A 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial se unen quienes más aportaron en la lucha contra el nazifascismo
En este mes de mayo se cumple un nuevo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en el frente europeo. Es un aniversario particularmente significativo por el contexto mundial en el que se va a celebrar, no solo por iniciarse el cuarto año del enfrentamiento armado entre Rusia y la OTAN en suelo ucraniano sino por la acentuación de la crisis de la hegemonía estadounidense a escala global, de consecuencias imprevisibles.
Si se considera únicamente el evento de la conmemoración, la misma está teñida de simbolismos diferentes en los diversos Estados europeos. Por el lado de los países occidentales, el recuerdo del acontecimiento pasa por algunas conmemoraciones formales, meramente protocolarias, en las que siempre se señala el peligro de la guerra y, en este contexto específico, se relacionará seguramente con el peligro que representaría Rusia para la paz global. Por el contrario, en el caso de algunos de los Estados postsoviéticos, especialmente en la misma Rusia y en Bielorrusia, la conmemoración tiene un carácter oficial y masivo, acentuado porque la fecha es un feriado nacional; además, suele estar acompañada de un desfile militar que sirve para rendir tributo a los caídos, pero también una demostración del propio poder militar para disuadir posibles invasiones enemigas.
Indiscutiblemente esta guerra fue por lejos el más destructivo de los conflictos del siglo XX. La misma involucró todas las principales potencias de la época, sus áreas coloniales —que abarcaban entonces una gran parte del mundo— y a numerosos Estados independientes que debieron alinearse bajo la presión de las potencias occidentales. Aunque la guerra tuvo un carácter mundial, no todos los Estados involucrados sufrieron de igual manera su impacto, por ello también la memoria diversa que se tiene de ese acontecimiento.
La rendición de Alemania se produjo frente a los aliados occidentales el 7 de mayo por parte del general Jodl en la ciudad francesa de Reims, para efectivizarse a partir del día siguiente; por lo tanto, el 8 de mayo se toma en Occidente como la fecha de la finalización del conflicto. Sin embargo, esto no fue aceptado por la dirigencia soviética porque se minimizaba su contribución en la guerra: exigieron que la rendición de los representantes nazis debía producirse en Berlín y frente a los comandantes militares del Ejército Rojo. Además, otro de los argumentos políticos de peso de Stalin era que Jodl no era la máxima autoridad militar y, por lo tanto, podría suceder como ocurrió al finalizar la Primera Guerra Mundial, que grupos revanchistas en el futuro podrían argumentar que Alemania no estaba derrotada y que "hubo una puñalada por la espalda" que cercenó la victoria. En consecuencia, se acordó entre los aliados que al día siguiente se realizaría la firma de la rendición en Berlín por parte de Keitel —el máximo comandante alemán— frente a las máximas autoridades militares soviéticas, para efectivizarse a partir del 9 de mayo. Por tal motivo, durante la existencia de la Unión Soviética y ahora en Rusia y algunos de los Estados postsoviéticos, la fecha que se recuerda como finalización del proceso es esta última, conocida en el calendario oficial como el Día de la Victoria.
Esta discrepancia en la conmemoración entre el bloque occidental y Rusia no es un dato menor al construir el recuerdo de la guerra. Si se toma como fecha de finalización el 8 de mayo, pareciera que el mayor esfuerzo de la guerra para derrotar a las potencias del Eje fue realizado por los aliados occidentales; esta visión hegemónica es reforzada por el aparato de propaganda que constituye el complejo industrial cinematográfico de Hollywood, desde donde se priorizan por lógica los hechos en los que estuvieron involucrados especialmente los estadounidenses y, en menor medida, el resto de los aliados occidentales.
Este mensaje, repetido a lo largo de las décadas, refuerza que se invisibilice frente a la opinión pública que el 80 por ciento de las fuerzas armadas alemanas fue destruido en el frente soviético, y que fue este país el que sufrió la mayor cantidad de bajas, situadas en torno a los 27 millones de personas.
El frente asiático
Por otra parte, aunque en mayo se celebra en Europa el fin de la Guerra Mundial, se suele minimizar también que el conflicto armado continuó durante unos meses más en el "Extremo Oriente" —visto desde Europa y las Américas— contra Japón, potencia que continuaba controlando extensas regiones de China y toda Corea.
Además, se simplifica su conclusión diciendo que la guerra contra Japón concluyó por el uso de las dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto de 1945 respectivamente. Nuevamente se disminuye en Occidente la importancia del ataque soviético el 9 de agosto sobre los territorios controlados por Japón en Manchuria, Mongolia interior, Corea del Norte y las islas de Sajalin y las Kuriles. En cumplimiento de los acuerdos de Teherán y de Potsdam, la URSS se había comprometido a entrar en guerra contra Japón tres meses después de que concluyera la guerra en Europa. Esa invasión realizada en la fecha pactada permitió privar a Japón de su base industrial y de materias primas en el continente, fundamentales para sostener la guerra contra los aliados. De tal modo, ante el avance soviético, la rendición de las autoridades japonesas frente a EE.UU. garantizaba el mantenimiento del capitalismo en el país. Continuar con la guerra implicaba la posibilidad de mayores pérdidas territoriales frente a la URSS, y el consiguiente cambio de sistema socioeconómico.
