Lun. 09 Junio 2025 Actualizado 2:36 pm

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El dominio económico global de Estados Unidos está llegando a su fin (Foto: iStock)

La mañana tranquila en Beijing donde el dólar perdió su corona

"Creo que tenemos que partir de la idea de la derrota que conduce a la revolución, para comprender la revolución de Trump".

"La experiencia en curso en los Estados Unidos, incluso sin que sepamos exactamente lo que será, es una revolución. ¿Es una revolución en sentido estricto? ¿Es una contrarrevolución?".

Así habló el historiador y filósofo francés Emmanuel Todd en su conferencia de abril, "De Rusia con amor".

"Esta revolución de Trump está, en mi opinión, enlazada a la derrota. Varias personas me han reportado conversaciones entre miembros de su equipo, y lo que es sorprendente es su conciencia de la derrota. Personas como J.D. Vance, el vicepresidente, y muchos otros, son personas que han entendido que Estados Unidos perdió esta guerra".

Esta conciencia estadounidense de la derrota, sin embargo, contrasta pronunciadamente con la sorprendente falta de esa misma consciencia de los europeos -más bien es negación-:

Para los Estados Unidos es, fundamentalmente, una derrota económica. La política de sanciones demostró que el poder financiero de Occidente no era omnipotente. A los estadounidenses se les recordó la fragilidad de su industria militar. Las personas en el Pentágono saben muy bien que una de las fronteras de su acción es la capacidad limitada de su complejo militar-industrial.

"Que Estados Unidos esté en el medio de una revolución crítica, en este momento -fácilmente comparable al final de la Unión Soviética- es algo que pocos comprenden”. Pero nuestras preconcepciones -políticas e intelectuales- a menudo nos impiden ver y asimilar la importancia de esta realidad".

A su favor, Todd admite la dificultad con la percepción en lo inmediato:

"Debo admitir que cuando el sistema soviético efectivamente colapsó, fui incapaz de anticipar el alcance de la dislocación y el nivel de sufrimiento que esta dislocación le causaría a Rusia. Mi experiencia me enseñó una cosa importante: el colapso de un sistema es tanto mental como económico… No entendí que el comunismo no sólo era una organización económica sino también un sistema de creencias, una cuasi-religión, que estructuró la vida social rusa y soviética. La dislocación de la creencia conduciría a la desorganización psicológica más allá de la desorganización económica. Estamos llegando a una situación de este tipo en occidente hoy en día".

La dislocación psicológica causada por la "derrota" pudiera explicar (mas no justificar) la "curiosa" inhabilidad de occidente para entender los eventos en el mundo: la disociación casi patológica del mundo real que exhibe en sus palabras y acciones: su ceguera, por ejemplo, a la experiencia histórica rusa y la prolongada historia de resistencia chií en Irán. Pero, incluso mientras se deteriore la situación política… no hay señales de occidente volcándose sobre una comprensión más basada en la realidad -y es muy probable que continuará viviendo en su construcción alternativa de la realidad- hasta que sea forzosamente expulsado.

Yanis Varoufaks ha señalado que la realidad de la posibilidad de una "derrota" económica de los Estados Unidos fue claramente explicada con lujo de detalle por Paul Volcker, ex presidente de la Reserva Federal, cuando dijo que lo que sostiene a la totalidad del sistema globalista en una sola pieza ha sido el enorme flujo de capital del exterior -ascendiendo a más de 2 mil millones al día en cada uno de los días laborales- que sostuvo el estilo de vida cómodo y de inflación a la baja de los estadounidenses.

Hoy en día, con los Estados Unidos en una era de déficits presupuestarios estructuralmente insostenibles, Trump está hiper enfocado en el núcleo financiero de su país: el mercado de bonos del Tesoro (su sustento) y la bolsa (su billetera). Ambos están frágiles. Y cualquier presión externa pudiera disparar una reacción en cadena:

"En pocas palabras, Estados Unidos ya no confía en su propia fortaleza financiera. Y China ya no está jugando con las reglas antiguas. Esto no es tan solo una guerra comercial, es una guerra por el futuro de las finanzas globales",

manifiesta Varufakis. El porqué Trump amenaza con la guerra a cualquiera que busque suplantar o baipasear el monopolio comercial del dólar estadounidense.

Los "aranceles recíprocos" de Trump, por lo tanto, nunca se trataron de equilibrar el comercio. Lo que terminan siendo es un intento de reestructurar a los acreedores. "Es lo que haces cuando caes en bancarrota", como irónicamente escribió un comentarista. Las demandas por mayores contribuciones de los Estados OTAN precisamente es un ejercicio en exigir ingresos de los acreedores, como lo fue el viaje de Trump en el Golfo).

