"La renta imperialista beneficia a toda la sociedad en un grado u otro, lo que no excluye la precarización del trabajo, el paro, y otros problemas sociales no menos graves. Proporciona la base para la negación del internacionalismo, porque es la base para una posición egoísta. Podríamos hablar de racismo, aunque no es exactamente racista, sino egoísmo, egoísmo nacionalista por parte de los pueblos del centro y antinacionalista en los pueblos de la periferia".
Samir Amín. Entrevista con El Viejo Topo, 2010
Mientras el show Trump-Zelenski se roba los titulares, provocando el morbo político y mediático, y los mandatarios europeos acuerdan nuevos miles de millones de dólares para sostener el gobierno de Ucrania, otras noticias importantes se deslizan dejando huellas profundas en buena parte de la humanidad, sin que provoquen tanto espaviento y reflexión.
La decadencia imperial, el resquebrajamiento del sistema internacional erigido tras el final de la Segunda Guerra Mundial y el fin de la hegemonía absoluta de Washington proclamada tras la caída del muro en Berlín llevan al mundo a la deriva del egoísmo, la desigualdad creciente y la elevación acelerada del gasto militar para intentar sostener, al menos, el predominio sobre el resto del planeta asfixiado y esquilmado.
Cuando la Tierra ebulle en las temperaturas crecientes, que implantan récord año tras año, y los científicos más lúcidos claman por el cambio de los modelos de consumo y las prácticas que aceleran el cambio climático y el calentamiento global, la nueva presidencia del imperio estadounidense, financiada en parte por las grandes petroleras de esa nación, echa por el tragante las políticas ambientales del Estado que ha grabado la huella ambiental más profunda de los últimos cien años, desconoce la ciencia erigida sobre el cambio climático y proclama "drill, baby, drill" (perfora chico, perfora).
Una de las primeras medidas del magnate presidente fue retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. Ello no es sólo una decisión política, significa también el retiro de los fondos que EE.UU proporcionaba en concepto de financiación para proyectos sobre el clima y que beneficiaban en parte a naciones subdesarrolladas.
El gobierno de Biden aprobó leyes que inyectaron cientos de miles de millones de dólares a la transición energética, según Bloomberg. Todo ello se va a bolina. Aunque, en verdad, China destinó en 2024 más recursos a esa transición de las energías de combustibles fósiles a las de fuentes renovables que Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea juntos.
A la melodía antiambiental de Trump se han sumado grandes empresas financieras que hasta hoy intentaban darse un barniz verde en el valor de sus marcas y servicios. Ante la presión política de la Casa Blanca y los obstáculos legales que aparecen, son varias las que se han retirado aceleradamente de los llamados fondos ambientales, casi a la par de que la Organización Meteorológica Mundial confirmara que el 2024 fue el año más caliente de la historia al superar en 1,55 grados centígrados los niveles preindustriales.
En diciembre pasado Goldman Sachs, Wells Fargo, Citigroup y Bank of America se retiraron de la Net-Zero Banking Alliance (NZBA), una iniciativa respaldada por las Naciones Unidas que busca alinear las actividades financieras globales con el objetivo de emisiones netas cero para 2050.
Por su parte JP Morgan, BlacRock, State Street, ScotiaBank y Pimco, grandes firmas financieras estadounidenses, acaban de retirarse del Climate Action 100+, una coalición internacional de gestores de dinero para planes ambientales y de promoción de la responsabilidad ambiental de las empresas, aduciendo nimias justificaciones. Tras ellos se alinearon instituciones financieras de Canadá.
"Siempre fue cosmético", opina Shivaram Rajgopal, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia. "Si firmar un papel les estaba dando dificultades a estas empresas, no es de extrañar que se hayan retirado". Por su parte, la directora ejecutiva del Climate Group, Helen Clarkson, considera que "para las empresas estadounidenses hay mucho más miedo a los focos, simplemente no quieren poner la cabeza por encima del parapeto".
Un solo entre ahogos y condones
El "America First" que proclamó Trump desde 2016 es la filosofía que conduce al gobierno plutocrático que preside. Una "America" para los multimillonarios "First". Sus intereses son los que prevalecen. En tiempos de un imperio ahogado en deudas, inflación, amenazas a su seguridad energética, contestado en su poderío global y con serias fracturas internas, les importa un bledo si el mundo se va a la deriva. Sus fortunas es lo que hay que salvar, imperio mediante.
No solo no habrá más dinero para las acciones climáticas —olvidando que nuestro mundo es un gran Titanic donde nos hundiremos todos— sino que, en general, se cortarán los fondos para los programas de ayuda al exterior.
Bajo acusaciones de mal uso y corrupción —que la hay por montones—, el binomio Trump-Musk cercenó la Usaid no solo como vendetta política —sacando a la luz buena parte de los planes imperiales de subversión por el mundo—, sino que también se enterró la mayor parte de los programas de ayuda exterior que sostenía el gobierno de Estados Unidos.
"¿Todo el mundo sabe lo que es un condón?", preguntaba Trump a una audiencia en Miami hace unos días, para acto seguido mentir alevosamente diciendo que había que acabar con planes derrochadores como el que gastó 100 millones de dólares en condones para Hamás.
