No es ni de cerca el paisaje apocalíptico que se espera de la metódica de destrucción de las guerras, en especial las israelíes, de hoy en día. Pero todavía están marcadas y patentes las heridas que sufrió Teherán, la capital iraní, durante los doce días de operaciones militares que comenzaron con una acción unilateral y no-provocada de Israel a mediados de junio pasado.
Junto con otro grupo de periodistas y comunicadores, habiéndose cumplido un poco más de un mes del episodio bélico, pudimos cubrir y ver de primera mano algunas de estas heridas, golpes, asaltos y cicatrices que ahora carga la capital de la República Islámica.
Este intento de crónica no es un ejercicio de condescendencia o compasión automática a partir de algún relato victimista. Al contrario, todo lo aquí anotado, a pesar de realzar la saña y la perversión con la que se fue ejecutando esta guerra, al visitante lo recibe una ciudad en pie. Y un país que frenó el tono monocorde de la destrucción impulsada por el culto a la muerte en Tel Aviv.
Para quienes estamos familiarizados, la reconquista de la vida diaria —con los agregados de la experiencia vivida— son la primera y principal contraofensiva cuando se es un país objetivo que se quiere volver postrado y proclive a que lo induzcan al suicidio.
La muerte aquí, además del dolor que les puede producir a los cercanos, tiene más lecturas, mucho más profundas, en el medio de una tradición y una vivencia de lo histórico que dota a la población de más instrumentos para enfrentarla. Que le espanta el miedo que busca imponer.
Esta historia actualiza y define las nociones que se tienen de la palabra "resistencia" y, quizás, lo que eso cuesta.
Nada, de todos modos, alarma más que los estadios inimaginables que asolan Gaza en este momento con hambruna calibrada, infanticidio desenfrenado, y el rostro más oscuro y lóbrego de la esencia de las fuerzas que quieren preservar el dominio por todas las vías, porque nada vale ya nada.
Despacho 1: entrada
Dicen que en agosto el verano es aun más abrasivo que ahora. Si no fuera venezolano y no conociera el secor acalorado y perpetuo del Zulia, diría que no he estado en semejante estación. Y Teherán no es el sitio más caluroso durante estos días, ni en Irán, ni en la región en general.
Pero eso no lo hace menos severo o áspero.
Al entrar en la capital de la República Islámica da la impresión de que no pasó nada, que apenas un mes antes la ciudad era objeto de ataques intensos, acciones de sabotaje, carros-bomba y batallas en el cielo libradas por los sistemas antiaéreos.
La propia energía del movimiento pudiera ser igual de tramposa en sus impresiones: la vida transcurre con la misma normalidad que la primera vez que aquí estuve: un mes antes de los doce días de agresión y contraataque.
Esta no es una zona de guerra. Esta no es una ciudad postrada y paralizada, a pesar de sus heridas no tan visibles a simple vista. Porque sí las carga: tiene sus cicatrices y, como en cualquier escenario bélico, son hondas: 17 de 22 distritos fueron impactados. Pero no es ni Raqqa ni Mosul.
Este no será un testimonio ante el desastre. Gaza sigue siendo el telón de fondo y la medida más exacta del horror humano, tanto de quienes lo padecen como de quienes lo organizan con el solo propósito de engendrar más horror. Y acumulación de territorio y capital mediante el despojo.
Despacho 2: microbalance
De los alrededor de 360 ataques sobre 150 locaciones en el país, Teherán provincia y ciudad, con un tercio de ellos —alrededor de 110—, absorbió la abrumadora mayoría de los asaltos.
Tabriz, Kermanshah, Isfahan —dentro y fuera de las respectivas ciudades— le siguen con apenas una veintena frente a la centena a los que sobrevivió la capital, según la data de ciertas fuentes.
Teherán no fue destruida a pesar de la saña y el fuego concentrado. Y al momento de la visita la reconstrucción de muchos de estos lugares avanzaba, por lo que el rastro de los bombardeos y acciones terroristas fue menos obvio.