El propósito de esta Nueva Guerra Fría consiste primordialmente en asfixiar el ascenso de China. Este objetivo efectivamente representa el terreno en común entre todas las facciones del establishment: proteger del colapso al sistema del dólar.

La idea de que Estados Unidos está recuperándose de su posición previa como un centro de producción de clase mundial es en gran medida una narrativa diversionista concebida con fines domésticos. En 1950, la fuerza de trabajo estadounidense constituía 33.7% de la economía doméstica, una figura que menguó a menos de 8.4% hoy en día. Revertir esto requerirá un viraje generacional.

Así que, aparte del consenso respecto a China, el estrato gobernante está dividido, con figuras como JD Vance y el equipo económico de Stephen Miran y Russel Vought, más preocupado por los riesgos de extralimitarse minando la primacía del dólar, mientras que los halcones promueven reforzar su hegemonía, con "demostraciones" claramente explícitas de musculatura militar.

La re-estructuración de los acreedores apuntala, también, a la prisa de Trump por llegar a un "acuerdo" con Rusia uno que pudiera traer oportunidades de negocio rápidas y flujos positivos de capital (y colaterales) hacia las cuentas de capital de Estados Unidos. Un acuerdo con Irán potencialmente pudiera incluso ceder a la apoteosis de Trump de dominación energética resultando en nuevos flujos de ingreso que pudieran reforzar la confianza en el dólar.

En resumen, la agenda de Trump no es, a largo plazo, estratégica. Es el acorralamiento cortoplacista de demanda agregada para el dólar como la única divisa que la gente exige, aunque no quieren comprar nada del país que los está creando.

La falla crucial es que el transaccionalismo ordinario de Trump está destruyendo su credibilidad como un actor geopolítico serio y, en consecuencia, alentando a otros a apostar en contra del dólar.

En pocas palabras, el colapso de la credibilidad causado por el desdén de Trump por leer; por los reportes de inteligencia; y su dependencia en aquel o aquella que por última vez le susurró al oído, conduce a cambios repentinos en su política, y un deseo general para que otros se desconecten tanto como sea posible de la impredecible Trumplandia.

Emmanuel Todd advierte que la respuesta clásica al colapso dentro del sistema de creencias y la psique particular que ha animado el paradigma económico

"es la ansiedad, en vez de cualquier estado de libertad o bienestar. Las creencias que acompañaron al triunfalismo occidental están colapsando. Pero como cualquier proceso revolucionario, todavía no sabemos qué nueva creencia es la más importante, cuál emergerá victoriosa del proceso de descomposición".

Las revoluciones, no obstante, generalmente destruyen; su foco está en aprovechar las suficientes energías para erradicar las instituciones que estaban demasiado rígidas para integrarse hacia la demanda de cambio que provocó en primer lugar esta revolución.

En este contexto, la búsqueda de una Nueva Guerra Fría contra China precisamente está centrada alrededor de la ansiedad estadounidense (como sostiene Todd), principalmente el miedo a que la construcción china de una "superautopista" digital para el dinero demostrará que será más avanzada que la desvencijada que es la carretera del dólar hoy en día.

Hoy la autopista super amplia pudiera no ser tan ampliamente utilizada. Eso es ahora. Pero ya existe una migración de la vieja carretera a la superautopista china, como Varufakis le subraya a los chinos.

Para el establishment estadounidense, la superautopista china constituye un "peligro inminente" a su hegemonía. La ansiedad no es en realidad sobre la propiedad intelectual china o el "robo de IPs". Es el miedo de que Estados Unidos no pueda mantenerse (actualizarse) con los nuevos ecosistemas financieros construidos por China, o la sofisticación del yuan digital.

Esta ansiedad se agrava -en particular- porque los gobernantes supremos del Fintech en el Silicon Valley tienen las dagas afuera contra los grandes bancos de clearing de Wall Street (que quiere preservar sus sistemas anticuados). China aquí goza de ventaja, ya que sus sectores de finanzas y tecnologías están fusionados como uno solo.

El miedo es simple: de China tener éxito, Estados Unidos perdería su "arma mágica" de dominación monetaria:

"Y aquí está la ‘revolución’. Sin fuegos artificiales, sin titulares occidentales. Tan solo una mañana tranquila en Beijing en donde se deslizó la corona del dólar. La plomería financiera del mundo acaba de agarrar otra vía (reroute), a través de (la autopista) China".

"El CIPS", como lo cuenta Zerohedge, "procesó unos sorprendentes ¥12.8 billones RMP en un solo día, alrededor de 1.76 billones de dólares. Ese volumen, de verificarse, sobrepasa el sistema SWIFT dominado por el dólar en throughput transfronterizo apenas diario".

Sí, todo se trata de dinero.


Publicada originalmente en inglés en Strategic Culture Foundation el 2 de junio, la traducción para Misión Verdad la realizó Diego Sequera.

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