Mar. 11 Noviembre 2025 Actualizado 3:37 pm

Pentágono Reuters

El Pentágono, sede del Departamento de Guerra de los Estados Unidos, ubicado en el condado de Arlington, Virginia, cerca de Washington D.C. (Foto: Reuters)
Bajo una lógica (ilusa) de escalabilidad controlada

Un think-tank plantea al Pentágono cómo debería atacar a Venezuela

El Center for Strategic & International Studies (CSIS) —uno de los think-tanks de seguridad nacional más influyentes en Washington, con estrechos vínculos al Pentágono, el Departamento de Estado y el complejo industrial-militar— publicó un informe que expresa una lectura técnica y calculada del despliegue militar estadounidense en el Caribe desde agosto de 2025.

Su tono es deliberadamente neutral, pero su marco analítico revela una lógica operativa típica del establishment estadounidense: la guerra como problema de gestión de fuerzas, umbrales de escalabilidad y teorías de victoria.

Si bien el informe puede calificarse como un documento de propaganda, es más preciso tildarlo de preparación de terreno cognitivo; no para convencer al público venezolano, sino para legitimar opciones ante audiencias de política exterior en EE.UU. y aliados.

Este es uno de los principales objetivos de los think-tanks estadounidenses a la hora de publicar sus informes, en especial aquellos como los del CSIS, es decir, de organizaciones que están bien incrustadas entre las rendijas del poder decisorio en Washington.

Los datos: precisión selectiva y omisiones estructurales

CSIS se jacta de usar "datos", y en efecto ofrece cifras concretas:

  • 2.200 marines de la 22.a Unidad Expedicionaria de Marines (MEU);

  • 10 F-35 en Puerto Rico;

  • 150 miembros de las Fuerzas de Operaciones Especiales (SOF) en el Ocean Trader;

  • 4.500 tripulantes en el USS Gerald R. Ford más 960 en sus escoltas;

  • Alrededor de 170 misiles Tomahawk proyectados en la zona con la llegada del Grupo de Ataque de Portaaviones (CSG).

El informe también emite datos sobre el apresto operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).

Se trata de números plausibles, derivados de fuentes abiertas, observaciones satelitales, comunicados oficiales y registros de movimiento aéreo y naval. En suma, no hay evidencia de falsificación, mas sí de curaduría: CSIS omite sistemáticamente cualquier dato que complique la narrativa de asimetría absoluta:

  • No se menciona el estado de los sistemas de guerra electrónica venezolanos, que podrían afectar la precisión de munición guiada por GPS como JDAMs.

  • No se aborda la capacidad de dispersión y camuflaje de activos críticos (centros de mando, radares, baterías SAM), táctica aprendida de los conflictos en Ucrania y Siria.

  • No se discute la vulnerabilidad de los buques de superficie estadounidenses —especialmente los portaaviones— frente a amenazas asimétricas: misiles antinavío, drones marítimos o minas inteligentes.

El informe da por supuesto el dominio marítimo irrestricto, como si la doctrina denominada littoral operations in contested environments (LOCE) de la Armada estadounidense no hubiera reconocido ya los límites de los CSG frente a entornos A2/AD (anti-access/area denial) de bajo costo.

Además, CSIS trata los "150 SOF en el Ocean Trader" como dato neutral, sin contextualizar que esa embarcación —un buque de apoyo logístico convertido— ha sido usada en operaciones encubiertas en África y el Caribe por décadas.

Su despliegue es estratégico: facilita operaciones de influence, sabotaje y apoyo a actores no estatales sin dejar huella diplomática.

Por ende, no estamos ante un despliegue de "guerra convencional"; es guerra híbrida en estado puro.

CSIS lo reconoce implícitamente al mencionar que las fuerzas desplegadas son insuficientes para una invasión, pero suficientes para “ataques aéreos y con misiles”.

Esa distinción es crucial: el umbral de "lo realista" ya no es la invasión, sino la coerción aérea y la desestabilización sistémica.

La narrativa del "arquero con flecha tensada"

Una de las metáforas más reveladoras del informe es la del arquero con la flecha tensada: EE.UU. ya no está preparando; está decidiendo.

