Mar. 29 Abril 2025 Actualizado 3:09 pm

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Manifestantes son dispersados en Tel Aviv en protestas contra Benjamin Netanyahu el 25 de mayo de 2024 (Foto: Ariel Schalit / AP)

La sombra que crece dentro del proyecto de Estado israelí

Pero se sentará el Juez, y le quitarán su dominio para que sea destruido y arruinado hasta el fin, y que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo sean dados al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           Daniel, 7:26-27

La destrucción y ocupación abierta, explícita y total que busca Israel en Gaza es proporcional a la corrosión interna de su sociedad en este momento.

A mayores misiles contra carpas de refugiados repletas de niños, hospitales y escuelas, mayor abismo en el alma de la sociedad que perpetra el exterminio.

El proyecto de nación-prótesis del Reino Unido, Europa y Estados Unidos para librarse de la carga de antisemitismo haciendo que el mundo árabe pague la deuda no ha llegado a su centenario, y las líneas de tensión interna se hacen cada vez más volátiles.

Esto antecede, por varios años, al desencadenamiento y externalización sobre su colonia con la energía del exterminio que siguió a la operación Diluvio de Al Aqsa, el 7 de octubre de 2023.

Pero en el proceso gradual de hacer de jure el Estado colonial, segregacionista y dependiente del exterminio, lo que ya era una situación de facto está conduciendo a la desnudez política y moral, mientras que con esa evidencia irremediablemente se infringe heridas mortales.

1. La pluralidad rabiosa en ascenso: constitución y ontología

Gradual y después repentinamente —valga el cliché— la sociedad y la política israelí se han movido pronunciadamente hacia la derecha.

Inevitablemente, en el centro de este desplazamiento, las interpretaciones en torno al sionismo tienen un papel determinante en lo que ya es, en esencia, un choque.

La convención prácticamente obliga a la típica distribución izquierda-derecha, aunque el centro de gravedad lo representa el sionismo y la ocupación. Eso no se discute, la diferencia, si acaso, es de matices.

Como bien se sabe, el Estado de Israel se fundó sobre la expulsión de la población nativa, su expoliación y expropiación. Y básicamente trasladó la matriz angloeuropea.

Se atenúe o juegue un papel explícito y central, en su origen, pero sobre todo desde 1967, el estatus de ocupante y reproductor de la tradición colonial impregna y define todo.

Es difícil disociar tal condición al pase de factura que trae la historia. La "democracia israelí" no solo se basó en la expulsión y subyugación de la población árabe, fuera musulmana o cristiana. Desde el inicio, tenía otros ciudadanos manifiestamente de segunda.

La memoria del Holocausto, de la Shoah, ha cambiado a lo largo del tiempo y en los primeros años muchos de los primeros colonos, incluidos "padres fundadores" como Ben-Gurión, veían con recelo a los sobrevivientes.

Y no con reserva, sino con desdén manifiesto, los ashkenazis han visto secularmente a los judíos originarios del propio oriente y el norte de África, de ascendencia árabe, los mizrajíes.

Muchos de ellos, como los judíos iraquíes, expulsados de ciudades como Baghdad, producto del terrorismo sionista.

El paso del tiempo produjo una serie de clases subalternas en las que las inferiores, como los árabes israelíes, servían a través de una exclusión más profunda de válvula de escape a los que siguen más arriba en la pirámide, los mizrajíes, mientras que todas las palancas centrales de poder fueron delineadas y hasta hace poco totalmente controladas por los ashkenazis, provenientes de Europa.

La democracia israelí nunca ha sido una democracia.

Si le ponemos fast forward a los días de hoy, tenemos el avance gradual de los mizrajíes dentro de las palancas de poder institucional y política.

Y esto se da a la par de las expresiones más radicales ideológicamente, cuyos fundamentos son teocráticos, violentamente excluyentes y, literalmente, apocalípticos. La derecha religiosa.

Esta es la "pluralidad rabiosa" e irredenta que ha prácticamente insurgido en el panorama político.

Estas facciones son esenciales para sostener en este momento político a Benjamin Netanyahu y, por extensión, al Likud.

Menajem Begin, terrorista, fundamentalista sionista y premio Nóbel de la Paz fundó el partido en los años 70 basado en el revisionismo sionista de Jabotinsky.