Pero ahí donde, pudiéramos decir, la escena del crimen no ha sido del todo borrada ante la demanda de retoma de funcionamiento básico de la ciudad, como en muchas de las residencias de científicos nucleares o mandos militares asesinados sobre todo en las primeras horas, queda el testimonio de la intensidad y disposición destructiva de Israel, y la distancia física como narrativa del objetivo formalmente declarado: acabar con el programa nuclear.
Parches donde el destrozo y las ruinas abruman mientras recuerdan que este es el principal modo de hacer la guerra si nada lo detiene, parches de Gaza en la capital iraní. Una dialéctica entre monotonía y eliminación, entre igualación repetitiva y genocidio —cuando es capaz de avanzar, cuando actores externos remueven todos los obstáculos—.
Despacho 3: morir de Dahiyeh
Aquí lo indiscriminado es selectivo. Al observar de cerca esta ola de embates, esta es una premisa ineludible.
No se trata de asaltos alocados y random que pretendan infligir aleatoriamente la mayor cantidad de daño posible, sino de elegirlos bajo un proceso de planificación y consenso dentro de la racionalidad calculadora de la acción cinética en lo militar, para imprimir la mayor cantidad de daño e inhabitabilidad posible. El método dentro de la locura.
Ahora potenciado, organizado y acelerado por inteligencia artificial. A la Doctrina Dahiyeh se le incorpora ya de manera asentada y establecida el uso de la IA para su "perfeccionamiento".
La "doctrina" toma su nombre del suburbio al sur de Beirut, bastión de Hezbolá, que en la guerra de 2006 el ejército israelí convirtió a las zonas residenciales, toda la infraestructura civil, centrales eléctricas, depósitos de combustible, plantas de potabilización, cloacas y escuelas en objetivos válidos.
"Lo que ocurrió en el barrio de Dahiyeh de Beirut en 2006 pasará en cada aldea desde donde se dispare a Israel. Aplicaremos una fuerza desproporcionada sobre ella y causaremos ahí grandes daños y destrucción. Desde nuestro punto de vista, estas no son aldeas civiles sino bases militares".
Así fue verbalizada por primera vez públicamente la naturaleza de la doctrina. Y lo hizo el para ese momento jefe militar del norte de la ocupación, el "centrista" Gadi Eisenkot, quien formó parte del gabinete de unidad nacional al inicio del exterminio que comenzó el 8 de octubre de 2023.
Ampliada sucesivamente desde entonces en Gaza que, incluso ahora —como en aquel entonces—, sirve de laboratorio de "vanguardia" para la experimentación necropolítica, entendiendo que el principio rector que organiza todo se reduce a la decisión "soberana" de la ocupación en cuanto a decidir quién vive, cómo, y por cuánto tiempo.
Desde octubre de 2023 se le han agregado páginas a la doctrina. La incorporación de blancos de potencia (power targets), como edificaciones de altura, suspendiendo las habituales órdenes de evacuación, todo justificado sobre una endeble motivación militar.
Lo aprendido hasta ahora en Gaza se implementó de nuevo en el sur de Líbano, en Beirut y en Dahiyeh, donde mataron con misiles de casi una tonelada , entre otros, a Hassan Nasrallah en octubre de 2024.
Los estrategas israelíes creyeron, desde ese mismo momento, que las condiciones estaban maduras para hacer lo mismo con Irán. Es un hecho comprobado. El shock del primer acto debía ser suficiente para paralizar y ampliar el ratio de destrucción.
Lo que se ve al visitar cualquiera de los lugares atacados, con el objetivo principal absolutamente reducido a nada salvo cráter y escombros apilados, evocará siempre la misma imagen, reproducida serialmente, monótona, monocorde y asimilable.
Pero los restos visibles, para el foráneo que apenas sabe, que no vivió esos días en un sector determinado de la ciudad, son los restos, atisbos y rastros de la vida que se vivía en cualquiera de los apartamentos pulverizados, Lo mismo los alrededores impactados por la onda expansiva, las muertes vecinales, indirectas, solo por tener en el mismo sector a un científico o militar.
