Tras el asesinato del general de brigada Qassem Soleimani, jefe del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán (Brigada Quds), el Líder Supremo Sayyed Ali Khamenei prometió ante el mundo, pero sobre todo ante sus aliados, que Estados Unidos pagaría el precio de sus acciones, abandonando Asia Occidental. Las declaraciones de Khamenei reflejan su opinión y sus deseos como Líder Supremo. Estos deseos no siempre coinciden con el comportamiento del Estado de Irán, que debe construir una relación con otros Estados de acuerdo con los intereses nacionales del país. Siempre existe una línea flexible entre lo que dice el Líder de la Revolución y cómo le gustaría que actuara el gobierno iraní.
Sin embargo, cuando Khamenei señaló que no se aceptarían reuniones directas a menos que Estados Unidos retirara las "sanciones", trazó una línea inquebrantable a la que el gobierno tendrá que atenerse, sin incluir necesariamente todas las "sanciones", pero sí las más importantes. De ahí el diálogo indirecto que está aconteciendo en Viena entre los iraníes y las partes firmantes del JCPOA que se retiraron unilateralmente como hizo el ex presidente Donald Trump.
Aunque Khamenei no anunció ningún plazo para la retirada de todas las tropas estadounidenses de Asia Occidental, no cabe duda de que Irán está dispuesto a sentarse en la misma mesa que su enemigo si el resultado puede ayudar a aliviar la situación económica de Irán. Para Irán, la administración estadounidense, independientemente de que quien se siente en la silla del Despacho Oval, republicano o demócrata, no es digna de confianza, en la medida en que puede revocar acuerdos internacionales, despreciando descaradamente el derecho internacional. Sin embargo, en muchas circunstancias, los líderes supremos de Irán, tanto Khomeini como Khamenei, han permitido que el Estado iraní se reúna con los estadounidenses para favorecer los intereses de Irán, aunque, desde la perspectiva de Irán, la sombra de la guerra con Estados Unidos siempre se cernirá sobre el país mientras las fuerzas estadounidenses estén en la zona.
Los funcionarios iraníes son conscientes de que la administración Biden se enfrenta a muchos retos urgentes internos y externos, con Rusia y China. Sin embargo, para Teherán, su bienestar representa la primera urgencia, y no está dispuesto a comprender el alcance de las prioridades de Biden. Por ello, Teherán no permitirá que Estados Unidos descanse en Irak, y sigue apoyando a sus propios aliados en Yemen, Siria, Líbano y Gaza.
En Irak, los funcionarios están promoviendo una suerte de "cirugía estética" para lidiar con la presencia de las fuerzas estadounidenses, como un compromiso entre lo que quiere Irán y lo que los iraquíes creen que son sus intereses. Sugerir la sustitución de las tropas estadounidenses por una "OTAN europea" es una forma de decirle a la administración de Biden que la retirada no está realmente en la agenda iraquí. Con o sin acuerdo nuclear, Estados Unidos sólo puede soñar con una Mesopotamia pacífica para sus fuerzas en los próximos meses si no se alcanza la retirada o se sustituye por una "OTAN europea".
Sin embargo, el cumplimiento total y la vuelta al acuerdo nuclear frenarán sin duda la agresión de la resistencia iraquí contra las fuerzas estadounidenses, las cuales, ahora más que nunca, no abandonarán Mesopotamia para regalársela a China, Rusia e Irán.
Irak no es el único escenario donde Estados Unidos e Irán chocan. Siria es otro escenario en el que los dos países tendrán dificultades para encontrar un terreno común. Las fuerzas estadounidenses están ocupando el noreste de Siria para evitar que la economía siria se recupere, y para frenar -sin llegar a bloquear- el flujo de armas, energía y apoyo económico que Irán suministra a sus aliados en Siria y Líbano. La administración de Biden no tiene ninguna estrategia en Siria o Irak. Aun así, parece decidida a seguir la política de Donald Trump y permanecer en ambos países con poca visibilidad. Por lo tanto, se espera que perdure el statu quo, manteniendo la tensión entre Irán y Estados Unidos en un nivel alto, independientemente de cualquier resultado positivo en las conversaciones nucleares de este año. Sin embargo, esta tensión en varios ámbitos no impide el diálogo y el contacto directo e indirecto entre Estados Unidos e Irán.
