La Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) ha sido durante décadas presentada como la vanguardia moral en la lucha contra el narcotráfico global. Su imagen pública —agentes de élite, operaciones encubiertas, desmantelamiento de cárteles— ha sido cuidadosamente construida a través de medios, documentales y narrativas políticas.
Sin embargo, los informes oficiales más recientes de la propia oficina —el National Drug Threat Assessment (NDTA) de 2024 y 2025— revelan una verdad incómoda: la DEA no combate el narcotráfico, lo administra; no desarticula redes criminales, las encubre; y no protege a Estados Unidos del crimen organizado, sino que lo legitima.
Este trabajo especial, basado exclusivamente en los datos duros y argumentos contenidos en los informes oficiales de la DEA, demuestra cómo Estados Unidos no es un Estado víctima del narcotráfico, sino un narcoestado estructural, cuya economía, sistema financiero y política exterior están profundamente entrelazados con el crimen organizado.
Además, se expone cómo la DEA, en lugar de actuar como una agencia de inteligencia objetiva, funciona como un instrumento de propaganda geopolítica, diseñado para criminalizar a países como Venezuela, mientras se oculta la verdadera magnitud del problema dentro de sus propias fronteras.
Producción, consumo y mercado made in USA
Autosuficiencia en la producción de marihuana hiperpotente
Uno de los hallazgos más contundentes de los informes de la DEA es la reconocida autosuficiencia de Estados Unidos en la producción de marihuana. Lejos de depender de importaciones, el país produce internamente la marihuana que consume, tanto en el mercado legal como en el ilegal.
La DEA lo confirma: existe una política ambigua y contradictoria que permite el uso legal en algunos estados (como California, Colorado o Nueva York), mientras se mantiene ilegal a nivel federal y en otros estados.
Pero lo más grave no es la ambigüedad legal, sino la transformación genética deliberada de la planta para aumentar su potencia y adictividad.
Según el informe de 2024, el contenido promedio de THC (tetrahidrocannabinol) ha pasado de 1% en 1977 a 16% en 2022. Esto significa que la marihuana estadounidense actual es 15 veces más potente que la de hace cinco décadas, producto de modificaciones genéticas que buscan maximizar el efecto psicoactivo y, por ende, la dependencia del consumidor.
Este aumento no es un fenómeno espontáneo: es el resultado de una industria tecnificada, financiada y permitida por el propio Estado. Laboratorios agrícolas, empresas de biotecnología y redes de cultivo masivo operan dentro del territorio estadounidense, produciendo una droga que, en su forma legal, se comercializa abiertamente, y en su forma ilegal, inunda las calles sin que la DEA logre contenerla.
Estabilidad del mercado ilegal: señal de saturación y control
El informe destaca un dato alarmante: el precio de la marihuana en el mercado ilegal se ha mantenido estable durante años, a pesar del aumento exponencial de su potencia y del contexto inflacionario general. Esta estabilidad indica abastecimiento pleno, redes logísticas eficientes y mercados saturados.
En otras palabras, la DEA no ha logrado interrumpir ni la comercialización ni el consumo. El mercado ilegal coexiste con el legal, y ambos funcionan como parte de una economía paralela que genera ingresos millonarios, evade impuestos y alimenta redes de distribución que operan en todos los 50 estados.
La DEA, en lugar de desmantelar estas redes, las tolera como parte de un sistema que prefiere regular antes que erradicar.
Esto convierte a Estados Unidos en un "país oasis de las drogas": un espacio donde se produce, consume y comercializa marihuana a gran escala, sin que exista una política de Estado clara para contener su impacto social. La DEA, en este contexto, no es un ente de control, sino un gestor de la normalización del consumo.
Una lavandería del narcotráfico mundial
Reconocimiento oficial de la centralidad financiera del narcotráfico
Los informes de 2024 y 2025 de la DEA admiten y confirman explícitamente que Estados Unidos es el nudo central del lavado de dinero del narcotráfico internacional. La agencia reconoce que:
-
Existen blanqueadores de dinero en suelo estadounidense que prestan servicios a organizaciones criminales transnacionales.
