Mié. 10 Septiembre 2025 Actualizado 5:30 pm

El Ministro Vladímir Padrino López se pronuncia ante la amenaza a Venezuela

El ministro Vladímir Padrino López se pronuncia ante la amenaza contra Venezuela (Foto: Archivo)
Entre provocaciones y palos sin zanahorias

Washington aplica el ABC de la bandera falsa contra Venezuela

La Fuerza Armada Nacional Bolivariana alertó en un comunicado oficial sobre una maniobra que busca fabricar un incidente o falso positivo en torno a un supuesto helicóptero estadounidense en aguas bajo jurisdicción venezolana.

Según la institución, esa operación serviría de "pretexto para justificar una escalada de agresiones militares contra nuestra nación, tal como lo ha hecho el imperialismo estadounidense en otros episodios históricos como el del golfo de Tonkín en 1964".

Se trata de un intento de fabricar un falso positivo que permita justificar una escalada de agresiones militares. Precisamente, la denuncia responde a un patrón bien documentado en la historia reciente de las intervenciones estadounidenses.

PREPARANDO EL ESCENARIO

Desde febrero de 2025, tras la investidura de Donald Trump y la confirmación de Marco Rubio en la Secretaría de Estado, la República Cooperativa de Guyana se ha convertido en un punto ideal para promover operaciones de bandera falsa.

Se recuerda que, el 18 de febrero, el gobierno de ese país difundió la versión de un supuesto ataque venezolano contra sus tropas en la ribera del río Cuyuní, territorio Esequibo. La denuncia fue desmentida de inmediato por Venezuela, que calificó aquel episodio como un montaje burdo destinado a manipular la opinión pública y a encubrir las violaciones al Derecho Internacional que comete Georgetown con el respaldo del Comando Sur.

El incidente del susodicho río fue la primera señal de una nueva agenda de provocación contra Venezuela.

Recientemente, el 31 de agosto se sumó otro episodio a la cadena de provocaciones registradas este año, con la falsa acusación de un ataque contra un barco que trasladaba funcionarios y urnas electorales guyanesas.

Estas fabricaciones buscan presentar Venezuela como agresor a los fines de legitimar y escalar la creciente militarización estadounidense del mar Caribe.

Al igual que en otras coyunturas, la excusa inmediata se reviste con la retórica de la "lucha contra el narcotráfico", mientras que en el fondo se despliega un plan orientado a promover la agenda de cambio de régimen.

El arquitecto de esta ofensiva, evidentemente, es Rubio, quien ha logrado que su obsesión personal encuentre eco en la Casa Blanca y se transforme en política de Estado. El secretario y ahora asesor de Seguridad Nacional interino ha desplegado un discurso sistemático que busca caracterizar a Venezuela como una amenaza para la seguridad regional.

Su estrategia combina operaciones encubiertas en la frontera, campañas mediáticas y narrativas criminales como la reedición del "Cártel de los Soles" o la proyección del "Tren de Aragua" como amenaza continental.

Estos elementos se presentan como detonantes que buscan captar la atención del presidente Trump y asegurar que el asunto contra Venezuela se ubique como prioridad en los grandes planes o, visto metafóricamente, que este asunto deje atrás los cauces de la Casa Blanca y llegue a Mar-a-Lago.

REEDITAN EL MANUAL

El comunicado de la FANB remite a un libreto conocido en el que Estados Unidos fabrica escenarios para justificar agresiones.

Uno de los precedentes más notorios fue el incidente del golfo de Tonkín en 1964, cuando el gobierno de Lyndon B. Johnson denunció ataques de Vietnam del Norte contra el destructor USS Maddox.

Investigaciones posteriores, incluidos los Papeles del Pentágono, revelaron que tales embates nunca ocurrieron.

No obstante, aquella versión fue utilizada para obtener la Resolución del Golfo de Tonkín y multiplicar por diez la presencia militar estadounidense en Vietnam, con el resultado de una de las guerras más largas y devastadoras del siglo XX.

Algo similar ocurrió en 2003 con Irak, cuando la administración de George W. Bush construyó la narrativa de las armas de destrucción masiva a partir del testimonio fabricado de "Curveball", un desertor iraquí que inventó la existencia de laboratorios móviles de armas biológicas.

Pese a que la información fue desacreditada por servicios de inteligencia europeos y por los propios inspectores de las Naciones Unidas, la mentira fue presentada como prueba ante el Consejo de Seguridad y utilizada para legitimar la invasión.

El desenlace fue la destrucción de un país entero bajo un argumento que, más tarde, se reconoció como falso.

Los acontecimientos recientes en el enclave guyanés y las acusaciones sobre Venezuela reproducen ese mismo patrón. Se instalan relatos de agresión o criminalidad con el fin de crear un clima internacional favorable a sanciones ilegales, mayor militarización e, incluso, una intervención directa.

De hecho, la reciente declaración de culpabilidad de Hugo "El Pollo" Carvajal en una corte de Nueva York ha servido para reactivar la narrativa del "narcoestado" y reforzar el cuadro de supuesta amenaza, sumada a los intentos de presentar Venezuela como epicentro de un problema regional.

La estrategia es evidente; se trata de un ABC muy básico, pero peligroso, que consiste en forzar incidentes, diseñar provocaciones y amplificar acusaciones con vistas a justificar intervenciones bajo el ropaje de la seguridad regional.

La FANB ha denunciado que estas maniobras se inscriben en el contexto de la operación militar desplegada por Estados Unidos en el Caribe bajo la justificación de la lucha contra el narcotráfico.

Lo que se oculta tras esa fachada es un objetivo político y económico cardinal: consolidar un cambio de régimen en Venezuela y garantizar los intereses energéticos de corporaciones aliadas a Washington.

Venezuela enfrenta una agresión multidimensional que recurre a la manipulación informativa, a las operaciones psicológicas y a la fabricación de incidentes. Tal como señala el comunicado, la tradición pacifista del Estado venezolano se mantiene, pero junto a ella se afirma con serenidad la determinación de defender la soberanía y la integridad territorial.

La historia reciente demuestra que detrás de cada falso positivo se oculta siempre una operación de mayor envergadura. Precedentes como el incidente del golfo de Tonkín o la invasión a Irak en 2003, basados en montajes que luego quedaron documentados como falsedades, confirman que se trata de planes de antaño reciclados según convengan, sostenidos en acciones facinerosas.

Vale mencionar, además, que América Latina y el Caribe han sido escenario recurrente de este mismo patrón: la invasión a República Dominicana en 1965, la intervención en Granada en 1983, la acción militar en Panamá en 1989, así como operaciones encubiertas en Honduras, Guatemala, Chile y otros países de la región que, por cierto, la mayoría se produjo en el periodo de auge de la Organización de Estados Americanos, convertida en brazo político de Washington para legitimar la injerencia.

De hecho, según un informe del propio Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos, entre 1991 y 2022 Washington ejecutó al menos 251 intervenciones militares en distintos lugares del mundo. Esto eleva a 469 el número total de intervenciones reconocidas oficialmente por el Congreso desde 1798, cifra que confirma que no se trata de hechos aislados sino de una práctica histórica y sistemática.

Por estas razones, la vigilancia, la claridad política y la unidad nacional resultan hoy más indispensables que nunca para preservar la independencia frente a una ofensiva que reedita los peores capítulos de las intervenciones estadounidenses.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<