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"En Rusia el régimen presidencial derrotó a los oligarcas, en Ucrania los oligarcas derrocaron al régimen presidencial... y lo que hubiera pasado en Rusia sin Putin es lo que en realidad ocurrió en Ucrania" (Foto: Vasily Fedosenko / Reuters)
Informe especial

¿Qué está pasando en Ucrania?

Desde finales de noviembre del año pasado (2013) hasta el día de hoy (30 de enero de 2014), el conflicto que viene aceleradamente desenvolviéndose en Ucrania deja a más de una persona con la sensación de no saber qué es lo que está pasando ahorita mismo en Kiev (la capital) y otras ciudades (sobre todo al occidente del país) más allá de una coñiza monumental, en la que se ven excesos tanto de policías antimotines como de grupos de choque. Que hay tremendo peo, pero que no sabemos cuál es.

Y no sabemos muy exactamente cuál es precisamente porque al ponerle orden a los factores aparece una incómoda y descarada ecuación que, curiosamente, se ve como réplica de otros alzamientos de ese orden, en los que se busca por la vía cívico-violenta forzar un cambio de régimen.

Uno de los más disputados países postsoviéticos, Ucrania, ya tuvo su propia revolución de color (con todas sus devastadoras consecuencias económicas) que buscó desmantelar cualquier rastro de memoria institucional soviética, aplicando las recetas ultraneoliberales que siguieron a la de Boris Yeltsin en Rusia, y a la mayoría de las ex-repúblicas soviéticas.

Lo cierto es que este montón de intereses, más la intoxicación mediática general, no ayudan a despejar la ecuación que promete un panorama (aún más) violento y (aún más) sombrío en el futuro inmediato, de seguir por este camino. Aquí se lo organizamos por factores con la intención de poner orden en la pea.

La situación, según Occidente

De acuerdo a la clásica narrativa imperial, la última semana de noviembre, el presidente Víctor Yanukovich (del Partido de las Regiones, "pro-ruso") dio una vuelta en U en relación a un acuerdo de "asociación" (y esto hay que subrayarlo y entrecomillarlo) ya negociado con la Unión Europea (UE). De acuerdo a este "relato", donde abundan todos los clichés pro-occidentales, fue Rusia, y Vladimir Putin en particular, los que aplicaron una jugada de poder (con pulseo incluido) para que Yanukovich echara el acuerdo para atrás, y mirara a Rusia en su lugar, alejando al país de la órbita de la UE y la OTAN.

Esto indignó a la mayoría "demócrata" de Ucrania que clama con desesperación incorporarse a la UE, pero los fantasmas soviéticos de Putin no lo permiten. De ahí que el actual gobierno sea "ilegítimo" y haya que tumbarlo, de la mano de tres líderes de la "alternativa democrática", principalmente el boxeador y campeón mundial peso pesado Vitaly Klitchko. Por lo tanto, "la lucha" en la calle es por "la libertad" (aquella) y el derecho a formar parte de la UE, según nos cuentan.

La situación

En el centro del conflicto en Ucrania se encuentra la severa crisis de liderazgo, relacionada directamente con las oligarquías que emergieron tras la descomposición soviética y que, como fue el caso de la Rusia bajo Yeltsin, junto a las privatizaciones salvajes de todo lo que era el entramado político, económico e industrial del país, se erigía un Estado mafioso controlado por una nueva oligarquía que a su vez controla(ba) a la clase política. Como en Rusia (o Georgia), ese mismo sector era portavoz del discurso neoliberal y antisoviético gozando de una intransigencia de campeonato.

Las fronteras de la Ucrania histórica ya no existen: la actual es producto de la delimitación de las fronteras resultantes de la era soviética; culturalmente, se trata de un país diverso que al oeste la población está más vinculada a Europa occidental, mientras que al este del país y al sur, la influencia rusa está mucho más presente, teniendo el sur en sus fronteras su propia expresión raigal y su propia diversidad cultural. Kiev, el centro de las principales movilizaciones, está en el cruce de todas estas Ucranias. La narrativa de la OTAN se centra fundamentalmente en lo que ocurre al occidente.