El partido, además de asumir el destino manifiesto sionista, que en nada desentonó con el fascismo ni le hizo malas caras, a la vez confluye con las versiones más externas y tiene un poderoso ascendente en el establishment de la política exterior estadounidense, siendo en esencia el capítulo israelí de los neoconservadores.

Esta alianza está liderando los choques de transformación del Estado que a la vez se aleja de la hegemonía ashkenazi, en la Knesset (el parlamento), los tribunales y el establishment de seguridad.

Pero ese reflejo estructural tiene varias dimensiones y condiciona todo el juego.

Se manifiesta, por ejemplo, a partir de un presunto antagonismo entre el "estado profundo" ashkenazi y "el pueblo", transfiriendo el esquema de "batalla cultural" que ha venido teniendo la política en Estados Unidos y Europa.

Los actores no electos de la continuidad administrativa, los burócratas de las instancias de poder, alzados contra Netanyahu y las mayorías, es decir, la democracia, como rezaría esa versión.

Una narrativa a veces demasiado bien redondeada.

El enfrentamiento contra el actual primer ministro, bajo esa lógica, se manifiesta en los distintos procesos judiciales que enfrenta, y existen comparaciones con el estilo de lawfare que los Demócratas y las instituciones desencadenaron contra Trump a propósito del desvirtuado y fallido Russiagate.

Esto último incluye cooperación que se extiende, según algunos, a ONG y otras extensiones que favorecen a la "izquierda"; igual cooperación, más intensiva, existe entre los republicanos y el Likud.

Por el otro, el mesianismo y el irredentismo de las expresiones a la derecha del Likud es una fuerza que ya actúa dentro del Estado y que presiona e impone su agenda como condición.

Itamar Ben-Gvir, el actual ministro de seguridad, y Bezalel Smotrich, ministro de finanzas, representan las instancias de ese ala de mayor altura dentro de la geometría del poder.

"Lo que exacerba esta fractura societaria", escribe Alastair Crooke, "son dos cosas: primero, es etnocultural; segundo, ideológico. El tercer componente es el más explosivo: la escatología".

Este último elemento de la "pluralidad rabiosa", representado por gente como Ben Gvir o Smotrich, promueve la visión apocalíptica que conducirá al Gran Israel, que demanda la expulsión total de palestinos de la Palestina histórica judaizando a Al Aqsa y levantando el Reino de Judea.

En el centro de esta disputa actúa la propia "judaidad" del judaísmo, la cual es la versión verdadera. Fundamentalismo. Escatología.

Hoy en día los puntos principales de la refriega, a pesar de que no se limiten exclusivamente a eso, se concentran en la campaña de exterminio, el destino de los rehenes tomados el 7 de octubre, y el qué hacer con la "oportunidad" que ofrece la guerra respecto al proyecto sionista.

Si por un lado tenemos las manifestaciones en las que confluye la pugna por un acuerdo con el que se liberen los rehenes, por el otro se intensifica la expansión offside de los colonos en Cisjordania, ansiosos por hacer lo mismo en Gaza.

Un caldo de cultivo, entonces, con muchas expresiones está conduciendo a una tensión que muchos dentro del propio poder constituido, y fuera, ven con alarma.

El rumbo de la guerra y el exterminio, los procesos judiciales dentro y fuera del país, la crisis constitucional en ciernes y sus manifestaciones recientes, todo pasa, en este momento, por Netanyahu.

"Hay que decir la verdad. Devolver a los rehenes no es el objetivo más importante... Decidamos acabar con Gaza de una vez por todas. Devolvamos la confianza del pueblo y demostremos que podemos lograr nuestros objetivos y destruir Hamás", manifestó Bezalel Smotrich hace unos días atrás.

Desde finales de 2023 Ben Gvir reparte armamento a colonos y otros ciudadanos bajo el pretexto de la autodefensa. Más de cien mil fusiles de asalto, llegados a este punto. 

2. Crisis de identidad no es igual a conciencia moral, pero pudiera serlo

Gaza ahora es la línea definitoria. El rumbo de la guerra va a ser el rumbo de lo que será la sociedad israelí una vez que alcance a ejecutar, o no, la limpieza étnica.

Dicho, parece una verdad evidente, pero decirlo, en muchos lugares, atenta contra las actuales definiciones de normalidad tanto individual como colectivamente.

