Vie. 26 Abril 2024 Actualizado 1:44 pm

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Las ideologías existentes agotaron toda justificación del actual sistema asesino de la especie y la naturaleza (Foto: El Cayapo)

El jurel solo y las bolsas de regalo

Ahora estamos como el jurel fuera del cardumen, dándole vuelta a la misma piedra.

Desde la raíz del humanismo nacieron varios pensamientos; de ellos, el único que se consolidó fue el liberalismo, por cuanto se pudo construir físicamente, en tanto se sometió al experimento, a la sistematización, a la práctica de lo que se pensaba, a desechar y aprovechar lo que no le servía y lo que le servía. También fue capaz de crear método teórico práctico, pero por encima de todas las cosas, generó un modo de producción y una nueva élite social, capaz de nombrar y nombrarse a sí misma; creando memoria histórica en el relato de su existencia como ser superior; los demás, pertenecientes a diversos estamentos sociales, en su mayoría hijos de la realeza y cortesanos feudales, venidos a menos, fundamentalmente religiosos, generaron el utopismo, el socialismo, el comunismo, el anarquismo y otros ismos, que intentaron manifestarlo por la vía del modo de producción capitalista creado por el liberalismo, o por la vía de la difusión propagandística.

A pesar de los análisis y advertencias del señor Carlos Marx, la mayoría se quedaron en la crítica o en el intento por quitarle el poder a la burguesía; nunca tuvieron método, experimento, práctica, jamás crearon otro modo de producción fuera del cerebro, solo se quedaron en la esperanza, la quimera y la ilusión, y a pesar de que en algunos sitios se tomó el poder o se le arrebató a las élites, se siguió repitiendo la vuelta, como el jurel a la misma piedra.

Desde entonces, el capitalismo se ha desarrollado como sistema guerrero explotador, que incluso se ha servido de sus adversarios para fortalecerse, cuando después de las derrotas se apodera de las nuevas tácticas, estrategias y métodos de combate creados por los contrarios, los que sistematiza y usa como repotencia, mientras a las mayorías nos convence vendiéndonos como ilusión la posibilidad de que, trabajando, los esclavos nos haremos ricos y libres.

Desde entonces, cárceles, manicomios y cementerios se llenan con los ilusos, las masacres se repiten unas tras otras todos los días en el planeta, la carnicería no acaba, la especie vive arrumada en los barrios y urbanizaciones, tal y como si fuéramos un galpón de pollos o cochinos, donde nos atapuzan de forrajes, drogas y antibióticos, pero siempre están al acecho las epidemias que matan anualmente a millones por distintos medios, de vez en cuando se escapa de las manos de los cuidadores de los galpones y la epidemia controlada se convierte, o los intereses la convierten, en pandemia, a la cual también le sacan provecho.

Los aparatos de información de este sistema, y en general la organización, nos hace ver todo por separado y que cada hecho tiene su propio culpable o chivo expiatorio: una pandemia un virus, un alzamiento un gobierno, unos drogadictos unos traficantes, y así hasta el infinito, cargamos un corral repleto de chivos expiatorios: que si matas, metes preso o quitas de la responsabilidad a uno de ellos, de inmediato es sustituido por otro y nadie se percata que el corral sigue repleto. No podemos seguir viendo los sucesos que están ocurriendo en el mundo como hechos de países, instituciones o individuos: necesitamos comprenderlos como consecuencia de las acciones de un sistema que ejerce la dictadura en el planeta.

Si vemos por separado los casos de América Latina, África, Asia, Europa, nos encontraremos en un callejón sin salida, millones de palabras se han usado para condenar a los Lenín Moreno, Bolsonaro, Macri, a los sopotocientos presidentes fallidos del Perú, Ecuador, Argentina, Paraguay, a los narcoparacos de GaviriaSantosUribeDuque, y sus trenes ministeriales, a los miles de gobernantes de Europa, América, Asia, África, de los que ya nadie se acuerda, de Estados Unidos y sus Trump, Obama, Biden, Bush, Clinton, contra los que la izquierda y sus sesudos analistas se desgañitan llamándolos locos, monstruos, seniles, asesinos, torpes, brutos, ladrones, roba cuna, y culpándolos de todos los males, pero si es negro, mujer, indio o de la izquierda demócrata, se alegran porque éste sí meterá en cintura al imperialismo, y le ríen sus gracias. Pero cuando como en el caso de Obama, que invadió medio mundo sin siquiera declararle la guerra, entonces se deprimen y pasan los cuatro u ocho años, superan el ratón y…vuelve el optimismo: ahora sí es verdad que se jodió el imperialismo, porque el chivo o el imperialista ha sido o será suplantado.

