Jue. 21 Noviembre 2024 Actualizado 4:32 pm

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Julio Mayora celebra tras ganar la medalla de plata en los JJOO Tokio 2020 (Foto: Edgard Garrido / Reuters)

Una medalla y un nocaut

¿Propaganda de guerra contra Venezuela? ¡Te la tengo! Toda. No hay mugre que no nos hayan lanzado, no hay espacio que no hayan usado para atacar a nuestro país, no a nuestro gobierno, al país, porque la guerra que quieren tiene como objetivo el país entero… ya es un cliché decir que las bombas no matan solo chavistas, pero por cliché no deja de ser una sólida verdad.

Desde la llegada de Chávez hemos visto de todo, pero con la presidencia de Maduro nos ha tocado ver y vivir la locura, la impudicia, el cinismo y el descaro que produce el desespero; halar todos los hilos de la manipulación y la mentira, hasta los más inverosímiles, los más rebuscados, porque los hilos anteriores no funcionaron. Y nada les funciona.

Entre los momentos cumbres de la propaganda fallida, aquel lánguido y desubicado Jarred Letto con un cartelito de #SOSVenezuela en la entrega de los Oscars, juntándonos con su preocupación por Ucrania y su colorida revolución que llevó a los nazis al poder… SOS Venezuela, como si dijera SOS cualquier vaina, porque hasta ese día no sabía de nuestra existencia y luego supo brevemente, distraídamente, y terminada la ceremonia, ¡plin! se le olvidó.

SOS Venezuela mientras Venezuela, en lugar de estar sufriendo como insinuaba el cartelito de Jarred, veía ese domingo la entrega de los Oscars donde Jarred hacía su show sin saber qué hacía… o sin importarle.

Como, tiempo después, tampoco le importaba a la esquelética Angelina Jolie, que viajó a Colombia para sacarse unas fotos dolientes con los “refugiados” venezolanos que huyeron de su país, un país en paz, hacia Colombia, un país en guerra infinita que, de paso, es el país que tiene el mayor números de desplazados del mundo. Todo muy coherente, you know.

Y es que ya la propaganda de guerra iba porque Venezuela tenía que ser el país más desgraciado del mundo, incluso más que esos países que los gringos y la OTAN han desgraciado bañándolos en bombas y sangre. Venezuela, le dijeron a Angelina mientras ella bostezaba, es un país malvado de donde su gente huye convirtiéndolo en el país con más refugiados del mundo mundial, Angie.

Para que la película quede redondita, la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, se une a la súper producción propagandística y, cagándose en sus objetivos, monta en la fronteras Colombiana y Brasileña unos campamentos exclusivos para "refugiados" venezolanos que, según los estatutos de la propia ACNUR, no lo son.

Burlándose de los millones de refugiados del mundo, la mayoría de ellos víctimas de las mismísima guerras y el saqueo que los gringos nos quieren montar a nosotros; burlándose de los millones de desplazados colombianos que no tienen quién les dé refugio, la ACNUR monta unas carpas de utilería donde recibe a los migrates venezolanos que son presionados a declararse refugiados a cambio de dejarlos pasar. Foto, foto y gran titular.

La campañita sube y baja según las esperanzas de sacar a Maduro. Cuando creen que están a punto de lograrlo, cuando cuentan con un dron explosivo, unos mercenario o unos malandros paracos nacionales apuntando al palco presidencial, nadie habla de refugiados, pero cuando la cosa no cuaja, aparece el fake de la lástima con la bandera falsa de la ACNUR.

El último episodio lastimero cayó noqueado ayer en Tokio: un venezolano que participó junto con atletas de Libia, Siria, Iraq… en el equipo olímpico de refugiados. Un avance de los que seríamos si los gringos hubieran logrado sus objetivos, pero no. Un boxeador de dudosas habilidades que logra llegar a Tokio no como atleta, sino como objeto de la propaganda contra su propio país. Un deportista muy mediocre que logró efímeros titulares y la promesa -ya veremos si la cumplen- de conseguirle la visa que por su condición de inmigrante ilegal no logró.

Ayer todos los medios propagandistas hablaban de él, como hace un par de meses hablaban de un grupo de venezolanos que se prestaron para un show migratorio sufriente, cruzando bañados en llanto por la parte llanita y quieta del Río Grande cargando sus maletas recién compradas en Miami y a una abuela como si fuera un costal. Hoy nadie habla de ellos y a nadie le importa que, días después, la misma Migra que los abrazó para las fotos, les quitó los pasaportes y de una patada en el culo los mandó de regreso al sur.

Volviendo al ring olímpico, noqueado el dudoso atleta, derramadas las lágrimas de cocodrilo, amanece un nuevo y brillante día con Julio Mayora, un muchacho de La Guaira vestido con nuestro tricolor, que levanta las pesas -¡pesadísimas!- con toda la fuerza y la alegría de este pueblo que orgullosamente somos, ese pueblo que él orgullosamente es.

Amanecimos aguantando la respiración con cada turno de Mayora en las pesas y el grito de alegría cada vez que las levantaba y soltaba su sonrisa. Amanecimos intactos, después de otra tarde de agravios y mentiras. Amanecimos vencedores, como cada vez que nos atacan.

Seguirá la propaganda de guerra y seguramente arreciará. Ya estamos acostumbrados, como también estamos acostumbrados a derrotarla, como la derrotamos hoy, como la derrotaremos siempre.

¡Nosotros venceremos!

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<