El miedo, el hambre y la ignorancia no los trajo el coronavirus, habitan en nosotros.
Murciélago o guácharo
De acuerdo con algunos científicos, un guácharo se comió unos camarones en un viaje de placer que realizó a la lejana Wuhan y, en un descuido, unos lugareños lo vieron y dijeron “a este me lo como yo”, pero un comerciante dijo “mejor lo capturamos y lo vendemos”.
Lo capturaron y lo vendieron en el mercado de mariscos de Wuhan, en donde un señor conocido como el paciente cero lo compró y se lo comió vivo, mientras el guácharo le gritaba “¡mi compai, yo soy de la Cueva del Guácharo!”, pero como el paciente cero no entendía el idioma extranjero del guácharo se lo comió, confundiéndolo con un murciélago, y resulta que los camarones, que no tenían nada que ver en la discusión, por mampuesto adquirieron el coronavirus que portaba el supuesto murciélago, y ahora ya no se sabe si este era Batman que en un viaje al lejano oriente, para saber si el asesino que mató a sus padres supermillonarios era el guasón, el acertijo o el pingüino, o si la culpa era de la vaca porque le comieron el queso que le llevaba al monje del Ferrari amarillo, que después se supo que no era amarillo sino negro, porque era el batimóvil, y la razón pudo haber sido que todos a uno, como fuenteovejuna, se pudieron haber infectado con el virus y al no tener con quien desquitarse tirotearon a los padres de Bruno o brus güein que se transmutó en murciélago.
También se afirma que el virus se arrechó al pasar a un animal de nombre extraño como el pangolín, y de ahí en un descuido tomó el cuerpo del paciente cero. Otros afirman que no pudo haber sido un murciélago por cuanto los murciélagos no comen cochino, pero lo más claro que se tiene hasta ahora es que lo que se comió el paciente cero era un ornitorrinco, porque en la cueva lo que hay es guácharo, y como se sabe los guácharos nunca han ido a la China, porque si no la cueva se llamara la cueva del pangolín, y como los guácharos no son pangolas y la única cueva que tiene nombre famoso aparte de la del Guácharo es la baticueva del hombre murciélago.
A todas estas, las grandes cadenas de medios de información se encuentran muy confundidas en su inocencia, y por supuesto, teniendo el deber ético de informar, nos informan esas verdades porque nada debe ser ocultado. Lo muy cierto es que, a la fecha, hay una gran confusión en la torre de babel creada por el guácharo, los camarones, las vacas, el pangolín, los cochinos, el ornitorrinco, los murciélagos, la angoleta y los pangapanga de los desinformados que saben mucho, y que al no entenderse, por hablar idiomas distintos, han decidido infectarnos creando un pánico de proporciones planetarias, que ha traído como consecuencia que la buena marcha de la pujante economía humanista se viera afectada para siempre.
Ahora no se sabe si fueron los dioses o la naturaleza, que en venganza por que nosotros vivimos mejor que ellos nos mandaron esta peste y culparon a un chivo de Boro que no tenía ni arte ni parte en este enredo. ¡Vacié carajo, la gallina! A otro virus con ese hueso.
A todas estas, como los virus no están muertos ni vivos, son muy inteligentes, audaces y eficaces en contaminar a quien sea, pero los científicos son más inteligentes, eficaces y audaces porque saben todo esto.
“Los virus son inquietantes porque no están vivos ni muertos. No están vivos porque no pueden reproducirse por sí mismos. No están muertos porque pueden entrar en nuestras células, secuestrar su maquinaria y replicarse. Y en eso son eficaces y sofisticados porque llevan millones de años desarrollando nuevas maneras de burlar nuestro sistema inmune. No están vivos ni muertos pero piensan en que la Sayona existe y es mujer del Silbón.
Pero lo que distingue específicamente al SARS-CoV-2 de otros virus asesinos es precisamente su estrategia de irradiación silenciosa. O sea, su capacidad de propagarse sin levantar sospechas, ni siquiera en su propia víctima”.
De acuerdo con esto, son muertos vivientes, zombis pues. ¡Madre enredo científicoacadémicointelectualfilosófico, que mantendrá despierto a todos los borrachos de los botiquines del mundo y a los sabios de esquinas, mientras dure el capitalismo humanista!