-
Se utilizan casas de cambio de criptomonedas, billeteras digitales, transferencias tipo espejo (mirror transfers), compra-venta de bienes muebles e inmuebles, y otros mecanismos integrados en el sistema financiero norteamericano.
-
Las inmobiliarias estadounidenses son utilizadas para invertir dinero del narco en propiedades de lujo, especialmente en zonas como Miami, Los Ángeles o Nueva York.
Este reconocimiento es devastador: la DEA admite que su propio país es el principal centro de blanqueo de capitales del crimen organizado global.
¿Actividad marginal? Nunca: se trata de un sistema estructural que involucra instituciones financieras, servicios legales, agentes inmobiliarios y plataformas digitales.
Desvío de responsabilidad: la farsa del "banco clandestino chino"
Lo más grave no es el problema en sí, sino cómo la DEA lo presenta. En lugar de asumir responsabilidad, la agencia prefiere culpar a "sistemas bancarios clandestinos chinos" (Chinese underground banking systems), como si estos fueran los principales responsables del lavado de dinero.
Esta acusación es estratégica: permite exculpar al sistema financiero estadounidense, a sus reguladores y a sus instituciones de control, mientras se proyecta la culpa hacia un enemigo geopolítico. La DEA afirma (2024) que:
"Las iniciativas de las fuerzas del orden para detectar, prevenir y procesar el lavado de dinero se ven complicadas por la diversidad o inexistencia de regulaciones en las instituciones financieras extranjeras, el gran volumen de transacciones financieras que ocurren a diario, las estrategias y engaños que emplean los cárteles mexicanos y otras organizaciones del narcotráfico para ocultar el origen criminal de sus ganancias, y el uso de tecnologías encriptadas".
Esta declaración es una farsa metodológica. Si Estados Unidos es el principal centro de lavado, la responsabilidad recae en sus propias instituciones, no en la supuesta opacidad de bancos extranjeros. El volumen de transacciones, las criptomonedas y las tecnologías encriptadas operan dentro del sistema financiero estadounidense, no fuera de él.
La DEA, al culpar a terceros, protege al verdadero centro del problema: el propio Estado norteamericano.
La ausencia de Venezuela en los informes
Omisión sistemática en los mapas del narcotráfico
Uno de los principales argumentos contra la narrativa intervencionista de EE.UU. es la ausencia total de Venezuela en los informes de amenazas de la DEA. A pesar de que el gobierno de Donald Trump y otros sectores políticos han acusado reiteradamente a Venezuela de ser un "Estado narco", la DEA no menciona al país ni como productor, ni como corredor, ni como centro de lavado de capitales.
Por el contrario, los informes detallan con precisión las rutas del narcotráfico:
-
La cocaína se produce en Colombia, Perú y Bolivia.
-
Es transportada por cárteles mexicanos a través de Centroamérica, o por mar a islas del Caribe como Puerto Rico y República Dominicana.
-
La mayoría de las incautaciones ocurren en California, en la frontera con México.
Venezuela no aparece en ninguna de estas rutas. Ni siquiera como un punto secundario o alternativo. Este silencio no es casual: es una prueba contundente de que la acusación es falsa.
El "Tren de Aragua": una mención marginal y propagandística
La única referencia a Venezuela en los informes recientes es al "Tren de Aragua", una banda criminal que fue declarada "organización terrorista" por el gobierno de Joe Biden en 2023. Sin embargo, como señala el documento, ni siquiera en este caso se le vincula con el tráfico internacional de drogas. Su inclusión en el informe de 2025 parece más una justificación post hoc de una designación política que un hallazgo basado en inteligencia.
Además, el informe no detalla operaciones de tráfico, rutas logísticas ni vínculos con cárteles internacionales. Es una mención simbólica, destinada a mantener la narrativa de que Venezuela es un foco de inseguridad, sin aportar evidencia concreta.