Lo que está sucediendo, y lo que ahora pase, se convierte en el destino del proyecto de Israel.

Claramente los consensos no están resueltos y así como para la sociedad israelí, como para la palestina, la solución de los dos Estados y todo lo que provenía de Oslo está patentemente muerto.

Antes del Diluvio de Al Aqsa, en 2023, avanzaba de un estado germinal la legitimidad de no cumplir con el servicio militar, según Meron Rapaport, incluso más allá de la izquierda, el terreno habitual y minoritario donde siempre han existido.

Después del 7 de octubre, esta corriente se silenció mientras que la sociedad se concentraba en torno a la "unidad nacional".

Gideon Levy incluso llega a decir que el 8 de octubre de 2023 desapareció por completo la izquierda del panorama.

Tras el desplome del cese al fuego el 18 de marzo comenzaron a aparecer grietas importantes respecto al consenso de la guerra.

Rapaport, cotejando la data, sugiere que desde el inicio de la guerra 100 mil personas se han negado a prestar servicios militares y participar en la guerra.

El último estudio del Israel Democracy Institute reseña que es una mayoría en ascenso la que ahora considera más importante la liberación de los rehenes que "derrocar a Hamás".

68%, frente a 25% que prioriza destruir a Hamás, en la liberación, y por lo tanto lo estaría a favor de algún tipo de acuerdo de cese al fuego.

Esto se da, según el estudio, dentro de un clima más pesimista respecto al futuro del mandato democrático, el futuro de la situación económica y el de la cohesión social. El optimismo es más alto respecto al futuro de la situación de seguridad.

Entre los que creen y los que están convencidos de que es imposible cumplir con ambos objetivos suman 49% no obstante registrar el punto más alto en cuanto a la percepción de retorno de la vida individual a la normalidad.

Frente a eso, y volviendo al punto, las razones por las que más gente rechaza el servicio militar son diversas, en buena medida "no ideológicas".

Yael Berda, socióloga de la Universidad Hebrea, le dice a Rapaport que son una minoría pero existen quienes lo hacen por haber ido a Gaza y rechazar lo que vieron.

Para enero de este año las propias Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) admitían que desde el 7 de octubre de 2023 se han suicidado 28 soldados, que implican un aumento exponencial respecto a años anteriores.

Otros lo hacen debido a que perdieron la fe en el gobierno por no haber hecho más por los rehenes, mientras que otro grupo lo hace contra el "discurso de sacrificio" del ala fundamentaista de los Ben Gvir y Smotrichs.

Denunciando mezquindades políticas y personales —Netanyahu— como intereses que no favorecen a la seguridad, el 10 de abril alrededor de mil pilotos y reservistas de la Fuerza Aérea firmaron una carta pública exigiendo el fin de las hostilidades y un acuerdo de liberación, con tan solo 35 de 970 retractándose.

Luego lo hicieron, con la misma demanda, 250 oficiales de la Unidad 8200, el brazo de élite de la inteligencia militar —que con inteligencia artificial armó los banco de objetivos en Gaza, por lo que queda en entredicho lo colateral e, incluso, lo indiscriminado.

También un conjunto de exoficiales de la Armada y médicos de la reserva publicaron respaldando a los pilotos. Igualmente exagentes del Mossad y 1 500 del cuerpo de blindados y paracaidistas del ejército.

Pareciera aceptable reconocer que ahí confluyen tanto los objetivos explícitos —la liberación de los rehenes mediante acuerdo— con los reflejos políticos más profundos. La otra pugna.

Un cese al fuego y una normalización llevarían a que en tiempos de paz Netanyahu vuelva a encarar sus distintos procesos judiciales y, dada las tensiones políticas, un llamado a elecciones.

Bibi arrastra y concentra todo. En buena medida es su propia obra.

Una fractura ya no en lo político sino en lo militar, en el nervio, sería la mayor catástrofe.

Por eso mismo, para los halcones el disenso pre 7 de octubre sobre el servicio obligatorio y estas manifestaciones públicas de los estamentos de seguridad y militar son responsables de la vulneración del esfuerzo, incluso, de la laxitud que permitió que la acción armada de octubre de 2023 fuera posible.

3. ¿Guerra civil?

