Pequeña nota editorial: el presente artículo lo publicamos en esta tribuna el 26 de diciembre de 2014. Decidimos republicarlo por dos razones: 1) para que no se nos olvide quién fue y cuál es el legado de Thomas Sankara, líder de la revolución en Burkina Faso en la década de 1980, cuya muerte se cumplen hoy 33 años; y 2) porque quien escribió esta nota sobre el "Che Guevara africano" fue un gran amigo de nosotros, intelectual orgánico y compañero de lucha revolucionaria durante décadas en Venezuela, cuyo valor aún honramos: David Arráez.
La presente nota es apenas un pequeño tributo, de los muchos merecidos, que pueden dársela tanto a Sankara como a David Arráez. Que sirva, entonces, para recordarlos a los dos con el honor que siempre expidieron.
El 21 de diciembre de 1949 nace Thomas Sankara en la ciudad de Yako, en la colonia francesa del Alto Volta. Sankara eligió la carrera militar y conformó junto a otros compañeros una generación de jóvenes oficiales con una cultura política superior a sus jefes.
Con el grado de capitán se rebeló el 7 de noviembre de 1982 contra el régimen neocolonial del país africano occidental de Alto Volta, rebelión que condujo a la presidencia a Jean-Baptiste Ouédraogo, y a Sankara a ejercer como primer ministro hasta mayo de 1983, cuando fue destituido del Consejo de Salvación Popular por sospechas de actividades subversivas y relaciones clandestinas con Libia, sufriendo arresto domiciliario.
Con el apoyo de una compañía de paracaidistas asumió el poder el 4 de agosto de 1983, iniciándose en la República de Alto Volta un proceso revolucionario profundo con la meta de convertir la nación en un país agrícolamente autosuficiente, con un sistema de salud pública que privilegiara la atención primaria –siguiendo los postulados de la Conferencia de Alma Ata– dedicado a establecer los parámetros de la atención pública del primer nivel, un sistema educativo que derrotara el alto grado de analfabetismo, lucha frontal contra la corrupción, transformación de las tradiciones centenarias que convertían a las mujeres en bestias de carga.
Decía Thomas Sankara: "Nuestra revolución se interesa por todos los oprimidos, por todos los explotados en la sociedad actual. Se interesa, por tanto, en la mujer... La revolución, al cambiar el orden social que oprime a la mujer, crea las condiciones de su verdadera emancipación".
"Las mujeres y los hombres de nuestra sociedad son todos víctimas de la opresión y dominación imperialista, por eso libran una misma batalla. La revolución y la liberación de la mujer van juntas. Hablar de la emancipación de la mujer no es un acto de caridad o un arranque de humanismo, es un requisito fundamental para el triunfo de la revolución. Las mujeres sostienen la otra mitad del cielo".
Qué claridad de pensamiento, qué lección dada al machismo y a cierto feminismo trasnochado que no entiende que la lucha es del oprimido contra el opresor, del explotado contra el explotador, la lucha de clases, pues la tarea de la emancipación es de mujeres y hombres juntos.
Decía Sankara: "Es preciso tener una comprensión justa del problema de la emancipación de la mujer. No significa adquirir hábitos propios del hombre tales como beber, fumar, llevar pantalones... eso no es la emancipación de la mujer... la verdadera emancipación de la mujer es la que le confiere responsabilidades que la vinculan a las actividades productivas, a los diferentes combates que enfrenta el pueblo... la emancipación, como la libertad, no se otorga, se conquista".
Thomas Sankara se preguntaba si sería posible acaso liquidar el sistema de explotación mientras se mantiene la explotación de las mujeres, que constituyen más de la mitad de la sociedad. En relación a las fuerzas armadas el pensamiento de Sankara era de avanzada:
"Según la doctrina de defensa de Alto Volta revolucionario, un pueblo consciente no le va a ceder la defensa de su patria a un grupo de hombres, por competentes que sean. Los pueblos conscientes asumen ellos mismos la defensa de su patria. En efecto, nuestras fuerzas armadas constituyen tan solo un destacamento que está más especializado que el resto del pueblo para las tareas de seguridad interna y externa de Alto Volta... La revolución dicta tres misiones a nuestras fuerzas armadas nacionales:
- Estar listos para combatir a todo enemigo interno y externo y participar en la formación militar del resto del pueblo.
- Participar en la producción nacional. En efecto, el nuevo militar debe vivir y sufrir en el seno del pueblo al que pertenece... estará en los campos y criará vacas, ovejas y aves. Construirá escuelas y dispensarios.
