Más de 45 mil miembros de la Asociación Internacional de Estibadores (ILA, por sus siglas en inglés) de más de tres docenas de instalaciones en 14 puertos del golfo y la costa este se declararon en huelga durante casi 72 horas, ubicados desde Maine en el noreste hasta Texas en el sur del país.
Esta es la primera acción de este tipo desde 1977 y representa la mayor movilización laboral organizada en los puertos estadounidenses en casi medio siglo.
Los trabajadores comenzaron a hacer piquetes en varios puntos estratégicos, incluido el puerto de Filadelfia, donde manifestaron su descontento con la frase: "No hay trabajo sin un contrato justo".
Aunque la ILA ha suspendido la huelga temporalmente hasta el 15 de enero para reanudar las negociaciones, la situación ha puesto en evidencia la fragilidad de las cadenas de suministro y el impacto letal que una interrupción de esta magnitud puede tener sobre la economía estadounidense.
Salarios y automatización en el centro de la disputa
La crisis se originó por la falta de acuerdo entre el sindicato y la Alianza Marítima de los Estados Unidos (USMX, por sus siglas en inglés) respecto a un nuevo contrato laboral. El documento anterior expiró el martes y, aunque hubo algunos avances en las negociaciones, la ILA decidió iniciar la huelga debido a que la oferta final de USMX no cumplía con las expectativas de sus miembros.
Los estibadores demandan un aumento salarial de 77%, mientras que la propuesta de USMX contemplaba un incremento de 50% a lo largo de seis años.
La ILA exige además una prohibición total de la automatización en las operaciones portuarias, específicamente en el uso de grúas, puertas y camiones portacontenedores. Esta mecanización representa una amenaza para los empleos en 36 puertos que manejan aproximadamente la mitad de la carga que llega a Estados Unidos.
Lo que una huelga prolongada podría significar
Aunque algunos expertos indican que los consumidores no experimentarán un impacto inmediato, gracias al abastecimiento anticipado de productos de los minoristas para la temporada de diciembre, la situación podría cambiar drásticamente si la huelga se prolonga más allá de unas pocas semanas.
Una interrupción laboral extendida obstaculizaría considerablemente la cadena de suministro del país, lo que generaría una nueva ola de inflación y demoras en la llegada de bienes.
En particular, el suministro de importaciones perecederas, como los plátanos, se verá afectado casi de inmediato. Esta fruta, que es la más consumida en Estados Unidos y cuya mayoría proviene de países como Ecuador, Guatemala y Costa Rica, depende en 75% de los puertos del golfo y de la costa este para su distribución.
Según estimaciones de JP Morgan, una huelga que cierre los puertos de la costa este y del golfo costará a la economía hasta 5 mil millones de dólares diarios. En un análisis para CNBC, Alan Murphy, director ejecutivo de la firma de investigación de líneas navieras Sea-Intelligence, asegura que si la inactividad se prolonga más de un mes, Estados Unidos podría entrar en recesión.
Walmart, Ikea y Samsung son las empresas mayoristas más expuestas a la huelga de estibadores en los puertos afectados, según datos de Visual Capitalist. Estas compañías, junto con la industria automotriz, incluida Hyundai y General Motors, dependen en gran medida de la importación de miles de contenedores a través de estos puertos cada año.
Otras compañías minoristas, que abarcan grandes superficies comerciales, vendedores de muebles y fabricantes de teléfonos, también se encuentran en una posición vulnerable debido a su alto volumen de importaciones.
Otro signo de la crisis estadounidense
La huelga de estibadores, a solo cinco semanas de las elecciones presidenciales, podría tener un impacto significativo en la contienda entre Kamala Harris y Donald Trump. La economía es un tema central para los votantes y, según una encuesta de The Economist/YouGov, la inflación y los precios elevados son su principal preocupación en este ámbito.
Además de sus repercusiones políticas, la huelga destaca una realidad que la pandemia de Covid-19 ya había puesto de manifiesto: cómo la fragilidad de las cadenas de suministro globales revela a su vez la vulnerabilidad de la economía estadounidense, con falencias estructurales de alto impacto derivadas del descuido de la inversión en infraestructura nacional en beneficio del extractivismo desmesurado, la externalización y la guerra.