Este enfoque revela una estrategia de estigmatización selectiva: se utiliza el nombre de una organización local para justificar una etiqueta global ("terrorismo"), sin demostrar que cumpla con los criterios de dicha clasificación.
El "Cartel de los Soles": una ficción propagandística
El llamado "Cartel de los Soles" no aparece en ningún informe de la DEA, ni en el de 2024, ni en el de 2025, ni en ninguno anterior.
No hay nombres, estructuras, operaciones, ni siquiera una mención indirecta. Es una construcción puramente propagandística, inventada en "mesas de diseño" políticas por el gobierno de EE.UU., la extrema oposición venezolana y sectores de la derecha internacional.
Lo más significativo es que, mientras la DEA omite por completo esta ficción, sí detalla con precisión las estructuras de mando de los cárteles reales. Esta diferencia es clave: la DEA describe lo que existe, no lo que se inventa.
El hecho de que no mencione el "Cartel de los Soles" es una prueba irrefutable de que no existe. Y si no existe para la DEA, no puede existir como justificación para sanciones, amenazas o intervenciones.
El narco está en otra parte
El documento también menciona que la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) confirma lo que la DEA omite: Venezuela no es un país productor de drogas. Esta corroboración internacional es fundamental, porque proviene de una entidad que no está subordinada al gobierno de EE.UU. y que realiza evaluaciones técnicas basadas en datos globales.
Que tanto la DEA como la ONU coincidan en que Venezuela no produce, no transporta significativamente, ni lava dinero del narcotráfico, convierte esta afirmación en un hecho establecido, no en una opinión política.
Cualquier acusación contraria, por tanto, cae en el terreno de la desinformación.
La DEA como herramienta de guerra geopolítica
De agencia antidrogas a brazo de la política exterior
La DEA no actúa como una agencia técnica, sino como un instrumento de dominación geopolítica. Sus informes, lejos de ser objetivos, reflejan intereses estratégicos del gobierno de EE.UU. La criminalización de Venezuela obedece a:
-
Justificar sanciones ilegales que han devastado la economía venezolana.
-
Desestabilizar un gobierno independiente que resiste la hegemonía estadounidense en América Latina.
-
Acceder a las reservas energéticas de Venezuela, que posee las mayores de petróleo del mundo.
Como afirmó la vicepresidenta Delcy Rodríguez, se trata de un "grosero ardid" para apoderarse de las riquezas del país bajo el pretexto de combatir el narcotráfico. Pero los propios informes de la DEA desmontan esta mentira.
Silencio cómplice
Los documentos subrayan un hecho particularmente grave: la DEA no menciona ni un solo caso de corrupción entre funcionarios estadounidenses relacionados con el ingreso de drogas al país. Por el contrario, sí señala a funcionarios de bajo rango en México, Colombia y países centroamericanos, acusándolos de colaborar con cárteles para facilitar el tráfico hacia EE.UU.
Este contraste es escandaloso. Si, como afirma la DEA, los cárteles mexicanos "dictan el flujo de casi todas las drogas ilícitas hacia Estados Unidos", y si estas drogas ingresan masivamente por la frontera sur, por puertos y aeropuertos, es absolutamente imposible que lo hagan sin la complicidad de agentes aduanales, policías fronterizos, militares, transportistas o funcionarios locales.
La idea de que un sistema de tráfico de miles de toneladas de cocaína, fentanilo y metanfetaminas opere sin infiltración en las instituciones estadounidenses es una burla a la lógica.
El silencio de la DEA sobre este tema no es un vacío informativo: es un acto deliberado de encubrimiento institucional. Revelar corrupción dentro del sistema fronterizo, de inmigración o de seguridad nacional pondría en jaque la legitimidad del propio Estado.
Por eso, la agencia prefiere proyectar la corrupción hacia el Sur, manteniendo intacta la imagen de un EE.UU. "vulnerable pero limpio", mientras el verdadero cáncer crece desde dentro.
