verdad reproducimos la nota entera por el valor analítico en torno a la guerra en Ucrania, además de ofrecer una mirada europea crítica sobre los movimientos tectónicos en Latinoamérica y su relación con la Unión Europea, los Brics y otros temas relacionados con la agenda estadounidense y los conflictos por venir.


¿Cómo describirías la situación actual en Ucrania y cuál crees que podría ser el desenlace más probable para este conflicto?

Yo distingo varias fases en el conflicto en Ucrania. Sin ir tan atrás como la revolución de color, que aún así no podemos perder de vista como elemento premonitorio, si empezaría hablando del desplazamiento ilegal de poder que supuso el llamado por Occidente «Euro-Maidan», que no fue sino un golpe de Estado impulsado por el poder blando de EEUU, que aprovechó las debilidades de un Estado corrupto y a medio hacer, con oligarquías enfrentadas, que utilizó una combinación de fuerzas de choque del extremismo nacionalista ucraniano, que abrevan de los colaboracionistas con el nazismo en la II Guerra Mundial, y fuerzas especiales con francotiradores para generar caos. La dirección política fue clara: Victoria Nuland y el fallecido senador McCain fueron quienes decidieron la composición de un gobierno pro-occidental disruptivo de una sociedad que es diversa y, al menos en gran parte, de cultura rusa. Es cierto que los sectores extremistas no tuvieron un buen resultado electoral pero sí impregnaron el debate público y condujeron a un presidente como Poroshenko a implementar una agenda legislativa basada en el nacionalismo ucraniano, de raíz nazi, que persiguió la lengua rusa, empezó a borrar el pasado histórico soviético, prohibió partidos como el comunista con 14% de los votos, y ante la resistencia de diferentes regiones del este y el sur del país lanzó una guerra no convencional contra parte de su propia población, lo que causó, según datos ONU, más de 14.000 muertos. Paralelamente a esta situación de guerra civil, instructores de la OTAN formaban 10.000 militares al año y con un ilimitado financiamiento construían unas poderosas fuerzas armadas con el objetivo de recuperar los territorios rebeldes y enfrentarse directamente al ejército ruso. Hay expertos en el ámbito militar que hablan que desde 2014 a 2022 las Fuerzas Armadas Ucranianas se convirtieron en el ejército más poderoso de Europa por formación y disposición combativa.

La primera reacción de Rusia, que venía avisando al menos desde 2017 de manera firme su sensación de asedio y amenaza por parte de una OTAN en expansión hacia sus fronteras y posicionaba acuartelamientos permanentes y emplazamientos ofensivos de diferentes sistemas de armas, fue no perder su salida al mar Negro, por lo cual se incorporó, de acuerdo a su población, Crimea, a la vez que ayudaba militarmente a los alzados en la Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y trataba de negociar directamente con EEUU un tratado de seguridad colectiva para Europa que diese garantías a todas las partes.

La creencia de que no habría ningún acuerdo, el posicionamiento de más de 200.000 efectivos ucranianos en las fronteras de las repúblicas citadas y las declaraciones de importantes líderes ucranianos de un futuro programa nuclear, o del posible despliegue de vectores nucleares de la OTAN en Ucrania, obligaron a Rusia a tomar la decisión de lanzar una operación militar limitada.

Yo distingo dos fases en esta operación militar:

La primera, una guerra de movimiento que consigue avances y conquistas en el este y el sur para ampliar el glacis defensivo y unir por vía terrestre Crimea con Rusia y, a la vez, una maniobra que amenaza Kiev para fijar fuerzas. A mi entender, por las fuerzas desplegadas, en torno a 200.000 efectivos, nunca hubo intención de ocupar la capital ucraniana. Mi impresión es que la intención final era la amenaza efectiva para abrir negociaciones, algo que se consiguió tal y como han manifestado el exprimer ministro israelí Naftali Bennett y un importante diplomático turco que estuvieron presentes en el proceso. Incluso el propio presidente Putin mostró ante una delegación de mandatarios africanos el pliego con las condiciones del acuerdo. En estos resaltaban la neutralidad ucraniana en cuanto a la OTAN, la reducción del poder militar ucraniano, la aceptación de la pertenencia a Rusia de Crimea por parte de Ucrania, la retirada de las fuerzas rusas de las provincias de Donetsk y Lugansk y su cuidado por fuerzas de interposición de Naciones Unidas que prepararían una consulta para la decisión de estas poblaciones sobre su futuro estatus. Según declararon los testigos citados, por mandato de Biden Boris Johnson viaja a Kiev para prohibir la firma de ese trato. Algo parecido a lo que pasó con la oposición venezolana en República Dominicana cuando a Julio Borges, dirigente de la oposición, se le obliga a no rubricar un acuerdo logrado tras arduas negociaciones con el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.