También son constantes los casos de corrupción, intervención y justificación de masacres y golpes de Estado perpetrados en contra de los pueblos, avalados por la Cruz Roja, la ONU o la OEA con sus Cascos Azules violadores de niños, ladrones y asesinos, prevalidos de su supra poder extraterritorial, sus Reporteros y Médicos Sin Fronteras, sus oenegés de cuanto derecho nos podamos imaginar, sus Amnistía Internacional y sus gestiones diplomáticas, siempre a favor de las todopoderosas corporaciones transnacionales.

Después de todo conflicto nos enteramos a través de informes desclasificados que detrás de los mismos estaba el interés, ¡oh casualidad!, por oro, diamante, petróleo, bosques, coltán, agua, litio, drogas o posiciones estratégicas. Pero el discurso es la defensa de la libertad, la democracia, la civilización, el progreso y los sacrosantos valores de la propiedad privada contra las dictaduras, el terrorismo, los talibanes, los árabes, los persas, los indios, los chinos, los chavistas; en fin, contra los todos, que no se dejen quitar los territorios y los recursos allí existentes.

Los luchadores, en su mayoría de conducta religiosa, así se digan radicales de izquierda, usan palabras exorcizantes, como fuera tal cosa: muera el imperialismo, abajo tal dictador, nunca más esto o aquello, metan preso a los corruptos, que se acabe la corrupción y la tortura, que aparezcan los desaparecidos, no más robo de tierra a los indios, no más muerte de mujeres, negros, campesinos, pescadores, ballenas, babuinos o plancton, libertad para los presos políticos, no más explotación, que todos podamos ser y hacer lo que nos dé la gana, fascistas, asesinos, burgueses, vendepatria. Todo ello en la creencia ferviente de que con eso basta y sobra para resolver los problemas.

Todas esas palabras están dirigidas a un viejo padre, a un hermano mayor, ubicado allende los mares, el cual se considera fuera de todo mal, que está por encima de dios y el diablo, administrador de la moral y las buenas costumbres, para que este interceda y resuelva los problemas, le llame la atención a estos pequeños bellacos, los meta en cintura, les obligue a cumplir con sus promesas, y un largo etcétera. Nadie intenta comprender que esas instituciones, como la ONU y la OEA, esos gobiernos, esos países como los europeos a los que se les endilgan grandes virtudes o se les dirigen las quejas, son los mismos sometidos por las mismas corporaciones transnacionales que sojuzgan a todo el planeta.

Pero nadie hace expediente de lo cotidiano, de las innumerables masacres en todo el planeta para robar los bosques, desviar los ríos, contaminar mares y océanos para producir riquezas, es decir, asesinar la vida para acumular la muerte en nombre de la democracia, la libertad, el progreso, el desarrollo y la civilización de las corporaciones.

Por los medios de información se nos ideologiza con la fragmentación de los hechos, nada tiene conexión, todo está separado; Colombia no tiene nada que ver con Brasil, Ecuador con Perú, Venezuela con Haití, y mucho menos podemos imaginar que estamos conectados con los árabes, chinos, persas o indios; nadie percibe la conexión de todos los separados con las corporaciones transnacionales y sus planes, todo se habla de manera inconexa, pero cada uno bebe Coca-Cola o Pepsi, compra carros, armas, conflei en todos los territorios, y a todos les vendemos petróleo, oro o coltán al precio que las corporaciones quieran, y si no ahí les va bloqueo, invasión, guerra.

Sin embargo, cada gobierno vende su discurso como que si de verdad existiera de manera independiente, como si no estuviera gobernado todo el planeta por las corporaciones transnacionales. Se habla de y desde los medios como si estos fueran independientes, como si no pertenecieran a estas mismas corporaciones, y los reporteros, periodistas o mal llamados comunicadores sociales se creen el cuento de que son libres y no los simples asalariados del gran capital.

Se habla del aparato escolar, como si en cada país fuera autónomo y no obedecieran a una misma ideología que es la humanista, y así con toda institución establecida, donde cada una juega su papel como favorecedora del buen desenvolvimiento del capitalismo y sus consecuencias.

En las noticias, no son corporaciones transnacionales que en función de sus intereses instigan a los gobiernos, compran funcionarios, crean matrices de opinión, sobre tal o cual cosa. Pongamos el ejemplo cercano del Brasil y el caso Lava Jato, una trampa judicial donde con una sola piedra matan varios pájaros, se arma un escándalo de corrupción donde se destruyen no solo al Estado brasileño con sus partidos, la presidencia, el poder judicial, el legislativo, la diplomacia, el ejército, pero además fueron destruidas las cuatro grandes transnacionales con las que Brasil obtenía plusvalor de la mano de obra planetaria: hablamos de Embraer, Odebrecht, la industria cárnica y Petrobras.