Así también en Occidente, en parte por la visión eurocéntrica de los medios de comunicación occidentales y dentro del ámbito académico especializado, se soslaya en el análisis el nivel de destrucción sufrido por China a manos de Japón, así como la resistencia del pueblo chino ante la invasión. Sin embargo, una parte de la invisibilización del papel de China luego del conflicto responde a las necesidades geopolíticas a partir de la Guerra Fría. En ese momento señalar lo terriblemente destructiva que fue la invasión japonesa en China podría dar pie a la exigencia de reparaciones hacia ese país —como ocurrió en Europa con respecto a Alemania luego de la derrota—, en un momento cuando China pasaba al control de un Partido Comunista. Además, remarcar el papel imperialista del Japón anterior a 1945 —más allá de la obvia referencia a Pearl Harbor o el maltrato a los civiles y militares blancos apresados— podría afectar la alianza que Washington estaba tratando de forjar en ese país con algunos sectores dominantes —antes y después de la guerra— contra la Unión Soviética y la propia China.
Por lo tanto, la revisión del pasado en Japón fue muy acotada y eso permite entender la ignorancia de casi la totalidad de su población sobre las masacres ocurridas en China —como la de Nanjing, que causó 300 mil víctimas, aunque no fue la única perpetrada por el ejército imperial japonés—. Tampoco se visibilizó la existencia de decenas de miles —algunos historiadores hablan de cientos de miles— de mujeres forzadas a servir en prostíbulos, las llamadas "mujeres de confort", que luego de la guerra fueron presentadas por las autoridades japonesas como trabajadoras sexuales voluntarias. Solo luego del colapso de la Unión Soviética en 1991 las autoridades japonesas comenzaron a reconocer estos hechos, aunque esto no se reflejó en los libros de texto utilizados por los alumnos japoneses en las escuelas o en las universidades. Y este silencio sistemático sobre el pasado explicaría el auge de los movimientos de derecha negacionistas del terrible pasado imperial, que crecen cada año en respaldo electoral.
Algo similar ocurrió en Alemania y otros países aliados al Eje: la necesidad de cohesionar la mayor cantidad de sectores posibles contra el enemigo comunista —luego contra Rusia— llevó a silenciar el análisis sobre los apoyos sociales al fascismo y la colaboración de una parte significativa de la población local con los ocupantes nazis. A modo de ejemplo sobre este ninguneo oficial, en el texto escolar empleado a principios de los años 90 sobre la historia de Alemania para el periodo 1871-1970 la parte dedicada a la república de Weimar y el nazismo era casi 15 por ciento del total de páginas, una parte mínima para explicar las causas y características de ese régimen. Más allá de la actitud oficial en Alemania Federal sobre su propio pasado, se inscribe dentro de un contexto más amplio de la tolerancia demostrada por las potencias victoriosas en el oeste hacia funcionarios y militares supervivientes del régimen nazi, algunos de los cuales se convirtieron en funcionarios de la nueva República Federal Alemana luego de 1949; incluso grupos de la inteligencia nazi pasaron a trabajar para los servicios de espionaje occidentales, especialmente de Estados Unidos.
En el contexto del enfrentamiento con el bloque soviético todo tipo de ayuda fue bienvenida, incluso la brindada por posibles criminales de guerra. Y este silenciamiento sobre el pasado —no solo en Alemania sino también en Austria, Francia y otros países— podría explicar en parte el crecimiento de las variantes más radicalizadas de los grupos de derecha, algunos abiertamente profascistas o revisionistas. Recién ahora, cuando algunos de esos partidos parecen con la posibilidad de formar gobierno, los partidos tradicionales y las élites gobernantes reaccionan y recurren a mecanismos—algunos polémicos— para proscribirlos.
El contexto actual
En un panorama europeo e internacional cada vez menos previsible está por celebrarse un nuevo aniversario del Día de la Victoria en Moscú. Si en el evento de 2024, además de las principales figuras políticas, culturales y religiosas de Rusia también participaron gobernantes de los Estados postsoviéticos, además de los presidentes de Cuba, Laos y el de Guinea Bissau, este año su importancia simbólica es mucho mayor. Desde mediados de 2023 se comenzó a concebir el evento del 80° aniversario y se organizó un comité llamado "Victoria", específicamente encargado de su planificación. Se envió invitación para la participación en el desfile militar a casi 20 países, varios de los cuales ya confirmaron su asistencia, incluida Corea del Norte.
Además de lo impresionante que pueda ser el propio desfile militar nacional e internacional, mucho más importante será políticamente la repercusión que tendrá la presencia de ciertas personalidades en el escenario central. Este 15 de abril Kaja Kallas, la representante de relaciones exteriores de la Unión Europea, instó a los países miembros o candidatos a ingresar a la organización a no participar en los actos celebratorios en Moscú. Previamente, desde Rusia se había catalogado en dos grupos a todos los Estados. Los representantes de los países considerados "hostiles" desde 2022 no fueron invitados a asistir, básicamente la casi totalidad de los gobernantes de la UE, EE.UU., Canadá, Australia y todos aquellos que contribuyen con armas al régimen ucraniano o aplican sanciones contra Moscú en el actual conflicto.
Por el contrario, el resto de los Estados "no hostiles" participará con sus delegaciones diplomáticas habituales o con enviados especiales: así, un gran número de primeros ministros y presidentes ya confirmó su asistencia. La mayoría de estos integran actualmente los Brics o pretenden asociarse con ellos: todo un símbolo de la creciente multipolaridad que estaría reemplazando la pretendida hegemonía unipolar estadounidense.
De todas las personalidades presentes la más significativa es, sin dudas, la del presidente de China, Xi Jinping, porque puede mostrar frente a las presiones de los enemigos comunes el peso de su creciente colaboración. En un panorama internacional signado no solo por el conflicto en Ucrania sino por la actual guerra comercial, esto no es un dato menor. Todo un símbolo de los nuevos tiempos: los dos países que más pérdidas humanas tuvieron durante la guerra —y que lideran los Brics— participan conjuntamente en la conmemoración de las implicancias de una guerra mundial. Y todo el mundo occidental está excluido o autoexcluido del acontecimiento.
Este artículo fue publicado originalmente en el medio Tektónikos el 27 de abril de 2025.