A comienzos de septiembre se conoció que siete candidatos del partido Alternativa para Alemania (AfD) murieron en las semanas previas a las elecciones locales en Renania del Norte-Westfalia. La cifra se enmarca dentro de un total de 16 fallecimientos de aspirantes de distintos partidos, ocurridos en 14 municipios del estado, según confirmó la comisión electoral regional.
Entre los decesos se encuentran figuras como Stefan Berendes (59 años, Bad Lippspringe), Ralf Lagne (67 años, Blomberg), Wolfgang Kliener (72 años, Schwerte) y Wolfgang Seitz (59 años, Rheinberg), todos representantes de AfD.
Las autoridades alemanas insistieron en que no existen indicios de criminalidad en ninguno de los casos. Fuentes policiales señalaron que las muertes obedecieron a causas naturales o, en algunos casos, a situaciones como enfermedades prolongadas o suicidios.
Aun así, en dos expedientes se abrieron investigaciones formales, lo cual —según explicaron los portavoces— es un procedimiento habitual cuando la causa de muerte no resulta clara en un primer momento.
La aclaración oficial buscó contener el crecimiento de especulaciones que circulaban en redes sociales, particularmente amplificadas por simpatizantes de AfD. La propia copresidenta del partido, Alice Weidel, llegó a escribir en X que "cuatro candidatos de la AfD han muerto", compartiendo la opinión de un académico jubilado que calificaba estas coincidencias como "estadísticamente casi imposibles".
La reacción inmediata de la comisión electoral fue subrayar que, con miles de candidaturas para unos 20.000 escaños locales, la mortalidad registrada no representa un fenómeno inusual.
Sin embargo, la dimensión del hecho y la coincidencia en torno a un mismo partido, que atraviesa un ascenso electoral en las encuestas (con más de 39% de intención de voto frente al 27% de la CDU, según Bild), han generado un terreno fértil para la desconfianza y la proliferación de teorías alternativas.
Aun cuando las autoridades y la prensa dominante sostienen la versión de normalidad estadística, la sucesión de muertes en un solo bloque político sigue siendo un dato incómodo para el proceso democrático alemán.
Silenciamiento institucional y narrativa oficial
La respuesta de las instituciones alemanas se ha orientado a neutralizar cualquier sospecha en torno a los decesos. Tanto la policía como la comisión electoral regional han repetido que las muertes corresponden a causas naturales y que no existe un patrón delictivo. Monika Wiessmann, responsable de la comisión electoral en Renania del Norte-Westfalia, fue enfática al afirmar que "no hay evidencia de un aumento significativo en el número de muertes" y que las especulaciones difundidas en redes carecen de fundamento.
El manejo comunicacional ha consistido en subrayar la normalidad estadística, destacando que en el conjunto de 20 mil candidaturas era esperable que se produjeran bajas por edad, enfermedades o accidentes.
Al mismo tiempo, los expedientes abiertos en dos casos han sido explicados como un simple trámite rutinario, sin implicaciones criminales. Esa narrativa se ha visto reforzada por medios como la emisora pública ARD y el diario Neue Osnabrücker Zeitung, que incluso reportó las dificultades administrativas que generaron los decesos, al tener que reimprimir papeletas y reorganizar el proceso electoral en varios municipios.
Frente a este discurso oficial, el contraste proviene de la propia AfD, que ha planteado públicamente sus dudas. Weidel y otras figuras del partido han sostenido que la concentración de muertes en su organización resulta anómala. No obstante, otros dirigentes como Kai Gottschalk, vicepresidente regional del partido, se alinearon con la versión institucional al señalar que "no hay indicios de que se trate de asesinatos ni nada similar", dejando la puerta abierta a la narrativa oficial.
El resultado es una situación en la que el debate público se apaga bajo el peso del relato oficial, mientras las dudas circulan principalmente en espacios alternativos y redes sociales. Lo significativo, más allá del fondo del asunto, es la rapidez con que las autoridades desestimaron cualquier hipótesis crítica y la manera en que el tema ha sido relegado de la agenda mediática, en un momento en que Alemania aparece crecientemente involucrada en la dinámica militar de la OTAN contra Rusia.
Entre la guerra externa y la fractura interna
El trasfondo de las muertes de los siete candidatos de AfD no puede separarse del escenario mayor en el que se encuentra Alemania: un país arrastrado al frente de la estrategia atlántica contra Rusia y, al mismo tiempo, atravesado por un malestar político que se expresa en el ascenso sostenido de la oposición nacionalista.
En palabras del analista político Andrew Korybko, "prohibir al AfD, más muertes 'estadísticamente llamativas' de sus candidatos e incluso una repetición del escenario rumano no pueden descartarse mientras la oposición nacionalista continúa ganando popularidad".
El llamado "escenario rumano" alude a lo ocurrido en 2024, cuando los resultados electorales fueron anulados bajo el pretexto de injerencia extranjera.
El crecimiento se refleja en encuestas que colocan al AfD en empate técnico con la CDU en el plano nacional, con 26% cada uno, y con un 14,5% en Renania del Norte-Westfalia, donde triplicó su apoyo en las últimas elecciones.
Para Korybko, esta resistencia se explica por el costo económico de la política alemana hacia Rusia: "Cortar el acceso confiable a energía barata encareció los precios en general, redujo la competitividad de las empresas alemanas y provocó un estancamiento económico".
En ese contexto, el AfD aparece como la única fuerza que propone un compromiso con Moscú y la reanudación de importaciones energéticas, cuando la economía alemana presenta números negativos, sobre todo en el sector manufacturero (otrora el más pujante de Europa), frente a una élite que "quiere perpetuar la guerra por poder".
La paradoja es evidente. Mientras el gobierno alemán se compromete a entregar 9 mil millones de euros a Ucrania hasta 2026, internamente enfrenta un deterioro estructural que erosiona su legitimidad. La agenda militar se amplía: el cirujano general Ralf Hoffmann reconoció que las Fuerzas Armadas ya planifican la gestión de hasta mil heridos diarios en caso de un conflicto mayor con Rusia.
En paralelo, diplomáticos alemanes y otros representantes europeos han transmitido a Moscú la disposición de la OTAN a derribar aviones rusos que entren en el espacio aéreo europeo. La acumulación de estas señales muestra que Berlín se sitúa en una fase de confrontación abierta, en la que el discurso bélico sustituye a cualquier consideración sobre estabilidad interna.
En este escenario, la muerte simultánea de siete candidatos de un mismo partido, aunque oficialmente atribuida a causas naturales, adquiere otra resonancia: la de un síntoma de fragilidad política en medio de la guerra permanente.
Para Korybko, el verdadero dilema no está solo en cómo contener al AfD, sino en hasta dónde está dispuesta la élite alemana a manipular procesos políticos con tal de sostener su alineamiento bélico.
Esa resistencia a los "vientos de cambio" refleja la contradicción de un país que, al sacrificar su estabilidad interna por la confrontación con Rusia, corre el riesgo de profundizar el mismo descontento que busca reprimir.
Y ello es un reflejo del abismo en que se encuentra toda Europa bajo la égida de la OTAN; ergo, de Estados Unidos.