Mientras tanto los dueños del mundo rezan a los centros científicos para que inoculen el virus a toda la población asalariada, como mínimo a 4 mil millones. Porque eso solo aceleraría el curso inevitable de la limpieza necesaria… Pero los mercados se estabilizarían y todos volveríamos a ser felices como antes de la pandemia.
El chivo dice que él no pagará este peo
Se cuenta que en Grecia, en una época del año, la gente sacaba un chivo a la calle y a ese chivo lo apedreaban, lo apaleaban, le decían todos los insultos, maldiciones y pestes, culpándolo de todos los males, porque los abandonó la mujer o el marido, que si no salió bien la cosecha, que se perdió la batalla, es decir, todo el mundo expiaba sus culpas en el chivo, y de ahí surgió, según se dice, el mito del chivo expiatorio, es decir culpar a otro de los males propios porque es más fácil culpar que buscar las causas.
Las culturas de la carencia en todo el planeta han utilizado la guerra como manera de existencia, sus élites en el transcurrir del tiempo siempre han buscado justificar la tragedia que causan, en función de su bienestar. Para ello siempre han usado las falsas informaciones, donde justifican sus actos o desvían la atención sobre ellos, bien sea sobre los ocurridos, los presentes o los por ocurrir.
Cuando se complejizó la guerra, esta fue justificada con mil falsas razones, en nombre de los dioses, de dios, de los monstruos, de los bárbaros, del rey, del papa, de la nación, de la civilización, de las predicciones, de las pestes, del comunismo, del choque de civilizaciones, del islamismo, del terrorismo, pero detrás de estas justificaciones siempre está un deseo de invasión, una crisis, una quiebra, un problema de ganancia, pérdida, acumulación, exceso en la producción o reacomodo del sistema.
La guerra no ha parado desde entonces, tanto en su forma militar como en la forma fabril; parafraseando a los estudiosos de la guerra, la fábrica es la guerra por otros medios, solo que sus calamidades son mayores.
La tragedia que produce la fábrica en todos los sentidos es inconmensurable, la carnicería que produjo la segunda guerra europea (65 millones de muertes aproximadamente) es un juego de niños comparado con el daño que causa la fábrica en el mundo.
Pero como dice el dicho, “más sabe el diablo por viejo que por diablo”, y de la manga profunda de la experiencia del dueño, salta un coronavirus. ¡Ta, tan! Y se encienden las luces de las marquesinas, todos los medios lo anuncian con bombos y platillos, un perfecto montaje, una gran puesta en escena, donde las torres gemelas, la plaza verde de Trípoli imitada en Catar, son una nimiedad de principiantes. Los exteriores e interiores son reales, también los actores principales y secundarios, los extras, cada uno hace su papel a la perfección. La escenografía, el sonido, el vestuario, el maquillaje y la actuación son perfectas, hasta los extras merecen dos óscares, el público está totalmente cautivo, tan cautivo que ya no está en primera fila sino en medio de la escena principal, es el mimado, el estimado público, el objetivo, “nadie nos mandó a ser pobres”.
Es tan grande nuestra adicción que todos los días esperamos con ansias la estadística de la muerte, con la diferencia de que en las películas todos cobran sus salarios, pero en esta realidad los dueños no pagan y ganan todo.
Mención aparte de la actuación merecen las grandes cadenas de información y sus derivados de la tendencia política que sean: su actuación es un apostolado. Es un primor ver a los empresarios, políticos, intelectuales, artistas, ministros, dueños de oenegés, deportistas mediáticos, académicos y toda la chorrera de sabios declarando a favor o en contra del coronavirus. La película de terror que soñaron los grandes directores, la crítica sea de derecha o de izquierda, radical, moderada o ultra, la aplaude a rabiar. Los grandes artistas o los mediocres, de todas las artes habidas y por haber, por fin se dieron cuenta que la ficción jamás de los jamases superará la realidad, y que el humano capitalismo, en su infinito afán acumulativo, siempre estará dispuesto a llevar el terror sobre los pobres hasta sus últimas consecuencias, sin que le duela una sola fibra de su exquisita humanidad.
