Hay algunos indicios en el sentido de que Estados Unidos podría cambiar en algo su política hacia Venezuela. No se trata de forjar falsas expectativas ni de suponer que su intención de derrocar al gobierno de Nicolás Maduro han cesado, solo que hay señales que permiten barruntar la posibilidad de que se produzca una modificación de la forma que puede adquirir la búsqueda de ese objetivo.
La primera pista tiene que ver con el repentino cambio de discurso desde Washington y Bruselas que es desde donde se dan las órdenes que establecen la forma de actuar de la oposición venezolana, inicialmente de toda ella, pero en la medida de que una de las partes se ha ido deslastrando del terrorismo como forma de hacer política (lo cual le ha valido "sanciones"), solo ha quedado la oposición terrorista como receptora de las disposiciones coloniales e imperiales que acata con perruna obsecuencia en el interés de maximizar ganancias y dar prueba de su fe antinacional y entreguista.
Sin embargo, la resistencia del pueblo venezolano que ha hecho fracasar todos los intentos subversivos que incluyeron el asesinato de ciudadanos, el golpe de Estado, la alianza con el paramilitarismo y el narcotráfico colombiano, las invasiones por vía marítima y terrestre, el sabotaje y paralización eléctrica, el intento de magnicidio del presidente Maduro, el falso expediente de la ayuda humanitaria, el bloqueo a las exportaciones de petróleo y a la actividad financiera internacional del Estado, el robo de los recursos del país y los desesperados llamados a invasiones de potencias extranjeras, los obstáculos a la importación de alimentos, medicinas y combustibles, entre otros expedientes, han señalado a Estados Unidos y Europa la obligación de buscar otros rumbos que se acerquen más a la política del presidente Obama hacia Cuba que se caracterizó por su intención de "matar suavemente".
Esto se desprende de las declaraciones de Cynthia Arnson, directora del Programa Latinoamericano del Wilson Center de Washington, quien en una entrevista para la agencia estadounidense Bloomberg aseguró -refiriéndose a Venezuela- que "la administración de Biden se siente incómoda con la severidad de la política de sanciones". No se trata de que en Biden se haya despertado un sentimiento cristiano de culpa, sino de su aceptación de que la barbarie y los intentos genocidas contra Venezuela han fracasado a pesar de los cientos de millones de dólares que han invertido para alimentar a los parásitos locales.
Mientras tanto, Venezuela sigue avanzando hacia su institucionalización mientras que cada vez mayor cantidad de sectores de la oposición despiertan de su idiotez estratégica. El noticiero de un importante medio de comunicación opositor de Caracas tituló que "España da el visto bueno a la propuesta de Guaidó", lo cual me hizo recordar los momentos previos a las negociaciones de Trujillo que condujeron al armisticio y el tratado de regularización de la guerra en 1820 cuando Madrid le ordenó negociar al general Morillo con el Libertador Simón Bolívar y aceptó su propuesta en este sentido. El problema es que Morillo era español y la oposición en Venezuela se supone criolla, aunque sirve a los intereses de las potencias extranjeras.
Los prolegómenos de Carabobo.
Después de la firma de los Tratados de Trujillo en noviembre de 1820, la guerra entró en un compás de espera que no significó paralización ni descanso para las fuerzas patriotas y para el mismo Libertador. https://t.co/l2noqhintr— Instituto Samuel Robinson (@isrobinson_) May 10, 2021
Grandes aspavientos se han hecho porque hasta James Story, jefe de la oficina de Estados Unidos en Colombia y vocero del sector terrorista venezolano -en defensa de su cargo diplomático, que pareciera estar en vilo- hizo declaraciones favorables a una negociación. En clara manifestación del carácter político e intervencionista de la política de Estados Unidos, Story expresó que "Washington estaría dispuesto a levantar las 'sanciones', con la condición de que se instale una mesa de negociación". Una mesa de negociación que, por cierto, está instalada desde hace aproximadamente un año mientras él mismo se encargaba de desconocerla orientando a sus huestes en ese sentido.
Julie Chung, jefa de Story en Washington, fue más allá. En dos tweets expuso la política oficial de Estados Unidos diciendo que su país "apoya una solución integral y negociada a la crisis en Venezuela que aborde todos los aspectos de las condiciones necesarias para unas elecciones libres y justas. Depende de los venezolanos decidir si el nuevo Consejo Nacional Electoral contribuye a este fin".