La llegada del Ford CSG —un grupo de combate diseñado para proyección de poder en escenarios de alta intensidad— se presenta como un punto de no retorno simbólico:

"Pobremente estructurado para antidrogas, ideal para ataques contra Venezuela".

Esta lectura no es inocente: CSIS está señalando que el despliegue ya trascendió su justificación oficial (lucha contra el narcotráfico) y entró en una fase de disuasión coercitiva, al menos en el Caribe, mientras continúa con operaciones en el Pacífico oriental.

En este sentido, el objetivo (aún) no es derrocar al presidente Maduro por la fuerza (porque no tiene cómo), sino crear las condiciones para que colapse por presión. El informe lo explicita: los ataques iniciales serían “para ver qué efecto tienen”.

Es una lógica de shock and assess (impacto y evaluación), no de shock and awe (impacto y pavor, al estilo Irak).

Aquí CSIS revela su cercanía con la planificación del Pentágono:

  • Se consideran tres conjuntos de blancos: cárteles (justificación legal), gobierno de Maduro (objetivo político) e instalaciones de uso dual (puente entre ambos).

  • Se priorizan blancos que fragmenten el control interno: fuerzas de seguridad, telecomunicaciones militares, cuarteles.

  • Se evitan objetivos económicos civiles (refinerías, energía), no por razones humanitarias, sino por cálculo: una "guerra corta" exige un "día después" viable.

Es notable cómo CSIS, al descartar ataques a infraestructura civil, no lo hace por principios éticos, sino porque "el PIB ya se contrajo 80% entre 2013 y 2020". Es decir, según su propia narrativa, no hay nada que destruir que ya no esté destruido, y lo que queda es necesario para la "transición post-Maduro". Mejor llámenlo gestión de activos destruidos, nunca compasión.

Sesgos estructurales del análisis de CSIS

Aunque el informe evita lenguaje ideológico, sus supuestos revelan sesgos profundamente arraigados:

  • Visión tecnocéntrica. Reduce la guerra a capacidades de fuego, rango de sensores y número de plataformas. Subestima factores como moral, cohesión social, resistencia popular o la capacidad del gobierno para movilizar.

  • Determinismo militar. Asume que la correlación de fuerzas decide el resultado político. Pero en conflictos asimétricos, la voluntad política y la persistencia suelen superar la superioridad técnica (véase Vietnam, Afganistán).

  • Subestimación deliberada de terceros. Rusia "no puede dar mucho"; China no se menciona. Esto no es error: es wishful thinking estratégico. CSIS necesita creer que Venezuela es un problema regional manejable, no un frente de confrontación global. Pero esa lectura es estratégicamente errada, por cuanto si Moscú o Teherán deciden proveer directamente servicios y experticia en el terreno, por ejemplo, el cálculo de costos para EE.UU. cambiaría drásticamente.

También hay una omisión crítica: no se analiza la opinión pública estadounidense. CSIS presupone que Trump puede escalar sin costo político interno, pero las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses rechaza intervenciones militares en América Latina, especialmente tras Afganistán.

Una campaña aérea prolongada con bajas (aunque mínimas) o errores de inteligencia (blancos civiles) podría generar resistencia doméstica que ni Trump podría ignorar.

Un documento de transición entre la coerción y la guerra

El informe de CSIS normaliza la guerra; no expresa una profecía. Se trata de un manual para tomar decisiones con los ojos más o menos abiertos, pero con los dedos en el gatillo.

Su valor radica en su transparencia técnica: expone los límites reales del despliegue actual (insuficiente para invasión, suficiente para coerción), los umbrales de escalada (ataques iniciales, luego medición, después campaña aérea prolongada) y las trampas políticas del "día después" (un factor en el que han fracasado en imponer siquiera como supuesto por no poseer activos políticos de garantía, como Juan Guaidó, Edmundo González Urrutia o María Corina Machado).

Su peligro está en lo que silencia: la agencia venezolana, la resistencia social no militarizada, la capacidad de improvisación en entornos de escasez y el hecho de que ningún gobierno colapsa solo por presión externa si mantiene cohesión interna y apoyo popular.

CSIS entiende la guerra como una cadena de decisiones racionales. Pero en Venezuela, como en tantos lugares, la historia no se escribe solo con misiles y F-35s: también con lealtad, voluntad y pensamiento estratégico.

Son variables que no caben en una tabla de fuerzas.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<