Vie. 22 Noviembre 2024 Actualizado 6:34 pm

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La invasión de EEUU a Irak formó parte de un plan para destruir los Estados-nación de esa región (Foto: Ceerwan Aziz-Pool / Getty Images)

Las republiquetas de Lomitolandia y la seguridad del no nacido

El proceso monopólico mundial de las grandes transnacionales busca cumplir con el objetivo de un solo dueño en el planeta. Para ello es necesaria la eliminación de los Estados-nación y de los impuestos a las corporaciones, la apropiación de las riquezas administradas por los Estados. Hablamos de cajas de ahorros, fideicomisos, cotizaciones, seguros de salud y vivienda, subsidios, prestaciones, pensiones y otras reivindicaciones, logradas por la clase obrera durante sus luchas. También buscan controlar de manera directa las zonas de los recursos naturales, las materias primas, las energías y la mano de obra muy barata.

Fijémonos en los casos de Irak, Libia, Ucrania, Siria, Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, México, y otros países en los que invaden, o aplican políticas de caos controlado. Destruyen el Estado, previo ablandamiento propagandístico de Estados fallidos, forajidos, narcos, terroristas, dictaduras, y después dejan a sus pequeños ejércitos de seguridad privada controlando estos recursos en cada punto desmembrado de estos países, pero con todos los pitillos dirigidos a las bocas absorbentes de las corporaciones que alimentan su voracidad con estos recursos naturales, materia prima, mano de obra barata y combustibles.

Estos ejércitos, constituidos por mercenarios, llámense paracos, rastrojos, águilas negras, autodefensas, alcaeda, cascos blancos, médicos sin fronteras, estado islámico, hermandad musulmana, o cualquier otro, al que le puedan poner el remoquete de terroristas, traficantes, narcos, pertenecen a las corporaciones de la guerra, brazo armado del entramado corporativo que gobierna al mundo, porque en definitiva el objetivo de estas grandes corporaciones que controlan al mundo es menor inversión/mayor ganancia.

El capitalismo ya no puede mantener las apariencias, requiere monopolizar absolutamente todo el planeta. Y para ello no necesita un Estado tal y como lo conocemos hoy, requiere de un simple aparato represor, permisivo con la burguesía, con el laissez faire; haz como quieras, cuando te dé la gana, contra los que te dé la gana. Cuando ellos dicen, por ejemplo, que sea el mercado quien dirima y regule, realmente están diciendo que quien va a controlar es quien tiene más ejércitos, más capacidad de chantaje y sometimiento.

La pretensión es, luego de destruir los Estados-nación, constituir republiquetas de Lomitolandia en los lugares donde están las condiciones para generar riquezas de manera directa, sin tener que pasar por las alcabalas éticas, morales y físicas de los Estados, sin tener que pagar a los trabajadores algo más allá que los sueldos de hambre, poder deshacerse de nosotros cuando ya no les rindamos, sin discutir con sindicatos. El caos que esto pueda generar será controlado por estos ejércitos, los muros y guetos, las empresas de la droga física y religiosa, más la prostitución.

Para calmar los refinados espíritus de la clase media echarán a volar todas sus recetas ideológicas, gran crecimiento, desarrollo, democracia, libertad, igualdad de oportunidades, descenso de pobreza, aumento de riqueza, inflación controlada, bienestar social a la altura de los países desarrollados o en vía de desarrollo, y toda esa cantaleta encubridora del terror de la guerra permanente al que terminarán sometidas estas minas cuando ya no tengan recursos, sin posibilidad de recuperarse y reconstituirse, siendo presas a la vez de la caída y mesa limpia. Porque las transnacionales roban la materia prima y ganan con la guerra propiamente dicha, por cuanto venden armas y pertrechos, a la vez que eliminan mercancía humana en desecho o la reciclan en la industria de la guerra, las drogas, la prostitución o la venta de órganos.

Hasta que un día despertaremos una vez más empobrecidos al extremo y venga de nuevo el círculo de la mala administración, la falta de planificación, la no visión de futuro, la inflación moderada, la superinflación y la explotación incontrolada de la supersísimainflación, la flojera congénita, la inferioridad mental de los pobres, que no les permite superarse, el despilfarro y bla, bla, bla de izquierdas y derechas, intelectuales, artistas, académicos y la larguísima cuerda de tarifados y vividores de la rapiña.

En esta etapa del capitalismo, el objetivo de las grandes transnacionales pasa por eliminar, como mínimo, la mitad de la población y así rehabilitar el aparato de producción en conjunto con la llamada reconstrucción, porque les permite movilizar capitales y poner a funcionar sus fábricas.

