Un camarada me preguntó si aspiraba a ser candidato a diputado en esta ocasión; le respondí:
“Soy un soldado, dijera Chávez, y asumo la tarea que la revolución me indique, pero no le ando remolineando a nadie para eso. No es mi afán, las trincheras sobran en esta lucha, y todas son importantes”.
Lo cierto es que me quedé pensando en el asunto y siento la necesidad de escribir al respecto.
Entré a la militancia política reclutado. Tendría unos 16 años cuando eso. Como desde los 13 años ya participaba. La primera vez fue en una protesta organizada por mí mismo ante una injusticia. Y así seguí activo, pero sin compromiso.
Allí es cuando los camaradas de la época me montaron cacería para convencerme y al fin empiezo a comprometerme, pero aquellas responsabilidades no las quería. Deseaba era andar por ahí dando serenatas sin ninguna disciplina revolucionaria, pero la consciencia me decía que allí debía estar, que tenía una responsabilidad histórica con la vida y con mi patria.
En aquellos años todo el mundo era adeco o copeyano. Mi familia era adeca. Estos, el argumento que tenían para que me “saliera de esa vaina”, como decían, era que allí no iba a conseguir un carajo. El antaño y aún vigente problema cultural resumido en el dicho de “póngame donde haiga”. Esos son los criterios que han determinado la participación política. La consciencia y el oportunismo.
El año pasado, en una conversa con una joven camarada nuestra, me impactó que hablara de “su carrera política”, ante lo cual le hice la crítica que aceptó avergonzada. Hay aberraciones que se hacen norma. Uno no entró a la política para hacer carrera alguna, uno entra en política arrastrado por las circunstancias. Porque hay un mundo injusto y no puedes pasar por la vida apático ante esa realidad.
Si por mi fuera, me quedo en la casa regando las matas, criando unas gallinas y jugando una partida de dominó de vez en cuando, pero sería una cobardía de mi parte. Lo cual no quiere decir que militando no pueda sembrar, criar y echar una partida de bolas criollas cuando se pueda, pero la revolución es lo principal en mi vida y ésta tiene sentido en relación con ella.
En síntesis, es la realidad la que te conduce a asumir una posición política, y dentro de ésta, la participación está signada por el oportunismo y la consciencia como dijimos líneas atrás.
Un viejo camarada me contó que, cuando la división del PCV, todos los jóvenes fundaron el MAS y otros La Causa R con Maneiro. Pero uno de ellos se quedó en el PCV, y cuando los demás le preguntaron por qué, su argumento fue que, como el partido se quedaba sin juventud, él sería el secretario juvenil, y para todo evento internacional de la juventud lo mandarían a él. Eran los tiempos de la Unión Soviética.
Anclados en la realidad y amparados en el “póngame donde haiga”, sus razones tendrían aquellos mayores que aconsejaban apoyar al candidato ganador y al gobierno de turno. Aunque hoy día quien tiene dinero a montón es la oposición extremista, lo que pasa es que está dirigida por una élite avariciosa que ni siquiera aplica aquel también viejo eslogan adeco de “robar y dejar que otro robe”.
Lo cierto es que mayoritariamente la gente remolineaba alrededor del partido del poder, nada extraño para quienes han visto y ven la política y al gobierno como la oportunidad de hacer negocios.
En 1998 todavía Acción Democrática, pataleando, hacía abarrotados mítines. Era el partido del poder y contaba aún con una gruesa militancia clientelar. Después de que ganó Chávez, se desmoronó como un castillo de naipes y su militancia empezó a emigrar hacia el chavismo.
Los partidos de masas, si no poseen (o han perdido) sólidas bases ideológicas, se desmoronan con facilidad cuando pierden el poder. Lo que no se desmorona con facilidad son las taras culturales. La cultura adeca y copeyana sigue intacta como virus.
Diosdado en “Con El Mazo Dando” presentaba a Chávez este miércoles 1° de julio citando a Alfredo Maneiro refiriéndose al partido y en cuanto a la militancia hablaba de “eficacia política y calidad revolucionaria”.
Estos deben ser los criterios para la escogencia de nuestras candidaturas a la Asamblea Nacional en estas venideras elecciones. Las simpatías grupales y amistosas deben estar supeditadas a ello.
Quedaría desglosar lo que, a nuestro juicio, en fundamento a la realidad y a nuestro proyecto político, interpretamos por “eficacia y calidad revolucionaria”.
Seleccionemos para esta tarea a quienes en mayor medida garanticen la victoria y no confiar absolutamente en la maquinaria electoral, y desde luego, las y los leales al proyecto chavista transformador y antimperialista.
Estamos obligados a vencer, que prive en la escogencia la objetividad y la sensatez por encima de intereses particulares. La historia sería implacable con nosotros si hiciéramos lo contrario.