Los enseres, juguetes, cuadernos, girones de prendas de vestir cuentan, narran. Hablan de lo que la Doctrina Dahiyeh busca militarmente homologar y callar.
Despacho 4: eliminar al pez, al agua, al estanque
El primer discurso de Benjamín Netanyahu el 13 de junio, cuando comenzaron los ataques —"una de las operaciones militares más grandiosas de la historia"—, dejó de lado su propósito "oficial": la destrucción del programa nuclear, revelando su propósito de cambio de régimen.
Aseguraba el primer ministro que "al cumplir con los objetivos, también estamos despejando el camino para que ustedes alcancen su libertad".
"Nuestra pelea es contra el régimen islámico asesino, que los oprime y empobrece", dijo. "Esta es su oportunidad para alzarse y que sus voces sean escuchadas". Guerra de cambio de régimen.
Aparte de volver inhabitable el lugar, ya no eliminando "el agua al pez" sino el ecosistema del estanque completo, incluído el propio estanque. El supuesto propósito de Dahiyeh, el mismo principio operativo de los regímenes de sanciones, es hacer que la población "se vuelva contra sus líderes".
Habrá que suponer así que atacar dos establos de un centro de crianza en la villa olímpica de Kermanshah matando a 50 caballos, o lanzar drones contra un dormitorio estudiantil en el bulevard Keshavarz, en Teherán, hiriendo a varios, demuestra en toda su transparencia que "nada de esto tiene que ver con el pueblo iraní y los objetivos son solamente militares".
Seis hospitales —si se le agrega a la lista el nefrológico infantil en Pasdarán, al noreste de Teherán, que visitamos— atacados o impactados por la onda expansiva de un blanco contiguo, o matar paramédicos que desempeñaban labores de asistencia inmediata, reafirman las intenciones.
Seis ambulancias destrozadas, otro patrón reconocible en Gaza o en el sur de Líbano, así lo reafirman. O quizás las ensambladoras de automóviles o las fábricas de productos farmacéuticos lo dejen mejor establecido.
Cuando los ataques aéreos pierden efectividad al ser respondidos por las baterías antiaéreas, cinco carros-bomba explotan en distintos puntos de Teherán, porque nada describe mejor una "guerra justa" que la continuación por otros medios de acciones terroristas.
Despacho 5: alevosía
Ninguno de los altos mandos militares, sean del ejército o de la guardia revolucionaria, se encontraban en la sala de guerra, movilizados en actividades hostiles.
El general Mohammad Bagheri, el jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas, fue asesinado en su casa junto a su familia, en plena madrugada, con una carga que voló todo un bloque de las residencias donde vivía, impacto que mató a 60, incluídos 20 niños.
Pautada la sexta ronda de negociaciones indirectas entre la República Islámica y Estados Unidos se sabe, bajo las racionales leyes de la normalidad, que no se debía estar en estado de alerta, ni se tomaron medidas de seguridad.
El 15 de junio una fuente cercana al círculo cerrado del gabinete de Netanyahu se jactaba reconociendo que estos ataques se venían discutiendo desde "hacía un año". Que las reuniones, en las que estaban el primer ministro, Katz, Smotrich y Ben Gvir, "exitosamente engañaron a todo el mundo haciéndolos creer que solo discutimos los rehenes, cuando en realidad también abordábamos la amenaza iraní".
La comunidad científica, también lo sabemos, era una parte central de esa "amenaza iraní".
Despacho 6: zonas cero
De nuevo. En la superficie, todo es repetición: si no estuviesen situados en distintos sectores de la ciudad, con todas las particularidades externas e internas de las vidas que ahí se desempeñaban y las que hoy en día perviven, todos los lugares del ataque serían el mismo continuum de ruinas, concreto amontañado, partículas de objetos y referencias que componían la normalidad de cada uno de los domicilios de científicos nucleares que visitamos.
En su gran mayoría, asesinados en la madrugada del 13 de junio.
Un pilón divide la acera de la calle frente al edificio donde vivía el doctor Ahmadreza Zolfaghari con su familia, en Sohravardi.
