Lun. 17 Noviembre 2025 Actualizado 3:35 pm

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En la cumbre Brics de 2024 el presidente ruso Vladímir Putin levanta un billete simbólico de los países del bloque (Foto: Stanislav Krasilnikov / Photohost)

Desdolarizar el mundo: la batalla estratégica del Sur Global

Un reciente debate del Club Valdái, en Moscú, reunió a economistas y estrategas del Sur Global para discutir una de las cuestiones más decisivas de nuestro tiempo: la urgencia de construir un sistema financiero alternativo al dominado por Estados Unidos. Entre ellos, el economista brasileño Paulo Nogueira Batista Jr., exdirector ejecutivo del FMI y fundador del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) de los Brics, presentó un plan integral para la liberación monetaria del bloque y del Sur Global.

Su propuesta, titulada "Más allá del dólar", plantea que el orden financiero basado en la moneda estadounidense atraviesa una crisis estructural irreversible, al mismo tiempo que se convierte en un instrumento de coerción geopolítica. Desde la exclusión de Rusia del sistema Swift hasta la congelación de reservas internacionales, el dólar se ha convertido en un arma de control imperial.

El trabajo de Nogueira, discutido en Valdái y ampliado en Think-Brics, es tanto una advertencia como una hoja de ruta: el Sur Global debe prepararse para un nuevo paradigma financiero antes de que el sistema vigente colapse por su propio peso.

La crisis del sistema del dólar

Batista Jr. parte del diagnóstico de que el sistema monetario actual no funciona. Es un orden disfuncional sostenido por dos pilares corroídos: la instrumentalización del dólar como arma política y la debilidad estructural de la economía estadounidense. Lo que antes fue un sistema de intercambio global se ha transformado en una arquitectura de castigo y exclusión.

"El punto de partida de los Brics es la disfuncionalidad ampliamente reconocida del sistema centrado en el dólar, consecuencia de dos factores distintos: la instrumentalización del dólar estadounidense y de la red de pagos transfronterizos occidentales; y las debilidades estructurales de la economía de Estados Unidos, país emisor de la moneda hegemónica internacional".

El autor expone cómo las instituciones financieras internacionales (FMI, Banco Mundial, Swift), creadas bajo el liderazgo de Washington, se han transformado en mecanismos de coerción. Países como Rusia, Irán o Venezuela han sido objeto de sanciones, bloqueos y exclusiones que violan las normas básicas del comercio internacional.

"Si un país desagrada a los dirigentes occidentales, corre el riesgo de ser excluido del sistema, como le ocurrió a Rusia. Los Brics, con razón o sin ella, suelen considerarse la principal fuente potencial de alternativas al actual sistema monetario y financiero internacional".

Incluso el Nuevo Banco de Desarrollo de los Brics, del cual Nogueira fue uno de sus arquitectos, ha sido alcanzado por esa red de dependencia. Por temor a sanciones secundarias y a perder su calificación crediticia (dictada por Moody's, Standard & Poor's y Fitch), el NDB dejó de otorgar créditos a Moscú y evita incorporar otros países.

"El NDB dejó de prestar dinero a Rusia, miembro fundador, únicamente por temor a las sanciones. Si hubiera continuado prestando, corría el riesgo de perder su calificación crediticia, dictada por el triunvirato de agencias de calificación estadounidenses. De igual modo, el banco teme aceptar nuevos miembros como Irán, Cuba o Venezuela".

El resultado es una paradoja: el bloque que nació para ofrecer una alternativa al FMI y al Banco Mundial sigue, en parte, subordinado a las reglas del sistema financiero occidental. Pero esa sumisión, advierte Nogueira, no es sostenible.

El propio deterioro fiscal de Estados Unidos —una deuda pública sin control y déficits estructurales cubiertos por simple emisión de dinero— revela que la hegemonía del dólar se sostiene en la coerción y la costumbre.

El plan de emancipación: un sistema multipolar

Para Paulo Nogueira Batista Jr., el sistema financiero internacional no puede "reformarse" desde dentro porque su diseño mismo garantiza la supremacía del dólar y, con ella, el dominio político de Estados Unidos. La única salida posible es crear algo nuevo: una estructura paralela que permita a los países del Sur Global comerciar, invertir y financiarse sin depender de las instituciones occidentales.

Su propuesta, inspirada en la idea original del economista John Maynard Keynes tras la Segunda Guerra Mundial, parte de la intuición de que el dinero no solo mide el valor de las cosas, también determina quién tiene poder sobre quién. Y si una sola nación emite la moneda global, también controla el sistema que todos los demás usan.