Desde 1979, la administración estadounidense "acogió" el inicio de la revolución iraní con "sanciones". Teherán, por su parte, también desafió la autoridad de Washington en repetidas ocasiones. El presidente Jimmy Carter impuso "sanciones" contra Irán en noviembre de 1979, cuando los iraníes asaltaron la embajada estadounidense en Teherán y tomaron como rehenes a diplomáticos estadounidenses durante 444 días. Irán liberó a los rehenes sólo cuando un nuevo presidente estadounidense asumió el poder en 1981: Ronald Reagan. Irán logró obtener la liberación de casi 8 mil millones de dólares de sus activos financieros congelados a cambio de los 52 rehenes de la embajada estadounidense. Reagan ofreció un "regalo" a Irán cuando Robert McFarlin fue recibido en Teherán por el sheikh Hashemi Rafsanjani -tras la aprobación del Líder Supremo Khomeini- con un cargamento lleno de armas, lo que que más tarde se conoció como el escándalo de "Irán-Contra".
En la década de 1990, Irán y Estados Unidos cooperaron en diversos aspectos, porque tenían intereses comunes en el continente europeo y en Oriente Medio. El presidente George Bush (padre) pidió a Irán que liberara a los rehenes estadounidenses capturados en Líbano, lo que marcó el inicio de una relación de "buena voluntad". En 1999, Irán aceptó unirse a la coalición de países vecinos de Afganistán, el grupo de la iniciativa seis-más-dos (Irán, Pakistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán y China, más Rusia y Estados Unidos). Esta oportunidad creó una posición única, privilegiada y valiosa para Irán. Esto ha socavado algunos llamamientos a la guerra contra la "República Islámica" por parte de los belicistas de la administración estadounidense y la comunidad de inteligencia. Irán se convierte en un socio especial.
El grupo seis-más-dos no duró mucho tiempo, pero abrió la puerta de par en par a la cooperación entre Estados Unidos e Irán. Irán ha conseguido sustituir a Pakistán, que era el socio tradicional de los estadounidenses en Afganistán, al ser acusado de apoyar a los talibanes y de desempeñar un papel ambiguo en la guerra de Estados Unidos contra estos. Irán consiguió apartar a Rusia, Italia y Alemania de las discusiones sobre Afganistán estableciendo un contacto directo con los enviados estadounidenses. Los funcionarios iraníes estaban encantados de dar la vuelta a la tortilla contra los que abogaban por atacar primero a Irán y vieron cómo la maquinaria bélica estadounidense se volvía contra sus enemigos en la región. Eso permitió a Irán relajarse durante un tiempo y organizarse para orientar sus recursos en apoyo de sus aliados antes de la tormenta estadounidense.
Hasta la década de 2000, se permitieron reuniones directas e indirectas con Estados Unidos bajo los presidentes Ahmadinejad y Rouhani, y ciertamente fueron aprobadas por el Gran Ayatolá Ali Khamenei. Cuando el ex presidente estadounidense George W. Bush decidió atacar a los talibanes y a Saddam Hussein, allanó el camino de Irán para convertirse en una potencia regional, con dos enemigos en sus fronteras derrotados u ocupados lejos de Irán. Irán ha cooperado con las administraciones estadounidenses en ambos países, Afganistán e Irak.
Aunque mantuvieran una estrecha vigilancia sobre la cuestión y preservaran los principios ideológicos de la revolución durante el acercamiento entre Irán y Estados Unidos, tanto Khomeini como Khamenei permitieron al gobierno iraní utilizar un amplio margen de maniobra a la hora de negociar con Estados Unidos. Cuando los intereses del Estado se imponen, los Líderes Supremos conceden flexibilidad, siempre que las reuniones sirvan para alejar un peligro mayor de Irán. Los funcionarios iraníes están convencidos de que a los estadounidenses -cuyos dirigentes llevaron la primera instalación nuclear a Teherán- no les importaría ver a Irán convertido en un país nuclear, si no fuera por el apoyo que presta a sus aliados en Oriente Medio y por el hecho de que supone una amenaza para Israel. Además, un Irán poderoso genera miedo a los obedientes aliados de Estados Unidos en Oriente Medio. Prueba de ello es el fracaso del cambio de régimen en Siria e Irak, la guerra en Yemen y el poder militar y económico del que goza Hezbolá, sin parangón en la región, que permite imponer la disuasión a Israel.