- Desarrollar a cada soldado como militante revolucionario. Se acabaron los días en que se pretendía que el ejército era neutral y apolítico, mientras que en realidad era baluarte de la reacción y guardián de los intereses imperialistas... Como ejército al servicio de la revolución, el Ejército Nacional Popular no dará cabida a ningún militar que desdeñe, vilipendie y maltrate a su pueblo. Será un ejército del pueblo al servicio del pueblo... Los oficiales militares deberán respetar a sus hombres, amarlos y tratarlos con equidad".
Thomas Sankara promovía una economía nacional independiente, autosuficiente y planificada, al servicio de una sociedad democrática y popular, para lo cual se requería:
- Una reforma agraria
- Una reforma administrativa
- Una reforma educativa
- Una reforma de las estructuras de producción y distribución
- Hacer de la agricultura el punto de apoyo del desarrollo de la industria
- Autosuficiencia alimentaria
Sankara tenía una aguda percepción de las vacilaciones de la pequeña burguesía y afirmaba: "La burguesía media, este sector de la burguesía voltaica, aunque está vinculada al imperialismo, rivaliza con él por el control del mercado. Sin embargo, puesto que es económicamente más débil, es marginada por el imperialismo. Por tanto, tiene quejas contra el imperialismo, pero teme al pueblo y este temor puede inducirla a formar bloque con el imperialismo. Sin embargo, por el hecho de que la dominación imperialista de nuestro país le impide desempeñar su verdadero papel como burguesía nacional, algunos de sus elementos, bajo determinadas circunstancias, podrían estar a favor de la revolución, lo que los situaría objetivamente en el campo del pueblo. No obstante, entre el pueblo se debe cultivar una desconfianza revolucionaria hacia esos elementos que gravitan hacia la revolución, porque a fin de cubrirse acudirán a la revolución oportunistas de toda laya".
Sankara cambió el nombre de República de Alto Volta por Burkina Faso ("Tierra del hombre íntegro").
Vincent Ouattara, intelectual burkinabé, en un libro de su autoría dice: "La revolución instauró un modelo de desarrollo impulsado fundamentalmente desde dentro. Se trataba sobre todo de enseñar a la población a ser dueña de su destino, a apreciar sus valores, a desarrollar su capacidad de reflexión y de creación, a dejar a un lado la mentalidad de frustrado que conduce a la pereza, el conformismo, que hace de los hombres consumidores de modelos y teorías de desarrollo no asumidas, impropias… Es necesario resaltar que con la revolución, Thomas Sankara y sus compañeros devolvieron la confianza a las poblaciones desesperadas, olvidadas por las élites nacionales… En definitiva, establecieron tres tipos de confianza: la confianza en la gestión del bien público, la confianza hacia los dirigentes y la confianza en sí mismos y en su capacidad para alcanzar los objetivos ligados a la emancipación nacional…". Decía Sankara que vivir como africanos es la única manera de vivir libres y de vivir dignamente. En esa máxima se basaba su programa político.
En lo internacional Sankara se destacaba por el respeto a la autodeterminación de los pueblos y el sentido profundo de la solidaridad, el apoyo moral, y si fuera preciso hasta material, a los pueblos que luchan por su emancipación. Apoyaba la lucha del pueblo saharaui, del pueblo palestino, del pueblo de Namibia.
Sus principios en cuanto a las relaciones internacionales eran el respeto recíproco de la independencia, la integridad territorial, la soberanía nacional, la no agresión mutua, la no injerencia en los asuntos internos, el comercio con todos los países apoyado en la igualdad.
Thomas Sankara siempre recordaba que el modelo revolucionario burkinabé es inexportable, cada pueblo ha de hacer su propia revolución, pensar globalmente y actuar localmente.
Su discurso en la inauguración de la exposición en honor al Che Guevara terminó con las siguientes palabras: "Cada vez que pensemos en el Che tratemos de ser como él y de hacer que reviva el hombre, el combatiente, y, sobre todo, cada vez que tengamos la idea de actuar como él pensemos en la abnegación, rechazando los bienes burgueses que pretenden enajenarnos, al rechazar también las comodidades; no olvidemos la educación y la disciplina rigurosa de la ética revolucionaria: cada vez que tratemos de actuar así vamos a servir mejor a las ideas del Che, las difundiremos mejor".
