Tras su derrota en la segunda guerra del Líbano, Israel descubrió que la única manera de suprimir a Hezbolá sería cerrando la línea de suministro entre Líbano y Siria. Esto sólo podía alcanzarse removiendo al presidente Bashar al-Assad del poder, alterando el “Eje de la Resistencia” que se extiende de Teherán a Bagdad, Damasco, Beirut y Gaza. Pero Israel y Estados Unidos, apoyados por Arabia Saudita, Qatar, los Emiratos, Turquía, Europa y muchos otros países no han logrado alcanzar la meta de convertir a Siria en un estado fallido. El presidente Assad llamó a sus aliados, cuya propia seguridad nacional estaba en peligro. De caer Siria, los yijadistas de al-Qaeda y el “Estado Islámico” estarían combatiendo en las calles de Beirut, Bagdad y Teherán. Los yijadistas serían lo suficientemente poderosos como para expulsar a Rusia de su base naval en Siria y exportar la guerra más allá de las fronteras del Levante. Por lo tanto, Israel y Estados Unidos fracasaron en la tarea de destruir Siria y arrinconar a Hezbolá. Al contrario, Hezbolá se ha vuelto más fuerte que nunca. La Resistencia ha cosechado los frutos de su victoria. Se ha convertido en un poder con mando en instituciones claves del Líbano.
Israel buscaba destruir a Hezbolá porque era un obstáculo para sus planes expansionistas en el Líbano, concretamente para robar el agua del Líbano y algunos de sus territorios, para forzar un acuerdo de paz de rendición incondicional, para quebrar la alianza con Irán y privar a Teherán de su aliado más fuerte en el Medio Oriente. En los últimos cuarenta años, desde la victoria de la República Islámica en 1979 liderada por el Imán Ruolah Jomeini que derrocó al gobernante delegado por Estados Unidos, el Shah de Irán, Washington ha impuesto sanciones, porque Irán se negó a someterse al poder estadounidense y porque apoya a sus aliados en el Medio Oriente, principalmente Palestina, Líbano y Siria, para enfrentarse a Israel.
En 2006, Estados Unidos estaba involucrado en los planes de guerra de Israel contra el Líbano. En la cumbre del G8 de 2006, el presidente George W. Bush describió la relación entre Hezbolá, Irán y Siria como la raíz de las causas de la “inestabilidad”: “El mundo debe lidiar con Hezbolá, con Siria y continuar trabajando para aislar a Irán” (Roshandel J. & Lean C.N, 2011. Iran, Israel and the United States, ABC-CLIO, CA, p. 109).
Condoleezza Rice, la secretaria de Estado, rechazó mediar un cese al fuego a menos que “las condiciones fueran favorables”, creyendo que Israel ganaría la guerra. Hezbolá no sólo fue abandonada a su suerte para enfrentar a Estados Unidos e Israel, sino que los proxies libaneses de estadounidenses y saudíes (el primer ministro Fuad Siniora y el dirigente druso Walid Jumblat) apoyaron la posición de Israel-Estados Unidos, alegando que “no tenía ningún sentido un cese al fuego” (Wilkins H., 2013. The Making Of Lebanese Foreign Policy: Understanding the 2006 Hezbollah-Israeli War, Routledge, Introduction).
Cuando Israel fracasó en alcanzar sus objetivos, Estados Unidos acordó mediar un fin a la guerra. Las negociaciones se concentraron en el cese de todas las hostilidades (no un cese al fuego) entre los dos países. Tel Aviv y Washington no lograron concretar el despliegue de las Fuerzas de las Naciones Unidas en el Líbano, UNIFIL, en las fronteras con Siria. Estados Unidos buscó darle espacio a Israel en su intento por ganar mediante negociaciones lo que no había logrado alcanzar empleando su enorme maquinaria de guerra en 33 días de guerra en 2006. “El objetivo de Israel nunca fue realista”, dijo la ministra de Exteriores, Tzipi Livni.
Cuando su intento de controlar las fronteras sirio-libanesas fracasó luego de la derrota de 2006, a Israel le quedaba una opción para contrarrestar a Hezbolá: cerrar la vía a Damasco y buscar una manera de controlar la línea de suministros de Hezbolá. Esto requería una guerra en Siria.
