Mié. 27 Noviembre 2024 Actualizado 7:51 am

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El PArtido Comunista de China ha cumplido 100 años modelando la historia de su país en una épica innegable (Foto: Xihuan Noticias )
A 100 años de la fundación del PCCh

China: su modelo, aspiración y épica

El Partido Comunista de China (PCCH) ha alcanzado el hito de su primer centenario. En medio de fastuosas celebraciones, el partido gobernante de la República Popular a cargo de Xi Jinping, máximo líder del partido y de la nación, han alardeado sobre los logros y la épica del merecidamente llamado "gigante asiático", pues tienen todas las razones para hacerlo.

China se sostenía sobre los despojos dejados por las Guerras del Opio en el siglo XIX y alcanzó el siglo XX como un país semicolonial y semifeudal, además, sobrepoblado, rural y empobrecido.

El siglo XXI tiene ahora a China como segunda potencia económica mundial, destinada a ser la primera en muy pocos años, con logros incuestionables, como el país que más ha abatido la pobreza en el mundo, contando además con un portentoso desarrollo científico, tecnológico y militar, esto último, sin que las armas de China salieran de su territorio en agresión a otros países por recursos.

¿Cómo lo lograron? ¿Cómo ha sido posible esta epopeya que les permitió atravesar los ciclos históricos, incluso aquellos posteriores a la caída del Muro de Berlín para enarbolar la hoz y el martillo al día de hoy? ¿Cómo han logrado debilitar la hegemonía de Occidente haciendo un punto de equilibrio y de gran y necesario contrapeso en nuestro Sistema Mundo?

El desconocimiento de China

Quizá las grandes incertidumbres en nuestro lado del mundo sobre China parten del desconocimiento de su historia y evolución. Desconocimiento, entiéndase la palabra en su denominación de falta de conocimiento o información, y también por el no reconocimiento de todos los avatares propios de la composición de su ordenamiento económico, político y cultural.

Sobre China, es muy fácil decir que se trata de otro gran país "capitalista", porque ese es el relato promovido en los países del mundo capitalista, es decir, se omite la vocación de los chinos en construir lo que ellos denominan un "socialismo con características chinas" originado desde un proceso sostenido de "sinización del marxismo".

Sobre China, es muy fácil afirmar que se trata de un país que ha alcanzado una gran prosperidad solo por su proceso de "Gran Viraje" y apertura, como si este fuera un proceso liberal a ultranza a los adentros del país y como si este no estuviera erigido sobre las realidades objetivas y subjetivas labradas antes de Deng Xiaoping.

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Espectáculo de luces en Shanghái con motivo del primer centenario del PCCh (Foto: AFP / Getty Images)

En su centenario, el PCCh ha declarado orgulloso el desarrollo de un ciclo evolutivo de la vida nacional. No es para menos. A finales de los años 70 del siglo pasado los comunistas chinos entendían el empuje de la globalización como una fuerza gravitacional envolvente y consistente, y que esta establecería las reglas fundamentales en las relaciones internacionales y en el desarrollo de la vida de los países y sus economías puertas adentro.

Con tal sentido de interpretación y previsión, China se abrió paso al modelo de outsourcing, se asumió dentro del tejido industrial y financiero a escala internacional, bajo la declaración de no renunciar a sus principios al cual llaman "socialismo de mercado". Incluso, le han ganado a Occidente en esa misma carrera.

Tal empeño de promover un socialismo desde sus particularidades y desde el lugar que asumieron en el Sistema Mundo, colocó a China en un terreno político interpretativo ajeno a las trampas maniqueas e ideológicas de su tiempo, y que de alguna manera siguen vigentes, las del capitalismo neoliberal a rajatabla y las del "socialismo real" o modelado acorde a la influencia soviética, el cual se impuso como modelo de franquicia global.

De ahí que para los capitalistas y los comunistas ortodoxos, China es difícil de asimilar e interpretar. Para las usuales elucubraciones que surgen desde el parsismo ideológico, polarizante y paralizante del ayer y del hoy, Deng Xiaoping tuvo una respuesta hace décadas, que era a la vez tomada de Mao Zedong y que era además originaria de la cultura del gobierno chino desde la Dinastía Han: "Buscar la verdad en los hechos, no en los dogmas".