Por mampuesto fueron atacados por corrupción los Estados colombianos, peruanos, ecuatorianos, mexicanos y otros. Después se sabe que detrás estaban agencias de seguridad del gobierno norteamericano que, por supuesto, trabajan para grandes corporaciones.

¿Qué hay detrás de todo? Lo ya mencionado: Brasil tiene entre 150 a 200 millones de mano de obra que de ahora en adelante será sometida a precios de hambre o subsistencia; es un territorio extenso, con muchos recursos en bosque, agua, petróleo, y peor aún, el deterioro del Brasil afectará a los Estados vecinos, en particular a Venezuela, que ya fue juzgada y condenada por las corporaciones.

Todo el cuento de los Estados fallidos, narcotraficantes, forajidos, fue una construcción de muy corta data de las corporaciones transnacionales en donde se hicieron cómplices instituciones, diplomáticos, funcionarios gubernamentales, dirigidos por planes corporativos que buscan, con un zarpazo, controlar sin restricciones estatales todos los recursos planetarios.

Entre tanto nosotros estamos pendientes del rating, las tendencias en redes, y de lo bonita que está vestida la presentadora o de la risa que nos produce el drogado de Porky o el loco de Bolsonaro, o los actos seniles de Biden, mientras el jurel da vuelta en la misma piedra.

La independencia no es un país que gobierna a la gente de un territorio sin que nadie intervenga en sus asuntos, la independencia va más allá de eso: es fundamentalmente un sistema DE PRODUCCIÓN decidido, manejado y usufructuado por los habitantes de un territorio sin tener que depender de los insumos o tecnologías de otros países. No indica que no se debe compartir esos conocimientos, solo que debe ser una relación decidida por todos.

La independencia no es una ideología, es un concepto práctico que, de no ejercerse, otros desde afuera lo ejercen. En el caso nuestro, la independencia no será posible hasta tanto no nos deshagamos del sistema capitalista, por cuanto este sistema obedece conceptualmente en sus modos, usos y costumbres a una cultura que no hemos decidido, a una cultura que nos entiende como sus esclavos, como su mina, de donde obtiene los recursos para su acumulación de riquezas y la manutención de su aparato de dominación sobre nosotros. Aquél determina las instituciones que imponen las políticas en todos los órdenes. No hablamos de que en este momento debe desaparecer, decimos que debemos pensar la forma de hacer que ocurra.

El capitalismo no está ni puede estar controlado por nosotros por el simple hecho de ser sus esclavos, en caso de que individuos de la especie esclavizada tomaran las riendas del aparato de producción y continuaran produciendo como siempre. Lo único que ocurrirá es que repetirán la serie, porque para que la fábrica funcione necesita materia prima y esclavos, y si no se piensa otra opción seguiremos como el jurel, dando vuelta en la misma piedra.

Hoy asistimos en todo el planeta a la gran puesta en escena de la debacle de toda idea, de todo pensamiento, hoy estamos a merced de la ideología pura del humanismo, de la fantasía, de la borrachera, del ratón que nos ha dejado el demasiado consumo de ideología, locura, alienación o enajenación, como mejor nos plazca llamarla, ocupa absolutamente todos los cerebros.

Si la ideología humanista se recicla, se maquilla, se realiña, es porque tiene su razón, que es vender al sistema que la produce en su proceso material, pero en el caso de las ideologías que sostuvieron a la llamada izquierda salvapobre, estas ya no tienen quién o qué las alimente, porque ya no enamoran los panfletos, porque se desgastaron en el aire, prometiendo esperanzas, utopías, quimeras, repeticiones infinitas de los religiosos que siempre vivieron de nosotros, en todas las épocas, que siempre estuvieron al servicio de las peores causas, pero como su reino no era de este mundo su responsabilidad con la tragedia era nula, y aún hoy siguen apoyando al humanismo, aunque éste los haya derrotado y puesto a su servicio en la más vulgar transacción de compraventa de cuanta vaina se pueda traficar en nombre de dios.

Mientras el capitalismo mueve sus piezas en su dinámica contradictoria en función de sus planes trazados tiempo atrás, intentando darle continuidad a su eterno presente, vendiéndonoslo ideológicamente como el futuro, las llamadas fuerzas antisistema o salvapobres están estancadas, criticando los movimientos del humanismo, como que si con eso lo podrán detener.

No les es posible, con sus gríngolas ideológicas, observar en los sucesos en la República Bolivariana de Venezuela al chavismo como posibilidad de pensamiento fuera de las esferas pensantes ya conocidas. En el aire gritan radicalismos pero en la acción, irresponsablemente, someten a los pueblos a ensayos reformistas o gremialistas que siempre terminan en tragedia y devolviendo a la gente con mayor desazón a su estado de esclavitud. Esto podemos observar en todos los intentos de Latinoamérica, en donde desde la Patagonia hasta Estados Unidos, la efervescencia de los pobres es aplastada por este irresponsable reformismo-gremialismo, que termina siempre remachando al capitalismo.