Y lo que ahí viene sucediendo es otra revolución de colores, esta vez más violenta y radical, apoyada por los partidos ultranacionalistas (fascistas) en ascenso que hacen las veces de fuerza de choque, replicando los mismos mecanismos de acción callejera de la Revolución Naranja de 2004.

Pero Ucrania es un país que no tuvo un Putin o un Lukashenko (el presidente de Bielorrusia) que rescatara al país de las fauces de la oligarquía. Ni siquiera un dirigente con garra que se le medio plantara. Como comenta un analista, "en Rusia el régimen presidencial derrotó a los oligarcas, en Ucrania los oligarcas derrocaron al régimen presidencial... y lo que hubiera pasado en Rusia sin Putin es lo que en realidad ocurrió en Ucrania".

De no prosperar el acuerdo de a-so-cia-ción con la UE, a lo que se le suma un malestar realmente existente y una contundente crisis económica, lo que principalmente está en juego en Ucrania es el destino de los oligarcas (los responsables de la crisis, ya presentando números rojos), que en este momento se juegan la carta de la entrega y sumisión total a la UE y a los Estados Unidos y sus intereses económicos y geopolíticos para sobrevivir. El último chance.

La Unión Europea

Pero lo que a Occidente no le interesa aclarar es el carácter del acuerdo con la UE. Ciertamente, todos los sondeos de opinión favorecen la incorporación de Ucrania a la UE. Pero lo que en realidad se negoció fue un acuerdo de asociación (no de incorporación), similar al que la UE ya tiene con Chile, Suráfrica o Egipto. Turquía tiene uno desde 1964 y nada que todavía entra como miembro pleno a la comunidad del euro.

¿En qué le conviene a la UE un acuerdo de este tipo con Ucrania? En negocios altamente "flexibles" en materia de extracción de recursos, de mano de obra barata, políticas arancelarias convenientes, la posibilidad de desplazar una fuerza de la OTAN (esta opción sí la contempla el acuerdo de asociación) jalonando finalmente a Ucrania a la órbita gringa (la UE es su patio trasero, lo sabemos) manteniendo a la élite corrupta en el poder como vulgar mediador. Tomando además como precedente lo que la euroeconomía ha hecho en Grecia, España o Italia, más claro se le puede ver la intención y la línea por donde cruzan los intereses detrás de los políticos de la UE y de la clase política ucraniana.

¿En qué le beneficia al pueblo ucraniano este "acuerdo"? En nada. Los medios occidentales y su diplomacia lo llaman una "decisión civilizatoria". Pero en la opinión de un bloguero bien informado en el tema que firma bajo el seudónimo de The Saker (El Halcón), si ese fuera el caso, debería dirimirse en un referendo y no en una decisión inconsulta.

Los "líderes" opositores

Vitaly Klitchko, Arseny Yatseniul y Oleg Tsiagnibok son los tres nombres más visibles de la dirigencia opositora, en la calle. En la cana, por corrupción, está la expresidenta Yulia Timoshenko. De los tres, Klitchko es el que más nombre, fama y aprobación tiene.

Desde cierto punto de vista, es el Capriles local: no porque Capriles sea campeón mundial peso-pesado en boxeo, como Klitchko, sino porque ambos comparten la condición de figuras políticas absolutamente mediocráticas, que en un hipotético gobierno no serían más que una pobre veleta bajo control de los verdaderos poderes fácticos. Y como mencionamos más arriba, todos estos dirigentes no son más que barajitas de la élite.

