Venezuela vuelve a ser protagonista en la escena internacional, y por méritos propios. Claro que mucho tiene que ver la actual circunstancia internacional, cuando el capitalismo del desastre ya ha arrasado con el statu quo global y las dinámicas económicas se han roto, no precisamente por el paroxismo estadounidense.
Más bien, todos los factores convergen en reavivar la importancia de nuestro país en la escena regional y en otras latitudes. Podemos hablar con certeza de que el petróleo, pero también el pivoteo político y diplomático que significa el chavismo para otros estados, es fundamental para la resolución de múltiples crisis que se están manifestando en varios puntos del planeta.
Por más que se intente, no se puede ocultar la resiliencia y la audacia del gobierno de Nicolás Maduro para comprender las circunstancias de los conflictos políticos en los que se ha visto envueltos, y así tomar decisiones para quebrar con una mandarria particular la sólida roca de Sísifo que tanto han insistido los enemigos de la República en arrojar sobre sus hombros.
El anuncio de la reanudación de las mesas de diálogo es un vivo ejemplo, actualísimo, de que no se trata de una casualidad el hecho de que Venezuela sigue estando en la palestra global como un actor significativo, tanto por lo que hace en términos diplomáticos como por lo que representa, para tirios y troyanos.
Si se tratara de un partido de fútbol, afirmar que el chavismo remontó en los minutos finales (de 2022) es atinado y consecuente con lo que se observa en la realidad. Sin ocultar que a veces el juego no fue siempre el más vistoso ni el más admirado, aun siendo eficaz.
Veámoslo con lupa: Washington viajó a Caracas, y no al revés, el pasado marzo, con el único objetivo de retomar un canal de diálogo y negociación que pudiera aliviar el dolor gringo producto de los tiros en el pie que últimamente se ha disparado, diz que para destruir a otro estado, enemigo existencial de su ya antigua condición hegemónica: Rusia. El error de cálculo de la administración de Joe Biden, en resumidas cuentas, sobrepasa sus atributos intelectuales, y no hay árbitro que pudiera disfrazar el exabrupto que día a día hace gala la Casa Blanca.
Fue Macron, el presidente francés ahora investigado por sus campañas electorales, quien se acercó urgido a Maduro durante la COP27 por necesidades energéticas, siendo Europa en este momento una olla a punto de ebullición social producto de la errática política económica también antirrusa, subordinada a los intereses de Washington y Nueva York. Para seguir con la lírica futbolera, se ha anotado unos cuantos goles en contra y sus principales jugadores padecen lesiones que los dejaría entre algodones y hielo por lo que resta de año, al menos.
Gustavo Petro no escapa a los extravíos de la crisis interna colombiana que poco a poco cuestiona la gobernabilidad de su proyecto. Las dificultades propias para llegar a consensos mediante alianzas políticas en el Congreso y el momento económico de nuestros vecinos le han hecho tomar como bandera el intento de garantizar el diálogo venezolano en México, pues en la frontera colombo-venezolana donde se asienta quizás el mayor incentivo económico y de conectividad financiera que pudiera darle un respaldo extra a su gobierno. Un premio de consolación por no haber clasificado a la fase final de la Copa del Mundo, aun contando con talentos notables.
Ni hablar de Alberto Fernández, que ahora celebra casi como un golazo suyo el hecho de que el chavismo y la Plataforma Unitaria se sienten en una misma mesa, cuando su gobierno se ha mostrado mezquino e indiferente con su par venezolano en distintos escenarios, incluso tardando casi dos años para reconocer a la embajadora Stella Lugo y jugando a la negligencia en el caso Emtrasur. Que alguien responda con sinceridad qué pinta Alberte en la resolución del conflicto político en Venezuela, como en efecto sí contribuyó en la parte económica y solidaria nuestro recordado Diego Armando Maradona en su momento.
Esto mientras Argentina resiente los coletazos de haberse subordinado a los tecnócratas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la agenda demócrata para la región. Hebe de Bonafini, que en paz descanse luego de décadas de resistencia anti-neoliberal, pidió perdón de manera digna a Venezuela a nombre de la nación argentina por los perjuicios causados, en muestra de gratitud y honor.
Visto así, pareciera que existe un simulacro de oportunismo político y diplomático en todas estas expresiones de "garantes" del diálogo entre el chavismo y parte de la oposición no parlamentaria. Los presidentes que ahora vitorean una nueva jornada en México parece que tienen mucho más que perder y se aferran a la posición de Venezuela como país fundamental en la reciente dinámica regional como para no caer en la desgracia de sus propias crisis internas. El equivalente a cazar balones perdidos en el área rival, so pena de que es posible terminar el partido sin goles cuando el talento no tiene probidad, para seguir la nomenclatura futbolística mezclada con bolivarianismo (ni tan) soterrado.
Era muy fácil para todos ellos adherirse a los planteamientos de Estados Unidos, llámese cuadro sancionatorio, condena antichavista o proyecto guaidosiano, cuando Venezuela toda se hallaba arrinconada en su área. Ahora que cambiaron las condiciones del juego, las barras no parecen tan bravas y pretenden congraciarse con el árbitro y el equipo que se muestra decidido pese a las dificultades. El partido de la economía y la crisis energética los ha direccionado a favor de nuestro país, a cuenta de ganarse un prestigio que por sí solos no podrían adquirir.