Desconocer a China es asumir a los chinos como incongruentes. La pregunta que debemos hacernos es si unos "incongruentes" o "indefinidos" pueden diseñar y cumplir de manera disciplinada y estratégica sus planes de desarrollo, logrando proezas impensables en cualquier país del mundo capitalista liberal y simultáneamente insertarse con una eficacia asombrosa en las relaciones internacionales de la manera en que los chinos lo han hecho. Definitivamente no. Sería absurdo siquiera suponer que los chinos divagan en la ideología.

La bitácora de 100 años y su diseño estratégico

Con sus avances consolidados, China ha establecido con la versión de los hechos que el socialismo, acorde a sus singularidades, funciona. Y es ese uno de los elementos más distintivos en su disputa por el relato y por su épica, frente a sí misma y frente al mundo: declarar que existen alternativas reales al neoliberalismo a ultranza en base al desarrollo de un sistema de economía mixta.

El discurso de Xi Jinping en el centenario del PCCh hizo enorme hincapié en la profundización de los mecanismos de gobernanza, la preeminencia del PCCh en el ciclo venidero, fortalecer los vínculos del Estado en la vida del país y profundizar la gestión hacia adentro de las grandes aspiraciones nacionales.

"Hemos cumplido el objetivo de lucha fijado para el primer centenario, culminando la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada en el extenso territorio chino, con la cuestión de la pobreza absoluta ya históricamente resuelta, y que estamos avanzando con desbordante vigor hacia el objetivo de lucha fijado para el segundo: culminar la construcción integral de un poderoso país socialista moderno", ha dicho el mandatario.

En otras palabras, con un asombroso corolario de logros a cuestas, China todavía apuesta a más, a otros 100 años, ha dicho el presidente. En ello yace la congruencia de su modelo, de libre mercado, competitivo y antiproteccionista puertas afuera, pero que en sus adentros es de gobernanza planificada (aunque dinámica y flexible), concentrada en el PCCh y de colocación del pueblo "como dueño del país" en el centro de las decisiones.

La afirmación de China de su visión a lo interno no solo supera confusiones, es que adicionalmente, a más de 30 años de la caída del Bloque Soviético, no tiene pretensiones ni apariencias que crear. Lo que es para ellos, es. En su discurso, que ha sido un resumen de la bitácora de estos 100 años, Xi Jinping ha hecho énfasis en la carta de navegación del país y en ella no hay tapujos, tal como exclamara el pasado 1° de julio:

La apertura del futuro con la historia como espejo exige el continuo impulso de la chinización del marxismo. Este es el pensamiento guía fundamental para mantener a nuestro Partido y a nuestro país, y es el alma y bandera de la organización. Persistiendo en los fundamentos del marxismo y en la búsqueda de la verdad en los hechos, partiendo de la realidad china, observando con visión clara la tendencia general de la época y dominando la iniciativa histórica, el PCCh ha realizado arduas exploraciones para promover sin cesar la chinización del marxismo y su adaptación a nuestro tiempo, y ha guiado al pueblo chino al continuo impulso de la gran revolución social. ¿Por qué el PCCh es competente? ¿Por qué el socialismo con peculiaridades chinas es bueno? Porque, en último análisis, el marxismo es válido.

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China desarrolló su modelo a su imagen y semejanza y lo celebran con enormes logros (Foto: CCTV-E)

El modelo de los chinos, para sus adentros, no contraviene en lo absoluto su visión sobre sus relaciones frente al mundo. China tiene previsto en su planteamiento estratégico convenir en el ordenamiento global desde las nociones de paz, desarrollo y ganancias compartidas, lo que denominan "la estructuración de la comunidad de destino de la humanidad". En efecto, eso es la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el más ambicioso proyecto de integración económica internacional que ha existido en décadas recientes y que podría remodelar la economía mundial como hoy la conocemos.

La vehemencia de los chinos apunta al sostenimiento del multilateralismo constructivo, como respuesta a la "Iniciativa de Rediseño Global" que ha surgido desde Occidente en reciente data. La cooperación como vehículo de los vínculos entre países es claramente opuesta al modelo "multi-stakeholder" que han fabricado en Davos como propuesta de gobernanza política y económica mundial, con claras intenciones de desplazar a los gobiernos e imponer el interés corporativo para asumir los problemas mundiales. Por ello China ha sido blanco de ataques en el último encuentro del G7 con Estados Unidos al frente.