La segunda fase es la que estamos viviendo, se explica por la asunción del liderazgo ruso de que no va a haber negociaciones. Se opta por una guerra de desgaste, realiza repliegues tácticos para implementar una defensa en profundidad a la vez que se realiza una movilización de 300.000 reservistas y unos 50.000 voluntarios tendentes a reforzar esta línea de defensa flexible que tan magistralmente ha diseñado el mando militar ruso. En estos momentos hay pocos avances efectivos, exceptuando lugares de importancia estratégica como Artemovsk, se orienta la economía a un fase de guerra en torno a la industria de armamento — la cual trabaja 24 horas y siete días a la semana— y se practica diariamente el desgaste estratégico del enemigo, centrado en los recursos necesarios para mantener el esfuerzo bélico que hoy ya solo descansa en lo que le puedan dar los países de la OTAN.

La supuesta contraofensiva, publicitada por todos lo medios occidentales como nunca se ha visto en la historia militar, es un desastre completo que, de seguir en la tónica del desarrollo actual, lo más lógico será que llegue a un colapso total por la poca capacidad ofensiva que le queda al ejército ucraniano, el cual hoy únicamente sobrevive como una fuerza proxy dopada con más de 130.000 millones de dólares donados por los países de la alianza atlántica. El tiempo juega a favor de Rusia, que tienen recursos bélicos suficientes para seguir desarrollando esta modelo de desgaste y cuya economía ha resistido todos los intentos occidentales de colapsarla.

Cuando se produzca este quiebre en la capacidad ofensiva ucraniana se abrirán dos escenarios: una negociación, permitida esta vez por EEUU, o una ofensiva rusa que, partiendo de la demarcación del río Dnieper, controle las cuatro provincias incorporadas a su Federación y que podría llegar, sin atreverme a asegurarlo, a la toma de Odessa y la consecución de una franja que llegaría hasta Transnistria, lo que privaría a Ucrania de su salida al mar.

Tras las declaraciones de Hollande o Angela Merkel en las que aseguraban que los acuerdos de Minsk simplemente sirvieron para armar a Ucrania, ¿consideras que existió alguna alternativa real para evitar este conflicto?

Por supuesto, pero nunca existió esa intención por parte de EEUU, que buscaba no solo la contención y el cerco ofensivo contra Rusia sino, y lo que es casi más importante, la desconexión de Rusia de Europa en materia energética y de seguridad.

Rusia siempre buscó una acuerdo con Estados Unidos con vistas a generar una estructura de seguridad común en Europa que diera garantías a todos los factores. Esa era y es la apuesta del gobierno ruso al menos desde 2007 pero los estrategas estadounidenses temen un espacio europeo independiente que vincule a Europa con Asia y pueda crear un tercer polo independiente en esta batalla que hoy vivimos con la emergencia de la multipolaridad liderada por China.

Tanto en los Acuerdos de Minsk I y II, como en el Formato de Normandía, Rusia siempre intentó una salida negociada que combinara su seguridad con la protección de las poblaciones de cultura rusa en Ucrania pero, como bien señalas, nunca hubo esa intención por parte de Europa y EEUU, que engañaron a Rusia para poder entrenar y financiar el ejército ucraniano como una fuerza que actuase por delegación contra Rusia y contribuyese a desestabilizarla y completar el cerco ofensivo en sus fronteras, que hoy no es completo por la posición geopolítica de Bielorrusia.

¿Consideras que Ucrania se unirá finalmente a la OTAN en un futuro cercano?

