Jue. 05 Junio 2025 Actualizado 3:39 pm

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Una columna de 6 kilómetros de altura, por la bomba nuclear estadounidense, se eleva desde la zona cero sobre las ruinas de la ciudad de Hiroshima (Foto: George Caron / US Army)
Posibles consecuencias de la Operación Telaraña

Jugando con fuego

En 2012 el presidente ruso Vladímir Putin declaró que "las armas nucleares siguen siendo la garantía más importante de la soberanía y la integridad territorial de Rusia y desempeñan un papel clave en el mantenimiento del equilibrio y la estabilidad regionales".

En los años transcurridos desde entonces, analistas y observadores occidentales han acusado a Rusia y a sus dirigentes de invocar irresponsablemente la amenaza de las armas nucleares como una forma de "alardear su poderío militar", un blofeo estratégico para ocultar las deficiencias operativas y tácticas de las capacidades militares rusas.

En 2020 Rusia publicó por primera vez una versión no clasificada de su doctrina nuclear. El documento, "Principios básicos de la política estatal de la Federación de Rusia en materia de disuasión nuclear", señalaba que Rusia "se reserva el derecho de utilizar armas nucleares" cuando Moscú actúe "en respuesta al uso de armas nucleares y otros tipos de armas de destrucción masiva contra ella y/o sus aliados, así como en caso de agresión contra la Federación de Rusia con el uso de armas convencionales cuando la propia existencia del Estado esté en peligro". El documento también afirmaba que Rusia se reservaba el derecho a utilizar armas nucleares en caso de "ataque por parte de [un] adversario contra instalaciones gubernamentales o militares críticas de la Federación Rusa, cuya interrupción socavaría las acciones de respuesta de las fuerzas nucleares".

En 2024 Vladímir Putin ordenó que se actualizara la doctrina nuclear de Rusia para tener en cuenta las complicadas realidades geopolíticas que habían surgido de la Operación Militar Especial (OME) en curso en Ucrania, donde el conflicto se había transformado en una guerra proxy entre el Occidente colectivo (OTAN y EE.UU.) y Rusia.

La nueva doctrina declaraba que se autorizaría el uso de armas nucleares en caso de "agresión contra la Federación Rusa y (o) sus aliados por parte de cualquier Estado no nuclear con la participación o el apoyo de un Estado nuclear, lo que se consideraría un ataque conjunto".

El arsenal nuclear de Rusia también entraría en juego en caso de "acciones de un adversario que afectaran elementos de infraestructura estatal o militar de importancia crítica de la Federación Rusa, cuya inutilización perturbaría las acciones de respuesta de las fuerzas nucleares".

Las amenazas no tenían por qué venir en forma de armas nucleares. De hecho, la nueva doctrina de 2024 establecía específicamente que Rusia podría responder con armas nucleares a cualquier agresión contra Rusia que implicara "el empleo de armas convencionales, lo que supone una amenaza crítica para su soberanía y (o) integridad territorial".

La Operación Telaraña, el ataque a gran escala con drones no tripulados sobre infraestructuras militares rusas críticas directamente relacionadas con la disuasión nuclear estratégica de Rusia, ha cruzado claramente las líneas rojas de Rusia en lo que respecta a desencadenar una represalia nuclear y/o un ataque nuclear preventivo para impedir nuevas agresiones. El SBU ucraniano, bajo la dirección personal de su jefe, Vasyl Malyuk, ha asumido la responsabilidad del ataque.

La Operación Telaraña es una ofensiva encubierta de acción directa contra infraestructuras y capacidades militares rusas críticas directamente relacionadas con las capacidades de disuasión nuclear estratégica de Rusia. Al menos tres aeródromos fueron atacados con drones FPV que operaban desde la parte trasera de camiones civiles Kamaz reconvertidos en plataformas de lanzamiento de drones. El aeródromo de Dyagilevo en Ryazan, el aeródromo de Belaya en Irkutsk y el aeródromo de Olenya en Murmansk, sede de los bombarderos estratégicos Tu-95 y Tu-22 y de los aviones de alerta temprana A-50, fueron atacados, lo que provocó la destrucción y/o graves daños a numerosos aviones.