Menos amplio el radio del destrozo, se nota que se trata de un edificio pequeño y estrecho, de clase media, donde vivían el ingeniero nuclear, supervisor de varios comités en la materia profesor de la Universidad Shahid Beheshti, la más rankeada en materia científica, que a inicios de año había sido nombrado decano de la Facultad de Ingeniería Nuclear, vivía junto a su esposa y su hijo, también martirizados.
Del lado izquierdo del espacio que sugiere la existencia de un edificio, junto a los cimientos, una pancarta con la foto de su hijo, jovial, sonriente, con ropa dominguera como si tuviera poco de haberse despertado, un mediodía, mirando al lente de la cámara con el mensaje (en equivalente venezolano) de "hasta luego, mis panas".
Del lado derecho, junto al edificio contiguo -visiblemente golpeado- la foto de tres personas, dos mujeres y un hombre, junto a un mensaje en farsi: eran una familia vecina.
“En el fondo estos ataques también pretenden que desconfíes y tengas miedo de tu vecino”, dijo una residente de la cuadra. Inocular el sentido de sospecha y de peligro inminente como mecanismo de ruptura del tejido social tal como venía existiendo hasta el 13 de junio, el día en que matan a la familia Zolfaghari y sus vecinos.
De la residencia donde vivía Alí Bakhouei Katirimi, en Narmak, en el noreste de Teherán, un enorme pedazo de lona azul apenas recubre la montaña de escombros que llega hasta el tercer piso de lo que queda del edificio.
Narmak, entre los distritos 4 y 8, fue uno de los lugares más atacados en toda la ciudad, y se pudiera decir de todo el país.
El testimonio de los rescates en ese edificio que cuenta la alcaldesa del distrito 8, Fatemeh Tanhaaei, en la búsqueda, por días, de sobrevivientes bajo la herrumbre, donde pudo recuperar de una joven estudiante restos que apenas caben en la palma de una mano es uno de los testamentos más brutales y demoledores:
Parece un guiño oscuro a la destrucción que mira sin interrupción, con las ruinas apiladas, el Ángel de la Historia de Benjamin, mientras el viento del progreso lo hace avanzar de espaldas al futuro y el pasado es eso: una escombrera. (A Pepe le robé la evocación reciente de la enigmática y poderosa figura del testigo especial del transcurrir de la historia del atormentado Walter Benjamin).
Cuadernos de notas, un boletín de segundo grado. Físico molecular de la Universidad Tarbiyat Moddarres, se encontraba con su esposa y sus dos hijos.
La reproducción del mismo escenario: sobre el plano general, donde vivían Seyed Mostafá Sadati Armaki y su familia, sobre el plano general se verá en principio exactamente el mismo principio destructivo, la misma igualación.
Pero es en los detalles que se permiten ver los relieves de la historia familiar, y la cercanía que genera los elementos materiales que individualizan esa historia: el número de juguetes. Las puertas hacia el infanticidio siempre serán abismales.
Las muñecas en su mayoría completas, los pequeños artículos de cocina hechos de plástico, la estela de que ahí hubo juego. De que ahí jugaba una niña. Una andadera para una persona mayor, marcando otro punto.
Aquí murieron el doctor Sadati, su esposa, dos hijas, un hijo y el suegro. entre restos de mesón, más cemento derruido y cerca de un colchón un reloj de pared marca una hora, las 11:07; no es la hora de la explosión, sino la que fijó.
Junto a esto, un pequeño libro con portada verde y amarillo con una ilustración en el medio, lleva el título "Los poemas de mamá y yo".
Despacho 7: la guerra contra las mentes, sus mundos creados
Fereshteh Sadeghi cuenta un total de 17 científicos asesinados, con Majid Tajenjari, perfilado en una nota de Press TV, sumarían 18.
En las primeras horas del 13 de junio entre los titulares iniciales trascendió que Fereydun Abbasi y Mohammad Mehdi Tehranchi estaban entre los primeros asesinados.
El Complejo Residencial Sarv para Profesores, donde ambos vivían, formaba parte del primer banco de objetivos. También a las 3:30 de la madrugada del 13, un misil que mató a 16 personas.
