La relación entre Caracas y Moscú entra en una nueva fase: la asociación estratégica pasó del plano diplomático al jurídico y quedó establecida como política de Estado. La promulgación del tratado es la base normativa de una cooperación de largo aliento que ordena prioridades económicas, energéticas, tecnológicas, militares y diplomáticas bajo una misma arquitectura.
El movimiento se inscribe en la reconfiguración del sistema internacional y en la necesidad de ampliar márgenes de soberanía frente a presiones externas. Venezuela consolida un anclaje con un socio capaz de aportar potencialidades reales en lo financiero, en lo industrial y en seguridad, mientras proyecta su posición en el mapa multipolar.
A partir de aquí, la agenda bilateral transita desde los enunciados a los dispositivos: mecanismos de pago, inversiones coordinadas, transferencia de tecnologías y coordinación política en espacios multilaterales. Esta es la plataforma desde la cual se evaluarán los próximos pasos operativos.
Un marco jurídico con tres ejes: finanzas, energía e inversión
La promulgación del Tratado de Asociación Estratégica y Cooperación convierte en ley una hoja de ruta de diez años —renovable por periodos de cinco— que fija prioridades y métodos de trabajo entre Caracas y Moscú. El texto, ya aprobado por la Asamblea Nacional y rubricado por el Ejecutivo, define tres ejes operativos:
- Construir una infraestructura financiera independiente para el comercio e inversión
- Profundizar inversiones conjuntas en petróleo, gas y minería
- Coordinar posiciones energéticas en la OPEP+ y en el Foro de Países Exportadores de Gas
Estos lineamientos están recogidos en la comunicación oficial de la firma presidencial y su entrada en gaceta.
En el plano financiero, el acuerdo busca reducir la dependencia de circuitos dominados por Occidente mediante mecanismos de pago y crédito en monedas nacionales y esquemas bilaterales resistentes a sanciones, continuidad de lo ya avanzado en la relación económico-comercial con Rusia. Este vector había sido anticipado en la Comisión Intergubernamental de Alto Nivel Rusia-Venezuela (CIAN) 2024 —modelos de pago en rublos y bolívares— y desarrollado en la evaluación técnica del propio tratado publicada en mayo.
En energía, el instrumento prioriza proyectos de exploración y producción —pozos, campos, levantamiento de crudo y gas— y de transporte y procesamiento —oleoductos, gasoductos, terminales, plantas—, con transferencia tecnológica y acceso a mercados. Esto se alinea con la coordinación en OPEP+ y con plataformas gasíferas, donde la convergencia política ya es palpable.
La agenda bilateral llega tras un ciclo de intensificación que incluye nuevas inversiones y un crecimiento comercial de 64% interanual —hasta 200 millones de dólares en 2024—, y ahora se blinda jurídicamente para dar previsibilidad a los flujos y a la planificación de largo plazo.
- La vicepresidenta ejecutiva y ministra de Hidrocarburos, Delcy Rodríguez, confirmó durante el XIV Foro Internacional de Gas en San Petersburgo que Rusia ha invertido en la industria gasífera venezolana, con miras a su crecimiento para la exportación.
El capítulo de inversiones conjuntas ordena la entrada de capital y capacidades rusas en cadenas críticas —petróleo, gas, minería— bajo esquemas de cooperación ya probados y con cronogramas hasta 2030 definidos en la CIAN.
Multipolaridad en acción y soberanía económica
La dimensión económica y tecnológica del Tratado se inserta en la transición multipolar en curso, con Venezuela ocupando un lugar activo junto a Rusia, China e Irán. Los más de 350 instrumentos de cooperación vigentes, el crecimiento del comercio bilateral de 64% y la instalación de una estación del sistema satelital Glonass en Guárico dan cuenta de una agenda que combina seguridad estratégica, innovación y productividad real en el territorio. El objetivo es blindar el país frente ante el cerco geoeconómico impuesto por Estados Unidos mediante nuevos flujos de inversión, tecnología y comercio.