¿Es nuevo este propósito de la burguesía? Definitivamente no. Cuando se da la guerra entre la burguesía que emergía como clase poderosa, sustentada en el humanismo, contra la monarquía absoluta o el Estado absolutista, regentado por la iglesia y los reyes sustentados en dios, no se da sólo por el control del territorio, propósito inmediato, sino también porque los liberales burgueses ya tienen sus propios conceptos, sus propios planes, sustentados en el mito de la verdad de la ciencia. Los burgueses buscan imponer sus propios modos y costumbres. Los liberales burgueses, entre otras cosas, buscan deshacerse del Estado en su conjunto, porque este sostenía la memoria histórica de la existencia de la monarquía y la iglesia, y se regían por el mito de dios. Solo en una cosa estaban de acuerdo estas clases poderosas en pugna, y es que el Estado como aparato administrador de violencia les garantizaba, por vía de la represión, el control de los esclavos en cualquiera de los tiempos.

Estos criminales necesitan eliminar al Estado porque se les volvió paquidérmico

Avanzada la guerra, y dándose cuenta la burguesía de que no puede derrotar definitivamente al poder absolutista, deciden establecer un pacto y eso se logra en el tratado de Westfalia. Nace así el Estado-nación, se produce una nueva repartición del mundo. El Estado entonces se sostiene en la tolerancia, a todos los poderosos le sirve, siempre y cuando cada uno se fortalezca y tenga la capacidad de someter o eliminar al otro.

El Estado pasa entonces a jugar el papel de árbitro entre los poderosos, quienes a regañadientes lo aceptan, porque en su otra faceta es el represor directo de la especie sometida a esclavitud por las corporaciones; de otra manera vivirían matándose entre ellos, pero en este momento algunos dueños se sienten con la suficiente fuerza para mandar al carajo al Estado, someter a los otros dueños, cogerse todo lo existente y declararse definitivamente dios todopoderoso.

Estos criminales necesitan eliminar al Estado porque se les volvió paquidérmico, sin agilidad para la tarea principal que es reprimir a todas las clases contrarias y ser más ágil en el proceso de arbitraje, razón principal por la que la burguesía permitió su existencia. Ya han transcurrido casi 400 años: las evidencias nos dicen que la burguesía se ha fortalecido y va por lo suyo.

En fin, el Estado está saturado de lastres con los que la burguesía no está dispuesta a cargar, pero sí quedarse con el botín que en largas y sangrientas luchas los proletarios hemos acumulado en las arcas del Estado. Para ellos es más fácil crear aparatos de seguridad particulares, eliminar los ejércitos y crear compañías de seguridad, sin pagar el boato y la parafernalia de los ejércitos regulares, hacerlos más agiles y evitar los gastos de los grandes cuarteles, porque al volverlos empresas, cada dueño corre con sus propios gastos sin tener que pagar las prerrogativas de los oficiales y sin hacerse cargo de los familiares de los soldados muertos en combate, evitando así sostener gastos innecesarios.

Los mercenarios trabajan por el plato de comida, son esclavos sin ninguna dignidad, son mercancía en desecho que producen las grandes fábricas y ciudades. Esos muertos no tienen dolientes, son la máquina perfecta que soñaron los humanos como esclavos: esclavos desprendidos de todo arraigo sentimental, cultural o telúrico. No se pertenecen, ni forman parte de ninguna comunidad. Los barrios del planeta están llenos de estos muertos vivientes sin dolor de patria o especie, y por eso pueden ser usados por las transnacionales sin ninguna consecuencia ética o moral.

De esta misma manera ocurrirá con todas las otras funciones del Estado en el ámbito social, todo será privatizado y fundamentalmente no tendrá control sobre los recursos naturales y la materia prima, lo que le pertenecerá a cada dueño de acuerdo con su poder.

No está aconteciendo nada nuevo, es el mismo capital que está funcionando realmente. Porque en verdad están buscando el útero, que es el sitio más agradable, es lo que está persiguiendo el capital hoy: las colonias de la primera esclavitud en América 1520, el nacimiento de la acumulación primaria de capitales, el entrenamiento y surgimiento del esclavo moderno en los ingenios azucareros, donde todo se valía, podía matar a los obreros y no pagarles, podía ponerlos a trabajar 20 horas y no había Estado que se opusiera a eso, sino que eso se aplaudía, era un valor moral morir en el trabajo. Manchester 1712, nacimiento de la industria moderna, la sociedad de dueños estaba moralizada éticamente con el trabajo esclavo, donde también se ensayaron todas las técnicas de disciplina, obediencia y sometimiento, donde la iglesia jugó un papel de suprema importancia en la fundación de las escuelas.

A esa posición matriz quiere volver el capitalismo, porque se siente amenazado de muerte y entonces busca su cordón umbilical, su razón de ser, su núcleo de nacimiento para sentirse seguro el pobre y temeroso anciano, como cuando era un no nacido.