Esto equivaldría a que un actor hostil lanzara ataques con drones contra los bombarderos B-52H de la Fuerza Aérea de Estados Unidos estacionados en la base aérea de Minot, en Dakota del Norte, y en la base aérea de Barksdale, en Luisiana, y contra los bombarderos B-2 estacionados en la base aérea de Whiteman, en Misuri.

El momento elegido para la Operación Telaraña está claramente diseñado para perturbar las conversaciones de paz previstas para el 2 de junio en Estambul.

En primer lugar hay que entender que es imposible que Ucrania se prepare seriamente para unas negociaciones de paz sustantivas mientras planifica y ejecuta una operación como la Operación Telaraña; aunque el SBU haya llevado a cabo este ataque, no podría haber ocurrido sin el conocimiento y consentimiento del presidente ucraniano o del ministro de Defensa.

Además, este ataque no podría haber ocurrido sin el consentimiento de los socios europeos de Ucrania, en particular Gran Bretaña, Francia y Alemania, todos los cuales mantuvieron consultas directas con el presidente ucraniano Vladímir Zelenski en los días y semanas previos a la ejecución de la Operación Telaraña.

Europa ha animado a los ucranianos a que se les vea como activos partidarios del proceso de paz de Estambul, con la idea de que, si las conversaciones fracasaran, la culpa recaería sobre Rusia y no sobre Ucrania, lo que facilitaría a Europa seguir prestando apoyo militar y financiero a Kiev.

Parece que los actores estadounidenses también están desempeñando un papel importante: los senadores Lyndsay Graham, republicano por Carolina del Sur, y Richard Blumenthal, demócrata por Connecticut, hicieron una visita conjunta a Ucrania la semana pasada, donde coordinaron estrechamente con el gobierno ucraniano un nuevo paquete de sanciones económicas vinculadas con la disposición de Rusia a aceptar las condiciones de paz basadas en un alto al fuego de 30 días, una de las principales demandas de Ucrania.

La Operación Telaraña parece ser un esfuerzo concertado para alejar a Rusia de las conversaciones de Estambul, ya sea provocando una represalia rusa que serviría de excusa para que Ucrania se quedara en casa —y una excusa para que Graham y Blumenthal siguieran adelante con su legislación de sanciones—, o para provocar que Rusia se retirara de las conversaciones mientras considera sus opciones de cara al futuro, un acto que también desencadenaría la acción sancionadora de Graham y Blumenthal.

Se desconoce hasta qué punto el presidente Trump, que ha estado presionando para que las conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania tengan éxito, estaba al corriente de las acciones ucranianas, incluído si aprobó la acción por adelantado —Trump parecía ignorar el hecho de que Ucrania había atacado al presidente ruso Putin con drones durante un reciente viaje a Kursk—.

Aun se desconoce cómo responderá Rusia a esta última acción ucraniana; los ataques con drones contra bases militares rusas se produjeron tras al menos dos ataques ucranianos contra líneas ferroviarias rusas que causaron importantes daños a locomotoras y vagones de pasajeros y provocaron la muerte y heridas a decenas de civiles.

Pero una cosa está clara: Ucrania no podría haber efectuado la Operación Telaraña sin la aprobación política y la ayuda operativa de sus aliados occidentales. Los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos han entrenado las fuerzas de operaciones especiales ucranianas en acciones de guerrilla y guerra no convencional, y se cree que los anteriores ataques ucranianos contra infraestructuras críticas rusas (el puente de Crimea y la base aérea de Engels) se llevaron a cabo con la ayuda de los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos en las fases de planificación y ejecución. De hecho, tanto el ataque al puente de Crimea como a la base aérea de Engels se consideraron desencadenantes de la publicación de las modificaciones de la doctrina nuclear rusa de 2024.

En el pasado Rusia ha respondido las provocaciones de Ucrania y sus aliados occidentales con una mezcla de paciencia y determinación.

Muchos han interpretado esta postura como un signo de debilidad, algo que puede haber influido en la decisión de Ucrania y sus facilitadores occidentales de llevar a cabo una operación tan provocadora en vísperas de unas conversaciones de paz cruciales.