De la noche a la mañana todos nos volvimos sabios con el coronavirus, no hay nadie que no sepa el origen, si muta, si no muta, si está muerto, si está vivo o las dos cosas a la vez, cuántos muertos hay, cuál es la estadística diaria, qué es lo que hay que tomar, cómo hay que tomarlo, cuántos presidentes o cuántas organizaciones lo niegan o lo atacan, todos hacemos predicciones de cuántos muertos habrá en un día, una semana, un año, los añejos intelectuales estafadores de oficio ven cumplidas sus predicciones y con un dejo de superioridad anuncia “ya yo lo dije”.
La paga peo
Se rumora que, en tiempos de la Colonia, las mantuanas iban a la iglesia y cada una tenía una esclava que la sentaba a su lado. Las mantuanas al parecer consumían mucho chícharo o quinchoncho, y este grano les producía gases y a veces se les salían sin darse cuenta. Cuando esto ocurría, decían en voz baja: “Fos, negra, te cagaste”, y claro, la esclava no podía desmentir porque la azotaban.
De ahí viene la frase “la paga peo”. Suponemos que en cada sitio ocurre lo mismo, una élite culpa al pueblo de todos los males, sin asumir ningún tipo de responsabilidad; para muestra los ricos venezolanos, sus mayordomos y conversos.
Si una empresa quiebra, culpa del coronavirus. Si a un tipo lo dejó la mujer, culpa del coronavirus. Si los muchachos se portan mal, culpa del coronavirus; o sea, el coronavirus es el paga peo, el chivo expiatorio actual del capitalismo.
Es decir, a la gente se le olvida, por ejemplo, que antes del 2008 se habló de la gran debacle económica, porque los estados financieros estaban sobreabultados, entonces se hablaba de los fondos buitres, de los bonos basura, de las burbujas financieras que en cualquier momento estallarían, y efectivamente en 2007 caen Merrill Lynch y CitiGroup, en 2008 quiebran Freddie Mac y Fannie Mae, Lehman Brothers, esto solo por nombrar a los más grandes.
Todo se vino abajo, sin embargo, ante esa fractura de la presa, el capitalismo empezó a ponerle trapo a la puerta de la casa para que el agua no entrará (la Reserva Federal recogió la plata de los pobres y le salvó la cartera a los ladrones), pero el agua siguió entrando poco a poco hasta que los trapos no pudieron y el alud continuó, ya ni diez reservas federales les salvará la cartera a los ladrones, pero los ladrones siempre juegan con cartas marcadas de coronavirus.
Todos los análisis decían, y está escrito, no es un borracho que se puso a hablar en un botiquín, hay documentales, videos, películas, hay de todo sobre el hecho de que para este año 2020 era indetenible la debacle del capital financiero, que sus consecuencias serían superiores al año 1929, que se llevaría por los cachos al año 2008. Los analistas por todos los medios y formas anunciaron la gran quiebra del capitalismo, pero los humanos no estaban dispuestos a declararse culpables, no señor, y la mágica ciencia trajo al culpable coronavirus y los medios o grandes cadenas de información se encargaron de colocarle los ojos rasgados para darle mayor misterio.
Hagamos memoria. En 1880 aproximadamente, no habían pasado cien años del feliz alumbramiento del virus capitalista incubado por los humanos, cuando este virus entró en crisis, no podía expandirse, no encontraba cuerpo para seguir contaminando, la vacuna de contención de los estados-naciones era un corsé demasiado ajustado. La gran crisis del virus capital, del sistema estrella, que se había coronado a sí mismo, ya había sido develada por Lenin, estudioso y político ruso que dirige el primer intento consciente de instaurar otra cultura diferente al capitalismo, y define a esa etapa como “el imperialismo, fase superior del capitalismo”. En los Estados Unidos intentaron el remedo de la ley antimonopolio, pero esto no fue sino como una justificación para continuar en la gran carrera hacia la consecución del “único dueño soy yo”.
Desde entonces los humanos capitalistas se han sacado de la manga las guerras, las epidemias, las hambrunas, no han parado; la primera y segunda guerra europea, la gripe gringa mal llamada “española” (como hoy se intenta culpar a China con el coronavirus), las infinitas pequeñas y mortíferas guerras en todos los continentes que nunca se detienen, la ingeniería de la obsolescencia programada, el robo descarado de territorios, las triquiñuelas financieras, que les ha permitido mantenerse con vida, pero hasta el momento no se ha podido parar el cuesta abajo en la rodada, con la diferencia de que cada día el alud acumula más fuerza destructiva, y a diferencia de 1880 ya no queda territorio que invadir, el virus ha copado a todo el planeta, todo es humano, todo es capitalismo.