Al menos hasta ahora dos exprimer ministros, Ehud Olmert y Ehud Barak, han alertado sobre el peligro de una guerra civil. Ambos, también, han sido severamente críticos acerca de la respuesta de Israel y la calle ciega forzada que hoy representa la guerra contra Gaza.

Yair Lapid, una de las principales figuras de la oposición, comparte el temor y llama a desobedecer al gobierno si este logra alcanzar en el parlamento que se apruebe la abrasiva reforma legislativa y judicial.

Esta reforma que ataca, entre otras cosas, la designación de los jueces de la corte suprema, formula leyes que disminuyen, cuando no impiden, el escrutinio legal de las acciones del ejecutivo en todos sus ministerios, lo cual desafía el mandato de las cortes frente a las instancias políticas mientras profundiza aun más, mediante reformas en materia de ciudadanía, el propio régimen de apartheid.

No es lo último lo que estará de primero en las listas de Olmert, Barak o Lapid.

Los capítulos más actuales de esta saga lo encarnan en este punto la renuncia/despido de Ronen Bar, el jefe del servicio de inteligencia exterior, el Shin Bet, y a continuación el de la fiscal general, Gali Baharav-Miara, y el rol de la fiscalía.

Que algunos ven, a propósito de los distintos escándalos por corrupción de Netanyahu, en el cual también quieren encuadrar el "miniCatargate", centradas todas las denuncias por prevaricación, tráfico de influencias, malversación, sobre la esfera de los medios.

El Catargate no ha asociado directamente a Netanyahu en este punto, pero ahí los sectores liberales ven una bala de plata con el que la fiscal pudiera declarar incapaz de gobernar al político que más tiempo ha estado en el poder en la historia.

Pero lo de Catar, sus lobbies y su influencia van más allá de la interacción entre unos asesores de medios de la oficina del primer ministro y destacan el apoyo financiero a Hamás, por lo que abre varias preguntas.

Sea como sea, es una verdad histórica que Israel, y Netanyahu en particular, jugaron un papel preponderante en el ascenso de Hamás para socavar las bases de la OLP.

Pero lo que pudiera haber de esa influencia, y lo que desde el punto de vista israelí pasó el 7 de octubre, hace que todo sea más turbio de lo que ya es.

En el proceso de Bar, que un tribunal le impidió ser despedido pero que renunciará de todos modos el 15 de julio, la arista más explosiva se encuentra en la interrogante sobre quién fue el responsable en no alertar, o no tomar en cuenta las alertas, los días antes de que se lanzara la Pperación de la resistencia palestina.

En dónde cae la culpa pesaría distinto, mientras en la actualidad existe una guerra de declaraciones juradas entre Bar y Netanyahu.

Pero no es lo mismo que la responsabilidad recaiga sobre el Shin Bet que personalmente sobre el primer ministro.

Una comisión que investigue podría ser el peor enemigo de este último. Pero, si las condiciones lo favorecen, podría ser el mejor amigo. Todo es un asunto de timing.

Ehud Olmert delinea en una nota de opinión en Haaretz las fases y pasos que tendría la guerra civil. Donde, según él, están por entrar en la segunda etapa. Una decididamente más muscular.

En ella, predice el exprimer ministro de Kadima y bombardero de Beirut, la toma del poder en las instituciones y medios la llevará a cabo la gente armada por Ben Gvir, los letales campurusos, colonos fundamentalistas, seguidores del hijo de Meir Kahane, o formaciones armadas y fanatizadas similares.

Pero para Tom Segev muchas de estas declaraciones son alarmistas, no habrá guerra civil, afirma, porque no hay partes iguales: existe una mayoría clara, y no son los ashkenazi.

Aun así, según el Jewish People Policy Institute, 60% de la población teme una guerra civil. Esto entona con declaraciones del presidente de la Corte Suprema, Aharon Barak, que afirmó el 20 de marzo en televisión que el país está "a un instante" de ese escenario.

El 25 de marzo Dudi Amsalem, miembro del parlamento por el Likud y actual ministro de cooperación regional, declaró también en televisión que se debería ir a la guerra civil para "derrotar a la izquierda que no acepta nuestra posición".

Sea cual sea el escenario, será amargo.

