Los presidentes de Rusia y Estados Unidos, Vladímir Putin y Donald Trump, han efectuado comunicación directa por vía telefónica. Según el medio ruso RT, esta habría sido la llamada más larga entre dos mandatarios de esos países en la historia, al prolongarse durante más de dos horas.
Según Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, los mandatarios discutieron cuestiones relacionadas con la normalización de las relaciones entre ambas naciones y la resolución del conflicto ucraniano.
Como antesala a esta conversación tuvo lugar la visita a Putin del enviado especial de Estados Unidos para Asia Occidental, Steve Witkoff, quien llegó a Moscú con el fin de tratar la resolución del conflicto. Este funcionario también participó en las rondas organizadas en Arabia Saudita.
Acuerdos preliminares y desescalada
La cuestión ucraniana estuvo en el centro de las discusiones. En primer lugar, por la iniciativa del presidente Trump para un alto el fuego de 30 días.
Según el Kremlin, la parte rusa destacó preocupaciones claves, incluidas la vigilancia efectiva del alto el fuego en toda la línea del frente, la interrupción de la movilización forzada en Ucrania y la detención del rearme de sus militares.
Rusia también señaló graves riesgos debido a la historia de Kiev de socavar acuerdos anteriores y llamó la atención sobre los ataques terroristas llevados a cabo por militantes ucranianos contra civiles en la región de Kursk.
Sin embargo, Rusia aprobó una contrapropuesta estadounidense para lograr el fin de ataques mutuos a infraestructuras críticas y energéticas entre Rusia y Ucrania, durante un periodo de 30 días, lo cual sugiere una mínima desescalada del conflicto. Por la parte rusa, esto entraría en vigor en lo inmediato.
Trump abogó por la situación de soldados ucranianos "atrapados" en la línea del frente, especialmente en Kursk, donde Rusia ha recuperado 90% de su territorio. Putin respondió que los métodos de guerra rusos son humanitarios y que esperan la rendición de las tropas ucranianas. Moscú indicó que ya se han programado nuevos intercambios de prisioneros con Ucrania.
Putin también respondió constructivamente a la propuesta de Trump sobre la seguridad marítima en el mar Negro, y ambos líderes acordaron iniciar negociaciones para seguir refinando los detalles de tal arreglo. Como es evidente, cualquier nuevo acuerdo en esta materia estaría sujeto a la dirección general que tomen las conversaciones de paz.
Según el gobierno ruso, los mandatarios también discutieron temas internacionales más amplios, entre ellos la situación en Asia Occidental y la región del mar Rojo. Acordaron coordinar los esfuerzos para estabilizar las zonas de crisis —posible alusión a Siria— y mejorar la cooperación en materia de no proliferación nuclear y seguridad mundial, en referencia a Irán.
Se discutió mejorar el estado general de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Un ejemplo positivo de esa cooperación fue su voto conjunto en las Naciones Unidas sobre una resolución relativa al conflicto en Ucrania.
Ambos líderes expresaron su interés mutuo en "normalizar las relaciones bilaterales", reconociendo la "responsabilidad compartida" de Rusia y Estados Unidos para garantizar la seguridad y la estabilidad globales. En este contexto, exploraron diversas esferas para una posible cooperación, incluidos debates sobre asociaciones económicas y energéticas mutuamente beneficiosas.
Nudos críticos en esta etapa de negociación
El desarrollo de esta llamada telefónica es claramente positivo por tratarse del uso de acciones pacíficas para detener la guerra.
Sin embargo, Trump ha fracasado en su intento de llevar a Rusia hacia un alto al fuego de 30 días. Rusia no está interesada en un enfriamiento o congelamiento del conflicto.
Para Moscú, las prioridades en el punto actual se basan en la construcción de credibilidad para poder así desarrollar negociaciones con posibilidades y efectos sólidos y duraderos.
En el marco de toda negociación para el desescalamiento de una guerra y la búsqueda de la paz, la mayoría de las condiciones las impone el que tiene la ventaja táctica y estratégica en el desarrollo del conflicto armado. Rusia es el que cuenta con esa condición y negocia desde ese punto.
Por su parte Estados Unidos, quien ha solicitado el fin del conflicto a partir del circunstancial viraje político que trajo el cambio de gobierno en Washington, trata de inducir una negociación creíble, incluso ejerciendo de facto la representación de la parte ucraniana.
En términos prácticos Washington es promotor directo de la guerra al armar y apoyar a Ucrania. Pero el gobierno que hoy negocia no es el mismo que detonó el conflicto. Y probablemente no habrá continuidad de la línea de Trump en la Casa Blanca.
Mientras la administración Trump entiende la "solución" del conflicto como una promesa electoral, Rusia concibe la paz con Ucrania como una cuestión existencial y de seguridad estratégica a largo plazo.
Hasta ahora la Oficina Oval se ha deslindado de sus aliados europeos y ha colisionado con la misma Ucrania para entablar negociaciones con Rusia y presiones a Vladímir Zelenski. Desde una perspectiva favorable a la paz esto es alentador, considerando el rol de Washington en este conflicto. Pero desde la perspectiva de Rusia, la negociación es con una de las partes, no con Ucrania y la OTAN como un todo.
