Son un bostezo, con sus poses, sus causas y causitas, todas con logo y banderita; sus petulantes presentaciones en las redes sociales y sus principios, claro, sus principios innegociables, suyos suyitos, porque todo parte de la pelusa de sus ombligos.
Son soporíferos, repitiendo con tonito de superioridad las líneas que el enemigo les metió sin necesidad de vaselina. Haciéndonos el favor de explicarnos, con su nivel intelectual siempre está por encima del resto y este resto bruto que no quiere entenderlo y rendirse como ellos hace tiempo se rindieron.
Aquí, a la primera se rindieron. No aguantaron ni medio round. Se apartaron disfrazando su miedo de dignidad y principios. Sus egos magullados se sobaban insultando a los que no nos rendimos, empezando por Nicolás, el más insultado de todos.
El mote de "Maburro" made in USA caló sin trabas tanto en esa izquierda amable, educada, domesticada, que no empuja, no golpea, no se ensucia, ni alborota… y de "Maburro" en adelante, se tragaron cuanta campaña sucia quisieron hacerles tragar. Y no solo las tragan sino que las riegan, y lo hacen gustosamente. Maduro y Venezuela son malas palabras tanto palabras para la izquierda inofensiva como para la derecha más reaccionaria, y en ambos casos por la misma razón. ¡Ay, ay, ay!
Expertos en luchas antiimperialistas pisaron felices el peine de culpar al gobierno chavista por los efectos de las sanciones con el cuentico de la corrupción. Porque ellos, tan intelectuales y superiores, no saben que les efectos de las guerras -y las sanciones son un acto de guerra- sobre las economías exacerban los vicios, las malas prácticas, el sálvese quien pueda y que, en buena parte, de eso también se trata.
Antiimperialistas que entienden perfectamente las acciones criminales del Imperio contra Cuba, por ejemplo, pero no las ven ejecutarse en Venezuela. Aquí es pura ineptitud de Maduro y su gabinete y todo sería distinto si cambiaran al ministro tal, que me cae tan mal.
Y cada golpe que nos dan parece regocijarles, y cada daño se lo achacan al gobierno que busca modos de aliviar el sufrimiento que los golpes provocan. En medio de la tormenta, se erigen como la voz del pueblo sufrido -que, según ellos, ni entiende, ni tiene voz- y se largan unos análisis indigeribles, con instrucciones imposibles y soluciones mágicas que este gobierno malvado no quiere adoptar, porque es malvado, pues.
Y el increíble goteo de exfuncionarios que, cuando les tocó a ellos, entendían que gobernar tiene sus tiempos, sus limitaciones, sus pasitos para adelante y para atrás, que nada es una línea recta, que hay que dar curvas para llegar hasta allá… y que hoy, sin cargos de gobierno, resulta que sí saben cómo se hacen las cosas, clarito, y se dedican a explicarnos cómo nos estamos equivocando y hasta se sitúan en una trinchera que llaman "la verdadera" y nos dejan metiendo el pecho y la vida en esta, desde donde luchamos contra el enemigo más brutal de todos los tiempos, pero que no es la trinchera verdadera porque nuestra pelea no es como dicen que dice el manual.
Dan sueño cuando alaban "revoluciones" ajenas, con presidentes influencers y perrito presidencial, con movimientos sociales patrocinados por la Open Society de Soros, pero que son cool porque tienen colorcitos y banderitas que se ven lindas en las fotos de Instagram. Cuando nos piden que sigamos el ejemplo de Chile o Argentina que sí aprueban leyes veganas verdes animal free, mientras se entregan al FMI.
Dan grima, cuando los ves, con sobreactuada ingenuidad, diciendo: "Rechazamos que Estados Unidos nos quiera invadir, claro, pero ¿por qué Maduro no mete preso a Guaidó?". Pretendiendo, miserablemente, cargarle parte del peso del crimen a quienes han evitado que se terminara de perpetrar.
Y cada avance un rosario de quejidos, cuestionamientos, condenas, evocando a Chávez, para decir que él no hubiera hecho así, sino asá. Olvidando que se quejaban igualito cuando Chávez hacía lo que hacía, como lo hacía.
Le dieron la espalda a Nicolás, negando con mezquindad su valentía, su temple, su visión estratégica, su conducción, negando la conciencia del pueblo que lo acompaña, que nos ha permitido resistir y remontar los más viles ataques contra nuestro país. Pretendiendo acusarnos por no dejarnos quebrar.
Encaramados en su pedestal impoluto e infalible, prefieren ir sembrando dudas y divisiones, ignorando las últimas advertencias y recomendaciones que nos dejó Chávez; pretenden ser defensores de su legado partiendo de la afirmación delirante de que Chávez se equivocó.
En fin, todo un bostezo.