Ya que enfrentar cara a cara a Hezbolá dejó de ser una opción, Siria se convirtió en el siguiente objetivo en la campaña por aislar a Irán, tal como lo declaró el presidente Bush. Los motivos detrás de la guerra en Siria han sido erradamente descritos por muchos investigadores y analistas alrededor del mundo, que han retratado la guerra como el resultado de una “primavera árabe” contra los regímenes dictatoriales. Pero Arabia Saudita, Bahréin y otros países del Golfo Pérsico han sido gobernados por dictaduras y los miembros de las mismas familias durante décadas y efectivamente son considerados por Occidente como sus socios cercanos -ricos en petróleo-.
En realidad, la guerra contra Siria comenzó justo después del ataque de al-Qaeda en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. El general de cuatro estrellas Wesley Clark reveló que el plan de Washington, tal como él lo había escuchado en los días luego del 11 de septiembre, eran: “Ocupar Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y terminar en Irán”. Algunos meses después de la invasión estadounidense de Irak, el secretario de Estado Colin Powell visitó al presidente Bashar al-Assad y le advirtió que Estados Unidos invadiría Siria de negarse a interrumpir su apoyo a las organizaciones anti-Israel, como Hezbolá y los grupos palestinos: el presidente sirio compartiría el mismo destino que el presidente iraquí, Saddam Hussein.
La invasión de Irak en 2003 distaba de ser un paseo. La ocupación estadounidense generó una nueva resistencia tanto entre los suníes como los chiíes. Esto alentó al presidente Assad a rechazar la amenaza estadounidense, sin estar al tanto de lo que el futuro guardaba para Siria. Una docena de estados, incluyendo a Arabia Saudí, Qatar, Jordania, Turquía, los Emiratos, Europa y los Estados Unidos, todos, apoyaban una operación de cambio de régimen empleando proxies takfiris. Las consecuencias de desestabilizar Siria le ofrecieron una oportunidad única a al-Qaeda para florecer en Siria, y un grupo aún más letal emergió: el “Estado Islámico”, ISIS. El presidente Assad convocó a sus pocos aliados, Irán, Rusia y Hezbolá, para luchar contra la enorme coalición reunida para crear un estado fallido en Siria. La guerra siria que venía desarrollándose le ofreció una experiencia sin precedentes al ejército sirio, dándole nacimiento a una nueva resistencia siria y ofreciéndole un conocimiento de guerra a Hezbolá, con una base para Irán sobre la que Teherán nunca había soñado tener en el Levante.
Hezbolá forzó una salida incondicional de Israel del Líbano en el año 2000 y desafió todos los planes estadounidenses-israelíes para un “nuevo Medio Oriente”, luego de la segunda guerra israelí contra el Líbano en 2006. Y los largos nueve años de guerra en Siria la forzaron a refinar sus tácticas y armamento, y le suministraron a la organización una victoria sin precedentes. Así como Israel había estimulado la creación de Hezbolá, le enseñó al actor cuasi-estatal todo tipo de habilidades y lo forzó a adquirir más entrenamiento y armamento para repeler guerras y desmantelar los objetivos del enemigo. El ex jefe del estado mayor y candidato a Primer Ministro, Benny Gantz, cree que Hezbolá se ha convertido en uno de los ejércitos irregulares más fuertes del Medio Oriente, capaz de imponer sus reglas de combate y su “equilibrio disuasivo” en los ejércitos clásicos más poderosos de la región.
“Enséñenme cuatro o cinco estados con mayor poder de fuego que Hezbolá: ellos son Estados Unidos, China, Rusia, Israel, Francia y el Reino Unido”, dijo Gantz hablando en la Conferencia Herzliya de 2014.
Esa era la evaluación de Israel en 2014. Seis años después, el pasado febrero, el ministro de Defensa Naftali Bennet dijo que “por cada convoy impactado, dejas de darle a cinco y lentamente Hezbolá acumula una masa crítica de misiles que nos amenazan”.
Hezbolá se ha hecho más fuerte que varios ejércitos en el Medio Oriente. Hezbolá ya no es una organización que choca con los israelíes en una colina, punto, o que hace emboscadas a patrullas detrás de un callejón. Más bien, en Siria e Irak ha experimentado de manera exitosa distintos tipos de escenarios de guerra. Ha adquirido muchas armas avanzadas y se convirtió en una amenaza estratégica para Israel de esta última contemplar librar una guerra abierta contra el Líbano y Siria.