Eso es lo que los burgueses están anunciando y no es nada nuevo, porque su principio es ser libre. El Estado le reprime esa libertad para hacer lo que les dé la gana y cuando les dé la gana, contra quienes les dé la gana. Ellos buscan el poder absoluto para alcanzar la suprema libertad que habitó en dios único y todopoderoso que siempre ha ambicionado ser individualmente cada burgués.

Porque ellos son los padres de la libertad. Y ¿qué es libertad? Es hacer lo que nos dé la gana: esa es la libertad plena. Es ser dios, que no le rinde cuentas a nadie. Por eso es que cuando vemos a un compañero obrero hablando de libertad, sospechamos, porque ¿cómo un esclavo puede hablar de libertad si esa es la condición por la cual existimos como esclavos, y que él mismo esté defendiendo lo que justifica su esclavitud? Esa es una vaina que no tiene sentido, porque la libertad es un hecho práctico, nadie va a pelear y morir por una vaina que no es real.

La libertad es un hecho real, práctico, concreto. Cuánto tienes, cuán libre eres, en el sistema capitalista, eso es lo que determina la libertad y no otra cosa. Para poder matar a un carajo y cagarte de la risa del tipo en público, por ejemplo. Casos Irak, Libia, Afganistán, Siria, e incontables guerras y guerritas contra la vida, que se justifican con la prepotencia de ser dueños y no esas cursilerías ridículas de libertad para todos, tengo derecho hacer lo que me da la gana y otra gran cantidad de frases aprendidas y panfletarias, que tanto ama la clase media academizada, artista o no.

En esta nueva guerra burguesa por el control absoluto se abre una rendija en todo el planeta

Eso está vigente y así es que lo entiende la burguesía, aquí mismito. La profunda arrechera que la burguesía nos tiene a nosotros, una vez que elegimos a Chávez y ahora que seguimos con Maduro, tiene que ver con que se les limitó, le quitaron, le mocharon su libertad. Hoy el burgués tiene que ir a negociar con el Estado, no a imponerle al Estado, como se hacía antes de Chávez.

Por ley los burgueses están obligados a pagar los impuestos, ya no deciden directamente sobre los recursos, tienen que cumplir con las prerrogativas de los trabajadores. Que siguen robando, especulando igualito, sí, pero no con la libertad con la que ellos lo han hecho desde siempre. Por eso dicen que esto es un rrrrégimen, que esto es una dictadura, y ponen a los aspirantes, carne de cañón, a repetir eso, porque ellos sí saben lo que es la dictadura de ser libres, porque la han ejercido, la han practicado y la han disfrutado.

En cada gran crisis del capitalismo, que no es más que el avance hacia la silla de dios, el golpe de Estado contra el cielo, también ha ocurrido un fenómeno, millones de proletarios y campesinos, con dirección y sin dirección, han jugado un papel importante en la búsqueda de otra cultura, pero lamentablemente siempre en el ámbito de las ideas humanísticas, nunca en el marco de otras ideas, por el simple hecho de que la especie jamás hemos pensado una cultura conceptualmente distinta.

El capitalismo en su devenir criminal por todo el planeta ha pasado por varias etapas: acumulación primaria de capitales, instauración industrial y acumulación nacional de riquezas en Europa, expansión en ilusión de potencias o imperios de algunos países europeos, llamada fase imperial, o como lo definiera Lenin: fase superior del capitalismo, y el hoy, donde ya el capital demuestra fehacientemente no tener patria.

Hoy el capital viaja con todos sus corotos a cualquier parte donde exista la posibilidad de generar riquezas, o por la vía de la propaganda moviliza a la desesperada e incauta esclavitud a los lugares donde le pueda pagar menos obteniendo mayores beneficios.

En esta nueva guerra burguesa por el control absoluto, como ya hemos dicho, se abre una inmensa rendija en todo el planeta, donde las condiciones materiales y subjetivas de este tiempo colocan a la especie empobrecida en la posibilidad de que por primera vez podemos pensar, sin el dogma, sin el panfleto, sin el obligante seguir a tal o cual idea, a tal o cual líder, sin la creencia de que podemos derrotar al capitalismo constituyéndonos, como él, en enemigo.

Está sucediendo en todo el mundo: a pesar de la pandemia, los pueblos se manifiestan, es un anuncio de que la especie no tiene la intención de suicidarse, porque a esta especie empobrecida por el capitalismo en todo el planeta no le queda otro remedio que pensar radicalmente y ser audaz, atrevida, para desprenderse de todo lo viejo. Lo otro es mantenernos como esclavos, añorando estúpidamente ser dueños.

Señores políticos, intelectuales, académicos, artistas, profesionales, no se hagan los lomoebaba, después no salgan a decir que no les avisaron, saquen la cabeza de ese plato de pasta con caraota en que los han mantenido los burgueses, diciéndoles que es la gloria mientras ellos están rellenos de caviar.

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