Abbasi y Tehranchi están entre las figuras de mayor peso dentro de esa conjunción entre investigación, desarrollo, confluencia con la dimensión defensiva y política. Los de mayor perfil. Ambos sancionados por Estados Unidos, el primero en 2007 y el segundo en 2020.
Abbasi, que presidió la Organización de Energía Atómica de Irán, ya había sobrevivido a un intento de asesinato del Mossad en 2010. Tehranchi, físico teórico que presidía el Consejo Supremo para la Ciencia, Investigación y Tecnología, fue el amigo y colaborador más cercano de Mohsen Fakhrizadeh, a veces referido como “el padre” del programa nuclear iraní.
Junto a Abbasi muere su hija de 24 años, con Tehranchi su esposa, su hijo y cuatro guardaespaldas; de Tehranchi apenas se pudieron recuperar algunos restos. (Aquí el testimonio de otras víctimas del ataque en el complejo residencial).
Y mientras ambos simbolizan la integralidad entre soberanía, desarrollo nacional, defensa e innovación desde su campo, pero también en lo político e institucional, los demás objetivos, entre actores más cercanos al retiro o a la actividad académica, Israel también añadió a la lista a científicos más jóvenes, activos y operativos.
El propio Sadati, "profesor especializado en instrumentación nuclear y aceleradores eléctricos" estaba en plena madurez y uso de sus facultades.
En otra parte escribí sobre el desarrollo científico iraní, su enfoque nacional y su promoción en el Sur Global; más allá de sus especificidades notorias en campos y disciplinas, este fragmento de una entrevista a Abbasi, invocando el ejemplo de Fakhrizadeh, ilustra los mecanismos de cooperación y su crecimiento exponencial a la hora de combinar cerebros y especializaciones.
Desde ese filtro también debe verse la urgencia israelí por asesinarlos: como un todo engranado en un sistema que vincula lo institucional, lo académico y lo práctico. (Este quizás sea el perfil más detallado de los revisados)
Cuando no eran amenazados como individuos, sus trabajos teóricos y prácticos corrían el riesgo, en algunos casos las investigaciones clasificadas -como en el caso de Issar Tabatabaei Ghomseh- por la amenaza de los servicios israelíes.
El trabajo ya mencionado de Fereshteh Sadeghi mapea la magnitud del engranaje de espionaje que rodeaba -y rodea- en todos los ámbitos, incluyendo a la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Un hostigamiento que claramente, como apunta Sadeghi, después del 13 de junio pasó "de la guerra psicológica a la eliminación en el campo de batalla".
El caso de Mohammadreza Sediqi Saber, especializado en materiales energéticos y el trabajo en la esfera militar de la investigación, es un testamento de todo lo dicho hasta ahora.
Tras sobrevivir a un primer asalto, en el que muere su hijo, es asesinado siete días después en su pueblo natal realizando las exequias del séptimo día, como corresponde religiosamente, es asesinado junto a 13 miembros de su familia. A horas de iniciarse el "cese al fuego" del 24 de junio.
Bajo ese matiz de “amenaza” que trasciende lo estrictamente militar, pueden situarse los asesinatos de Mohammad Zakarian (33) y Majid Tajenjari (35), ambos especialistas en IA, bajo toda métrica internacional a la vanguardia, y con sentido patriótico de su trabajo, difícilmente situable dentro del mismo ámbito de los demás
El deliberadamente simplificado "programa nuclear" va mucho más allá del control de ciclo de combustible per sé, o de las posibilidades/probabilidades de trasladarlo a fines militares. Además de la generación estable de energía están las posibilidades de trabajos isotópicos en materia de medicina y farmacología, su implementación en la tecnología agrícola.
Cuando se revisa cuáles son las empresas "ganadoras" en la economía del genocidio, como se reveló en el informe de Francesca Albanese, y donde destacan las corporaciones gargantúas de la IA, como Alphabet (Google) o Palantir, queda latente la interrogante que conecta a Gaza con el intento de cientificidio, en el cual, en el caso de estos últimos, una aproximación no-turbocapitalista, a la IA como instrumento convivencial en vez del gran acumulador por desposesión de renta y mentes, se hace insoportable.