No lo creo, ni antes, ni ahora, ni en el futuro. A pesar de que la invitación a Ucrania parte de la Cumbre de Bucarest en 2008, que supuso la alerta de importantes estrategas occidentales nada rusófilos, nunca se ha hecho efectiva, ni lo hará, pues supondría de facto el inicio de una guerra nuclear. Para Rusia esta situación es una línea roja que ameritaría una respuesta nuclear. La única opción posible sería con una Rusia derrotada, fraccionada, y con un liderato subalterno al estilo de Yeltsin, lo cual es algo que descarto completamente en vista de los escenarios actuales y del rumbo del conflicto militar.

¿Podemos hablar de que la OTAN se encuentra implicada militarmente en este conflicto?

Claramente sí. No hay tropas con uniforme de los países de la OTAN pero hay asesoramiento directo en inteligencia, estrategia, entrenamiento y suministro de sistemas de armas. De hecho, hay indicios de altos mandos occidentales fallecidos en ataques de precisión rusos a centros de mando ucranianos o la participación de militares polacos, por ejemplo, con uniforme ucraniano. Todos los satélites OTAN, militares o de empresas privadas, las aeronaves de alerta temprana o guerra electrónica de la OTAN están operando para suministrar información a las FF.AA. ucranianas cuya dirección estratégica depende claramente de esta organización militar.

Ya han sido derrotados varios ejércitos ucranianos y, en palabras del propio Alto Representante Borrell, sin la ayuda occidental la guerra no duraría dos semanas ya que conllevaría la derrota total de las fuerzas ucranianas.

¿Qué opina sobre la presencia de la OTAN en Europa y cómo crees que debería evolucionar en el futuro?

La OTAN es un instrumento creado para mantener las capacidades militares europeas bajo control geopolítico de Estados Unidos con la intención de cercar y contener a un rival como Rusia, antes la URSS, además de ser una cabeza de puente donde se despliegan los vectores nucleares estadounidenses cuyo uso solo puede autorizar el Comandante Supremo (Saceur), un general de cuatro estrellas que nombra directamente el presidente norteamericano. Siguen siendo válidas las palabras del primer Secretario General de la OTAN, Lord Ismay: «Mantener a los americanos dentro, a los alemanes debajo y a los soviéticos fuera».

Evidentemente, Europa no debería pertenecer a la OTAN y no debería permitir bases extranjeras o emplazamientos de vectores nucleares ofensivos, que ni son suyos ni tiene decisión sobre su uso. La OTAN no es una alianza defensiva como se vende, es el dispositivo para que los europeos seamos un protectorado militar y una periferia subalterna del poder angloamericano.

Sé lo complicado que es hoy en día plantearlo, pero Europa debería tener soberanía militar y ser un espacio independiente de las pretensiones estadounidenses que, además, chocan contra los intereses de nuestras naciones y pueblos.

¿Qué opina de la situación política actual en Latinoamérica? ¿Existe una ventana abierta para profundizar en la integración de la región?

Sería muy complicado hacer una homogeneización en un continente tan extenso y donde hay gobiernos de signos tan diferentes. Lo que sí es cierto es que vivimos un momento geopolítico mundial que afecta a América Latina y que trae de nuevo a la palestra las posibilidades de integración que armaron dos personalidades tan importantes históricamente como fueron Fidel Castro y Hugo Chávez.

En el campo de la multilateralidad la Celac, tan denostada en su momento por los voceros de la derecha neoliberal, es una realidad que la mayoría de los gobiernos entienden como útil en un mundo que transita a alta velocidad hacia la multipolaridad.

Por el lado de los gobiernos populares y antiimperialistas, organizaciones como ALBA o Petrocaribe, entre otras, se han demostrado fundamentales para la resistencia y la supervivencia no sólo de los procesos revolucionarios sino de sus propios pueblos. Aunque se extrañan los liderazgos históricos, al menos Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Miguel Díaz Canel mantienen en alto propuestas de integración socialista que confrontan directamente con perfiles tan perniciosos como las del presidente de Chile, Bóric, quien representa la asimilación y domesticación de la fuerza popular que se lanzó a la calle para un cambio estructural pero que se han encontrado con la traición más absoluta.

Es necesario profundizar en estas coordinaciones regionales y vincularlas, por ejemplo, al espacio que se abre con los Brics y sus instrumentos financieros y comerciales que se orientan hacia la desdolarización y hacia la creación de espacios alternativos a los instrumentos dominados por la élite estadounidense, como son la OMC, el FMI y el Banco Mundial.