Otro elemento en común: el partido/"plataforma ciudadana" de Klitchko, la Alianza Democrática Ucraniana por la Reforma (UDAR, por su siglas en inglés), ha recibido asesoría de Greenberg Quinlan Rosner, la firma del gringo Stan Greenberg, principal asesor de la campaña de Capriles contra el Comandante Chávez en 2012. Pero UDAR también recibe apoyo y asesoría de PBN, firma gringa especializada en "comunicaciones corporativas y de crisis, relaciones públicas y de gobierno, comunicación financiera y relaciones de inversión". Un partido mediocrático y un dirigente mediocrático (que ha vivido buena parte de su vida en Estados Unidos), hecho a la medida de los lobbys occidentales.

Arseny Yatseniul es el cuadro más vinculado a Yulia Timoshenko ocupando cargos de peso (canciller y ministro de economía), la exprimera ministra en dos oportunidades, que durante la Revolución Naranja de 2004 los medios la apodaron "la Juana de Arco", con claras filiaciones con la derecha europea, es la figura más próxima al establishment pro-Europa.

La llave la completa Oleg Tsianibok, dirigente del partido Svoboda (Libertad), partido ultranacionalista coordinador con otros moviminetos de clara orientación nazi (el Pravy Sektor, el Sector a la Derecha), cuyos (brutos y torpes) cuadros son los encargados de descargar en primera línea la "arrechera ucraniana".

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Miembros de Pravy Sektor, movimiento neo-nazi ucraniano (Foto: Archivo)

Composición de la oposición

Y tanto se parece al modelo de arrechera de Capriles, que a estos les da por incendiar, y a gran escala. A tal punto que se ha denunciado el uso de napalm casero contra las fuerzas de seguridad. Y así como cualquier cantidad de ONG vinculadas a la UE, incluyendo el Consejo de Derechos Humanos, han denunciado los excesos policiales y amenazado con el sonsonete de "tomar medidas", bien podrían hacerlo con las turbas que ya han matado un policía, secuestrado a dos y herido a miles.

Pero resulta que esos son los grupos fascistas, expresión autóctona de ese nuevo brote de formaciones políticas racistas, xenófobas y homofóbicas a lo largo de Europa; son la vanguardia que aplasta cualquier intento de moderación europeísta que podrían expresar otras facciones políticas menos agresivas y tan a la derecha.

Pero hay algo más: las tomas violentas de sedes del gobierno en las que el nivel de turba reduce la protección policial (¿alguien recuerda lo que ocurrió en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, cuando el golpe de 2008?) solo ocurren, precisamente, en el occidente del país. Al sur y al oriente la situación es lo opuesto: no se están dando estas manifestaciones, por el contrario, el parlamento de Crimea (al sur) ha emitido declaraciones en las que manifiesta una total negativa al ingreso del euro.

De hecho, las zonas económicamente prósperas y pujantes de Ucrania se encuentran al sureste de la nación, centradas en el rublo, la moneda rusa. Y no es que se trate del cliché de ser "pro-rusos", sencillamente existe un reconocmiento de las vinculaciones de dos naciones hermanas. Para muchos analistas, la delimitación de posiciones claramente confrontadas sugieren la posibilidad de un escenario parecido a la partición/separación de Bosnia de la antigua Yugoslavia (balcanizar, una vez más). Nos quieren vender otra cosa porque de eso no nos hablan.

La injerencia gringa

Para entender el nivel de boleteo e injerencia de Estados Unidos, primero hay que entender que en el débil cerebro de los súper expertos de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono, la Guerra Fría nunca terminó. Y en esa lógica neoconservadora, lo que joda a Rusia, está bien.

Desde el principio pudo verse a la subsecretaria de Estado (una de las segundas a bordo en el Departamento de Estado), Victoria Nuland, junto al embajador de Estados Unidos en Ucrania, Geoffrey Pyatt, repartiendo galletas y demás bienes a los manifestantes de la plaza Maidan de Kiev. Luego, fue el senador republicano ultraguerrerista John McCain el que se apersonó en la tarima de los manifestantes, el mismo que hizo la misma gracia en Siria apoyando a los "luchadores por la libertad" sirios, es decir, el combo de salafistas mutiladores.