Quedaron en el pasado "todas las opciones sobre la mesa", la procura de "máxima presión" y la salida del presidente Maduro como condición para negociar. No obstante, para no abandonar su talante imperialista aseguró que: "Seguimos presionando por cambios fundamentales para elecciones libres y justas incluyendo levantar prohibiciones a partidos políticos, liberar sin condiciones a presos políticos, invitar a observadores electorales internacionales creíbles y un calendario electoral público".
2/2 Seguimos presionando por cambios fundamentales para elecciones libres y justas incluyendo: levantar prohibiciones a partidos políticos, liberar sin condiciones a presos políticos, invitar a observadores electorales internacionales creíbles y un calendario electoral público.
— Julie Chung (@WHAAsstSecty) May 6, 2021
Es evidente que tanto Story como Chung –acostumbrados a dar órdenes a venezolanos lacayos- creen que es lo mismo dirigirse a ellos que al presidente, al gobierno y al pueblo de Venezuela.
En el colmo de la desfachatez, le han atribuido a Guaidó la iniciativa de la propuesta de negociación y le han dado su aval. Éste, que acusando recibo del cambio de seña y visualizando que el negocio emprendido en enero de 2019 toca a su fin, se vio obligado a adaptarse a lo que parecen ser nuevas reglas. Entonces, ha hecho un llamado a un "Acuerdo de Salvación Nacional" cuando en realidad, en Venezuela, todo el mundo sabe que se está refiriendo a un "Acuerdo de Salvación Personal". Guaidó ha dicho que con este acuerdo pretende "unificar a la oposición". Será ésta la que tendrá que decidir si se quiere unificar bajo el liderazgo de un terrorista y ladrón que hizo acuerdos con paramilitares, narcotraficantes y mercenarios. Aunque, observando a la derecha y ultraderecha latinoamericana estructurada bajo los "liderazgos" de Piñera, Macri, Kuczynski, Áñez, Duque, Abdo, Bolsonaro y Juan Orlando Hernández, entre otros, cualquier cosa es posible.
Pero si de descaro se trata, Josep Borrell no se queda atrás. Consultada su opinión acerca del nuevo Consejo Nacional Electoral de Venezuela, la realización de las próximas elecciones locales y el diálogo en el que participan cada vez mayor cantidad de fuerzas políticas en el país, manifestó que "llevamos un año planteando la negociación". Eso es verdad, pero se le olvidó decir que su condición sine qua non para que se produjera era la salida de Nicolás Maduro de la presidencia.
En la competencia por demostrar niveles superiores de inmoralidad, Guaidó dijo que una eventual negociación en la que él podría participar iba a permitirle al país el "levantamiento progresivo de las sanciones", aceptando de esa manera que las llamadas "sanciones" han sido un instrumento de Estados Unidos y Europa, utilizados por él para causarle dolor al pueblo a cambio de lograr mezquinos objetivos políticos. Así, ahora las "sanciones" podrían ser eliminadas, una vez que Biden ha verificado el fracaso del pupilo de Trump y de Duque. Atrás quedan millones de afectados directa o indirectamente por tales medidas de carácter genocida.
Por supuesto, cualquier negociación no será inmediata, habrá que esperar a diciembre para saber si este cambio se confirma. Nuevamente las elecciones en Florida en noviembre de este año y la posibilidad de un regreso triunfal de Trump al escenario político, son en realidad los elementos definitorios de lo que pueda suceder. Ni Guaidó ni ninguno de los asalariados o exasalariados de Estados Unidos y Europa tendrán la mínima posibilidad siquiera de dar una opinión al respecto. Finalmente este es un diálogo o negociación (como quiera llamarse) entre Washington y Caracas donde sigue mandando Nicolás Maduro.
Si alguien tuviera dudas respecto del fin del sueño Guaidó elaborado por Trump y su camarilla fascista, vale escuchar a Henrique Capriles. Consultado por el periódico madrileño El País acerca de si considera que Guaidó es el líder de la oposición venezolana en este momento, respondió: "Hay una crisis de liderazgo dentro de la oposición. Pero para mí en este momento lo relevante no es a quién le atienden el teléfono en Bruselas o en Washington, eso es simplificar la política y la crisis venezolana". A buen entendedor, pocas palabras.