Pero sigamos haciendo memoria, porque a veces o siempre se nos olvida que en el planeta más de sesenta millones de personas mueren al año por causas relacionadas directamente con el humano capitalismo, producto de cualquier gripe (tres millones y medio), por hambre (más de seis millones), por diarrea (más de diez millones), los accidentes laborales mortales (tres millones), accidentes laborales discapacitantes (más de 7 millones), los accidentes automovilísticos mortales (un millón y medio), accidentes automovilísticos discapacitantes (más de siete millones), muertes a causa de infartos (más de dieciocho millones), los enfermos por consumo de drogas (más de trescientos millones), muertos por consumo de alcohol (tres millones), enfermos por consumo de opiáceos (más de 35 millones), si los comparamos entonces estos también son pandémicos.
Sin embargo, nunca veremos campañas contra el gran pandémico que es el humano capitalismo, esos hechos son cotidianos en la gente, pero los muertos nos duelen si son cercanos, todo se olvida en la estadística porque esos no son “mis muertos”, y hay mucha gente que vive de esos muertos, pero siempre hipocresía por delante.
De pronto la puesta en escena del coronavirus apareciendo en China, para tratar de vender la idea de que es originario de China, porque hay un combate inter capitalista por el control de lo que va a quedar después de la gran debacle que está en marcha y no hay forma de detenerla.
Pero hagamos un paréntesis memorial. ¿Es una casualidad el coronavirus? ¿Es verdad que apareció de pronto, que nadie sabía? ¿Y cientos de películas sobre zombis, sobre virus, que arrasan la Tierra?¿Y el informe presentado, en el 2005, por el National Intelligence Council (NIC), oficina de la CIA, donde se dice?:
“La aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la cual no existen contramedidas adecuadas, se podría convertir en una pandemia global. La aparición de una enfermedad pandémica depende de la mutación o del reordenamiento genético de cepas de enfermedades que circulan actualmente. Podrían pasar semanas antes de obtener resultados de laboratorio definitivos que confirmen la existencia de una enfermedad nueva con potencial pandémico”.
Si observamos las declaraciones de cada empresario y presidente, de cada funcionario, nos daríamos cuenta del combate encarnizado entre dos posiciones claramente delimitadas en la batalla por el control del planeta: por un lado los que están a favor de eliminar los estados-nación, y por el otro aquellos que defienden el estado-nación; en los unos y otros se nota la diferencia de conducta de acción, a cuáles dueños obedecen, o a cuál política se afilian, pero ninguno quiere abandonar el capitalismo.
Es claro que un sector busca destruir todo el estamento estatal existente, tanto nacional como internacional, se busca una nueva forma de gobierno, nuevas leyes que se adapten a las necesidades del capital, nuevas reglas del juego, cada transnacional y sus secuaces políticos, académicos, artísticos, sus medios de información, están de acuerdo en desbaratar todo el andamiaje jurídico-político que le servía al capital.
Los dueños necesitan resolver el problema del control de los recursos y los estados de alguna manera son enemigos de esta posibilidad. Ellos necesitan arruinar a los estados, destruirlos, desaparecerlos y plantearse una guerra abierta directa de bloques contra bloques; para la tarea que tiene que hacer el gran capital, necesita destruir para que todo se vuelva caótico, y eso lo logran con el coronavirus como chivo expiatorio, como el paga peo. De ahora en adelante Trump, Bolsonaro, Sánchez y un largo etcétera, se convertirán en los paga peos del problema y todo el mundo los odiará, para eso ya los medios tienen el guión de la película y esos estados quedarán absolutamente destruidos, y no faltará quienes pidan a gritos los juicios de Núremberg.