Las reuniones entre Estados Unidos e Irán, ya sean directas o indirectas, no son un fenómeno nuevo y siguen siendo posibles, a pesar de la posición del Gran Ayatolá Khamenei, cuyas declaraciones públicas parecen hacer imposibles tales reuniones. Khamenei fue presidente de Irán de 1981 a 1989. Por lo tanto, es consciente de las necesidades del Estado y de la importancia de relacionarse con otros gobiernos, aunque sean considerados enemigos de Irán. Sin embargo, estas reuniones deben tener un propósito y un objetivo. No obstante, lidiar con los Estados Unidos ya no es obligatorio para Irán, porque Estados Unidos ya no ostenta la hegemonía como lo hizo entre 1991 y 2011 (después de la Perestroika y antes de la guerra contra Siria).
El fracaso de las fuerzas estadounidenses en la consecución de sus objetivos en Afganistán e Irak puso de manifiesto la debilidad de la maquinaria bélica de Estados Unidos, capaz de ganar una guerra militar rápida, pero que pierde su triunfo muy rápidamente bajo el fuego de la resistencia local. Por ello, Irán se dirige hacia una relación estratégica con China y Rusia. Se está distanciando de Europa, un continente gobernado por los dirigentes de varios Estados, la mayoría de los cuales son incapaces de enfrentarse directamente a la influencia de Estados Unidos, y que además, carecen de un posicionamiento político independiente. Por lo tanto, Irán seguirá persiguiendo sus objetivos en Siria, Irak y Líbano, apoyando a sus aliados para que puedan enfrentarse a Estados Unidos mientras que un acercamiento significativo entre Estados Unidos e Irán sigue estando lejos.
En décadas pasadas, Irán y Estados Unidos mantuvieron varias reuniones directas en París y Ginebra, antes y después de la caída de Saddam Hussein, aunque en 2002 el presidente George W. Bush lo definiera como parte del "Eje del Mal". Sin embargo, Irán no supo predecir que el rápido éxito militar de Estados Unidos en la expulsión de los talibanes de Kabul (Afganistán) crearía las condiciones para que la administración Bush dirigiera sus armas hacia su vecino Irak. En 2003, Saddam Hussein estaba debilitado, debido a 12 años de "sanciones" internacionales que habían agotado sus recursos. Ya no gozaba del apoyo occidental del que disfrutó durante la guerra entre Irán e Irak. La población iraquí mostraba signos flagrantes de estar dispuesta a intensificar sus actividades contra el régimen y ganar la guerra a nivel interno. Por eso, cuando la administración Bush anunció su disposición a la guerra, la opinión de Teherán fue de preocupación absoluta.
En 2003, el secretario general de Hezbolá, Sayyed Hassan Nasrallah, se pronunció abiertamente en contra de la invasión de Irak por parte de Estados Unidos, lo que atrajo la ira de los chiíes iraquíes: no podían creer lo que oían. Saddam Hussein era conocido por su animosidad hacia los chiíes, quienes tuvieron que abandonar el país y embarcarse en una lucha política y armada contra el régimen de Saddam. Hezbolá e Irán se dieron cuenta de que la fácil victoria de Estados Unidos sobre Saddam significaba que la administración Bush se volvería después hacia Siria o Irán. Todos los indicios confirmaron esa conclusión, cuando los funcionarios estadounidenses promovieron su objetivo de transformar la región en un "nuevo Oriente Medio" bajo su control y dominio. Además, Irak es rico en petróleo y gas, lo que supuso otra ventaja para la administración de Bush. En otras palabras, los funcionarios estadounidenses confirmaron las sospechas de Irán y Hezbolá.
En el Pentágono, los neoconservadores Richard Perle y Paul Wolfowitz abogaron por cambios en Siria e Irán después de someter a Irak y se unieron a aquellos que apoyaban la llamada "teoría del dominó". Se decía que todos los funcionarios estadounidenses de la administración Bush querían ir a Bagdad, mientras que los "hombres de verdad querían ir a Teherán". Por tanto, la conclusión iraní era muy clara: primero Bagdad y después Teherán. Era una cuestión de tiempo y prioridad y de qué país iría primero.
Irán tuvo que actuar con rapidez en varios frentes. En 2002, el Gran Ayatolá Khamenei aprobó las reuniones irano-estadounidenses por varias razones. En primer lugar, era esencial saber si las tropas estadounidenses iban a llegar de verdad a Irak. En segundo lugar, Irán quería que sus diplomáticos estuvieran en alerta para informar de cualquier indicio claro de que Irán y Siria eran los siguientes en la lista de invasiones militares estadounidenses. En tercer lugar, Irán quería cooperar con Estados Unidos y demostrar que la buena voluntad iraní podía influir en la administración estadounidense para detener sus conquistas en Mesopotamia y no ir más allá. Muchos responsables iraníes creían en la teoría de que tender la mano podía obligar al adversario a actuar en consecuencia y a cambiar sus intenciones agresivas, en caso de haberlas. Y por último, estar preparados, con o sin aliados, para enfrentarse a los estadounidenses en suelo iraquí antes de encontrarse con ellos en territorio iraní.
