Vie. 26 Abril 2024 Actualizado ayer a las 3:36 pm

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Otros líderes ya no son ingenuos cuando Occidente ofrece cuentas de vidrio (o dólares de papel) a cambio de sus verdaderas riquezas (Foto: Mikhail Klimentyev / AFP)

El significado más profundo de Ucrania

Occidente, a su manera arrogante, entró en guerra con el eje Rusia-China sin debida precaución. Esperaba "victorias" fáciles con sanciones que implosionaran la economía rusa y con tácticas militares de guerra urbana tomadas de Siria que desangraran al ejército ruso. En cambio, está resultando ser una debacle monumental. Más que eso, sus múltiples fracasos y propaganda insultantemente descarada están demostrando ser un punto de ruptura, marcando el comienzo de una nueva era en lugar de fijar el viejo orden, como lo había esperado Occidente.

¿Por qué esta nueva es tan acuciante? En primer lugar, por lo que yace "debajo". La debilidad estructural y la "seca descomposición" que se ha acumulado durante décadas, en húmedos sótanos. Los mantuvieron apartados, ocultos. Los "niños" fueron retirados para que no oyesen nada cuando los "adultos" hablasen entre sí mientras admitían la decadencia y la podredumbre que afectan sus Mansiones.

Por supuesto, la dilapidada condición de la "Casa Grande" (Estados Unidos) siempre fue sospechada por el mundo exterior, pero entonces Rusia, de manera descarada, demostró cuán destartalada está ante todo el mundo: en lo económico, en la guerra, y ante el Foro Económico de San Petersburgo. Putin instó al mundo permanecer firme contra las pretensiones de los dueños presumidos de la Casa Grande. Fue un amable y cortés llamado a rebelarse.

Sí, el conflicto de Ucrania es, en efecto, un punto de inflexión. ¿Pero para quiénes? Algunos (no occidentales), en el reciente Foro de Davos, simplemente pusieron sus ojos en blanco ante la reacción de los europeos emocionados a los eventos en Ucrania, y señalaron el doble estándar en su negligencia respecto a desastrosos conflictos en otros lados y el desdén por olas anteriores de refugiados. "Hay un impulso maniqueo y occidental de ver el mundo en binarios", dijo Samir Saran, de un think-tank de Nueva Delhi: "Nosotros funcionamos en tonos de grises".

Aun así, la realpolitik de Ucrania está rediseñando la geopolítica global. En un nivel, ha incitado a "otros" a rebelarse contra las pretensiones de Occidente de llamarse a sí mismo El Mundo Civilizado, como para decir que "no existe civilización más allá de nuestra civilización". Dicha presunción explica por qué Occidente condena todas las demás civilizaciones, tanto en el presente como en el pasado, como atrasadas y como potenciales amenazas a la estabilidad y la seguridad globales. Es por ello que usa eufemismos para definirse a sí mismo como "la comunidad internacional".

¿Por qué? Porque el Zeitgeist occidental rehúsa a estar conforme con la inmutable ley de la tradición social que rige las culturas orientales, "sino que se manifiesta como un espíritu que lucha por incorporarse en la humanidad y cambiar el mundo", así lo escribió Christopher Dawson hace casi un siglo en La religión y el ascenso de la cultura occidental (Religion and the rise of Western Culture). Esto significa que, a diferencia de los chinos, indios, budistas, amazónicos, cristianos ortodoxos, musulmanes u otra civilización cualquiera, la civilización occidental es única, ya que ha buscado continuamente propagarse de manera agresiva en una forma misionera, imponiéndose y apoderándose del resto del mundo. En otras palabras, solo ella pretende ser global.

El significado más amplio de Ucrania yace en esta idea: otros líderes ya no son ingenuos cuando Occidente ofrece cuentas de vidrio (o dólares de papel) a cambio de sus verdaderas riquezas. Ucrania ha acelerado conversaciones sobre integración en bloques económicos, con varios discursos por parte de dirigentes regionales de los BRICS en la cumbre de esta semana enfocada en cómo escapar la deuda dolarizada. O mejor aún, cómo implementar un sistema alternativo de aquel establecido en Bretton Woods.

Además, los ciudadanos BRICS -como aquellos en Europa también- no anhelan mercados más eficientes o "más" neoliberalismo. El Medio Oriente, en particular, ya ha tenido suficiente de neoliberalismo con las extremas desigualdades de riqueza, las cuales han aumentado. Ha tenido malas experiencias de las doctrinas predatorias de desarrollo al estilo del Banco Mundial y el FMI. Ahora tienen la evidencia de que Estados preparados adecuadamente no solo pueden sobrevivir a las sanciones occidentales, sino que las pueden usar como herramientas para modificar el sistema comercial mundial a beneficio.

El riesgo derivado de la crisis del coste de la vida es fácil de comprender: el peligro de una escasez adicional de alimentos es casi incalculable. Como en Europa, hay temor, e ira también, de la desintegración del sistema; temor, ya que las ciudades se vuelven violentas y mal administradas. No están buscando "más Europa" o más políticas identitarias. No les importa un ápice de "más de cualquier cosa". La ira es evidente ya que la gente quiere que los sistemas funcionen, pero no lo hacen. Quieren volver a vivir normalmente la vida.

Y a medida que soplan los vientos fríos de los precios inflacionarios en aumento y la recesión, buscan a sus dirigentes, no para "más libre mercado", sino para que los protejan de los mercados y las locuras regulatorias. Sienten el peligro de los desconocidos "bucles fatales" implosionando partes de sus economías.

Este es el mayor mensaje geoestratégico que emerge de la guerra de Occidente contra Rusia: los rusos -y muchos otros- dicen que ya están "hartos" de la "occidentalización" (queriendo referirise a su atributo "misionero"). En todo caso, ser "Occidente", pero no "occidentalizado"; ser "europeo", pero no un demagogo de "más Europa", sugieren los no-occidentales.

Es en este contexto que el término "Mundo Ruso" (Russky Mir) cobra importancia. Tiene un origen antiguo: su primer uso formal en su sentido moderno fue en 2007, cuando el presidente Putin decretó el establecimiento de la Fundación Russky Mir, patrocinada por el gobierno.

Para algunos, el término "El Mundo Ruso" significa donde quiera que vivan los rusos. Si solo quiere decir eso, entonces es un proyecto puramente nacionalista. Para algunos, el término refiere al mundo de habla rusa, pero si solo indica eso, entonces es un proyecto simplemente lingüístico. Para otros, el término implica donde quiera que vivan los cristianos ortodoxos, pero si solo se tratara de eso, entonces es un proyecto netamente confesional.

Realmente, para muchos rusos "El Mundo Ruso" significa, hoy día, algo más, algo mucho más amplio. Se refiere a todos aquellos donde quiera que vivan que se oponen a la occidentalización explotadora. Si bien viven principalmente en Rusia, China, India, África, América Latina, el mundo musulmán, Indonesia y Kazajistán, existen en todo el mundo, incluso en los centros occidentales. Ellos son los que resisten la campaña ilusoria cuidadosamente orquestada de "la comunidad internacional". Para esos rusos que viven en el mundo real, las ilusiones de Occidente son absurdas y malignas.


Alastair Crooke es un exdiplomático británico, escritor y analista de renombre y trayectoria en el Sudoeste Asiático. Fundador y director de Conflicts Forum (con sede en Beirut, Líbano), organización que aboga por el entendimiento entre el Islam político y Occidente. Es autor de Resistencia: la esencia de la Revolución Islámica.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Al Mayadeen el 4 de julio de 2022, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Ernesto Cazal.

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