Matizando que es diferente la situación actual a la llamada época que tumbó el ALCA, liderada por Fidel y Chávez, los gobiernos de Lula y López Obrador son fundamentales en la construcción de espacios de independencia frente a Estados Unidos y pueden dar paso a grandes transformaciones en esta batalla entre el mundo unipolar y el multipolar. Sin olvidar que Estados Unidos tiene presente toda esta situación y no en vano sus altos mandos militares hablan ya, sin ambages, de la necesidad del control de los recursos naturales y el agua de una región tan rica como es América Latina.

¿Cómo ve el futuro de las relaciones entre la Unión Europea y América Latina?

La Unión Europea está en un momento crucial de absoluta decadencia. Es una periferia geopolítica de Estados Unidos y está siendo debilitada y hasta saqueada a escala industrial por el propio gobierno estadounidense en su repliegue estratégico frente a China. Hoy la UE es un espejismo de lo que era Europa antes de Maastricht y es percibida como un poder que declina. Los dirigentes europeos se manejan en las mismas coordenadas de siempre en relación a América Latina, tal y como ha denunciado recientemente, al menos en dos ocasiones, el Presidente Lula, una región a la que miran como lugar de donde extraer materias primas que luego son transformadas en productos de alto valor añadido en Europa. A mi juicio es algo que se va quebrando, no sólo por el surgimiento de ese mundo multipolar sino por la conciencia de la propia América Latina de pertenecer a él y con todos los proyectos integradores que, repito, imaginaron Fidel y Chávez, hablar de tú a tú con una UE mortecina por su sumisión a EE.UU. y su reiteración en políticas neocoloniales hoy ampliamente contestadas en la región.

¿Consideras que los Brics supondrán un eje de contrapoder en el antaño considerado patio trasero de Washington?

Absolutamente. Tal y como he tratado de explicar en la pregunta anterior, estamos asistiendo al surgimiento de un nuevo mundo multipolar donde América Latina se posicionará para dejar de ser el «patio trasero» al que EEUU la quiere relegar para siempre. Ojalá esto termine, definitivamente.

¿Nos encaminamos a un conflicto entre Washington y Pekín?

Si observamos la expansión de la OTAN y lo que vino tras el golpe de Estado en Ucrania de 2014, algunos vaticinábamos una guerra en Europa y la mayoría nos miraban estupefactos e, incluso, nos llamaban exagerados o directamente locos. Hoy pienso que el conflicto por delegación ucraniana de la OTAN contra Rusia es el primer escalón del verdadero objetivo, que no es otro que China, el rival sistémico por antonomasia.

Al tomar en consideración la locura y el fanatismo que domina el poder en Washington, y si no hay un cambio en las percepciones que controlan los centros de poder angloamericanos, nos encaminamos a un conflicto militar en el mar de la China meridional.

¿Cuál es su opinión sobre la situación actual en Afganistán tras la retirada de las tropas de Estados Unidos y qué lecciones cree que se pueden aprender de esta experiencia?

Afganistán es otro de los fracasos militares y geopolíticos que Estados Unidos ha tenido en las últimas décadas, a los que se suman Irak, Libia o Siria, donde lo único que han conseguido es beneficiar a sus competidores regionales como Irán en Iraq y Rusia-Irán en Siria, o dejar un caos y Estados fallidos que no coinciden ni siquiera con las viejas teorías del «caos creativo», como hemos asistido en la precipitada retirada de Afganistán, en el que hoy están presentes muchos de sus enemigos declarados, empezando por China. Por no dejar de señalar la falta de credibilidad de esa «infalibilidad o superioridad victoriosa» a escala militar que nos venden desde la industria cultural estadounidense hasta todos los medios corporativos del llamado Occidente Colectivo. Las únicas victorias, pírricas si evaluamos sus resultados posteriores, han sido contra ejércitos de tercera división que se han transformado en derrotas estratégicas frente a insurgencias de desgaste, tanto por la falta de una verdadera finalidad y dirección estratégica, como por una sociedad que no está preparada para soportar altos niveles de sufrimiento, cuanto por el ablandamiento del neoliberalismo de consumo, como por no entender ni los objetivos, ni las bondades de una política militar que favorece más a las élites del complejo militar industrial que a la propia población o al mantenimiento de la supremacía estadounidense que hoy está en seria cuestión.

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