Después de cinco siglos el genocidio más largo de la historia ha dejado más que cifras y fechas patrias, la lucha de los pueblos originarios sigue gestándose en cada generación que logra sobrevivir la invasión y el destierro del mundo moderno.
Nuevas cruzadas: Activistas indígenas zapatistas se desplegaron en viajes por barco desde México a Viena, Madrid y Berlín, no para exigir la repatriación del oro o el perdón por los crímenes del colonialismo, sino para promover el diálogo y reafirmar su resistencia frente a las continuas amenazas del colonialismo y el capitalismo global sobre los pueblos indígenas.
En Brasil, el presidente Jair Bolsonaro ha declarado la guerra a los pueblos indígenas no contactados. Si su gobierno no renueva las ordenanzas que protegen sus tierras de madereros, mineros y otros invasores, pueblos enteros podrían ser aniquilados. Las ordenanzas blindan las tierras de siete pueblos indígenas no contactados y un millón de hectáreas de selva amazónica.
En Perú, las tierras que no están legalmente demarcadas y protegidas para los pueblos indígenas no contactados siguen bajo la amenaza constante de las industrias extractivas y los invasores.
En Paraguay, los ayoreos no contactados viven en una huida constante, escapando de las excavadoras de los rancheros y empresas ganaderas bien financiadas que talan el bosque abriendo carreteras, colocando vallas e incluso construyendo enormes embalses para el ganado.
Pasado genocida: Se estima que hacia 1600, alrededor de un 90% de la población indígena había muerto a causa de la llegada de los españoles al continente americano, un hecho histórico que se celebra en España bajo el manto complaciente de la Hispanidad, una narrativa potenciada en la actualidad por herederos del franquismo que sostienen que su modelo colonizador fue el "menos malo" si se compara con el imperialismo azteca o inca.
Por qué es importante: Los pueblos originarios representan el 14% de la población en situación de pobreza en América Latina, a pesar de que constituyen solo el 8% de su población total, un factor que logra encausar la indignación que desemboca cada cierto tiempo en grandes movilizaciones que luego son capaces de convertirse en movimientos políticos que pasan a tener incidencia en las políticas de desarrollo de la región, aunque generalmente estos esfuerzos se diluyen por la propia inercia social, han significado un factor de incomodidad para el poder establecido, como la Minga colombiana, por ejemplo. Los movimientos indígenas han sido determinantes políticamente desde la década de los 90, especialmente en aquellos países donde la población originaria tiene un gran peso demográfico, como ocurre en Bolivia, Ecuador y México.
Sin embargo, el factor que podríamos inferir sigue siendo el de mayor peso, recae en la dignidad que sostienen estos pueblos dentro de su propia lucha de resistencia actual, factor que los promotores de la hispanidad no han logrado mermar.
En la segunda y última entrega de su texto sobre los pueblos indígenas (publicado en la web del Instituto Samuel Robinson) que perviven hasta hoy, el escritor venezolano Gustavo Pereira describe lo que podría ser una clave hacia el entendimiento de las nuevas guerras contra el indigenismo:
"No solo soportaron cruzadas genocidas y avasallamiento, sino incesantes procesos de aculturación y cambios generados por el tiempo y las inter-relaciones con la cultura criolla colonizada que las degradaba o las degrada. Desplazadas de sus territorios ancestrales, excluidas durante siglos de todo plan progresivo de sus países, segregadas, inferiorizadas y humilladas, sus valores, entre los cuales la concepción colectivista de la vida y sus relaciones con la naturaleza nos iluminan todavía, representan hoy legado ineludible para una humanidad harta de injusticias sociales, constantes guerra e invasiones y agresiones mortales contra la madre tierra".
Reporte del Instituto Samuel Robinson del 13/10/2021.