Es verdad que el coronavirus existe, es verdad que enferma y mata gente, sobre todo a pobres. Pero lo que no es verdad es que antes de su aparición el mundo era feliz, la economía marchaba de maravilla y que, por su culpa, todo se derrumbó “dentro de mí, dentro de mí”, como dice la canción. ¿O es que acaso ese coñazo de sanciones contra los países, esas grandes manifestaciones, esos indignados, esos chalecos amarillos, en Europa, Estados Unidos, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, de la noche a la mañana, se descubrió que las promovía el coronavirus?
Ahora mismo hay una campaña brutal contra todos los países, hay una campaña mundial de terror masivo en la población, es decir su aparato de propaganda está funcionando al mil por ciento planetariamente, pero eso tiene un límite porque la película no puede durar más de dos horas, esta película está por terminar.
Antes una esclava, un chivo, unos extranjeros, unos comunistas, unos terroristas, unos nacionalistas, unos islamistas, podían justificar cualquier guerra, pero ya estos silbones, cocos o sayonas no asustan a nadie, no son creíbles como enemigos peligrosos; desde el montaje de las torres gemelas, las bombas de destrucción masiva, o la plaza verde de Trípoli en Catar o los pistoleros de Puente Llaguno, por mucha propaganda que se ha hecho, ya la gente no se come ese cuento; se quiere comer es al capitalismo y no le importa si este está en manos de comunistas o terroristas, lo importante es consumir y simpatizar con el enemigo.
¿Cuál es el verdadero problema? ¿Qué es lo que realmente está ocurriendo? Escondidos tras la mampara del coronavirus, los dueños del mundo en su reacomodo están quemando, destruyendo mercancía de todo tipo y fundamentalmente gente, que es la que más sobra; están desbaratando y reordenando el andamiaje financiero y jurídico recogiendo sus capitales para luego reinvertirlos, es decir, están readaptando al sistema para las nuevas situaciones, porque cuando se termine la película quedará visible el destrozo, el robo abierto y descarado, los millones de desempleados, la hambruna, la quiebra de todas las pequeñas empresas, la eliminación de los beneficios sociales logrado en las largas y sangrientas luchas sostenidas por campesinos y obreros en los últimos cien años, imponiendo precios de hambre a los recursos naturales que habitan en las naciones del sur, explotando a precios de hambre la mano de obra, la represión a las revueltas de los pobres estará justificada, y todo eso lo harán culpando al coronavirus y a los gobiernos que supuestamente no pudieron controlar la pandemia.
Se habla de 2 mil millones de desempleados en todo el planeta, viene una gran tragedia, porque la gran contracción económica es absoluta, y la próxima campaña será “vale la pena el sacrificio de los millones de esclavos porque todo esto fue culpa del coronavirus, el coronavirus acabó con la economía, el coronavirus acabó con los estados, acabó con todo”.
No se pudo controlar la pandemia y los ecologistas tendrán un discurso diciendo que fue el planeta que se autorreguló, los religiosos dirán que es dios que nos castigó, cada quien tendrá un discurso para explicar el por qué debemos ser nuevamente esclavos y regalar los recursos y ser felices, trabajar el triple, sin importar que los familiares hayan muerto, no importa nada porque quedamos vivos, aplaudir porque tuvimos suerte de que dios nos escogió, que la vida nos ayudó, y los salvadores de pobres dirán que las masas se alzarán contra el gran capital y por eso cambiará el mundo, y la burguesía dirá vamos a cambiar el mundo de ahora en adelante y crearemos nuevas instituciones y nuevas reglas del juego, para andar en el capitalismo.
Pero lo claro, lo seguro, es que el capitalismo no va a cambiar, solo se refinarán sus métodos de explotación y control de la población y los recursos.
Hay una variable que es la variable chino-rusa con la participación de gobiernos como Venezuela, Nicaragua, Cuba, Irán, Siria, Corea del Norte, que son estados fuertes que se entiende van a resistir la embestida del gran capital.
En esta variable nos encontramos con otro plan que es la Iniciativa de la Ruta y la Franja, urdida por los capitales chinos y este plan ofensivamente ya ha cubierto en inversiones el norte, el centro y el sur del planeta, obligando al otro sector a pasar a la defensiva.
La variable chino-rusa más todos los países que hemos nombrado es una piedra en el zapato de aquel plan y pudiera ser que eso cree situaciones mucho más complicadas de lo que se piensa y el tiro termine saliéndole por la culata al capitalismo.