De ahí que los desafíos para los chinos en su nueva aspiración bicentenaria vendrán con todos los avatares propios de su modelo en colisión con las sinergias hostiles desbocadas y fuerzas de gravedad política que naturalmente le adversan. En esencia, la disputa por el relato y ejecución de la gobernanza mundial para los chinos es también el vehículo de acción política de los países del Sur Global que se han dispuesto a subvertir el ordenamiento planetario, es mucho lo que está en juego. La necesidad del éxito de China puertas afuera va más allá de ellos, y ese casi ¼ de la población mundial. Concierne al futuro de la humanidad.

La lección del modelo ceñido a los hechos

Los chinos han demostrado por mucho que están lejos de la premisa de la política como un ejercicio de ilusiones. Para ellos, el ejercicio de la política es el desarrollo y resultado de las aspiraciones y su choque con los eventos en el terreno de lo real, lo cual es al mismo tiempo un proceso inacabado. Ello reviste una explicación a su pragmatismo transversal y a su disciplina, pues lo primero demanda lo segundo.

Los procesos de globalización que han contribuido enormemente al propio desarrollo de China y su incorporación como gran actor al tejido del orbe han traído también grandes incertidumbres. Es decir, nuestro tiempo es del colapso de relatos y el fin de las certezas de manera que el agotamiento del modelo occidental es claramente apreciable, y está abordado por problemáticas que el capitalismo liberal es incapaz de resolver.

En ese mundo de incertidumbres, China se halló a sí misma, desde su propia voz, desde su propia experiencia. En este proceso, China ha insistido en situarse en su centro de gravedad política, entendiendo que frente a la magnitud y desgarramientos de los hechos, el atrevimiento y la creatividad son bienes invaluables. Pero estos bienes no han surgido de quimeras, sino que han surgido desde la propia contundencia de la realidad.

Sobre la búsqueda de modelos, Xi Jinping hizo una afirmación lapidaria en su mencionado discurso:

Aprendemos y tomamos como referencia todos los logros beneficiosos de la civilización humana dinámicamente y acogemos todas las propuestas provechosas y todas las críticas hechas de buena fe, ¡pero no aceptamos en absoluto sermones imperiosos como los dictados por "señores maestros"! ¡A zancadas, y con la cabeza erguida, el PCCh y el pueblo chino marcharemos por el camino elegido por nosotros mismos manteniendo firmemente el destino del desarrollo y progreso de China en nuestras propias manos!

El gigante asiático ha establecido una premisa en su devenir y construcción de su propia realidad. Su modelo no consiste en un bien listo para empaque y despacho, y vaya que esto es una novedad, entendiendo las tantas cosas que son hechas y exportadas desde China. La singularidad del modelo de organización política y social de China yace en su carácter intransferible, pues está formulado desde las propias realidades chinas, que son y serán irrepetibles en otros contextos.

Ese factor es un denominador clave de este país, si lo comparamos con las tendencias hegemónicas de Estados Unidos, que sí impuso su modelo (en muchos casos a sangre y fuego) para que los países del mundo mediaran la realidad desde éste, traduciéndose ello en un tránsito doloroso y en el trauma histórico del robo de identidad e imposición.

La afirmación de la singularidad y exclusividad de los chinos y su modelo, refrendada por los hechos, por defecto desmonta toda afirmación de que China pueda estar construyendo una nueva hegemonía totalizante para el mundo.

Ahora bien, ello no implica que la experiencia de China no sea ejemplar para desatar los procesos de búsqueda en los países del Sur Global, para con ello superar el actual tiempo de incertidumbres. Más ahora, en tiempos de pandemia y pospandemia, donde varios países del eje atlántico pretenden sumirnos en ciudades amuralladas, donde nos pregonan una nueva Guerra Fría y se promueve la gobernanza desde los estados de excepción con alcance perpetuo. Frente a esas enormes amenazas y frente a un colapso de modelo previsible en el mundo occidental, ninguna búsqueda es tardía y sí urgente.

Tal como fue para China, tal como lo sigue siendo para ellos, lo es hoy para muchos de nuestros países; la lección del modelo ceñido a los hechos, cuando es exitoso, es que los dogmatismos son plomos en el ala y nos dificultan el vuelo. Que además hay todo por cuestionar, todo por aprender. Esa búsqueda es en esencia nuestra única posibilidad frente al colapso y la vulnerabilidad que propiciará la demolición de nuestras naciones.

Entender a nuestros países como sujetos políticos pasa por el reconocimiento de nuestra emergencia, por el reconocimiento de nuestra situación frente a la realidad y, por consiguiente, nuestra posición frente a las encrucijadas.

Hace 100 años, China estuvo frente a su encrucijada y tomó su propio camino. El tiempo y su épica innegable le han dado la razón.

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