En sus afirmaciones Thomas Sankara asumía la herencia de las revoluciones mundiales: "Nuestra revolución en Burkina Faso se inspira en todas las experiencias de los hombres, desde el primer aliento de la humanidad. Queremos ser los herederos de todas las revoluciones del mundo, de todas las luchas de liberación de los pueblos del Tercer Mundo. Sacamos lecciones de la Revolución Americana, la Revolución Francesa nos enseñó los derechos del hombre, la gran Revolución de Octubre permitió la victoria del proletariado e hizo posible los sueños de La Comuna de París".
El 15 de octubre de 1987 Sankara fue asesinado por esbirros de su antiguo amigo y compañero Blaise Compaoré, quien asumió la presidencia y retrocedió en las conquistas logradas en los cuatro años de gestión de Tom Sank, como lo llamaba su pueblo. Compaoré ha sido desde entonces un fiel aliado de Francia y ha seguido las recetas del FMI y el Banco Mundial.
Una semana antes de su asesinato Sankara había dicho: "A los revolucionarios, en tanto que individuos, se les puede matar, sin embargo las ideas no se matan".
Thomas Sankara se ha convertido en un símbolo para millones de trabajadores, campesinos y jóvenes africanos, y más temprano que tarde, creemos, el pueblo burkinabés se rebelará y retomará el camino de ese profundo mártir revolucionario africano que sólo deseaba, en sus propias palabras, "que se conserve de mí la imagen de un hombre que ha llevado una vida útil para todos".
Honor y gloria a ese revolucionario cuyo ejemplo vivirá para siempre en los pueblos de África y el mundo.
El 30 de octubre de 2014 se produjo una rebelión popular en Burkina Faso. El felón Compaoré, desesperado, delegó el gobierno al general Honoré Traoré, quien impuso un toque de queda nocturno que fue desobedecido por el pueblo en rebelión concentrándose en la "Plaza de la Revolución" o Plaza de la Nación.
El pueblo continuó movilizándose y la presión popular obligó a Compaoré a dimitir y refugiarse en la ciudad de Yamusukro, capital de Costa de Marfil. Ante este hecho el pueblo rebelde salió a celebrar su triunfo; sin embargo Traoré –cercano colaborador del felón derrocado– seguía al frente del gobierno, lo cual produjo aparentemente un enfrentamiento por el poder entre él y el jefe de la guardia presidencial, el general Zida, pero la verdad fue que las movilizaciones populares también echaron a Traoré.
Después que Zida se proclamara jefe de Gobierno, el pueblo salió a las calles a protestar contra los jefes militares. Como respuesta la guardia presidencial abrió fuego contra la concentración. Los partidos y grupos de la sociedad que se oponían al régimen militar se reunieron y declararon que la transición debía ser civil y democrática y no secuestrada por los jefes militares.
Al domingo siguiente miles de personas ocuparon las calles para protestar por el secuestro de los militares de la revolución popular expresando consignas como "¡Zida es Judas!". Sin embargo, la movilización fue perdiendo vigor y esto, a nuestro criterio, tiene una razón: la falta de una dirección política homogénea y sólidamente unida con un propósito claro.
El grupo más radical y punta de lanza de esta rebelión popular es Le Balai Citoyen (La escoba de los ciudadanos) encabezado por el rapero Smokey y un músico de reggae, Sams'K Le Jah. También en estas protestas se colaron grupos reaccionarios como "Gente por el Progreso" constituido por miembros del partido del traidor asilado.
Al disminuir las protestas en la calle, el grupo Le Balai Citoyen anunció su apoyo al general Zida, esto desmoralizó al pueblo. Aquí entran a jugar las potencias que ven al África como un territorio que les pertenece. Francia y EEUU intervienen a través de sus canales diplomáticos y de su poder de chantaje para convencer a los militares de nombrar un gobierno civil.
El Departamento de Estado declara y condena la toma de poder por los militares y la califica como un golpe de Estado. La Unión Africana secunda esta declaración, como era de esperarse.
Así están las cosas. Por ahora se impuso un "gobierno civil" lacayo encabezado por el diplomático Michel Kafando que convocará en el plazo de un año a elecciones presidenciales, pero allí está un pueblo levantisco que demostró en cinco días su poder, pero que por falta de una dirección política cohesionada y clara no pudo imponer sus justas aspiraciones y reivindicar el legado del gran Thomas Sankara.
Todos admiramos la sobriedad y la humildad con que vive nuestro Pepe Mujica, también recordamos que Tom Sank decidió usar un Renault 5 como vehículo presidencial, el modelo más económico en Burkina Faso. Al morir asesinado sólo dejó como propiedad una humilde vivienda con una hipoteca aún no liquidada; no aceptó el sueldo de presidente, sino que su salario siguiera siendo el de capitán del ejército.