A quien no piensa, lo piensan como esclavo: vamos juntos a pensarnos
A estas alturas, colocarnos en plan de adivinos, tratando de vaticinar cuál de los contendores ganará la pelea nos parece tonto, porque ocurra lo que ocurra ese plan no es nuestro, ese plan no nos va a beneficiar a nosotros los pobres en lo absoluto, porque ellos necesitan exterminar millones de pobres para que, en los libros, la contabilidad les cuadre.
Ahora, si ese no es un plan nuestro, ¿a quién beneficia? Lógicamente beneficia a los dueños del plan, los que lo ponen en práctica.
El problema que se nos plantea es, ¿cómo vamos a pensar los pobres? ¿Cuál será nuestro plan? Si nosotros no entendemos por ejemplo que Venezuela en el concierto del capitalismo juega el papel de mina, desde hace 500 años, donde se le ha trasegado su materia prima y su fuerza de trabajo hacia Europa, Estados Unidos o Japón, que Venezuela nunca ha generado un aparato de producción propio, que por esta vía nunca seremos independientes; que mientras copiemos el discurso productivo del capitalismo e imitemos a las grandes potencias o a otras minas, jamás seremos nosotros mismos, entonces siempre seremos la mina de otro.
Pero como dice el dicho: la oportunidad la pintan calva. En el marco de las contradicciones inter capitalistas el sistema deja al aire las nalgas. ¿A qué nos referimos? A que vivimos un tiempo maravilloso, no nos dejemos joder con el manido cuento de que todos estamos jodidos, no, porque los pobres siempre lo hemos estado; no es nada nuevo para nosotros la inestabilidad, el hambre, la fatiga, la enfermedad, la guerra, el desempleo, es cotidianidad; para nosotros la estabilidad del capitalismo es nuestra muerte. Decimos maravilloso porque, desde hace 20 años, contamos con un gobierno que nos deja pensar, que ya es bastante.
Los pobres necesitamos inventar otro modo de vivir, otra manera de trabajar, es la única manera de superar esta situación, generando un aparato de producción propio, no hay otra opción, no tenemos otra posibilidad; con un plan nuestro, como pueblo, como pobres; y el plan propio pasa por que el país se entienda primeramente en siembra.
Necesitamos pensar cuál será ese modo de producción agrícola, porque el que conocemos oficialmente, el que se financia, es un sistema agrícola exógeno, no creado por nosotros. Se nos ha impuesto el sistema militarizado de la fábrica, llevado a la labor agrícola, los cultivos intensivos, el veneno, el fertilizante, el pesticida, la semilla certificada, los galpones, los silos, los tractores, el transporte, y la producción de forraje y drogas, porque este sistema capitalista al final produce es caña, cacao, café, que son drogas en su uso masivo, y maíz, sorgo, soya, que son forrajes, que al final conduce a repetir el sistema extractivo del capital y nosotros primeramente necesitamos es producir comida.
En ese marco, si seguimos usando los beneficios del petróleo o el oro o el coltán para comprar tractores, silos, fertilizantes, venenos, semillas certificadas, estamos repitiendo ciclos, comprando un aparato exógeno en la creencia de que como lo estamos pagando y usando en el territorio es nuestro aparato. Y ¿por qué no es nuestro? Porque esos aparatos obedecen a una lógica productiva en donde ya la plusvalía que genera fue pagada por adelantado a los dueños del gran capital y siempre estaremos arruinados a futuro, y todos esos aparatos nos están chupando bajo el mismo concepto, la misma dinámica productiva, porque vamos a tener que ganar dinero para poder pagar la maquinaria que es altamente costosa, entonces ganar dinero implica tener que explotar a la población pobre venezolana, repitiendo el ciclo ya histórico de la explotación.
Entonces estamos obligados a crear un modo de producción donde no nos explotemos, donde superemos el concepto individualizado de aprovechamiento de los recursos. La riqueza va a manos individuales, la riqueza no va a manos colectivas, la riqueza, según todo el andamiaje político, jurídico, literario, artístico, etcétera, está hecha para el beneficio del individuo. Entonces crear otro aparato de producción agrícola e industrial, pasa por que nosotros superemos la lógica del capital, que está sustentada en “menor inversión, mayor ganancia” en base a la explotación de una materia prima que el que la consume no paga las consecuencias; cuando jode un río, cuando tala los árboles, y obtiene un altísimo beneficio, porque a su vez paga muy barato, el costo del trabajo esclavo, entonces obviamente ahí tenemos un problema que resolver y que discutir.