Y es en ese gesto que se puede sintetizar todo lo antes mencionado: una vez más, Estados Unidos se vale de los sectores extremistas para desestabilizar a sus enemigos (lo mismo contra Siria-Irán que contra Rusia). No les importa aliarse con Al-Qaeda o los partidos ultranacionalistas (y antisemitas, ¿qué dirá el poderoso lobby judío de eso?).

Los líderes del gobierno y la dimisión del primer ministro

Pero en esta película, al menos en el elenco protagonista, no hay "buenos". Que la situación en Ucrania haya llegado al actual desastre tiene fundamentalmente un responsable: Víktor Yanukovich, el actual Presidente, un verdadero enano político hasta que demuestre lo contrario.

En menos de dos meses suspendió el acuerdo, luego ordenó que se apretaran las tuercas represivas contra los manifestantes que a su vez apretaban las tuercas de la violencia; bajo la presión de la ofensiva callejera, poco tiempo después, dio un giro de 180 grados aceptando cada una de las reivindicaciones, entre ellas el de ofrecerle el cargo de Primer Ministro a Yatseniul y un viceministerio a Klichko, suspendiendo unas flamantes leyes represivas en aras de coaccionar a las turbas ultra, y aceptando elecciones a corto plazo (deberían ser en 2015).

Consecuencia de esa jugada, el Primer Ministro Nicolai Azarov (otra figura del establishment) puso su cargo a la orden. Al momento de escribir esta nota, Yanukovich, por su parte, pidió una licencia por enfermedad, cuando el candelero está prendido y la turba exige elecciones ya, a lo María Corina. Podría aprender del presidente Maduro cómo es que se desactiva una revolución de colores made in USA: con paso firme y administrando los tiempos políticos, por más fea que se vea la amenaza.

Por otro lado, un fenómeno intersante lo pueden reflejar dos ejemplos de contrapartida a la cobardía de Yanukovich. El ministro de Energía, Eduard Savitskii (antiguo dirigente minero), presenció cómo una turba fascista tomó el ministerio, y el hombre sencillamente se le plantó al enjambre facha amenazando que si se tiraban una de terrorismo, los iba a tratar como terroristas... Y la turba se fue.

En el mismo tenor, un intento similar ocurrió en la toma del ministerio del Interior, la ministra Elena Lukash amenazó con decretar toque de queda, y la misma turba violenta y tarada abandonó el ministerio sin chistar. Pasos firmes, pues. La dureza que necesita un líder político y de la que el Presidente y Primer Ministro carecen, patéticamente, hasta que se demuestre lo contrario.

Rusia

Es de lógica que un país con semejantes vínculos políticos, históricos y culturales como Ucrania desarrolle un proceso de integración con Rusia y la propuesta de la Unión Euroasiática de Putin. Acusar a Rusia de injerencia directa, como la que sí tienen la UE y Estados Unidos (y que Putin ha condenado) es otro cliché occidental que además contradice a la doctrina de política internacional rusa. Es también de lógica que Rusia, país vecino de Ucrania, no esté muy interesado en una guerra civil que desestabilizará tectónicamente sus fronteras inmediatas, y que por lo tanto condene toda injerencia, y toda solución al conflicto que no sea exclusivamente ucraniana.

"No estamos ni con el gobierno ni con la oposición ucraniana, estamos con el pueblo de Ucrania", ha aseverado Putin en varias oportunidades.

Este es el actual panorama en la trágica Ucrania. La vuelta tragicómica la vemos cuando desde aquí la escualidumbre de siempre aplaude la "iniciativa ciudadana" en un gesto olímpico de ¿ignorancia?, todo dentro del contexto de los mecanismos de intervención, "movimiento ciudadano" mediante, que aquí conocemos de sobra. Y que por regla natural han fracasado estrepitosamente.

La idiotez fachocriolla merece un próximo artículo solo para exponer su anhelo-peo-de-chinchorro de tener una insurrección propia que acabe con todos nosotros, preferiblemente matándonos, entre todos nosotros.


Del archivo MV, publicado originalmente el 30 de enero de 2014.

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