Los chavistas en todo el planeta tenemos la responsabilidad irrenunciable de captar las claves y códigos que en estos tumultuosos años se han producido, para sistematizarlos y darles respuestas a las interrogantes que esta especie requiere. Para ello se hace necesario la audacia creativa, la superación de la cobardía intelectual, impuesta por las llamadas academias o casas de estudios superiores, que nos dijeron que no podíamos pensar sino repetir lo ya dicho por los seres superiores del humanismo.

La ideología no permite percibir las grandes divisiones a que son sometidas toda la especie. Los gremios de todo tipo están a la orden del día, en cada país. A los dueños de los gremios o infinitos gremiecitos de todo tipo y forma, sean de mujeres, indígenas, religiosos, comunistas, socialistas, izquierdistas, afro, obreros, campesinos, o lo que sea, no les importa que el capital los use para dividir a la gente en millones de partiditos, disfrazados de buenas voluntades, pero la mayoría penetrados por el interés de la plata de sus llamados líderes.

En ese ámbito carroñan los dueños del capital, que por medio de sus aparatos ideológicos o físicos los ponen a trabajar por sus intereses, generalmente a conciencia de sus líderes. Estos hechos los vemos sucederse en Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Centroamérica, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Argentina, donde los ponen a pelear unos contra otros, impidiendo que los pueblos puedan encontrarse para construirse desde otra perspectiva que no sea la pedigüeñería de derechos que nos conducen permanentemente al consumo y trabajo esclavista de siempre. Incluso en la República Bolivariana de Venezuela, que de no ser por la amalgama que hoy formamos pueblo y gobierno, hace rato ya nos hubieran dividido, porque abunda como arroz picao, el gremiaje y los partiditos de ambiciosos.

Según el capitalismo, ahora sí es verdad que vamos hacia tener una sola voz, una sola idea presidiéndolo todo, y esta es la del humanismo, que se envanecerá en la creencia de que ahora sí llegó el fin de la historia, porque todas las ideas o esfuerzos que intentaron derrotar al humanismo fracasaron, y no solo fracasaron, sino que sirvieron para engordarlo, para justificarlo, para afincarlo en los lomos de los sometidos de siempre.

Las bolsas de regalo

La plaza estaba arrequintada de gente y sol. Con megáfonos en la mano se turnaban los discursos, la mayoría de ellos temerosos, cargados de propuestas mágicas, panfletos, consignas de la vieja izquierda. Algunos usaban, para tratar de levantar el ánimo de la multitud, el rumor echado a andar por la oposición de que estaban matando a los dirigentes, entre ellos Diosdado, Bernal y Aristóbulo, pero esto en vez de levantarnos el ánimo nos sumía en una gran desazón.

Estábamos en un banco de la plaza cuando se llegó una señora con una gran bolsa, se sentó a nuestro lado, y de la bolsa grande sacó bolsas de regalo y empezó a desarmarlas, mientras nosotros la veíamos sin saber de qué se trataba. Luego que las abrió todas y las alisó, sacó de su cartera un marcador y comenzó a escribir: "Chávez no ha renunciado, queremos ver a Chávez". De inmediato nos creció un ánimo en el cuerpo, lo demás fue que se acabaron las bolsas y de todas partes aparecieron cartones, láminas. En poco tiempo la plaza estaba inundada de consignas y alegría en los cuerpos.

Lo poco que supimos de la compañera fue que era obrera en una pequeña fábrica que producía bolsas para regalos. Nunca más nos hemos visto con esta Chávez, que sin ser dirigente, había logrado sopesar lo que realmente necesitábamos para amalgamarnos como fuerza y conciencia ese 13 de abril de 2002, cargado de sol y pueblo.

A 18 años de esos tormentosos sucesos, ocurridos desde el 11 de abril de 2002 hasta nuestros días, sin contar sus antecedentes, estamos escribiendo estas palabras que no están dirigidas en contra o a favor de nadie, entiéndase gobierno, oposición o sus seguidores. Son escritas para la reflexión de quienes no tienen ningún interés en sostener la dictadura del capitalismo y sus consecuencias, de quienes se están desprendiendo de las ideologías, de quienes han descubierto que toda ideología esclaviza, de quienes entienden que se puede concebir lo distinto, siempre con los pies en la tierra y el cerebro fresco.

Esta compañera, como Chávez, nos ha enseñado a ser lo que somos. En los tiempos más difíciles, la especie ha demostrado que la vida no tiene vocación de suicidio. Es tiempo de separación y encuentro de los juntos; ya no más el jurel solo dándole vuelta a la piedra.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<