Esto le da profundidad de campo a las palabras de Friedrich Merz, el actual canciller alemán y ex ejecutivo de BlackRock: "Israel está haciendo por nosotros el trabajo sucio".
Despacho 8: Tajrish
El video más viralizado de los 12 días fue este que recogió una cámara de circuito cerrado en Tajrish, uno de los sectores comerciales y de oficinas más activos de la ciudad:
A las 3:30 de la tarde del domingo 15 de junio (día laboral en Irán) una secuencia de tres misiles dio primero contra un banco y una oficina de caridad islámica, contra un estacionamiento y el último hace, como evidentemente se ve, hace volar la calle y un buen lote de vehículos.
Ese video es prueba suficiente de la distancia entre las declaraciones de Netanyahu y su gabinete sobre la lógica "preventiva" de la guerra, sus llamados a la población a alzarse y la reafirmación de que tan solo atacan objetivos militares. Igual ya sabemos que según la Doctrina Dahiyeh todo lo civil es militar.
18 personas murieron, más de 40 heridas, muchas de gravedad. Además de una mujer embarazada, Matin Safaian, un muchacho de 16 años, estudiante de secundaria y pianista, esperaba un taxi al salir de clase para irse a casa cuando ocurrió la debacle.
A las dos horas fue que sus padres, cuenta el padre, se dieron cuenta de que no había llegado y que algo había pasado. Al poco tiempo Matin muere de una hemorragia interna.
El padre de Matin es empleado público. Viste de negro por su propio luto y quizás, tal vez, armonizado por ser Muharram, el primer mes del calendario islámico y cuando se conmemora el martirio del imam Hussein en Karbala. Doble duelo.
"En esto termina la iranofobia, no deben juzgar a los iraníes así", dice. "Cuando dicen que no tienen nada en contra del pueblo, ¿cómo puedo con este dolor? El dolor que nosotros sentimos también se lo harán a los estadounidenses, que igual donde ponen su huella hay sangre y muerte", advierte, aludiendo a los problemas en que lo pudiera meter el propio Israel. "¿Es esta su definición de derechos humanos?".
"Los iraníes no perderán el país. Cientos de Matin han construido y muerto por este país; está hecho con sangre de mártires. Lo aman y lo apoyan".
Nadie, ni siquiera el alcalde (Tajrish es sede del condado Shemiranat, poblado a pie de montaña que fue absorbido por la ciudad) saben por qué exactamente fue atacado. En esa falta de respuesta debe estar la respuesta.
"Aquí no hay bases militares", dice Mohamad Ibrahim, dueño de una pequeña bodega cuyos vidrios explotaron a la hora del ataque, hiriendo a un empleado. "Todavía estamos en duelo, sentimos un tipo de dolor que no se ha ido".
Además de una zona de oficinas, en el sector está la plaza Quds (Jerusalén), un bazar y el mausoleo de Imamzadeh Saleh donde descansan los restos de Saleh, un hijo pío y devoto de Musa al Kazim, el séptimo Imam.
Ahí también reposan los restos de Mohsen Fakhrizadeh y ahora también Abbasi y Tehranchi.
Las explosiones en Tajrish hicieron que mucha gente se movilizaran para el rescate de la gente. Entre ellos Ehsan Bi-Azar, quien personalmente enterró a quienes murieron ese día, incluyendo, en un caso, la sola pierna de una de las víctimas.
Mientras que los edificios siguen impactados, en el puro esqueleto algunos, otros en reconstrucción -los aledaños que absorbieron la onda expansiva-, la calle frente al semáforo -que estaba en rojo al momento de los misiles- está completamente reconstruida.
Despacho 9: evin y el discurso elástico
Cuando las aeronaves israelíes atacaron la cárcel de Evin el 23 de junio, al norte de la ciudad, lo reivindicaron porque se trataba de un "símbolo de la opresión", mataron a 78 personas, en un día de visita, de familiares y trabajadores sociales, en lo que ha sido el ataque con mayor cantidad de víctimas de todo el ciclo de violencia.