En el corazón de esa hoja de ruta está la energía como eje articulador. Su aterrizaje se ve en programas como el memorándum PDVSA-Universidad Federal de Kazán para formación y asesoría técnica en petróleo, gas y petroquímica; la colaboración con RT Project Technologies en seguridad industrial y modernización de equipos; y los mecanismos de intercambio arancelario y facilitación logística vinculados con la Unión Económica Euroasiática.
Son ejemplos de una misma dirección: usar la energía como vector de equilibrio y palanca de desarrollo compartido, que fortalece capacidades nacionales, cierra brechas tecnológicas y crea condiciones estables para la inversión y la productividad en toda la cadena.
El componente tecnológico amplía ese alcance. Glonass refuerza soberanía de navegación y temporización con aplicaciones en defensa, transporte, agricultura de precisión y gestión de riesgos. A su alrededor se tejen proyectos de transferencia de capacidades, cooperación universitaria y articulación de cadenas logísticas que respaldan exportaciones y sustitución de importaciones.
La diversificación ya aporta señales concretas —del retorno del turismo ruso a isla de Margarita vía chárter Moscú-Porlamar al envío directo de café venezolano— y se integra con agendas de investigación, salud y manufactura ligera que amplían el mapa de intercambio.
La Comisión Intergubernamental de Alto Nivel (CIAN) prevista para octubre de 2025 servirá para operativizar este marco: actualizar cronogramas de inversión, escalar proyectos de mantenimiento y recuperación de activos energéticos, ajustar mecanismos de pago en monedas nacionales y vincular más firmas y centros de investigación con la red ya existente.
Así, el tratado no solo ordena prioridades: crea tracción institucional para que la cooperación energética, tecnológica y comercial consolide soberanía económica y reduzca vulnerabilidades externas.
Más allá de lo bilateral: respaldo ruso y disuasión estratégica
En el frente diplomático, Moscú se ha movido con rapidez para cubrir a Caracas ante la escalada de Washington en el Caribe. Serguéi Lavrov reiteró públicamente el respaldo de Rusia al gobierno venezolano justo cuando aumentó la presión militar y mediática contra el país; a la par, la portavoz María Zajárova rechazó la movilización naval estadounidense frente a las costas venezolanas, enmarcándola como una provocación que eleva riesgos innecesarios.
Estas señales marcan que, frente a episodios como los ataques a embarcaciones civiles en el sur caribeño, Rusia se coloca visiblemente del lado de Caracas y condiciona el costo político de cualquier nueva operación.
Ese paraguas político viene acompañado de un discurso jurídico sostenido: Moscú se pronuncia de forma consistente contra las medidas coercitivas unilaterales y ha coordinado pasos conjuntos con Venezuela para enfrentarlas en foros y mecanismos internacionales. Cuando el Kremlin y Miraflores firmaron el Tratado de Asociación Estratégica, ambos destacaron su "resistencia unificada" a los regímenes de sanciones, lo que sitúa el vínculo como un dique normativo ante la extraterritorialidad financiera de Estados Unidos.
En paralelo, el canal técnico-militar permanece activo. La interlocución de alto nivel entre los ministros de Defensa y los equipos de seguridad, así como los contactos político-diplomáticos permanentes, apuntalan la capacidad de respuesta venezolana frente a escenarios de provocación (incluida la reciente denuncia de posible bandera falsa), al tiempo que elevan el costo de cualquier intento de castigo sobre infraestructuras o unidades en territorio nacional.
El resultado es un encuadre estratégico: el apoyo explícito de Rusia desincentiva aventuras unilaterales, proporciona cobertura diplomática y jurídica cuando se pretende justificar acciones punitivas, y refuerza la percepción de que cualquier escalada contra Venezuela no es un expediente local, sino un movimiento con repercusiones sistémicas.
En ese punto, el Tratado firmado y ahora promulgado por el presidente Nicolás Maduro codifica una alineación de largo aliento que corre en paralelo a la arquitectura defensiva y a la cohesión política interna. Es también la consolidación de un ciclo abierto por el Comandante Hugo Chávez: el de una relación estratégica con Moscú como garantía de soberanía, que hoy opera como factor real.