Israel se había planteado como meta derrocar a Assad en Siria y separarla del Eje de la Resistencia. El ministro de Defensa israelí, Moshe Ya’alon, dijo que “Israel prefiere en sus fronteras al ISIS que a Assad”. Pero Israel, Estados Unidos, Europa, Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos perdieron la guerra. Israel ahora eligió mantener el conflicto porque teme que Estados Unidos pueda abandonarla. Este es el por qué Israel ataca cientos de objetivos en Siria, la mayoría de las veces sin ningún tipo de valor estratégico.
Fuentes del Eje de la Resistencia en Siria dicen que
“Israel atacó el cuartel general iraní en el aeropuerto de Damasco (un edificio con vidrios verdes del que Israel destruyó dos pisos). Al día siguiente, Irán lo restauró y volvió a estar operativo. Israel repetidamente ha atacado depósitos de armamento iraní pero también un centro de entrenamiento abandonado en el centro de la zona de Kiswa que había estado vacío por años. Apuntan a señalarle a los Estados Unidos que Israel está amenazada y que la partida de las fuerzas estadounidenses constituirían una amenaza para la seguridad nacional de Israel. Es, en efecto, demasiado tarde para que los jets israelíes marquen alguna diferencia con las capacidades sirias. Irán no está exportando sus armas sino que las está fabricando. Le tomó nueve años a Israel y 300 ataques aéreos el destruir los depósitos iraníes en Siria, le tomó a Irán solamente uno para reabastecer y equipar al ejército sirio con misiles de precisión aún más sofisticados. Todos los misiles estratégicos están en depósitos subterráneos”.
Irán solamente tiene una centena de asesores y oficiales en Siria, pero lidera a más de decenas de miles de aliados en Líbano, Irak, Pakistán, Afganistán y fuerzas auxiliares sirias que se asemejan a formaciones militares organizadas de forma irregular.
En Siria, Hezbolá fue capaz de operar en un área diez veces el tamaño del Líbano, lo que le dio una experiencia única que cualquier ejército del mundo hubiera soñado tener. También fue sometida a ataques de un miembro de la OTAN, Turquía, que usó drones armados en el campo de batalla. Eso le dio a Hezbolá una riqueza en experiencia y les dio lecciones que se han integrado al currículo en las escuelas y universidades militares en Irán con Hezbolá y sus aliados.
El presidente Assad no dice que es el momento para que sus aliados (en especial Hezbolá) abandonen Siria. Más bien, en su lugar, dice -de acuerdo a una fuente- que “Siria está en deuda con Hezbolá. Donde quiera estar Hezbolá, también será el deseo de Siria”. Estados Unidos e Israel crearon una alianza inquebrantable entre Siria, Irán y Hezbolá.
En Líbano, Hezbolá comenzó a cosechar sus ganancias. Fue capaz de imponer el nombre del Presidente de la República, general Michel Aoun, a pesar de la constante oposición de Arabia Saudita y Estados Unidos, los perdedores de la guerra en Siria. Líbano estuvo sin presidente durante varios meses hasta que el general Aoun asumió la presidencia.
Hezbolá rechazó varias ofertas de distintos países al darle la Presidencia del Parlamento nada menos que al presidente Nabih Berri, líder del movimiento Amal, que ha estado en ese trono por décadas. Hezbolá tiene el poder verdadero -aunque no todo- en el Líbano, tanto como para designar un Presidente de la República y un Jefe del Parlamento.
En cuanto a la oficina del Primer Ministro, no puede asumirse sin la aprobación de Hezbolá del candidato que se postule. La organización tiene suficiente peso político dentro del Congreso y la Presidencia de la República como para nominar o aceptar la nominación o la designación directa de un Primer Ministro. El ex premier Saad Hariri se está asegurando de que sus contactos amistosos con Hezbolá se mantengan porque pudiera estar muy entusiasmado por regresar al poder. Hariri sabe que la puerta a la oficina de Primer Ministro pasa por otra: Hezbolá.
Esto no quiere decir que Hezbolá quiera asumir el control del Líbano por completo. Los líderes de la organización están conscientes de que el líder druso Kamal Jumblatt, el dirigente suní Rafic Hariri y el dirigente cristiano maronita Bashir Gemayel, además de los palestinos, todos fracasaron en controlar Líbano y tomar el país. Hezbolá no quiere caer en los mismos errores y no quiere el control de todo el país. Esto quiere decir que en el Líbano existe la influencia para contrarrestar otros países y está bien