Vie. 25 Abril 2025 Actualizado 6:29 pm

La CIA forma parte del enclave ucraniano

La CIA forma parte del enclave ucraniano (Foto: Babel)
Brian Berletic desmonta la falsa narrativa de mediación occidental

Cómo EE.UU. le ha hecho la guerra a Rusia en Ucrania

El investigador y analista geopolítico Brian Berletic publicó para New Eastern Outlook un amplio análisis titulado "EE.UU. actúa como 'mediador' en su propia guerra contra Rusia", que constituye una amplia recopilación documental sobre la agencia de ese país en el conflicto en Ucrania. En dicho trabajo desmonta el relato promovido por Occidente en el que presenta a Washington como un mediador entre Moscú y Kiev. 

Por el contrario, el autor sostiene que Washington ha sido desde el inicio un actor central, beligerante y determinante en la confrontación utilizando a Ucrania como peón para librar una guerra indirecta contra Rusia.

Una escalada provocada y dirigida por Estados Unidos

Berletic, especialista geopolítico, argumenta que desde la disolución de la Unión Soviética, con mayor intensidad tras el fin de la Guerra Fría, Estados Unidos ha desempeñado un rol activo en la política interna del espacio postsoviético, particularmente en Ucrania.

A través del financiamiento a movimientos políticos y el respaldo a procesos de cambio de régimen —como ocurrió con la revolución de color en 2004 y el golpe de Estado de 2014—ha buscado reconfigurar la estructura del poder en Kiev para convertir el país en un bastión militar y político contra Moscú.

Uno de los elementos más relevantes del análisis es la demostración de que la implicación estadounidense en esta confrontación no comenzó con la operación militar lanzada por el Kremlin en 2022, sino que tiene raíces profundas y sostenidas.

Desde hace casi dos décadas la Casa Blanca ha operado sobre el tablero ucraniano con una estrategia de contención geopolítica, que terminó por transformar esta exrepública soviética en una base avanzada de la influencia militar occidental justo en el umbral de seguridad de Rusia.

Para sustentar su tesis, Berletic recurre a una exhaustiva revisión de fuentes occidentales, entre ellas artículos del New York Times, en las que se evidencia el involucramiento estadounidense en operaciones encubiertas, apoyo logístico, asesoramiento militar y un proceso de integración funcional de Ucrania en la órbita de la OTAN.

En 2024 ese periódico estadounidense tituló "La guerra del espionaje: cómo la CIA ayuda secretamente a Ucrania a luchar contra Putin", que admite la existencia de "una red de bases de espionaje apoyada por la CIA, construida en los últimos ocho años, que incluye 12 ubicaciones secretas a lo largo de la frontera rusa".

Estas maniobras, sumadas a la progresiva expansión de la alianza atlántica hacia las fronteras orientales, configuran lo que Moscú ha calificado como una amenaza existencial.

Bajo esta lógica, el lanzamiento de la Operación Militar Especial (OME) en 2022 sería una respuesta defensiva y previsible ante el asedio occidental en su periferia inmediata.

Control institucional y militar sobre Ucrania

Los servicios de inteligencia de Estados Unidos penetraron el enclave ucraniano a través de programas de entrenamiento, logística, recolección de inteligencia y planificación estratégica. La implicación estadounidense ha ido mucho más allá del simple respaldo: ha conducido directamente operaciones ofensivas.

El autor indica que desde 2016 la CIA comenzó a formar una unidad de fuerzas especiales ucraniana (la Unidad 2245) encargada de interceptar drones y equipos rusos, los cuales eran enviados para su análisis técnico y descifrado por expertos de esa plataforma estadounidense.

Uno de los oficiales claves de esta unidad era Kyrylo Budanov, actual jefe de la inteligencia militar ucraniana, quien fue entrenado por la agencia y atendido en el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed, en Maryland, tras resultar herido en combate en el Dombás.

Según relata el artículo referido previamente, Budanov dirigió operaciones encubiertas tras las líneas enemigas, incluidas incursiones nocturnas en Crimea disfrazado con uniforme ruso.

Aunque el New York Times, explica Berletic, intentó inicialmente deslindar a la CIA de las maniobras ofensivas letales, termina reconociendo que las unidades entrenadas por la agencia no solo las ejecutaron sino que lo hicieron dentro de la Federación de Rusia mucho antes del inicio de la Operación Militar Especial en 2022.

Tras la escalada la CIA reforzó su presencia en Ucrania desplegando decenas de nuevos oficiales. Algunos de ellos se integraron directamente en bases ucranianas, donde revisaban objetivos de ataque y cruzaban datos con la inteligencia estadounidense para asegurar su precisión.

