La estrategia insurreccional articulada por el sector extremista de la oposición venezolana en torno al 10 de enero no alcanzó sus objetivos, al no conseguir la movilización popular masiva ni el quiebre de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) para concretar un golpe de Estado.
Dicha evaluación fue formulada por Juan Pablo Guanipa, dirigente de Primero Justicia (PJ) –formación política actualmente desprovista de reconocimiento jurídico oficial–, en una entrevista concedida a la periodista Carla Angola el pasado 14 de enero.
"Nosotros diseñamos un plan, y ese plan lamentablemente no se pudo cumplir por razones vinculadas con el mundo militar, por razones vinculadas a la cantidad de personas que asistió", dijo.
Previo a la toma de posesión del presidente Nicolás Maduro para un tercer mandato, María Corina Machado y Edmundo González orquestaron una campaña enfocada en generar altas expectativas a partir del 9 de enero, fecha en la que convocaron a una concentración nacional, buscando presentar esta etapa hasta el día de la investidura como un punto de inflexión en el país.
Machado, por ejemplo, publicó en sus redes sociales un video en el que aseguraba que el chavismo "se acabó" y que la marcha sería una celebración del "cambio" (eufemismo de cambio de régimen) inminente. Con esta narrativa pretendían movilizar masivamente a sus seguidores y presionar a actores del ámbito militar para desconocer la autoridad del presidente Nicolás Maduro.
EXPECTATIVA VS. REALIDAD
El objetivo de esta puesta en escena era claro: legitimar ante la opinión pública nacional e internacional la narrativa de un supuesto levantamiento popular que justificara la reactivación de la agenda golpista que se estancó luego del 30 de julio del año pasado.
"Si hubiéramos logrado una presencia muy masiva, nosotros hubiéramos ido a más, porque eso era lo que estaba previsto. Nosotros convocamos en sitios seguros, y la idea era que si había una gran cantidad de gente de esos sitios seguros superada la represión íbamos a sitios más retadores. Todo eso estaba previsto", añadió el dirigente de PJ en la entrevista.
La falta de respuesta de su base de seguidores y el fracaso de sus predicciones sobre un alzamiento militar dejan en evidencia la desconexión entre su narrativa y la realidad política del país.
Si bien se registraron algunas concentraciones el 9E, la afluencia estuvo lejos de las expectativas infladas por la campaña en medios y redes sociales. Este hecho, tácitamente reconocido en las declaraciones de Guanipa, frustró la ejecución del plan golpista previsto para el 10 de enero.
La incapacidad de materializar la participación multitudinaria prometida refleja la ineficacia de la estrategia adoptada por este sector de la oposición desde su desconocimiento a los resultados electorales del 28 de julio de 2024. Su apuesta por la vía parainstitucional, con la colaboración de elementos mercenarios y criminales, no ha logrado traducirse en el apoyo mayoritario de la población venezolana, ni tampoco ha conseguido el concurso de la FANB.
La extrema derecha venezolana persiste en la confrontación directa y la violación del orden constitucional, como se desprende de las declaraciones de Guanipa. En ellas presenta la intervención extranjera como una consecuencia lógica de la presión interna, en un llamado a una "escalada de menos a más" en la movilización.
INSISTIR EN LA CONFRONTACIÓN
Irónicamente, replica a quienes cuestionan esta idea: "Hay gente que me dice, ‘es que lo que viene es una invasión humanitaria, militar, extranjera’, ¿qué estoy diciendo? Venezolano, ve a tu casa, no hagas más nada porque te vienen a salvar", dando a entender que la supuesta "salvación" no vendrá solo de afuera, sino de la combinación de presiones internas y externas.
Refuerza esta postura al vincular la expectativa de la intensificación de la presión internacional con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, presentando este escenario como propicio para tal desenlace.
Guanipa también arremete contra otros sectores de la oposición que consideran la participación en los procesos electorales de 2025.
"Si hay gente en la oposición que no está de acuerdo con esa posición [la insurreccional], entonces no puede ingresar en la estrategia. Ganamos un alcalde y perdemos un luchador porque tiene que someterse a la dinámica del régimen de Maduro para poder subsistir".
En esta línea, cuestiona la propia estructura de los partidos opositores, señalando que están diseñados para procesos electorales, algo que, según él, "se acabó" en Venezuela.
Las declaraciones de Guanipa sobre el fracaso del plan del 10 de enero muestran que la pretendida toma de posesión de Edmundo González fue, ante todo, una operación psicológica diseñada para generar expectativas y movilización, tanto civil como militar, necesarias para ejecutar el golpe de Estado.
Al detallar los elementos que faltaron para avanzar en la agenda, Guanipa reconoce la percepción de declive en torno a María Corina Machado y la confrontación violenta como forma de presión interna. Además, alentar la presión externa expone la dependencia de Washington del sector extemista.
Estas últimas propuestas generan un fuerte rechazo en la población, lo que explica la distancia que figuras como Edmundo González intentan mantener con la narrativa intervencionista, a pesar de que forma parte del horizonte estratégico de esta facción de la oposición.
La falta de apoyo de la sociedad, la decisión de otros actores políticos opositores de mantenerse en la vía institucional, y la negativa del sector empresarial a participar en un boicot autodestructivo, también inciden en la capacidad de crear un escenario de movilización general y quiebre estructural a nivel político y militar.
María Corina Machado y Edmundo González promueven una agenda antipolítica y destructiva que resulta incongruente con su búsqueda de apoyo para proyectar fuerza en diversos planos. Esta contradicción inherente explica la inviabilidad de sus maquinaciones, como se expresó el 10E.