La medida en que Rusia puede seguir mostrando el mismo nivel de moderación que en el pasado se pone a prueba por la propia naturaleza del ataque: un uso masivo de armas convencionales que golpeó la fuerza de disuasión nuclear estratégica de Rusia, que causó daños.

No es descabellado imaginar que esta táctica se utilice en el futuro como medio para decapitar los activos nucleares estratégicos rusos (aviones y misiles) y su liderazgo —el ataque contra Putin en Kursk subraya esta amenaza—.

Si Ucrania puede posicionar camiones Kamaz cerca de las bases aéreas estratégicas rusas, también podría hacerlo contra las bases rusas que albergan las fuerzas móviles de misiles de Rusia.

El hecho de que Ucrania desarrolle tal ataque muestra asimisno hasta qué punto los servicios de inteligencia occidentales están tanteando el terreno para cualquier conflicto futuro con Rusia, para el que los miembros de la OTAN y la UE dicen estar preparándose activamente.

Hemos llegado a una encrucijada existencial en la EMO.

Para Rusia, las líneas rojas que consideraba necesario definir en relación con el posible uso de armas nucleares han sido violadas de manera flagrante no solo por Ucrania sino también por sus aliados occidentales.

El presidente Trump, que ha afirmado apoyar un proceso de paz entre Rusia y Ucrania, debe decidir ahora cuál es la postura de Estados Unidos ante estos acontecimientos.

Su secretario de Estado, Marco Rubio, ha reconocido que bajo la anterior administración de Joe Biden Estados Unidos estaba involucrado en una guerra indirecta con Rusia. El enviado especial de Trump a Ucrania, Keith Kellogg, reconoció recientemente lo mismo sobre la OTAN.

En resumen, al seguir apoyando a Ucrania, tanto Estados Unidos como la OTAN se han convertido en participantes activos en un conflicto que ahora ha cruzado el umbral del uso de armas nucleares.

Estados Unidos y el mundo se encuentran al borde de un Armagedón nuclear provocado por nosotros mismos.

O nos separamos de las políticas que nos han llevado a esta situación, o aceptamos las consecuencias de nuestras acciones y pagamos el precio.

No podemos vivir en un mundo donde nuestro futuro esté dictado por la paciencia y la moderación de un líder ruso ante las provocaciones de las que nosotros mismos somos responsables.

Ucrania, y no Rusia, representa una amenaza existencial para la humanidad.

La OTAN, y no Rusia, es responsable de alentar a Ucrania a comportarse de manera tan imprudente.

Y también lo es Estados Unidos. Las declaraciones contradictorias de los responsables políticos estadounidenses sobre Rusia proporcionan cobertura política a Ucrania y a sus facilitadores de la OTAN para planificar y ejecutar maniobras como la Operación Telaraña.

Los senadores Graham y Blumenthal deberían ser acusados de sedición si su intervención en Ucrania se llevó a cabo para sabotear deliberadamente un proceso de paz que, según el presidente Trump, es fundamental para su visión de la seguridad nacional estadounidense en el futuro.

Pero es el propio Trump quien debe decidir el destino del mundo.

En las próximas horas, sin duda, escucharemos al presidente ruso sobre cómo responderá Rusia a esta provocación existencial.

Trump también debe responder.

Diciéndoles a Graham y Blumenthal y a sus partidarios que renuncien a las políticas de sanciones contra Rusia.

Ordenando a la OTAN y a la UE que cesen y desistan de seguir proporcionando apoyo militar y financiero a Ucrania.

Y tomando partido en la EMO.

Elija Ucrania y desencadene una guerra nuclear.

Elija Rusia y salve el mundo.


Scott Ritter es un exoficial de inteligencia de la Marina con amplia experiencia en control de armas y desarme, y experto en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Es autor de varios libros, incluido su último, Highway to Hell: The Armageddon Chronicles, 2014-2025.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en el blog de Scott Ritter el 1 de junio de 2025 y fue traducido para Misión Verdad por Ernesto Cazal.

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