De hecho, en marzo de 2025 ese periódico estadounidense publicó "La alianza: la historia secreta de la guerra en Ucrania", en la que reveló que el papel de Estados Unidos no se limitó al suministro masivo de armamento sino que implicó una participación protagónica en la selección y coordinación de ataques militares, incluso en territorio ruso, como el puerto crimeo de Sebastopol.

Tales acciones fueron dirigidas en buena parte desde un centro de mando instalado por el Pentágono en Wiesbaden, Alemania, desde donde oficiales estadounidenses y de la OTAN supervisaron y coordinaron operaciones atribuidas públicamente a Ucrania.

Este nivel de implicación confirma que la confrontación no se desarrolló entre dos actores autónomos sino bajo una estructura de control y dirección en la que Estados Unidos desempeñó un papel de primer orden en su nuevo enclave desde mucho antes de 2022.

La falsa mediación y el uso estratégico de la paz

Una de las críticas centrales que presenta el artículo de Berletic es la simulación de neutralidad por parte de Estados Unidos, que ha pretendido actuar como mediador en un conflicto que no solo ayudó a provocar sino que ha prolongado activamente.

Las recientes declaraciones del secretario de Estado, Marco Rubio, en las que amenaza con suspender los "esfuerzos de paz" si no se avanza hacia un acuerdo, son presentadas como una maniobra cínica para encubrir lo que en realidad es una retirada táctica ante el colapso militar de su apuesta indirecta en Ucrania.

Más revelador aun es el discurso del secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien no aboga por una resolución pacífica sino por prolongar el enfrentamiento mediante el fortalecimiento de la industria militar y el envío de tropas europeas.

Su objetivo declarado no es la paz, es "congelar" el conflicto, al igual que ocurrió con los Acuerdos de Minsk, para rearmar y reorganizar el ejército ucraniano con vistas a una futura ofensiva cuando el equilibrio de fuerzas favorezca a Washington.

La mención a los Acuerdos de Minsk adquiere un nuevo significado a la luz de aquellas declaraciones en 2022 de la excanciller alemana Angela Merkel, quien admitió que dichos acuerdos —supuestamente orientados a una solución diplomática— en realidad sirvieron para ganar tiempo y fortalecer a Ucrania militarmente.

"La Ucrania de 2014/15 no es la Ucrania de hoy", dijo Merkel, señalando que, de haberse producido entonces una ofensiva rusa, Kiev no habría tenido capacidad de defensa y la OTAN no habría podido intervenir como lo hace en la actualidad.

Esto confirma el plan de militarización encubierta del conflicto.

En este contexto, explica el autor, el aparente "cansancio" de Rubio con las negociaciones revela una estrategia de desentendimiento táctico por parte de Washington, que busca transferir el peso del conflicto hacia Europa, mientras se prepara para una confrontación aun más peligrosa con China, aliada de Rusia.

Tanto la administración Trump como la de Biden han evitado confrontar la verdadera causa estructural del conflicto: la expansión continua de la OTAN hasta las fronteras rusas, y la aspiración, no disimulada, de rodear geoestratégicamente a Moscú.

En estas condiciones, cualquier propuesta de paz ha sido superficial, carente de voluntad real. El respaldo verbal a la OTAN no fue acompañado de esfuerzos diplomáticos reales, más allá de exigir a los países miembros un aumento de sus contribuciones financieras.

Por su parte, Rusia ha reiterado su disposición a negociar de forma honesta, abriendo incluso vías para una desescalada. Pero el desinterés de Estados Unidos ha sido evidente.

Berletic enfatiza que durante las llamadas "conversaciones de paz" Moscú continuó su estrategia de desgaste sobre las fuerzas ucranianas, proceso que el propio New York Times identifica como uno de los principales factores del fracaso de la guerra indirecta dirigida por Washington.

Objetivo final: una guerra contra el multipolarismo

El artículo concluye con una lectura geopolítica más amplia: la guerra en Ucrania no es solo un enfrentamiento entre dos Estados sino un episodio dentro de la resistencia de Estados Unidos al ascenso del mundo multipolar.

Según el autor, el verdadero objetivo de Washington es evitar que factores como Rusia, China e Irán consoliden un orden internacional alternativo al hegemonismo estadounidense.

En este sentido, el conflicto en Ucrania, los focos de tensión en Asia Occidental y la imposición de presiones económicas selectivas no obedecen a una política racional o constructiva sino que forman parte de una estrategia desesperada y caótica por restaurar la supremacía global de Washington.

Se trata de una reacción desordenada ante un escenario internacional en transformación, donde los equilibrios geopolíticos se reconfiguran en favor de Eurasia y amenazan con desmantelar el orden unipolar que EE.UU. intenta preservar a toda costa, incluso al precio de la guerra y la desestabilización.

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