Hipocresía metodológica
Uno de los aspectos más reveladores de los informes de la DEA es su doble estándar metodológico. Mientras la agencia omite por completo cualquier referencia a Venezuela, incluso en temas menores, dedica extensas secciones a desglosar con precisión quirúrgica las estructuras internas de los cárteles mexicanos.
Los informes de 2024 y 2025 no solo nombra a los líderes del Cártel de Sinaloa y del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), sino que detalla sus alias, jerarquías, redes de operaciones y ubicaciones geográficas específicas en México. Incluso menciona cómo estos grupos ejercen su "dominio" sobre el tráfico de drogas en los 50 estados de la Unión.
Este nivel de detalle no es producto de la casualidad: es una herramienta de legitimación del intervencionismo. Al presentar a los cárteles mexicanos como entidades altamente organizadas, con estructuras claras y líderes identificables, la DEA construye una narrativa de amenaza externa que justifica operaciones encubiertas, cooperación militar, extradiciones y presión diplomática.
Sin embargo, esta minuciosidad desaparece cuando se trata de analizar las estructuras internas del narcotráfico dentro de EE.UU.: no hay mapas de redes de distribución en ciudades como Chicago, Detroit o Atlanta; no hay nombres de blanqueadores de dinero en Miami o Nueva York; no hay investigaciones sobre la infiltración del dinero del narco en el sistema financiero de Wall Street.
La DEA, en otras palabras, sabe cómo funcionan los cárteles ajenos, pero finge ignorancia sobre los mecanismos que operan en su propio territorio. Esta asimetría no es técnica: es política. Sirve para culpar al exterior mientras se protege el interior.
El verdadero "Cartel del Norte"
La frase de la vicepresidenta ejecutiva Delcy Rodríguez —"El planeta entero sabe que el verdadero Cartel está en el Norte"— no es una exageración. Es una verdad documentada por la propia DEA.
Porque Estados Unidos:
-
Produce marihuana hiperpotente.
-
Consume la mayor cantidad de drogas del mundo.
-
Lava el dinero del narcotráfico global.
-
Protege a sus instituciones mientras criminaliza a otros.
-
Utiliza a la DEA como un ente legitimador de su dominio.
Este es el perfil de un narcoestado funcional, donde el tráfico de drogas no es un fenómeno marginal, sino una estructura integrada al sistema económico, financiero y político.
La DEA no es una agencia de inteligencia objetiva. Es un instrumento de poder blando y duro, diseñado para:
-
Reconocer parcialmente los problemas internos (producción de marihuana, lavado de dinero), pero sin asumir responsabilidad.
-
Culpar a terceros (bancos chinos, cárteles mexicanos, funcionarios centroamericanos) para exculpar al sistema estadounidense.
-
Inventar amenazas ficticias ("Cartel de los Soles") para justificar sanciones y hostigamiento geopolítico.
-
Omitir deliberadamente a países independientes (Venezuela) para no tener que reconocer su soberanía ni su inocencia.
En este marco, la DEA no combate el narcotráfico: lo administra, lo normaliza y lo utiliza como herramienta de dominación. Su mayor crimen no es la ineficacia, sino la hipocresía institucionalizada.
Con la farsa mostrada con base en los propios documentos de la DEA se expone el corazón podrido del eximperio, que ha ejercido uno de los mayores engaños del siglo XXI tras décadas como adalid moral y ejemplar.
El narcotráfico no se combate con invasiones, sanciones o acusaciones falsas. Se combate con transparencia, justicia y responsabilidad.
Y la primera responsabilidad recae en Estados Unidos: si realmente quiere combatir la economía de los estupefacientes ilegales, debe dejar de fingir que es víctima y asumir que es cómplice y primer beneficiario. Pero no lo hará, pues un negocio rentable pocas veces va a la quiebra por voluntad propia.
Mientras tanto, la DEA seguirá siendo menos una agencia antidrogas y más un instrumento de legitimación del narcotráfico estadounidense.