Estas son, por ahora, condiciones muy débiles para ceder en un alto al fuego.
El Kremlin recuerda el precedente negativo de los Acuerdos de Minsk, los cuales lograron un enfriamiento y desescalamiento de la guerra en el Dombás, pese a las sucesivas violaciones al alto al fuego. Pero los acuerdos sirvieron para "ganar tiempo", según lo admitieran dos participantes del acuerdo, Francois Hollande, expresidente francés, y Angela Merkel, excanciller alemana.
El resultado fue: armamento para Ucrania y darle capacidades militares con personal y equipo occidental, lo que la convirtió en un miembro de facto de la OTAN.
Rusia ha cedido en un alto al fuego hacia instalaciones críticas y energéticas, considerando que es poco lo que le queda destruir en Ucrania. En cambio, si su enemigo cumple esta tregua, no resultarán afectadas las instalaciones petroleras y energéticas rusas en ese periodo a causa de ataques con drones, que se han incrementado en los últimos meses, con sus subsecuentes daños.
Nuevos riesgos en el presente y posibilidades en el futuro
Diversos países europeos como Reino Unido, Francia y Alemania, en clara discrepancia con Estados Unidos, han emprendido sus propias iniciativas.
Los europeos pretenden desconocer las ventajas reales de Rusia en el desarrollo de la guerra y desean renegar sus ganancias territoriales.
Los países europeos, luego de cientos de años de guerras en las que las naciones sufrieron pérdidas territoriales en tiempos posteriores a los Tratados de Westfalia, entienden perfectamente —especialmente los alemanes luego de la Segunda Guerra Mundial— que las deformaciones en las líneas territoriales son una consecuencia objetiva para los derrotados.
Saben que Ucrania no está en condiciones para lograr reclamaciones territoriales y es imposible que haya un regreso de los territorios hoy controlados por Rusia al estatus de finales de 2014. Recordemos que las grandes mayorías en esas regiones votaron a favor de formar parte de la Federación Rusa, resultado inevitable tomando en cuenta que en gran parte son rusas por origen étnico y sufrieron durante una década las arremetidas xenófobas de Kiev.
Aun así, los europeos instalan la cuestión territorial como un obstáculo para efectuar algún acuerdo y atizan sobre este punto para defender Ucrania.
Reino Unido pretende liderar una misión internacional y colocar personal militar de la OTAN en el terreno, como supuesto disuasivo en el presente y en el mediano plazo en supuesta garantía de seguridad para Ucrania.
La permanencia de personal OTAN —en rol asesor— en Ucrania fue uno de los detonantes de las acciones militares rusas desde 2022. Reino Unido entiende perfectamente que Rusia no firmará un acuerdo que dé garantías de seguridad a Ucrania y que permita más armamento y personal —tropas— de la OTAN en suelo ucraniano.
Mientras ocurría la llamada entre Putin y Trump, el ejército ucraniano realizó una incursión fallida en la región rusa de Belgorod. Unas 60 tropas ucranianas murieron en esta acción y también perdieron equipamiento.
En el contexto actual, esta ha sido una provocación para crear un ambiente negativo en el curso actual de las conversaciones.
Trump puso en duda la voluntad de Zelenski para refrendar un acuerdo de paz con Rusia. Durante la penosa discusión del presidente ucraniano con los líderes de la Oficina Oval, frente a las cámaras hace unas semanas, el presidente norteamericano exclamó en medio de la crispación que sería "muy difícil" negociar.
Las dilaciones y cambios en las decisiones y declaraciones de Zelenski, si bien han desembocado en acuerdos por minerales con Estados Unidos, no son garantía de credibilidad.
El mandatario técnicamente realiza sus funciones de facto, sin ir a elecciones y sin legitimidad política. Gobierna con una parte del parlamento luego de la destitución de diputados y prohibición de partidos. Estas condiciones políticas son un piso frágil a posibles acuerdos vinculantes y para el largo plazo con Rusia. Esto ya ha sido cuestionado por Putin.
Los riesgos para torpedear las conversaciones de paz están expuestos y son claves en tiempo presente, pero también serán relevantes desde las perspectivas a largo plazo.
Rusia espera conseguir la paz, consolidando sus puntos esenciales, tal como corresponde para la fuerza militar que ha prevalecido en un conflicto armado; el no ingreso —ni formal ni de facto— de Ucrania en la OTAN, preservar las ganancias territoriales obtenidas en 2014 y desde 2022, y una política de garantías de seguridad a Ucrania sin presencia de la organización atlántica en el terreno.
Lo más importante es que cualquier posibilidad de acuerdo de paz con Ucrania sea sólido, sostenible y duradero. Esto es, desde el ángulo de los rusos, el factor más significativo, pero al mismo tiempo es un elemento muy sujeto a los designios de factores exógenos.
La paz con Ucrania, si se logra, será apenas una distensión circunstancial entre Rusia y Occidente en el marco de su prolongada disputa estratégica.