La muralla del portón ya estaba en proceso de reconstrucción, con un buen tramo levantado, en el medio de la monótona destrucción. Empleados, guardias, visitantes con sus hijos murieron. Una fila de carros complementan, a un flaco de la zona de visita y espera.
Aparte, de entre siete puntos que fueron atacados, el hospital, bastante bien equipado, también fue un blanco. Del tercer piso de cinco el edificio está en riesgo. Rastros gastados de sangre en algunas paredes.
La conmoción, psíquica y física, alcanzó la zona residencial aledaña.Desde ahí se vieron dos aeronaves El estrés post-traumático, lo incierto de la infraestructura, la poca gente que se quedó en el sector.
Una señora, que vive en el octavo piso de un edificio residencial y que todos se escondieron en los baños, deja claro que su daño es en su cabeza, en lo psicológico. Como el padre de Matian, pregunta, vehemente, lo mismo: por qué.
Despacho 10: Bethlehem
Lo cierto es que el porqué oficial con el que Tel Aviv justificó la agresión era "preventivo". Tras 30 años, ahora sí, por lo visto, Irán estaba "a días" de construir la bomba. A esta altura, basta con recordar el meme sobre el tema.
Y aquí destaca el lugar de facilitación que tuvo la resolución de censura del 13 de junio de la AIEA para validar una información de 2003 igual de inverificable y vaga que la justificación "preventiva" para asesinar a Qassem Soleimani.
Puestos a ver a detalle, podrán existir algunas divergencias puntuales y circunstanciales en materia de intereses específicos entre Estados Unidos e Israel, pero de ahí hacia el plano más ampliado son acciones consustanciales, indisolubles y sinérgicas.
Cuando Mike Pompeo, como secretario dde Estado de Trump I, anunció el asesinato de Soleimani en Irak lo justificó porque, según Pompeo, el mayor general preparaba ataques "inminentes" contra fuerzas y diplomáticos estadounidenses.
La palabra operativa de Netanyahu para darle sentido al ataque a Irán empleó exactamente la misma palabra: se ejecutaron para frenar una "amenaza inminente". El uso de ese vocablo no es fortuito.
En esto de las doctrinas también opera otra: la Bethlehem. David Bethlehem, asesor jurídico de Netanyahu en los 90 le otorgó la validez "legal" a la muralla que ahora fragmenta y divide a los Territorios Ocupados.
Posteriormente, como asesor de Tony Blair, fue designado el principal experto legal del servicio de exteriores porque el resto del cuerpo jurídico consideraba ilegal la invasión a Irak. Ha sido, también, el que le confirió sustancia leguleya, precisamente, al programa de asesinatos extrajudiciales con drones.
Lo que hace más orwelliana a esa definición de "inminente" que no se tipifica como "pronto" ni que "definitivamente pasará", recuerda el diplomático Craig Murray,
Por casi tres décadas, una mentira es suficientemente abarcante para volver aceptable, tanto para medios como políticos angloeuropeos como su dispersión justificatoria en la reproducción incuestionada en los medios tú sabes cuáles.
Basta con inferir, como hizo el programa Mosaic (de Palantir) para organizar la data -sobre el papel- de forma tal que quedase establecido, contra todas las demás evidencias constantes, que la República Islámica estaba a nada de la bomba nuclear.
Despacho 11: complicidades proactivas y voluntarias
"En realidad no hay ninguna presión real para que Israel se detenga", declaró, jactancioso y sin identificarse, el funcionario cercano al gabinete de Melikovsky alias Netanyahu. "Quieren que terminemos esto", afirmaba el 15 de junio.
No existe un solo pronunciamiento europeo, de la AIEA ni de otras instancias multilaterales que condenen la violentación del Tratado de No-Proliferación y sus salvaguardas, el bombardeo de instalaciones nucleares, en contra de los daños ambientales.
No lo hay, tampoco, del sinnúmero de crímenes de guerra que en esta crónica solo algunos son acopiados. Nada contra asesinatos extrajudiciales, el hostigamiento a la comunidad científica iraní, el convertir a toda la infraestructura civil en blancos "legítimos".