Los grupos, los partidos políticos, los pensadores, todo el mundo es muy sabio con lo del coronavirus, desde la señora del consejo comunal, el ancla de televisión, los artistas, los intelectuales, todos somos sabios en el análisis del coronavirus, pero hasta este momento no hay un solo centro de investigación ni experimentación donde nos reunamos por lo menos todo el que quiera hablar, quiera decir sobre el problema del otro modo de producción sin el cliché o el panfleto y que se abra una perspectiva de análisis serio.
Venezuela por ejemplo tiene un acumulado importante de información desde la ciencia. Hasta el pescador menos experimentado, el técnico, el campesino, el obrero menos calificado; tenemos un acumulado de conocimiento que si lo organizamos bajo un concepto colectivo, si nosotros organizamos el uso del recurso que hasta ahora se ha utilizado en un individuo; el gobierno por ejemplo tiene años entregando cantidades de recursos al individuo, sea empresario, sea colectivo, sea persona, y le ha entregado tierras, le ha entregado maquinarias, le ha entregado galpones, le ha entregado tecnología, información, conocimiento al individuo; esté organizado como esté organizado, sea empresario, cooperativa, consejo comunal, asociación empresarial (los que más han robado) y el individuo responde a la compra venta, al usufructo de la riqueza de manera individual.
Ahora, si nosotros cambiamos esa lógica en la construcción de un modo de producción que nos prefigure como otra cultura y entendemos que el beneficio debe ser colectivo, entonces obviamente el uso del conocimiento que está acumulado en este país se pondría (sencillamente, sin alharacas, sin títulos, sin academia, sin importar qué artista, académico, pescador, carpintero seamos, no importa cuál sea su conocimiento, siempre que no sea conocimiento estafa, para vivir del mismo) al servicio de la otra cultura por crear colectivamente.
Hay que diseñar mecanismos, centros de investigación, centros de experimentación, para que la gente participe en función de construir un país de manera colectiva, bajo un concepto colectivo.
Como proceso tenemos un logro en la creación de las milicias, por su composición de clase, por el acumulado intracultural que en ellas subyace. Reúne las condiciones ideales para poner en práctica la experimentación tal vez más importante en la historia de esta especie, el cómo crear colectivamente un modo de producción que sirva al colectivo como dato cultural.
Estamos de acuerdo que en el marco de la guerra impuesta se deben hacer negociaciones permanentes para evitar la guerra civil, la invasión, el despelote, y en esto la dirección política-militar ha estado a la altura, y no dudamos que se deben mantener algunas negociaciones por incómodas que ellas sean, pero si seguimos invirtiendo bajo el modelo capitalista productivo como un fin en sí mismo, aunque digamos socialismo, si no se entiende que la fábrica obedece a una lógica, que es la lógica del capital, que es la lógica del beneficio individual, del beneficio egoísta, si el gobierno o los pensadores no se percatan de eso, nuestra tragedia va a ser igualita que cualquier otro territorio o que cualquier otra población.
Estamos hablando de otro modelo, de otra lógica, bajo otro concepto, y eso hay que planteárselo desde la perspectiva de lo colectivo, pero lo colectivo eximido del panfleto, del cliché, del grupito; no nos referimos a eso, nos referimos a filosofía, nos referimos a esa idea chavista que la sintetizó Maduro después de que Chávez muere, que es que Chávez somos todos y sin Chávez no somos nada, es decir, ser chavista colectivamente.
Y no seguir instalados mirando la película del coronavirus y esperando el qué pasará después de la pandemia o escuchando a todos los charlatanes o grupos que dicen: “Viste, ahora la economía se viene abajo, el coronavirus es arrechísimo, destruyó la economía, acabó con los juegos olímpicos, con el mundial de fútbol, con viña del mar, y el estreno de la última temporada de los Simpson, qué bolas, qué arrecho, el coronavirus es una mierda y está disfrazado de Trump. Y yo sin mi selfie de hoy”.