Además de dejar sin empleo a unos cuantos agentes encubiertos de la CIA que actuaban como oficiales de la Usaid en numerosos países, la decisión de la Casa Blanca eliminó unos 5 800 programas que incluyen campañas de vacunación y de educación sanitaria, tratamientos contra el VIH, acciones de control de la malaria en países africanos, entregas de medicamentos para prevenir y tratar enfermedades tropicales desatendidas en África Occidental, suministros de alimentos a poblaciones con desnutrición grave y aguda, y otros programas de lavado de culpas y de rostro del imperio, pero que dejaban sus beneficios en millones de personas en el mundo.
"Se da fin a esta adjudicación por conveniencia e interés del gobierno estadounidense" rezaba en su introducción el comunicado del Departamento de Estado enviado a las organizaciones que recibían financiamiento de la Usaid para esos programas humanitarios.
"Morirá gente", dijo Catherine Kyobutungi, directora ejecutiva del Centro Africano de Investigaciones sobre Población y Salud, "pero nunca lo sabremos porque se han cortado, incluso, los programas para contar a los muertos".
Un corifeo peor
Washington suelta lastre hacia abajo y hacia el lado. Desde el primer minuto Trump ha advertido a Europa que se acabaron los tiempos cuando Estados Unidos hacía de garante militar de esa región, asumiendo gastos multimillonarios. ¡Qué incrementen su gasto militar!, los conmina el mandatario estadounidense, y los gobiernos del Viejo Continente se halan los pelos.
Borrados los programas de bienestar, en buena parte, por la goma brutal del neoliberalismo, estancadas sus economías y golpeados por la crisis energética como resultado de su apuesta perdedora en la contienda en Ucrania, los gobiernos europeos levantan "el fantasma ruso" —como antes fue el soviético— para convencer a sus sociedades de que hay que gastar más en armamentos.
Como ya hay poco de dónde cortar en los menguados presupuestos estatales, la "motosierra" ha virado para las ayudas internacionales. La pasada semana el gobierno británico anunció que su país cumplirá con las exigencias de Trump y elevará el gasto militar en 2027 a 2,5% del Producto Interno Bruto. Es el mayor incremento de esa partida desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
El primer ministro Keir Starmer dijo que tal incremento, de decenas de miles de millones de dólares, se financiará con un recorte pronunciado de la ayuda humanitaria internacional. La decisión, afirmó, es necesaria para brindar apoyo en medio de una "nueva era".
Atrás quedó la promesa del Partido Laborista, fuerza política del premier, de aumentar desde 0,5% hasta 0,7% la ayuda al exterior en cuanto "las condiciones fiscales lo permitieran".
Los aplausos entusiastas del mando militar británico y en la Casa Blanca se traducen en recortes o desaparición de programas de asistencia médica, educación, alimentos, prevención de desastres, conservación ambiental, agricultura y desarrollo económico en más de 100 países.
"Es una actitud miope y un error estratégico y moral", dijo la legisladora Monica Harding, pensando en aquello de que "dará más influencia a Rusia y a China". Y eso es lo que vale en el pensamiento político de los centros imperiales, quién se reparte el pastel, no importa que haya miles de millones que se quedarán sin fiesta.
Los desiguales
En el mundo del capital el egoísmo es ley. Mientras 3 600 millones de personas permanecen bajo el umbral de la pobreza, la riqueza conjunta de los milmillonarios del mundo creció 2 billones de dólares durante 2024, según un informe de Oxfam International.
La desigualdad que hoy existe tiene "la marca del brutal pasado colonial", remarca ese informe. El sistema actual sigue extrayendo la riqueza del Sur Global a un ritmo de 30 millones de dólares por hora, en beneficio del 1% más rico de la población que reside mayoritariamente en el Norte global. A la vez, la mayor parte de los países registran tendencias negativas en las políticas de lucha contra la desigualdad, según el Índice de compromiso con la reducción de la desigualdad, elaborado por Oxfam y Develoment Finance International. Se necesitarían 230 años para erradicar la pobreza a los ritmos actuales de reducción.
Y mientras la brecha y el saqueo crecen, la ayuda al desarrollo de los países ricos sufre fuertes tijeretazos impúdicos. "El problema no es cuántos somos en el mundo sino qué mundo estamos construyendo", ha dicho el Papa Francisco. "No son los hijos, sino el egoísmo, el que crea injusticias y estructuras de pecado".
El senador estadounidense Bernie Sanders sintetizó en el informe de Oxfam la dura realidad a la que el mundo hace frente en apenas cinco puntos:
- Nunca antes en la historia de la humanidad un grupo tan reducido de personas había poseído tanta riqueza.
- Nunca antes en la historia de la humanidad había existido una desigualdad de ingresos y riqueza de esta magnitud.
- Nunca antes en la historia de la humanidad se había producido una concentración de la propiedad tan extrema.
- Nunca antes en la historia de la humanidad la élite de los milmillonarios había disfrutado de tanto poder político.
- Y nunca antes en la historia de la humanidad habíamos presenciado este nivel sin precedentes de avaricia, arrogancia e irresponsabilidad por parte de la clase dirigente.
Los tiempos oscuros que vivimos están signados por el egoísmo. ¿Dejaremos impasibles que el poder de muy pocos impere sobre el bienestar de tantos?
Randy Alonso Falcón es un destacado periodista cubano, Director de Ideas Multimedios, que agrupa a medios de renombre como Cubadebate y la Mesa Redonda, en el cual funge también como moderador principal. Ha dirigido publicaciones cubanas de importancia como Somos Jóvenes, Alma Mater y Juventud Técnica, y recibió el Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez en TV en 2018.
Este artículo fue publicado originalmente en Cubadebate el 4 de marzo de 2025.