Una fuente diplomática, off the record, comentó que durante las cinco rondas de diálogo era difícil inferir alguna disposición real alguna por resolver.
El indicador era la brevedad de las reuniones apenas una semanal, cosa que contrastaba con el prolongado y concienzudo proceso que fueron las del acuerdo nuclear de 2015.
En 2012, el asesor de seguridad nacional del vicepresidente Joe Biden, en un foro dijo explícitamente que las negociaciones en torno a la cuestión nuclear civil como un ardid para "ganar tiempo continuar moviendo este problema hacia el futuro" hasta que "el régimen" colapse. Ese funcionario era Antony Blinken.
Despacho 12: irib, el contrasímbolo
Once misiles o drones, afirman, fueron los que dieron por sus cuatro fachadas contra la sede del la Radiodifusora de la República Islámica de Irán, más conocida por sus siglas en inglés, IRIB.
Tres personas murieron, dos decenas de periodistas, personal administrativo u operativo resultaron heridas. Los cimientos siguen en pie, pero con un poco más de un mes el olor a incendio prevalece.
De nuevo, de los lugares habituales, no existió condena, repudio o señalamiento desde los lguares habituales. No hay dimensión de la acitivdad humana ni norma, ley o convención que no haya sido violentada.
Ni siquiera el valor básico de la palabra, dado el contrapunto que estableció Estados Unidos, con Donald Trump al frente, entre simulación (las laxas rondas de diálogo), mentira (la separación de las acciones israelíes) y prosecusión de objetivos (del occidente colectivo).
El método Gaza dicta que no pueden haber distanciamientos o actos que compromentan efectivamente el esprit de corps, porque en un futuro eventual Alemania, Reino Unido, Francia o cualquier hará lo mismo ante un escenario de confrontación, y se debe despejar con los hechos la vía "legítima" para eso. Legitimidad preventiva.
El consenso era total. La destrucció de la sede del IRIB no solo en su esfera estrictamente humana sino en tanto símbolo es suprimir la voz oficial. Quizás un esfuerzo futil de controlar la homogeneidad narrativa.
El contrasímbolo, ya un lugar común, fue Sahar Emami. El nihilismo del exterminio y la acumulación desposesiva no hizo de Teherán un nuevo Gaza porque los golpes fueron devueltos, porque hubo una respuesta de fuerza militar. No porque estuviera ausente la disposición de volver a Irán un Estado inviable y a sus principales ciudades el paisaje post-apocalíptico de la Franja.
Igualmente, una sociedad que no se dislocó y que fue más allá de las infinitas posiciones políticas que existen en la conversación y acción iraní, no se concentrara en defensa del país y rechazase la intervención.
Netanyahu y su gobierno psicopático creían tener viento de cola. La idea establecida por medios, think tanks, asesores y expertos era que la Repúbllica Islámica estaba al borde del colapso y una operación rápida, omniabarcante e intensiva se iba a encargar del resto.
La gran reorganización de la región, y el salvataje del propio pellejo judicial del primer ministro, se suponía que avanzaba indetenible.
No existe nadie allá, o fuera de ahí si a ver vamos, que no entienda este momento como uno donde ambos recablibran sus fuerzas para un próximo round.
Tratándose de la esterotipada, demonizada y burdamente malretratada Irán, es aun más sorprendente que exista una zona de ambigüedad sobre quién se ubica en el lugar correcto.
La relativización comienza cuando reduces a una sociedad con miles de años a cuestas a un grupo de humanos anómicos, irracionales y que solo responden a impulsos primarios. Cuando le sustraes la cualidad de gente a la gente normal que busca llevar una vida normal.
Si al otro lado de la cancha tienes en frente al actor principal de la degradación y holocausto de todo lo humano, dispuesto a expandir, a favor de otros, el radio de acción del exterminio, y que es detenido en su expansión, precisamente, por este país, y a un costo humano dolorosamente sustantivo, las definiciones de resistencia se esclarecen solas.
No es complicado.