Era evidente que la administración estadounidense no tenía conocimientos ni experiencia en cómo administrar Irak después de derrotar a Saddam Hussein. Por ello, la administración estadounidense necesitaba todo el apoyo posible, incluido el de Irán. La falta de comprensión por parte de Estados Unidos de la dinámica iraquí y su complejidad política sigue siendo palpable hoy en día, incluso después de 18 años de ocupación y presencia. Los funcionarios iraníes también desempeñaron un papel esencial durante las negociaciones directas y la coordinación entre Estados Unidos e Irán. Los funcionarios iraníes se alegraron de saber que Estados Unidos planeaba imponer algún tipo de democracia en Irak en la que la mayoría chiíta dominante tendría el poder. Pero a la mayoría de los países del entorno no les gustaba esa decisión por muchas razones: el poder de gobernar Irak estaba a punto de ser arrebatado a los suníes (Saddam Hussein era suní) y entregado a los chiíes. Sin embargo, Irak está rodeado de regímenes gobernados de la misma manera (como la minoría cristiana maronita en Líbano y la minoría elitista alauita del Partido Baaz en Siria). No obstante, la minoría suní no podía seguir gobernando Irak.
La política de Estados Unidos y su objetivo de ampliar su dominio en Oriente Medio empujaron a Irán a aplicar al pie de la letra su constitución, lo que le ha permitido crear fuertes aliados en todo el mundo. De ahí que no esté solo en cualquier guerra futura, sino que lucharía en un amplio frente que partiría de Teherán y se extendería por Bagdad, Damasco, Beirut y Gaza.
Tras la ocupación militar estadounidense de Afganistán e Irak, varios funcionarios estadounidenses expresaron su próximo plan de ocupación, señalando a Irán como el siguiente en la lista. Las reuniones entre Estados Unidos e Irán se detuvieron, dejando a la "República Islámica" dos opciones: someterse o prepararse para luchar. A pesar de décadas de duras "sanciones", Irán decidió luchar, pero no iba a hacerlo solo. Reunió aliados para enfrentarse a un vecino hostil (Arabia Saudí) y a las 35 bases militares estadounidenses repartidas por la región, de las cuales muchas rodean a Irán.
La "República Islámica" aprendió a construir misiles de precisión de medio y largo alcance (más de 2 mil km), drones armados capaces de volar más de 1 mil 200 km, y compartió los conocimientos con sus aliados. También ha desarrollado su programa nuclear y puede fabricar una bomba atómica el día que el Líder de la Revolución tome la decisión. Irán también se ha convertido en un aliado estratégico de Rusia y China tras firmar acuerdos por valor de cientos de miles de millones de dólares. Ha realizado maniobras marítimas con ambos países, lo que ha permitido a Moscú y Pekín mostrar su fuerza en aguas que Estados Unidos había dominado durante décadas.
Los acuerdos estratégicos que Irán cerró con China y Rusia indican lo indiferente que podría ser para Teherán que Estados Unidos no volviese al acuerdo nuclear. Estados Unidos tiene dos meses para decidir qué hacer a continuación para evitar negociadores más duras y un gobierno menos moderado (recordemos que las próximas elecciones iraníes son en junio). Estados Unidos ha debilitado a un presidente iraní, el sheikh Hassan Rouhani, dispuesto a negociar y que ha logrado convencer a Khamenei de que le dé un margen de maniobra para negociar con la administración estadounidense. Khamenei no ha negado la petición de Rouhani pero, en el fondo, se alegra de que el presidente iraní haya aprendido la lección de que no se puede confiar en Estados Unidos, y de que esto está detrás del fracaso de los moderados en las últimas elecciones parlamentarias y en las presidenciales que vendrán.
Los funcionarios iraníes creen que no se puede confiar en Estados Unidos, por ello, la posición de Irán en Irak es irreversible, y eso significa que Mesopotamia no tendrá estabilidad en los próximos años.
El texto es una combinación cronológica de las tres primeras publicaciones aparecidas en el blog de Elijah J. Magnier el 8, 9 y 11 de abril de 2021, la traducción fue realiza por Eli C. Casas.