4. Hambre, censura, emboscadas (y el grado cero de la moral)

Uno pudiera pensar que lo mejor que le había pasado a Netanyahu había sido el colapso del gobierno de Al Assad, hasta que Trump ganó las elecciones.

El breve periodo de cese al fuego y liberación de 33 rehenes israelíes —y 600 rehenes palestinos—, con un calculado despliegue en Gaza de las Brigadas al Qassam, el brazo armado de Hamás, al frente de las demás facciones de la resistencia armada palestina supusieron una pesadilla para el primer ministro.

En primer lugar porque la pulcritud visual, la coordinación y el manejo de medios producían un impacto político y psicológico devastador.

El objetivo central y declarado de degradar y eliminar Hamás de Gaza, tras 17 meses de una fuerza abrumadora, tenía en frente una estructura militar bien engranada que seguía en pie.

El cese al fuego, además, constituía una capitulación para Ben Gvir y Smotrich, que renunciaron a la alianza de gobierno poniendo como condición volver al holocausto.

Para empeorar las cosas, a pesar del respaldo casi irrestricto de Trump, el estilo de negociación varias veces ha sacado del proceso a la propia Israel.

El momento de mayor alarma lo supuso Adam Boehler, enviado especial del presidente estadounidense, al reunirse con emisarios de Hamás y declarar que Estados Unidos no es un agente de Israel y actúa en función de sus propios intereses. En el medio, para más inri, de la primera fase del cese al fuego.

En ese momento se desencadenó la furia sobre Boehler, quien quedó prácticamente pulverizado del bucle. Ya sin ese obstáculo, depurando su gobierno, facilitando el retorno de los dos ministros fundamentalistas, es que impide la segunda fase, desploma el diálogo,¿ y abre el peor capítulo del exterminio, que es el que estamos viendo ahora.

El que mejor le sirve a Netanyahu para no caer.

No solo es que los planes de llevar a cero el ingreso de ayuda humanitaria y hasta de destruir los depósitos donde todavía queda algo sean una medida para acelerar e intensificar el desplazamiento o la muerte, sino que desde el punto de vista estricto del análisis militar el actual jefe del Estado mayor, según Amos Harel, se prepara para dar la noticia de que no será tan fácil la expulsión y la ocupación. Que demandará más esfuerzos y gente para eso.

En días recientes ha aumentado rápidamente el número de muertos, de víctimas fatales y de emboscadas complejas que ralentizan el envión militar para "terminar el trabajo".

De todos modos, independiente de las líneas de tensión interna, el mayor viento de cola en este momento se lo ofrece al gobierno de Estados Unidos, en todos los niveles.

Ya lo hacía antes, pero no de la manera complaciente e intensiva que ahora ejerce la administración Trump, en contraste con la relación pasivo-agresiva con los demócratas, además de la política zombie habilitadora de todo de Biden y Blinken.

Por supuesto que son muchas las maneras como están anudadas las situaciones de Israel y Estados Unidos, pero a falta de espacio conviene resaltar al menos de pasada el tsunami de censura que cada vez es más amplio, profundo y violento en torno a las definiciones y acepciones de antisemitismo, y las medidas, incluso extralegales, que toman.

Esto, naturalmente, resalta el papel decisivamente proactivo que certifica que es Estados Unidos el que permite con todas sus letras que el genocidio continúe, junto con Reino Unido y Alemania.

Constata, también, la propagación del estado amoral con el que se hacen más tolerables acciones militares contra civiles en otras latitudes, como Yemen.

Sea cual sea el desenlace, varios polvorines pueden, con ciertas garantías, saltar. Conforme avancen las tendencias más destructivas, amparadas por Estados Unidos, se seguirá profundizando el abismo.

El 23 de abril se conmemoró, como todos los años, a la Shoah y sus víctimas. Muchos de los actuales estudiosos del Holocausto, recoge Gideon Levy en su columna, sin hacer analogías exactas, reúnen varios de los artículos que estos académicos escribieron a propósito de la fecha, en los que se remarca la desazón y el estado de cuestionamiento a partir de lo que ocurre en Gaza, en especial luego del colapso del cese al fuego a mediados de marzo.

Logren o no aniquilar Gaza, Israel no podrá negar más nunca su estatus proteico, cabeza de playa y colonia.

Babilonia cayó en una noche.

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