El plan de emancipación que plantea Nogueira se organiza en tres pasos claves:

  1. Crear un Banco Emisor Internacional (BII). Este banco sería el corazón del nuevo sistema. No dependería del Fondo Monetario Internacional ni de las agencias calificadoras de Wall Street, sino de los propios países del bloque. Su función sería emitir una nueva moneda común y también bonos respaldados por las economías nacionales. En términos sencillos, sería como si los países Brics crearan su propio "banco central global", capaz de financiar proyectos y regular flujos de dinero sin pedir permiso a Washington o Bruselas.

  2. Respaldar la nueva moneda en bonos conjuntos. En lugar de depender del oro o de una sola economía como ocurre hoy con el dólar, la nueva divisa estaría sustentada en una cesta de bonos de todos los países participantes. Eso significa que su valor no dependería del endeudamiento o de las crisis de un solo país, sino del conjunto. La idea es que el valor del dinero refleje la producción real y la diversidad económica del bloque, y no los caprichos de los mercados financieros estadounidenses.

  3. Construir una red de pagos independiente del sistema Swift. Este es el paso más inmediato y práctico: un sistema digital propio para hacer transferencias y transacciones entre los países, sin pasar por los bancos de Estados Unidos o Europa. Hoy, la red Swift permite que Washington bloquee o sancione cualquier país simplemente desconectándolo del sistema de pagos. La Iniciativa de Pagos Transfronterizos de los Brics (BCBPI) rompería con esa vulnerabilidad.

Nogueira está hablando de autonomía, de la posibilidad de que los países definan sus relaciones económicas sin intermediarios imperiales, creando una alternativa viable, una vía paralela que gane fuerza a medida en que el sistema estadounidense pierda credibilidad y estabilidad.

Mientras el dólar siga siendo el árbitro de la economía mundial, Estados Unidos podrá seguir usando las sanciones, las tasas de interés y las calificaciones financieras como instrumentos de coerción. Romper ese monopolio es, en esencia, un acto de soberanía colectiva.

El doble cerco, amenazas externas y fracturas internas

Si el proyecto de los Brics aspira a construir una arquitectura financiera realmente independiente, sus obstáculos no están solo fuera del bloque. También existen dentro. Nogueira lo expone al explicar que uno de los desafíos mayores está en resistir una guerra de poder que se libra en dos frentes: uno geopolítico, encabezado por Washington, y otro interno, sostenido por las propias élites del Sur Global que se benefician del sistema actual.

En el cerco externo, Estados Unidos percibe cualquier intento de desdolarización como una amenaza directa a su hegemonía y reacciona con fuerza. El propio Nogueira recuerda que Donald Trump, durante su campaña, llegó a prometer aranceles de 100% a los países que atentaran contra el dominio del dólar. Promesas que ha ido llevando a cabo. Ese elemento resume el tono de una potencia que ya no logra mantener su liderazgo por consenso y recurre al castigo como método de control.

Washington ha transformado el sistema financiero global en un campo de batalla: sanciona, bloquea y confisca activos sin rendir cuentas. La política de coerción pretende tanto aislar a sus enemigos como amedrentar a los aliados, dejando claro que ningún país está completamente a salvo si decide actuar por fuera del guión.

Nogueira dice, sin embargo, que las amenazas internas pueden ser incluso más peligrosas. En muchos de los países miembros del bloque, los sectores económicos más poderosos —la llamada "quinta columna" del sistema dólar— no tienen interés en cambiar las reglas del juego. Son las élites financieras, mediáticas y políticas que concentran su riqueza en bancos occidentales y encuentran en el sistema actual una garantía de estabilidad y privilegio.

Esa dependencia crea una contradicción central: los Brics buscan soberanía colectiva, pero dependen en parte de actores que prefieren la subordinación. Por eso el autor sostiene que la independencia financiera solo será posible si se aplican controles de capital, coordinación política y una dosis de valentía estratégica, algo difícil de alcanzar en contextos donde el consenso sirve de excusa para no avanzar.

A esta dificultad se suma una trampa institucional. La regla de la unanimidad, que rige las decisiones del bloque, otorga poder de veto a cualquier miembro y convierte cada ampliación del grupo en una posible fuente de parálisis. Un solo país puede frenar los acuerdos si teme represalias o carece de la voluntad política para enfrentarlas. Ante esto, Nogueira propone un enfoque más práctico: las iniciativas más sensibles, como la red de pagos o la futura moneda común, deberían ser voluntarias y no vinculantes, de modo que los países dispuestos puedan avanzar sin quedar atados a los más cautelosos.

El resultado, advierte el autor, será un proceso desigual, con avances graduales y retrocesos, pero inevitable. Los Brics ya operan en un mundo dividido en dos bloques, donde las instituciones de Occidente pierden legitimidad a medida en que se transforman en instrumentos de castigo.

En ese contexto, construir un sistema financiero alternativo deja de ser una opción y se convierte en una necesidad de supervivencia política.

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